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Estas son las 10 mejores obras chilenas de la historia

por:  Por Javier Ibacache V.
martes, 05 de mayo de 2009
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“La sangre me priende juego en el corazón”.
La expresión pertenece a “La viuda de Apablaza” y describe el impulso irrefrenable de la protagonista por traspasar los límites y obligar a su hijastro —el Ñico— a casarse con ella.

La escena es una variante de “Fedra” y se cuenta entre las más contundentes que ha acogido el teatro chileno. Además, ha situado a su autor, Germán Luco Cruchaga, entre los nombres decisivos de la dramaturgia local, según se desprende de la encuesta realizada por Plaza Cultura entre un grupo de 16 especialistas, quienes fueron invitados a escoger los mejores títulos de la disciplina en 200 años de historia.

La elección dio pie a la discusión. Sobre todo por el contraste que existe entre los textos escritos y las creaciones escénicas.

Aun así, críticos, periodistas e investigadores (ver recuadro) aceptaron la invitación, con advertencias como la de Pedro Labra, quien aportó una selección de 20 obras en su interés por mencionar “aquellas que supieron escenificar de modo único, irrepetible y con aguda mirada crítica aspectos diversos de la chilenidad y/o momentos controvertidos y relevantes de nuestro pasado”. A su turno, Juan Andrés Piña enfatizó en un criterio que valorara el “carácter fundacional”.

El resultado es el primer acercamiento a un tema que se pondrá en el tapete durante los próximos meses con la publicación de la antología conmemorativa que prepara la Comisión Bicentenario y la versión 2010 del Festival Santiago a Mil, que estará consagrada a la escena local.

“El teatro deja huella y nos entrega una mirada profunda sobre la sociedad y su tiempo”, argumenta Carmen Romero sobre la necesidad de mirar en perspectiva los títulos.
De la selección de los especialistas se desprenden algunas constantes, como el retrato recurrente en las obras de distintas formas de marginalidad, el compromiso de los autores por dar cuenta de las utopías de su tiempo y el modo arquetípico en que se representan a hombres y mujeres.

El listado de las diez mejores obras —que, en rigor, corresponde a las diez más mencionados por el grupo— incluye piezas post década de los ’20, aunque el detalle ampliado de los resultados (ver recuadro) considera también creaciones del siglo XIX. La inclusión de títulos firmados por mujeres tiene una presencia menor, pese a la popularidad de Isidora Aguirre a partir de “La pérgola de las flores”.

Títulos emblemáticos

1“LA VIUDA DE APABLAZA” (1928), de Germán Luco Cruchaga. “Es el mejor texto realista de nuestro teatro”, comenta Fernando González. “Se presenta la figura del huacho como síntesis de los postulados de Sonia Montecino sobre la identidad mestiza chilena”, resalta Carola Oyarzún.

2“HECHOS CONSUMADOS” (1981), de Juan Radrigán. “Aborda la marginalidad desde la poesía y el humor. Es una pieza clave”, subraya Marietta Santi. “Es una radiografía del Chile de entonces”, repara Fernando González. El autor figuró también con “LAS BRUTAS”, que en opinión de Verónica San Juan otorga trascendencia a su escritura.

3“LA NEGRA ESTER” (1989), de Roberto Parra, con dirección de Andrés Pérez. “Está metida en la piel de los chilenos”, sintetiza Rodrigo Miranda. “Nos representa a cabalidad”, comenta y resalta en su “universalidad”. Para Verónica Marinao, “reivindicó el teatro como una fiesta democrática”.

 4“NEVA” (2006), de Guillermo Calderón. “Es de una escritura y teatralidad desbordantes”, piensa Carola Oyarzún. “Muestra una eximia calidad textual y actoral”, comenta Soledad Lagos. “Es una obra maestra”, hace ver Andrea Jeftanovic.

5“LA MANZANA DE ADÁN” (1990), de Alfredo Castro y la compañía La Memoria. “Subversiva para su época, creó la visualidad de los márgenes”, valora Rodrigo Miranda. “Es un hito en la concepción de atmósferas”, observa Andrea Jeftanovic.

6“EL CEPILLO DE DIENTES” (1961), de Jorge Díaz. Es una de las piezas que tiene “un carácter fundacional en la historia del teatro chileno”, piensa Juan Andrés Piña al incluirla en su selección. Agustín Letelier destaca “la significación que tuvo en el teatro latinoamericano”. Del autor también se menciona recurrentemente “NADIE ES PROFETA EN SU ESPEJO”.

 7“CHAÑARCILLO” (1932), de Antonio Acevedo Hernández. Para Eduardo Guerrero, “refleja una situación social” con “elementos de carácter expresionista”, y Soledad Lagos piensa que se trata de “la gran obra épica nacional”.

8“LA PEQUEÑA HISTORIA DE CHILE” (1996), de M. A. de la Parra. Mientras Carola Oyarzún resalta en los “fragmentos de identidad dispersa”, Soledad Lagos se detiene “en el análisis lúcido de la historia republicana”. El autor también es citado por “LO CRUDO, LO COCIDO Y LO PODRIDO”, que “toca la llaga”, en palabras de Fernando González.

9 “LA REMOLIENDA” (1965), de Alejandro Sieveking. Su autor se cuenta entre “los inigualables”, en opinión de Rodrigo Miranda. “Divierte con su humor ingenuo y muy chileno”, indica Verónica Marinao, y por el discurso “noble, pícaro y sabio de personajes populares”, en la visión de Verónica San Juan.

10  “LOS INVASORES"
(1963), de Egon Wolff. “Es un título fundamental en la dramaturgia del siglo XX”, subraya Soledad Lagos, mientras Eduardo Guerrero repara en su capacidad para “reflejar la desigualdad social”. Del autor también se resalta “FLORES DE PAPEL”.

Quiénes votaron y cómo se eligieron las diez mejores

Para dirimir las mejores obras se convocó a un grupo de 16 especialistas, quienes han realizado investigación, crítica, difusión o análisis teatral en medios de comunicación o publicaciones especializadas. También se incluyó a un director reconocido.

Cada uno recibió un listado de títulos locales estrenados a partir de 1810. Se les solicitó que elaboraran una selección de sólo 10 preferencias de acuerdo con la calidad y la trascendencia, con la posibilidad de anexar creaciones que no estuvieran en el grupo.

Hubo quienes pidieron ampliar el total. También se plantearon observaciones sobre la dificultad de contrastar géneros o comparar textos de distinta naturaleza (algunos de autoría reconocida, otros surgidos en torno a un proceso de creación).
El listado final se estructuró sobre la base de los títulos más mencionados en las listas individuales.

El grupo de especialistas lo integraron Alejandra Costamagna, Ferrnando González, Eduardo Guerrero, Andrea Jeftanovic, Pedro Labra, Soledad Lagos, Agustín Letelier, Verónica Marinao, Rodrigo Miranda, Juan Antonio Muñoz, Carola Oyarzún, Juan Andrés Piña, Leopoldo Pulgar, Marietta Santi, Verónica San Juan y Javier Ibacache.

La directora de Apuntes, María de la Luz Hurtado, se excusó de participar por estar dirigiendo el proyecto editorial que impulsa la Comisión Bicentenario.

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