Su timidez lo llevó a hacer de camarógrafo del grupo. Así, explicó a sus compañeros, no saldría tanto en los videos. Inteligente estrategia que ha impedido a sus familiares verlo tanto como quisieran.

Florencio Avalos Silva lleva tres años trabajando en la mina San José (otros cinco en diversas faenas) y como capataz es el segundo en jerarquía luego de Luis Urzúa, de quien es muy amigo.

A pesar de ser mayor que su hermano Renán –quien también quedó atrapado— ha sido este último el que lo ha debido contener en momentos de flaqueza emocional… con la ayuda de Osmán Araya, su cuñado.

Mónica Araya, su mujer, ha ventilado las fuertes rivalidades que tiene su marido con la familia. Dice que, antes del accidente, Florencio estuvo gravemente enfermo “y su gente no se le acercó para saber cómo estaba, ni llamaban para preguntar sobre su salud (…) Por eso él estaba muy desilusionado”.

A 700 metros de profundidad, sin embargo, Florencio ha aprendido a perdonar y así lo ha manifestado a través de sus cartas. “Lo más importante en la vida es la unidad de la familia”, escribió. Tema que ha conversado in extenso con su hermano “con el que nunca había pasado tanto tiempo juntos”, dice Mónica, medio en broma, medio en serio.

Por eso, añade la mujer, “me enojé tanto cuando me llamaron a mí para saber sobre el accidente. Les dije (a los padres de Florencio) que vinieran y que, si de verdad lo querían, estuvieran acá en la mina, esperando que saliera. Pero no han venido… y yo igual me he tragado el enojo y les mando los recados de su hijo”.

Ha sido el humor, según cuenta el sicólogo Alberto Iturra, lo que ha mantenido al grupo de los 33 más unidos de lo que se puede esperar. Y Florencio, con su sutil estilo para manejar el doble sentido, ha sido un aporte en esa tarea.