Los puntos críticos de las reformas del gobierno, las pruebas pendientes para la oposición y oficialismo, la convivencia en comunas emblemáticas como Providencia... todos, temas que marcarán el año que se viene. Educación, salud, transparencia, política y TV, entre otros temas.
"En primer lugar, el desafío para nuestro sector es implementar una actuación conjunta de los diversos partidos y movimientos que están en la oposición.
El deseo de todos es poder llegar a ser gobierno en tres años más, y eso es absolutamente imposible si no se articula un trabajo conjunto".
"El trabajo conjunto tiene que ser, primero, a nivel de ideas, definir cuáles son las ideas que vamos a impulsar.
Segundo, a nivel de confianzas, que tienen que ir lográndose entre las mesas de los distintos partidos, pero también se tiene que dar a nivel de las personas".
"Esa confianza solamente se logra sobre la base de un contacto frecuente, fluido y honesto, y donde las conversaciones se mantengan de forma privada".
"Este trabajo, que ya lo han anunciado el presidente de la UDI y el presidente de RN, se facilita enormemente por el hecho de que ambos presidentes son jóvenes, que no arrastran problemas anteriores ni episodios difíciles".
"Lo segundo es empezar a elaborar una plataforma para las elecciones municipales. Es decir, qué caras vamos a instalar en los distintos municipios, a quiénes tenemos que salir a reclutar para que lleguen a ser candidatos, cómo vamos de decidir si hay varias alternativas. Pero también un discurso claro sobre cuál es nuestra promesa para el futuro de Chile".
"Para la UDI, me gustaría que lográsemos tener muchas caras nuevas, que sean reconocidas en la prensa, nombres que sean consultados como especialistas en distintas áreas. Que podamos posicionar a gente buena, joven, que vaya adquiriendo voz".
Más allá del complejo escenario que se ha desarrollado este 2014 en algunos temas de la agenda nacional, tengo la convicción que el 2015 será el año del entendimiento, para poner a Chile y a los chilenos y chilenas en el centro del debate político y parlamentario.
En lo referido a este 2014, conforme pase el tiempo, y con la visión en perspectiva que se obtendrá al estar lejos de la coyuntura política actual, la ciudadanía en forma mayoritaria, en momentos en que comience a percibir los efectos beneficiosos de las reformas impulsadas por el gobierno, mirará este año como ventajoso para su familia y para Chile. Creo firmemente que el tiempo dará la razón a la Presidenta Bachelet.
Lo que espero del 2015 es que sea el año de la Educación Pública, la que nos entregó dos premios Nobel, Presidentes, grandes profesionales, muchos artistas e intelectuales. Esa Educación Pública que mira el bien común, que es incluyente, que no discrimina. Me abocaré decididamente para que así sea.
En régimen político deseo que definitivamente eliminemos el sistema binominal, y que la Ley de Cuotas permita una participación más activa de las mujeres en política, generando un necesario sello en la conducción nacional.
La Reforma Laboral deberá poner énfasis en la protección a las y los trabajadores en su dimensión individual y colectiva, además de ser un motor de fomento al empleo para los jóvenes y las mujeres.
El 2015 nuestra economía tendrá un crecimiento moderado, cimentando al mediano y largo plazo, un futuro de desarrollo y progreso.
El próximo año debiese ser de confluencia de voluntades políticas, para que más allá de nuestras legítimas diferencias, banderas y nuestros colores, primen los intereses de Chile y su gente.
El año próximo se discutirá sobre educación superior. Más que inciertas, hay algunas cosas desconocidas.
Sabemos las líneas generales, pero esto se juega en la letra chica. Me imagino que habrá un amplio debate, porque en verdad muchas leyes tocan esta institucionalidad. Y es normal hacerse preguntas: hay cosas que parecen buenas -nueva institucionalidad, nueva superintendencia o nuevo sistema de acreditación-, pero si quedan mal hechas, sería extremadamente delicado.
