Mario Gómez: hipertenso y con tres dedos menos

El GPS humano

Edad: 63 años | Estado civil: casado | Hijas: 4

Además del famoso mensaje en letras rojas –“Estamos bien en el refugio los 33”— el día en que se supo que los trabajadores estaban vivos, surgió desde el fondo de la mina una emotiva carta de puño y letra de Mario Gómez Heredia. Una carta que el Presidente Piñera leyó ante las cámaras de televisión. En ella Gómez enviaba palabras de tranquilidad y amor a su familia.
Rossana (28 años), Lilianett (30), María José (17) y Romina (20) son las cuatro hijas de Gómez... y las cuatro, sin excepción, han estado todos los días en el campamento Esperanza, ayudando al personal de la municipalidad de Copiapó en las labores logísticas del lugar.

Son gente humilde, de Iquique. “En cuanto salga, lo primero que le voy a decir a Mario es que lo amo. Da igual todo lo que me haya hecho y todo lo que le haya hecho yo, lo amo. Me siento muy feliz, Dios nos ha ayudado y no podía haber nada mejor en el mundo que sacarlos bien", asegura Lilian, risueña.

Lili, como le llaman las amigas, quiere celebrar junto a su marido una nueva luna de miel, esa que hace 30 años no tuvieron: y será en Viña del Mar, la ciudad jardín a la que nunca han podido viajar.

Como experimentado hombre de mina, Mario ha sido una de las piezas fundamentales para que no cunda el pánico entre los 33.

Mario, a través de mapas y croquis, les ha informado a los rescatistas la real situación de la mina. Ha sido, en palabras de uno de los ingenieros a cargo de las operaciones, como “el GPS que necesitábamos tener abajo (...) Sus coordenadas han sido muy precisas, nos han ayudado mucho”.

Algunos amigos, por bromear, le dicen “Culebra” a Gómez. ¿Por qué? Porque hace algunos años, en un accidente bajo tierra, perdió tres dedos de una mano. “Entonces como no tiene dedos, le dicen que parece culebra”, cuenta una de sus hijas.

Su hipertensión le permitirá a Mario ser uno de los primeros en subir a la superficie. De hecho su entrenamiento físico fue el más difícil de diseñar: se debió trabajar en quemar grasas, pero sin sobreexigir su corazón.

“Hay que pensar en el futuro”, añade la mujer, que espera que su hombre no trabaje más en la mina. “Mi marido tenía muy claro que San José era peligroso. Hasta hace nueve meses era chofer de colectivo, pero necesitábamos la platita y por eso regresó a la minería”, comenta.

A fines de julio había realizado un dibujo a los gerentes del yacimiento para recomendarles por dónde se podría construir la inexistente salida de emergencia. De concretarse esa idea, como quedó demostrado, habría sido providencial.

En las primeras imágenes se le vio extremadamente flaco y demacrado.

Es hipertenso, pero ha estado bajo control.