Cultura/Espectáculos
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Romeo Santos domó al "Monstruo" y llenó al Festival de sus postales favoritas

El bachatero fue amo y señor ante un público absolutamente devoto y entregado, que una vez más fue testigo de sus lecciones sobre el amor y la alcoba, y que le regaló las dos gaviotas.

por:  Por Sebastián Cerda, enviado especial a Viña del M
viernes, 27 de febrero de 2015

VIÑA DEL MAR.- Si el Festival de Viña del Mar fuera un taller, Romeo Santos sería el mecánico estrella: Un altanero irresponsable que suele desaparecerse, llegar tarde y con resaca, pero del que no se puede prescindir, porque con astucia y un par de alambres logra hacer lo que otros no pueden con sus años de entrenamiento y su stock de productos oficiales.

El ex Aventura acumula con el de hoy tres pasos por el evento desde 2011, es decir, a razón de año por medio. Un exceso por donde se le mire, pero que encuentra su justificación en una verdad indesmentible, le moleste a quien le moleste: El norteamericano es garantía absoluta no sólo de éxito, sino de todo aquello que este evento busca y anhela. O, más claro aún, de todo aquello por lo que este evento paga.

Así, histeria, devoción, brazos a lado y lado, hormonas, coros incesantes, idolatría, griterío, solicitudes de gaviota —se llevó las dos, obvio— y carteles al cielo, son sólo una parte de la postal que el bachatero desencadena con su repertorio y su presencia, pero también con su función de maestro de ceremonias sin par.

Porque Santos es un verdadero domador de su multitudinaria masa, a la que consigue manejar a su antojo a punta de supuestas verdades en torno al amor y la alcoba, y de un culto a la personalidad sin precedentes.

Y bueno, también de canciones, una colección de bachatas de su agrupación de origen y de sus dos discos en solitario, que terminan creando un paisaje absolutamente monocolor, sólo con pequeños ajustes entre algunas de las piezas.

Como la largada con "Inocente", más acelerada que el común de sus temas, al contrario de "Fui a Jamaica", que alterna su ritmo ralentado con retazos de reggae. El resto varía poco y nada, creando una sensación de canción permanente, lo que se vuelve especialmente notorio en un medley de Aventura, donde el paso de un tema a otro es simplemente indistinguible.

Tanto como lo es, a ratos, lo que el propio Romeo canta, aunque a diferencia de noches anteriores esta vez la responsabilidad no es de la ecualización, sino del registro agudo y del escaso caudal vocal del cantante, cuyo destino ante un griterío como el de hoy no es otro que sucumbir.

Y en medio de todo ello, la especialidad de la casa: Movimientos de pelvis, una escena de cama junto a la actriz Isidora Urrejola, discursos sobre cómo se comporta un hombre enamorado, y sugerencias para que los machos llamen a sus esposas en las tardes, aunque ella esté enojada porque "ha estado todo el día limpiando la casa". ¿Machista? Evidente. ¿Chulo? Está claro. ¿Entretenido? También, no hay para qué negarlo.

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