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Economía

Tongoy busca nuevos rumbos ante la "agonía" de la próspera industria del ostión

Aunque hoy el precio del molusco está en niveles récord -y aumentando- la falta de semillas ha disminuido dramáticamente la producción. Muchos tongoyinos han migrado a la minería en busca de sueldos estables y más altos; otros, volvieron al mar tras jibias, huiros, jureles y corvinas. Las próximas apuestas: repoblar la zona con lenguados y cultivar dorado en jaulas.

sábado, 12 de mayo de 2012 / La Segunda / Pablo Tapia C..

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Durante la semana las calles de Tongoy parecen abandonadas.

El intenso ajetreo al que está acostumbrado este balneario de la Cuarta Región -ubicado unos 60 kilómetros al sur de Coquimbo- durante los meses de verano y feriados largos es reemplazado por el solitario vagabundeo de algunos ex pescadores que nunca lograron reponerse de los "terremotos" que hoy tienen en la cuerda floja a una de sus principales actividades: la producción de ostiones, que hasta principios de 2000 era la tercera fuente de ingresos de la región, después del cobre y la agricultura.

La fuerte competencia y los bajos costos productivos de Perú -la extracción de ostiones se hace desde bancos naturales y no de cultivos, como en Chile- y los terremotos del 27/F y de marzo del año pasado en Japón, vinieron a darle el "golpe de gracia" a la industria.

De las seis grandes empresas que operaban en la zona, como San José, Centinela, Ostramar, Andacollo y Mares de Chile, hoy sólo quedan dos: Loanco e Invertec Ostimar; de las más de 2 mil personas que trabajaban en torno al molusco, hoy apenas deben quedar 200 ó 300; los jóvenes no piensan más que en irse a trabajar a alguna minera, y las pérdidas sumaron más de US$2 millones por destrucción de semillas y equipos.

En la época más próspera, el kilo de ostión congelado se vendía en hasta US$14 el kilo, pero hoy ha subido en torno a US$23 debido a la escasez, cuenta el presidente de los pescadores de la caleta, Leonardo Carvajal . Con ese valor, lo más lógico sería que la industria estuviera viviendo una reactivación, sin embargo, el drama radica en que cada vez hay menos ostiones para vender.

"Habiendo lenguado, la gente viene a pescar"

Pese a todo, Tongoy no baja los brazos. Aunque algunos pescadores tradicionales de la zona ven con recelo su accionar y ven en ella intereses más económicos que sociales, la Fundación Chile está jugando un importante rol para ampliar el abanico de posibilidades. El martes fueron liberados en la bahía miles de lenguados criados en cautiverio en el marco de un programa que pretende liberar 70 mil por año, con el único propósito de repoblar la zona e impulsar la extracción de otros recursos marinos distintos al ostión. A nueve les pusieron chips con GPS para monitorear sus movimientos.

"Los resultados preliminares indican que los ejemplares de cultivo muestran un comportamiento similar a los que se encuentran en la naturaleza, lo que se reflejaría en una alta sobrevivencia post liberación y finalmente en un aumento de las capturas", explica Antonio Vélez, directordel Programa de Acuicultura de Fundación Chile.

"Esto también tendrá efectos en el turismo, porque habiendo lenguado, la gente viene a pescar. Es algo que nos servirá mucho", añade el tesorero del gremio de los pescadores, Julio Alfaro.

También están desarrollando cultivos de corvinas en jaula -en 2 años han logrado producir unos 5 mil kilos que se vende en más de $6 mil el kilo en Europa- y abalones, y han realizado algunas experiencias con la palometa o dorado. "La palometa se ve muy bien. Los resultados indican que es de rápido crecimiento y podría ser una alternativa", anticipa Vélez.

"La gente de la zona ha experimetado un cambio cultural y ha entendido el concepto de 'diversificación acuícola', que no puede poner todos los huevos en la misma canasta", hace hincapié Vélez.

"Cuando se fueron las empresas se llevaron los reproductores"

Pero hasta que el desarrollo de nuevos productos marinos no despegue por completo, la mayoría de las balsas de cultivos que flotan frente a la playa larga, lucen tan vacías como las calles del pueblo. Las olas que llegaron a las costas chilenas por el terremoto/maremoto de Japón "hicieron un moño" con las líneas donde estaban instaladas las "linternas" - tubos de malla divididas en unos 10 compartimientos donde se dejan las semillas de ostiones para que crezcan durante 18 meses- y se perdió casi toda la producción.

