El desarrollo personal reclama conocerse a sí mismo. Ya hemos visto que lo primero y más relevante ha sido aceptar las contradicciones, la tarea de acceder y difundir la sabiduría interior, dejar fluir las energías y reconocer el equilibrio y el orden del mundo. Ello, porque la expansión de nuestra potencia divina debe hacerse inmerso en la realidad terrestre. Conocerse a sí mismo es ser capaz de mirarse al espejo y reconocer el verdadero YO SOY que se ha encarnado. Pero ese personaje que soy, no es sólo el presente inmediato, sino que es parte de un proceso que ha partido con el acto de encarnar y nacer y se ha ido desarrollando hasta el presente para luego proyectarse hacia el futuro.
Por eso es indispensable asumir, en este proceso, la necesidad de recuperar el pasado y hacerlo consciente, de tal modo de cerrar las heridas que hayan quedado abiertas y dar término a todo lo que quedó pendiente. Nuestra infancia es mucho más intensa de lo que recordamos y sucede que episodios muy fuertes pasan al subconsciente y quedan allí relegados, buscando abrirse paso, pero sin muchas posibilidades. Traumas, sensaciones de abandono, rechazos, negaciones, penas profundas, soledad, son parte las marcas que quedan instaladas en el alma y cuyo recuerdo explícito - e incluso la vívida reconstrucción de los hechos - ayudará a sanar. Viviremos, entonces, un presente más sano, comenzando la construcción de un futuro que ya estará libre de esos conflictos.
Cuando hablo de pasado por cierto que me estoy refiriendo a lo que hemos vivido desde nuestro nacimiento. Pero también desde antes: la vida uterina, la decisión del alma de encarnar en esas determinadas condiciones y las experiencias tenidas por el alma en anteriores encarnaciones. Mientras más logre saber, mejor será mi proceso presente y futuro. Pero, tampoco debo forzar las cosas, ya que lo importante es llegar al origen de los traumas y conflictos, cualquiera que haya sido la oportunidad. Por eso sucede que en la mayor parte de las experiencias de regresiones que he tenido con mis pacientes, nos basta con llegar a los primeros años de esta vida y no parece ser necesario ir más allá en el pasado.
Este contacto con el pasado, con las raíces del ser humano, nos da la posibilidad real de mirar las cosas de un modo diferente del que hemos estado acostumbrados. Por una parte es ser capaz de comprender y aceptar el punto de vista de los otros, pero también está la posibilidad de atender a criterios diferentes, nuevos o muy antiguos, pero que nos pueden hacer comprender aspectos de la verdad que no hemos considerado.
Cuando haya visto la realidad de un modo diferente y comprendido el pasado, podré sentirme tranquilo de estar en la vida que debo, sin ficciones, sin mentiras, sin ocultamiento. Entonces expando mi conciencia, integro los hechos que habían sido olvidados y con esa nueva visión puedo caminar sin prisa ni pausa hacia el futuro.
