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Paul McCartney volvió para confirmar su complicidad con el público chileno

En el primer concierto de su actual visita a Santiago, el músico inglés repasó desde su historia personal de los Beatles hasta su nuevo disco, durante un intenso show de más de dos horas y media en Movistar Arena. Hoy actúa de nuevo en ese recinto de la capital.

por:  Por David Ponce, Emol
miércoles, 23 de abril de 2014

SANTIAGO.- Si el nivel de compromiso escénico de un músico o un grupo internacional de gira por Chile se mide en su voluntad de comunicarse en español con el público, entonces ése fue uno de los varios índices de que Paul McCartney se entregó como pocos en el concierto que dio este martes 22 de abril en Santiago, el primero de los dos shows de la nueva visita del músico inglés a Chile.

-I got the feeling that we are going to have a "fiesta" -fue, en spanglish para empezar, uno de sus primeros saludos. Y esa corazonada de fiesta anunciada en la frase quedó confirmada por un concierto que superó las dos horas y media de extensión, construido con treinta y nueve canciones de diversas etapas de su histórica carrera, y marcado por un diálogo constante y entusiasta del cantante con las más de diez mil personas que llegaron a verlo a Movistar Arena. Fue un espectáculo tan emotivo como explosivo en el que, tal como hizo en su anterior venida en 2011, McCartney estableció una estrecha sintonía con el público.

Su nueva gira "Out there!" es en principio otra oportunidad para abordar un viaje privilegiado por la historia de los Beatles, historia cantada y tocada en primera persona por uno de los protagonistas de ese grupo. Y, cada tanto, cualquier momento en el show puede ser apropiado para detenerse en esa constatación: en la conciencia casi vertiginosa de que es el mismo McCartney inscrito en la historia de la música popular el que está ahí al frente, tocando en persona estas creaciones tan universales como la melódica "And I love her", la acústica "Blackbird", la inevitable "Eleanor Rigby", las juguetonas "All together now" y "Ob-la-di, ob-la-da" y todos los himnos que se suceden desde "The long and winding road" y "Let it be" hasta "Hey Jude" y "Yesterday" entre muchas otras canciones del grupo.

-Oh yeah. Qué buen carrete -pronuncia el cantante justo después de "All together now", ya no sólo en castellano sino en chileno, siempre chispeante en otra de sus intervenciones. En paralelo, y lejos de confiar sólo en la nostalgia de los '60, también revisa varios de los considerables hits de Wings, la segunda banda de su vida. Entre ellos se destacan los episodios sucesivos de "Band on the run" y una versión del éxito "Live and let die" literalmente explosiva: con llamaradas, fuegos artificiales y estallidos atronadores que hacen saltar a varios de sus butacas. Además desfilan canciones de elepés como solista de diversa data, entre los homenajes a Linda McCartney y a John Lennon que rinde con "Maybe I'm amazed" y "Here today" respectivamente, hasta la canción "My Valentine" (del álbum Kisses on the bottom, de 2012), sincronizada con el videoclip protagonizado por Natalie Portman y Johnny Depp proyectado en la pantalla al fondo del escenario.

Por eso es natural también escuchar en este show varias selecciones del más reciente disco de McCartney, New (2013), y de paso comprobar cómo él sigue haciendo música a la altura de su historia, nada menos. Melodías de ese álbum como "Everybody out there", "Queenie eye" y la propia "New" prueban tener la misma constitución de páginas tan consagradas como "Got to get you into my life" o "Penny Lane" en el patrimonio creativo de este autor. Y también la interpretación está de su lado. El cantante sigue siendo capaz de llegar a los tonos altos de sus composiciones e incluso, como en "Paperback writer", altera las melodías originales y las encumbra con éxito a notas todavía más agudas. De igual modo recrea el desgarro en la voz de "Maybe I'm amazed" entre otras canciones que exigen una entrega vocal rockera. Los coléricos alaridos finales del registro original de "Hey Jude", en cambio, acá son suplidos por uno de los momentos karaoke de la noche: son las diez mil personas del público, estimuladas por McCartney como director del coro de masas, las que entonan los lalalás de esa canción transformada en himno.

Paul McCartney dirige este concierto por igual desde el bajo eléctrico, las guitarras acústicas y eléctricas, los dos pianos que maneja en escena, uno vertical y uno de cola, y hasta el ukelele con el que, en "Something", dedica a George Harrison el tributo que más emociona al público y que más aplausos consigue en la noche. Y los cuatro músicos de su banda lo secundan del mejor modo en recrear un sonido leal a las canciones originales. En especial logrados son los coros constantes, a tres o cuatro voces, que entonan los guitarristas Rusty Anderson y Brian Ray y el baterista Abe Laboriel Jr. junto a McCartney. Y también es clave el rol de hombre orquesta que desempeña el tecladista Wix Wickens en los arreglos, multiplicado entre timbres de pianos, órganos y cuerdas además otros instrumentos. Según las necesidades de cada canción, Wickens se hace cargo de la guitarra, la armónica, el acordeón en "We can work it out", la clave con que marca el ADN de bolero que tiene "And I love her" o el arreglo de cuerdas completo que recrea con las teclas para "Eleanor Rigby".

El propio anfitrión es el mayor surtidor de sonidos del concierto. Es acústico, en la guitarra folk que pulsa con las yemas de los dedos en "Blackbird", mientras una plataforma mecánica lo eleva sobre el escenario. Es lisérgico, en la psicodelia que sigue manando del LP Sgt. Pepper's Lonely Heart's Club Band (1967), en especial en la canción "Being for the benefit of Mr. Kite!" y el momento significativo que trae aparejado, cuando McCartney se hace cargo de la voz que Lennon grabó con su timbre característico para esa composición. Es melódico, cuando llega la hora de cantar "The long and winding road" o "Yesterday". Y por cierto que es rockero. Cuando han pasado más de dos horas es momento de cerrar la fiesta entre el rock de "Day tripper", el rock and roll de "I saw her standing there" y el alto voltaje definitivo de "Helter skelter" antes del cierre, encomendado a los últimos minutos del disco Abbey road (1969). Es el peso rockero concentrado de la banda y de la carrera de McCartney. De hecho eso es lo que él pregunta cuando aparece por última vez en escena: "¿Quieren seguir rockeando?". Y claro que la respuesta es afirmativa.

-La raja -dice simplemente entonces Paul McCartney con todas sus letras, una vez más a sus anchas en Chile.

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