Además, los actores de la educación superior son muy potentes. En número, son menos que los de la educación general, pero son más capaces de hacer presión. De parte del Consejo de Rectores (CRUCh) y de parte de los estudiantes. Hay federaciones lideradas por grupos más de izquierda y no sé cuánta sea su capacidad movilizadora.
Todo esto hace difícil poner los problemas en su justa proporción. Por ejemplo, los estudiantes de universidades que no están en el CRUCh están mucho más amenazados que aquellos de universidades que sí están en el consejo.
A esto, le sumamos la propuesta de que las universidades firmen un «contrato » con el gobierno. El problema es saber en qué consistirá. En la primera área, uno quisiera un estatuto más claro para las estatales, que acepten líneas fundamentales -no puedo entender que la U. de Chile haga un Pedagógico en el mismo lugar donde está la UMCE-. La segunda área es la de los privados que quieran suscribir ese «contrato». Sus términos se tienen que precisar bien. Y la tercera área es la de las universidades que no van a suscribir contrato. Ahí hay que cuidar que no se produzcan universidades segregadoras y segregadas.
El 2015 es un año clave para la centroderecha y su aspiración de volver al ejecutivo. Pero la ruta es compleja. En primer lugar, debe superar su propio pasado. A 12 meses de la derrota, algunos siguen celebrando los logros de un gran gobierno, mientras otros desangran a sus socios por el resultado electoral del 2013. La deuda es la falta de un diagnóstico compartido sobre lo ocurrido, precisar las múltiples causas de la derrota en privado, asumir las responsabilidades de forma compartida y aprender la lección.
En segundo lugar debe encarar su propio presente, marcado por el magro 10% de aprobación obtenido por la Alianza en la última encuesta CEP. La oposición social al gobierno actual logró mostrar la falta de rumbo del segundo gobierno de Bachelet. Sin embargo, está lejos de sentirse interpretada por la centroderecha. La ciudadanía está huérfana: decepcionada de la Nueva Mayoría y crítica de la Alianza.
En tercer lugar, debe construir un futuro. Y eso exige la configuración de un proyecto político fundado en una teoría de la justicia basada en la libertad y acompañada de un programa de cambios. Demanda el terminar con los conflictos internos, mostrando un sentido colectivo en su acción política.
Así, la gran salida para el sector es mostrar unidad más que diferencias.
Levantar propuestas alternativas a las reformas del gobierno, más que limitarse a las críticas y posiciones de trinchera.
Debe dar por superada a la Alianza, construyendo una nueva coalición amplia y diversa. Necesita dibujar un proyecto político para la gran clase media, antes que dedicarse a promover candidaturas y caudillos. El camino es duro, pero la oportunidad está ahí.
El 2015 será un año de desafíos que obligarán a la industria de la televisión a sacar lo mejor de sus capacidades.
Así como han evolucionado los hábitos de las audiencias, creo que la televisión es el medio de comunicación que menos ha evolucionado en Chile y sigue anclada en mecanismos de los años 90. Es tiempo de avanzar.
La televisión se encontrará con un mercado que se va a achicar. Será tiempo de ajustes más que de bonanza.
Sin embargo, mientras más difícil se proyecten los meses que vienen, más habrá que pensar.
Que sea un año de presupuestos chicos instala un gran desafío: ¿Cómo hacer contenidos relevantes con presupuestos reducidos? Es posible.
Es una gran oportunidad y el que mejor lo sepa hacer es el que se va a diferenciar.
Quizás por ser argentino, lo veo positivamente.
Ajuste es una palabra clave en nuestra historia, en nuestras vidas.
A mí no me asusta, me estimula.
La TV debe acostumbrarse a las nuevas exigencias. Entender que hay medios mucho más económicos, más ágiles y que poco a poco le están peleando la torta publicitaria.
Hay que derribar paradigmas para seguir evolucionando y el que me gustaría derribar en 2015 es el rating.
Es un discurso que mantengo: está obsoleto y se torna más obsoleto en tanto hay cosas que cuesta más medir, como los comportamientos de la sociedad moderna.
