El día antes del accidente, Alicia Campos fue a dejar a Daniel, su único hijo, al bus que lo llevaría hasta Copiapó, desde Rancagua. Un fuerte abrazo y un “te quiero” marcaron esa despedida, algo que ya se había hecho habitual. Esa vez, sin embargo, el tiempo en el que no se verían sería mayor… mucho más del que imaginaban.

“No hay hombre más regalón y mamón que mi hijo. Yo le digo 'osito gominola', como la canción que estuvo de moda, porque es muy cariñoso, pegote, fundido”, afirma la señora Alicia.

Tal es el nivel de “mal criado”, añade, que durante los días que pasa en Marchigüe “cuando se despierta toma el celular y me llama por teléfono, entonces me pide el desayuno… con huevos revueltos. Y yo, la tonta, le hago caso (…) Pero no me arrepiento de quererlo tanto, porque él es un excelente hijo. Nunca me ha faltado nada gracias a él”.

En la mina Daniel trabajaba como conductor… y es que antes era taxista.

Como fanático de Audax Italiano, Herrera recibió un regalo muy especial desde la superficie: el DT Omar Raúl Labruna le envió la camiseta de su equipo, en representación del plantel de jugadores, autografiada… “un regalo con el que siempre había soñado”, cuenta su madre.

El día de la mala noticia, cuenta Alicia, “fue dramático, pero nunca pensé que estaban muertos. Incluso soñé era que veía a mi hijo flaco y de barba. De hecho un día llegó un amigo del Dani para contarme que había soñado con mi hijo y que lo había visto flaco y de barba, yo dije que no podía ser, porque no puede ser que dos personas soñemos lo mismo. Pero era cierto”.

En sus cartas Herrera ha dicho que está tranquilo porque, de un modo inexplicable, ha sentido desde el primer día la presencia de su “vieja” en la superficie. Y que eso lo ha mantenido firme. En uno de sus últimos mensajes –quizás abrumado por las bromas de sus compañeros— dijo que, al salir, espera madurar y ser menos flojo en la casa. “Si esta experiencia no me cambia mi actitud de vida, entonces nada lo hará”, escribió.