Claudio Yáñez se convirtió en improvisado psicólogo con sus compañeros

El fumador

Edad: 34 años | Estado civil: casado | Hijos: 2

Cristina Núñez, esposa de Claudio, recuerda así el día del derrumbe: “Lloraba y no podía hablar, solo lloraba y lloraba… Dije, 'mi Claudio no puede dejarme así, tiene que estar vivo'”.

Abajo, en tanto, Claudio aún no le tomaba el peso a lo sucedido y reclamaba porque los cigarros los había dejado fuera, en los camarines. “Es típico de él, eso se reírse de las situaciones y hacerse el tonto, eludir los problemas”, cuenta uno de sus “compadres”, Manuel Toro, quien está viviendo en el campamento Esperanza, a la espera del día “D”.

Fue Yáñez el que le pidió al ministro de Salud, Jaime Mañalich, que les enviaran cigarrillos… y el mismo que, al recibir parches con nicotina, le explicó al secretario de Estado que “no es lo mismo un pucho que un parche”.

Antes de trabajar en la mina, Claudio era obrero de la construcción, pero cambió de rubro “por las puras ganas de contar con un contrato indefinido”, cuenta su mujer. El dinero que pretendía ahorrar lo iba a destinar a pagar “la millonada” que debe en una multitienda, desde el año en que se casó y montó su casita.

Cuentan en el equipo de rescate que Yáñez se ha empeñado en trabar amistad con cada uno de sus compañeros de encierro: “Se sienta por turnos a conversar con cada uno, les pregunta de sus vidas, les cuenta sus sueños… es como un improvisado psicólogo. Eso ha sido muy bueno, además, para mantener el fiato entre todos. Cuando hay algún problema o no se ponen de acuerdo en algo, es Claudio el que logra un consenso”.

Además de los cigarros, Claudio pidió que le mandaran fotos de sus dos hijas pequeñas. Lleva siempre una imagen con él, en un bolsillo, la saca y le da besos… tal como se puede ver en uno de los videos que se grabó en el subsuelo.

“Quiero ver el cielo de nuevo y respirar muy profundamente. Quiero darte un beso que no se termine nunca, todos los besos que te debo, que no te he dado en estos días de oscuridad”, le escribió a Cristina, en una carta que ella mandó a enmarcar para decorar el living de su hogar.

Apenas pudo reclamó por la falta de cigarrillos, y rechazó los parches de nicotina.

Los huesos se le marcaron en el cuerpo con la falta de comida.