El rating es una contradicción constante para los que trabajamos en esto.
Una cosa esquizofrénica. A veces lo único que queremos es subir en sintonía, pero celebramos cuando nos sacan una tanda de avisos y tenemos más tiempo para mostrar nuestros contenidos.
En la mitad de mi período, la evaluación es positiva. Llevamos un 44% de cumplimiento del programa de gobierno comunal y con orgullo podemos mostrar que Providencia avanza.
La ordenanza de alcoholes logró una serie de compromisos de los dueños de locales para mitigar las externalidades.
En tanto, logramos también modificar el Plano Regulador Comunal de 2007, regularizando las alturas de edificios.
En 2015 reforzaremos la atención en salud, tras implementar nuestro primer SAPU, para así brindar un servicio de salud pública que mejore el acceso, la calidad y la dignidad de la atención, en especial para la infancia y la tercera edad.
Continuaremos la gestión en educación pública, que registra importantes triunfos, como el Proyecto Educativo Comunal -construido con estudiantes, profesores, directivos, padres y apoderados-, o como el ajuste a 35% de horas no lectivas para la labor docente.
Seguiremos también mejorando la movilidad urbana y la descongestión, con la ciclovía de Lyon y la futura en Luis Thayer Ojeda, el sistema de bicicletas públicas en red y la implementación de Zonas 30, reduciendo la velocidad para automóviles.
En 2015 seguiremos avanzando a través del diálogo y la participación para conformar barrios a escala humana y para promover la justa convivencia de nuestros 130 mil habitantes y del 1,8 millones de personas que diariamente circulan por Providencia, lo cual la convierte en el nuevo centro de la ciudad. Por ello, un desafío clave es continuar las gestiones para la necesaria segunda comisaría.
Este ha sido un año legislativamente intenso. En enero, luego de 11 años, se aprobó la Ley del Lobby que recientemente comenzó a regir.
Asimismo, se están discutiendo importantes reformas estructurales.
Para el 2015, también enfrentamos desafíos mayores. En primer lugar, la reforma del sistema de financiamiento a la política: no podemos llegar al 2016, año de elecciones municipales, sin contar con normas que garanticen la transparencia, equidad, fiscalización y sanciones efectivas en esta materia. Si bien el Gobierno ingresó un proyecto, éste adolece de déficits graves, como la reforma al Servel.
Por otra parte, esperemos que no duerma el sueño de los justos, como tantas otras iniciativas.
Un segundo gran desafío es la implementación de la Ley del Lobby. Recién en enero se comenzarán a publicar las agendas de audiencias y reuniones, por lo que con el transcurso del año podremos evaluar si es necesario perfeccionarla. Esperamos que las autoridades y el sector privado estén a la altura y no eludan su cumplimiento a través de reuniones no registradas o comunicaciones privadas.
Finalmente, no podemos olvidar la participación ciudadana. La ciudadanía cada día desconfía más de sus autoridades y demanda canales de participación efectiva. Urge avanzar en una verdadera implementación de la Ley de Participación Ciudadana, que, hasta hoy, ha sido bastante deficiente.
Estas materias son esenciales para que profundicemos nuestra democracia y exista una rendición de cuentas de quienes nos representan.
Este 2015 será un año muy importante para el futuro de la salud en Chile, un año donde se tomarán decisiones clave para las personas y todos los actores del sector. Esperamos que el debate que hemos mantenido en los últimos meses dé frutos positivos y que la reforma que se planifica para la salud logre solucionar las demandas, que permita perfeccionar el sistema de salud privado, sin afectar el legítimo aporte que el sector privado es capaz de dar a las problemáticas de las personas.
El sector privado puede entregar las soluciones que Chile espera, como terminar con las discriminaciones y las preexistencias. Hoy existe la voluntad para hacer cambios y convocar nuevas voluntades, para que podamos tener una nueva legislación que mejore el sistema privado, manteniendo el estándar, la oportunidad de acceso y la calidad que más de 3 millones de personas valoran.
