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....Las manos de un niño (Continuación)
Martes, 06 de enero de 2009 0:18

En el penúltimo reporte ellos anduvieron más rápido que nosotros y eso nos forzó a tomar medidas urgentes en la "Colorina" que afortunadamente han dado como resultado un aumento de casi dos nudos de velocidad. No les puedo contar lo que hicimos, pero si quieren se los cuento cuando lleguemos a Chile.
Ayer en la tarde navegamos en condiciones muy complicadas con el spinnaker mediano y con alto riesgo para nuestras velas. Sabíamos que íbamos en el límite y si nos íbamos de broach (tumbarse) el spinnaker se nos rompía de todas maneras. La timoneada fue muy dura y estresante y posteriormente el Negro tuvo la delicadeza de dejarme dormir 6 horas seguidas, lo cual creo no me sucedía hace ya varios años. Estaba literalmente hecho pedazos; me refiero a mí, no a nuestro spinnakers que resultó ileso.
Después de eso el viento siguió aumentando hasta lo que tenemos en este momento. Mucho viento, mucho viento y mucha ola... sí, mucha ola.



En estas condiciones, el timoneo manual es mucho más eficiente que el piloto automático (para funcionar con piloto automático en estas condiciones, es necesario achicar velas) y, por lo tanto, durante la mañana, mientras bajábamos olas a 20 nudos de velocidad y yo venía timoneando, pasaron por mi mente, o quizás mi corazón, una serie de pensamientos o sensaciones especiales que quisiera compartir con ustedes.

Yo ya lo sabía antes de partir la Regata de la Vuelta al Mundo, esto no era necesariamente un viaje físico (de hecho, físicamente no habría pasado demasiado después de 9 meses, ya que estaremos en el mismo lugar desde donde partimos, el contrasentido del concepto "viaje"), sino que sería un viaje al interior de nosotros mismos, a nuestra esencia, a nuestra historia, a nuestra razón de existir.
Es que por acá todo es tan extremo, tan solitario, tan unilateral, que te cuestionas entero. No se preocupen, no me estoy volviendo loco, o por lo menos, no más de lo que era antes de partir.
En una de esas bajadas de ola monumentales en que el barco se entierra completamente debajo del agua y no ves nada y crees que el barco se está yendo por ojo, desvié mi mirada hacia mis manos que sostenían firmemente la caña del timón y vi que sólo ellas eran capaces de mantener el barco en control. Y lo que ahí vi no fueron las manos fuertes y curtidas de un duro navegante, sino que vi las manos de un niño.
Sí, las manos de un niño que se aferra fuertemente a las de su madre cuando se siente desprotegido o desvalido. Y se me vinieron a la mente dos fotos preciosas que tengo guardadas como uno de mis mayores tesoros (es más, creo que están en el home page del sitio www.pasajerodelviento.com) y que lo usamos cuando corrí la Regata de la Transat Jacques Vabre, el año pasado.
Una de ellas, la antigua, por cierto, es una en que estoy en el desierto, hace ya muchos años, sentado al lado de mi papá y una de mis manos está apoyada en su rodilla, como queriéndome decir, aquí está todo bajo control y en paz. Es una foto preciosa, en blanco y negro, con mi papá y su clásica gorra de marino.
La segunda de ellas es una foto donde Felipe Jr., quizás como de 7 años (la misma mía de la foto anterior), sostiene con su manito la caña del J-24 en Chiloé y yo estoy a su lado acompañándolo.
Y se los cuento porque me impresionó volver a sentirme un niño ante la tremenda inmensidad del viento y las olas y ahí me acordé de una conversación que tuve hace unos años con Muhammad Yunus (fundador del Banco Grameen o Banco de los pobres) en la que él nos decía: "Seamos como los niños para mirar la realidad". El se refería al concepto de que cuando somos niños miramos la realidad tal cual es, sin filtros. A medida que crecemos, le vamos poniendo filtros a nuestra visión y distorsionamos la realidad y dejamos de comprenderla. Y daba como ejemplo de filtros, el de nuestra cultura, nuestra filosofía, nuestras creencias religiosas, nuestra historia, nuestros orígenes, etc.
Son tantos los filtros que nos ponemos, decía él, que ya hemos dejado de ver lo esencial ("lo esencial no está disponible a los ojos del hombre", le dice el zorro al Principito...) y lo que proponía era volver a pensar con la simpleza de un niño. Y ojo, que él ya ganó el Nobel de la Paz y ha ayudado a sacar a miles de compatriotas de Bangladesh de la pobreza.
Fue tan fuerte su inspiración, que después de eso me he dedicado a echar a andar una Fundación (que también auspicia a la querida "Colorina")
que se llama Fundación Imagina (www.fundacionimagina.net) que ayuda a microempresarios (casi siempre son mujeres) a sacar adelante sus proyectos y sueños.