Con más benevolencia que hace unos meses, Eugenio Tironi se ha dedicado a reflexionar sobre la gestión de la Presidenta.

Próximo a partir a sus vacaciones en Puerto Nuevo (Los Ríos), advierte que nunca fue un crítico-crítico del Gobierno, pero reconoce sus discrepancias: "Nunca me gustó la tesis de la retroexcavadora; tampoco la ausencia de deliberación y estoy demasiado viejo para que alguien me diga que tiene una fórmula mágica para acabar con todos los problemas de una vez y para siempre. Pero, al mismo tiempo, siempre me pareció bien que el Gobierno se planteara un conjunto amplio de reformas, todas al mismo tiempo y con un cierto grado de celeridad".

-¿Ve un nuevo escenario? ¿Cuál fue el punto de inflexión?

-Fue el cónclave entre el Gobierno, los partidos y las bancadas de la Nueva Mayoría, en el que se estableció la agenda legislativa del año, se prometió respeto por los ritmos y procedimientos del Parlamento, se aceptó que hay diversidad de opiniones y, por tanto, que los proyectos no eran objeto de sacralización. Desalojarse de la soberbia le permitió al Gobierno terminar el año en forma muy exitosa.

-¿La Presidenta también cambió?

-Yo destaco de la Presidenta que es una persona anti-frágil: convierte los golpes, las resistencias, las dificultades y los fracasos en fuente de aprendizaje y transformación. Aprendió de las turbulencias que provocó el estilo con se planteó la Reforma Tributaria. Con ello, el Gobierno dejó de lado la satanización de la DC, la condena a la opinión disidente, la idea de que cambiando la estructura económica caminábamos derecho a la felicidad, a la igualdad y al fin de la injusticia. Y los resultados han sido espléndidos.

-¿Se declara un fan de Bachelet?

-No me gusta la palabra fan, pero le tengo admiración porque el liderazgo de Bachelet rompe con el machismo. El macho se siente en la obligación permanente de dejar de manifiesto su fuerza; la mujer no lo necesita, porque es capaz de engendrar. Bachelet es una líder que mezcla tozudez con humildad. Gracias a ella, el Gobierno ha mantenido el control sobre sus impulsos. Podrían hacer un festín con la derecha y el caso Penta, en cambio, se han dedicado a legislar, respetando acuerdos en torno al binominal y abriéndose a corregir proyectos. En esta flexibilidad y falta de soberbia, hay mucho de la Presidenta.

-¿Cómo se explica esta agenda con tantos frutos? Reforma tributaria, educacional, fin al binominal, AUC.

-A uno se le olvida que la centroderecha perdió las elecciones y la capacidad de vetar. Al Gobierno le ha ayudado este estado de shock en que está la oposición y la pérdida de esa ilusión en que vivía el mundo gremial y empresarial de ser autoridad moral.

-Pero en especial, ¿qué ha hecho bien la Presidenta?

-Era altísima la probabilidad de que la NM se pulverizara; un logro fue que mantuvo la unidad. Y en estos días me he preguntado: ¿Cuál habría sido la conducta del Presidente Piñera después de una semana como la que pasó? Creo que habría sido como con el papelito de los 33: Nos habría saturado de verborrea. Bachelet ha mostrado una sobriedad alemana. Da la impresión de que no está tan preocupada de demostrar que tiene poder; sabe que lo tiene, y ha sabido hacer buen uso de él como corresponde a un régimen democrático y no populista.

-¿Y qué ha hecho mal?

-Muchas cosas, pero el problema no está en hacer las cosas mal; el tema es aprender de los errores.

-¿Qué debe hacer para mantener la "buena racha"?

-El Gobierno no puede embriagarse con esta buena racha; debe ver cuáles son los puntos débiles. Y uno es su bajo respaldo en las encuestas. Ha sacado adelante sus principales reformas, preservando la unidad de su coalición, al tiempo que ha debilitado a sus opositores. Pero la intensidad de la adhesión se ha enfriado.

"Vitalizar la adhesión"

-¿Por qué baja en las encuestas?

-Sobre todo por el bajo crecimiento económico, que es grave, y porque algunas reformas no lograron producir confianza en la población. Siguen provocando miedos. El Gobierno y los chilenos nos merecemos un respiro. Es momento de que La Moneda introduzca cierta cuota de calma, reordene bien la carga y se preocupe de vitalizar la adhesión.

- Harald Beyer dijo que emergió "una clase media fuerte, con ideas propias y que no tiene lealtades mayores", que apoyó a Piñera y después a Bachelet. ¿Le encuentra razón?

-Sí. 80% de la población se declara de clase media. Y los chilenos ahora somos más educados, tenemos más bienes, tendemos a ser más escépticos ante quienes nos ofrecen el paraíso terrenal. Cuando alguien ofrece ser más felices, con menos abusos y menos desigualdad, la gente responde: "Quiero más igualdad, menos selección, que todos paguemos igual, pero no quiero que el experimento se haga con mi familia". El Gobierno se está empezando a hacer cargo de esto.

-Vienen las reformas constitucional y laboral. ¿Cómo augura ese futuro?

-Lo auguro bueno, ahora se acepta el proceso interno de deliberación. Y que todos estén disconformes con la laboral, es la mejor señal de que no es un mal proyecto. Ya no parece existir la celeridad característica del inicio. Esto permite predecir que habrá una discusión más madura.

-¿Chile cambió?

-Cuando uno dice "Chile cambió", se revela el desconcierto de la élite, o sea, nuestro desconcierto. En este gobierno se ha dado una gran transferencia de poder: desde los privados hacia el Estado, con las reformas tributaria y educacional; desde la minoría, históricamente representada por la derecha, a la mayoría, y se trasluce en el fin del binominal y del control del financiamiento privado a la política; la laboral pretende una transferencia de poder desde la administración de las empresas a los sindicatos.

-O sea, ¿Chile cambió?

-Y va a seguir cambiando. Chile está vivo.