Bajo esta lógica, espero que el proyecto de ley se presente durante el primer semestre de 2015 y que Gobierno y parlamentarios acojan la propuesta del sector privado, ya que está construida bajo la lógica de la seguridad social, considera a la salud ya no como un bien de consumo, sino como un bien social, solidariza y acaba con las falencias del sistema actual. Adicionalmente, esperamos que la regulación actual se modifique, ya que el compromiso vitalicio que adquieren las isapres debe ser similar para las clínicas y hospitales.
Pero no es lo único. Hay más de 13 millones de personas del sector público que también esperan mejoras. Esperamos que ellos también sean prioridad para el Estado y que aumente la inversión pública para entregar mayor dignidad a esos chilenos que tanto la necesitan
El 2014 ha estado marcado por las disputas en torno a la Ley de Inclusión.
Deseablemente, ésta será aprobada en enero o marzo, con las mejoras necesarias para salvaguardar los derechos de los sostenedores y gradualizarla, evitando trastornos en el sistema público y privado. Es factible.
Se abre así el camino para iniciar, tardía pero necesariamente, las complejas discusiones legislativas sobre carrera docente, y el fortalecimiento de la educación pública, la polémica desmunicipalización.
Sería errado creer que con esto se agota la reforma. Hay mejoras que no requieren legislación: fortalecer los directivos escolares, apoyar a municipios y escuelas públicas, fortalecer los liceos técnicos, simplificar la carga curricular, alivianar la carga burocrática que aqueja a todo el sistema, acelerar la formación y certificación de nuevos profesores y educadoras de párvulos, morigerar el Simce.
La puesta en marcha de la Ley de Inclusión implicará grandes desafíos de implementación. Se requerirá por todo esto mejorar significativamente la capacidad de gestión ministerial.
La educación superior, luego de 30 años de libertinaje, está sumida en el caos, con 75% de las carreras no acreditadas, aranceles de elevada variabilidad, sistemas de selección cuestionados, un CRUCh anacrónico y separaciones absurdas entre formación técnica y universitaria.
Las entidades públicas están estranguladas financiera y burocráticamente.
Es deseable que el Gobierno muestre un itinerario para el ordenamiento del sector. Es un requisito indispensable, si es que se desea avanzar hacia mayores niveles de gratuidad.
Bachelet volvió a Chile tomando las banderas del malestar y reforma desplegadas en las calles y enterró a la Concertación bajo la Nueva Mayoría.
La estrategia fue partir por la educación escolar, poner fin al lucro, selección y copago. Pero este diseño no fue capaz de ganar el respaldo de la mayoría ciudadana. Pretendió unir fuerzas en función de lo que se rechazaba, pero no de lo que se aspiraba a construir.
El debate se volvió confuso. Los poderes fácticos avanzaron y la receta del Gobierno fue más ambigüedad sobre el carácter subsidiario de la política educativa: fortalecerían lo público, pero también lo privado.
Diversos actores han rechazado los contenidos de la reforma y el debate político se banaliza. El ánimo de las reformas comienza a quedar en entredicho.
Quienes nos proponemos un cambio sustantivo no podemos desconocer de dónde emerge la capacidad de la izquierda de incidir en la situación. La deslegitimación de la política y su distancia de la vida cotidiana le han vuelto imposible proyectar el anhelo de cambio. Si queremos que las reformas lleguen a buen puerto tenemos que ser capaces de ver en las organizaciones de la sociedad civil una respuesta a ese déficit democrático.
El Gobierno comienza a apoyarse en los actores guardianes del viejo orden para dinamizar la situación: el empresariado, la Iglesia y la misma derecha, pero -tal como en 2006- las soluciones ineficaces e ilegítimas sólo ampliarán el malestar. Habremos desperdiciado una oportunidad histórica de reforma educativa, y también dañado profundamente nuestra democracia.
Recuperar el rumbo es tarea de todos. No podemos desperdiciar esta oportunidad.