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Acerca de la honestida d(continuación)
Viernes, 12 de junio de 2009 16:13

Y cuando la moneda va al aire... el capitán del equipo local levanta los brazos, todo el equipo se lanza a correr y a celebrar y el estadio se viene abajo gritando el triunfo... ¿la moneda? me dirán Uds. todavía en el aire... Y cuando cae al suelo, ya a nadie le importaba el resultado. Cuenta la leyenda que el capitán inglés alza la moneda y revisa que había ganado... pero ya era tarde, las hordas y la viveza latina tenían a su ganador.
Soy un convencido de que el nivel de desarrollo de una sociedad pasa por la ética y no tiene nada que ver con su ubicación geográfica o riqueza de su suelo. Es la ética, es decir la verdad, es no engañar, es cumplir los acuerdos, es respetar las instituciones.
En nuestros países necesitamos una autoridad que permanentemente esté creando leyes y regulaciones cada vez más complejas para fiscalizar a los pillos, a los vivos, y perjudicando de paso a los millones que no lo son. Nuestras calles están llenas de lomos de toro para evitar que andemos rápido; cada vez que hacemos un trámite tenemos que ir a un notario para que certifique que somos realmente nosotros, y ni siquiera eso basta, ahora tenemos que poner la huella dactilar... es que en nuestras sociedades nadie le cree a nadie.
Cuando uno entra a Europa, no piden un solo papel, ni uno solo. En Chile, en cambio, firmamos un papel en el cual declaramos que no traemos nada prohibido, pero eso no es suficiente, nos revisan igual... nadie le cree a nadie. Cruzar en auto de un país a otro en Europa es completamente imperceptible, no se para en ningún lado, no hay aduanas, a nadie le importa. ¿Han visto lo difícil que es hacerlo en Latinoamérica?
En las autopistas francesas, antes de un control automático de velocidad, hay un letrero que indica que más adelante van a controlar la velocidad (jajaja, así y todo me gané varias multas); en nuestros países, la policía tiene que estar escondida para pillar a los infractores.
No sé si hay algún estudio de algún economista que haya medido el costo social de regular y controlar la deshonestidad, me imagino que gastamos millones cada día.
Es como si en los países desarrollados se asumiera por regla general que la gente es honesta, y en los países subdesarrollados, que la gente es pilla. Yo creo que en esto radica en parte importante el nivel de desarrrollo de los países y no es que a medida que nos vamos desarrollando nos vamos haciendo honestos, es lo contrario, a medida que las sociedades se hacen más honestas se desarrollan más.
Nuestros rivales alemanes, en la mitad del Atlántico Norte, nos acaban de mostrar el camino.
Felipe


Los sueños de mi padre

Jueves, 18 de junio de 2009 8:05

Hola a todos.
Así se titula el libro acerca de la vida de Barack Obama y que empecé a leer anoche. A pesar de ser quizás la noche con menos viento de toda la vuelta al mundo, fue una noche mágica. Seguramente para nuestros rivales alemanes fue más mágica aún pues nos descontaron a la mitad la ventaja que les llevábamos. No importa, ya estamos empezando a igualar velocidades y según la hora y la posición actual debiéramos estar ya fuera de la zona de riesgo y hemos enfilado directo a Portimão.
Y mientras leía el libro, en mis horas de descanso, claro está, se me vinieron a la mente los sueños de mi propio padre. Es que la noche estaba para eso. Como no había viento, el mar era el espejo del cielo y las estrellas se reflejaban en el agua, mientras la luna nos aparecía justo por la proa.
Y no sé bien, ya no lo recuerdo, si fue el libro o la luna que me llevó a mi niñez. Es que la luna era amarilla con forma de queso suizo, como generalmente los niños la imaginan. ¡Y además me dieron ganas de comer queso Gruyere!
Y ahí recuerdo los libreros de la casa llenos de libros de aventuras de los más emblemáticos navegantes oceánicos. Tabarly, Chichester, Knox Jonhston, y tantos otros, eran los temas de conversación entre mi padre y nosotros. Cuando Sir Robin gana la primera Regata de la Vuelta al Mundo en 1968, yo tenía 6 años y todavía me acuerdo de su relato; claro, tengo mucho más vivo su relato de la última regata de la Copa América de 1983, cuando los australianos les