El problema es que las pérdidas no sólo afectaron a los moluscos listos para comercializar, sino también los individuos reproductores y las semillas que en estos momentos ya deberían estar en condiciones de ser exportadas a los buenos precios de hoy a destinos como Francia y Japón, los principales consumidores de ese alimento.

"Cuando se fueron las empresas, se llevaron los reproductores y por eso hoy casi no hay semillas", explica Vélez. La entidad, donde hay participación pública y privada, se dedica a desarrollar y transferir tecnologías acuícolas, entre ellas, la producción de larvas y semillas de ostión que luego son vendidas a las empresas y a los pequeños productores que todavía resisten.

Sin embargo, lo que puede producir un laboratorio, es apenas un 3% de lo que se puede recolectar a través de la captación natural de semillas, que hoy, prácticamente está agotada, según comenta el jefe provincial de Sernapesca en Tongoy, Sergio Cortés.

El biólogo marino y magíster en gestión ambiental conoce la actividad ostionera desde la década de los 80. Y coincide con la postura de que la salida de las empresas grandes que se llevaron sus líneas significó prácticamente la desaparición de las semillas. Por eso, desde la entidad están proponiendo algunas medidas para modificar el reglamento ambiental para la acuicultura: por ejemplo, que cuando una empresa cierra sus faenas en alguna zona no pueda llevarse todos los ostiones, sino que los deje ahí para que sigan reproduciéndose.

En 2013 la producción podría caer a su piso

Heraldo García y sus hermanos -10 hombres y dos mujeres- son de los pocos pequeños productores que quedan en la zona, y que están aprovechando los últimos estertores del negocio que en algún momento ilusionó con cambiarles la cara a Tongoy y a sus habitantes. Mientras se hace a la mar junto a otros tres ayudantes para sacar 5 mil ostiones desde su zona de cultivo para enviarlos a Valparaíso por $100 la unidad, cuenta que la escasez se verá con toda nitidez a partir del próximo año. Su desesperación aumenta cuando recuerda que el precio está en un nivel récord y que, pese a ello, quizás no tendrá qué vender.

Así lo confirman las cifras de Sernapesca y que develan una sostenida caída en las cifras de cosechas a partir de 2007. Ese año se extrajeron 11.456 toneladas; en 2008 la cifra bajó a 10.934 toneladas; en 2009 fueron 7.754 y en 2010, 4.214 toneladas.

Según Vélez, de la Fundación Chile, en 2013 la producción podría caer a su piso para empezar a recuperarse a partir de 2014, una vez que aumente la producción de semillas.

García cuenta que muchos de sus colegas, que hace una década estaban de lleno dedicados al ostión y no temían endeudarse para arreglar sus casas y arrendarlas en el verano, han vuelto al mar en busca de otras fuentes de ingreso.

Guillermo Letelier nació en Tongoy hace 50 años. Con varios socios llegó a tener hasta 80 líneas de cultivo de ostión, pero perdieron casi todo con los terremotos y hoy deben enfrentar una deuda con los bancos por cerca de $200 millones. "Tenemos que seguir para pagar lo que debemos y para eso arrendamos un bote y vamos a buscar jurel. De mis tres hijos, todavía me queda uno estudiando kinesiología en un instituto de La Serena. A los otros dos, sólo alcancé a pagarles hasta cuarto medio", comenta mientras empiezan las faenas en el muelle. En la época dorada del ostión arregló su casa y se compró un auto, y como muchos, también tuvo que venderlos cuando vino el bajón.

Antes eran decenas de camiones los que a diario se instalaban en el muelle del pueblo para cargarse con el molusco. Hoy la actividad principal se ve a partir de las 11 de la noche y dura hasta cerca de las 3 de la madrugada: jibia -a unos $ 50 por kilo-, jurelillo y huiros son ahora la principal actividad de los pescadores que quedan. El resto se fue a trabajar al campo o a la minería, destino que muchos ven como su próximo paso.

Aliro Marín tiene 21 años y dos hijos. Llegó hasta cuarto medio en un liceo de Coquimbo. Desde los 16 trabaja en la pesca, pero eso está por cambiar. "Quiero trabajar en la minería, porque hay mejor sustento económico y uno puede ganar el doble. La pesca ya no da para más, nunca hay un sueldo regular o estable. No se pueden hacer planes. ¿Los ostiones? No poh, eso es para los más viejos, la gente joven ya no tiene oportunidades ahí", dice mientras descansa antes de volver a la faena de descarga de jibias.

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