Samuel Avalos Acuña, el negociante que se convirtió a la fe en la mina

El converso

Edad:43 años | Estado civil: soltero | Hijos: 3

“¿Te quieres casar conmigo? Sí o no…”

Fue casi como un ultimátum el que, a través de la primera carta, Ruth Guzmán le envió a Samuel. Es que llevan 21 años como convivientes y él “siempre se ha hecho el leso con la idea de formalizar la relación”.

De hecho, la respuesta que surgió desde las profundidades de la tierra dejó “¡plop!” a la mujer: “Al salir lo hablamos”.

Según ha contado Ruth, su hombre ha tenido una vida marcada por el flagelo de las drogas y el alcohol: ha sido un constante ir y venir, había temporadas en que desaparecía… otras en las que permanecía en casa, sin problemas. “La pasta base lo estaba matando”, dice. Por eso, y con la ayuda de un cuñado, Samuel consiguió el trabajo en la minera San Esteban “para ocupar su vida” y dejar de lado “las malas juntas”.

A él, sin embargo, no le gustaba trabajar como minero porque decía que lo suyo era el comercio: “Es un gran negociante. Puede pintar una piedra y venderla a diez lucas. Cuando íbamos a la feria a comprar, el regateaba todo y se salía con la suya”, cuenta Ruth.

Y como si el destino hubiese estado enterado de todo esto –en la familia han dicho que el derrumbe fue algo “providencial”— Samuel ha vivido un proceso de conversión muy grande durante los días bajo tierra: “Se ha sentido cerca de Dios, en las cartas dice que Dios está también encerrado con ellos, que se siente acompañado por una fuerza divina, por el cariño de nosotros que estamos acá arriba. Y eso que antes iba a misa sólo para los funerales y bautizos… ¡si es que!”.

Su familia ha considerado el derrumbe como "providencial" para hacerlo cambiar.