Política
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Eugenio Tironi: "La Presidenta no quiere ser intocable, prefiere exponerse"

El sociólogo asegura que así la Mandataria evita ser manejada por ministros.

por:  Pamela Aravena Bolívar
viernes, 07 de noviembre de 2014

Foto FERNANDO HERRERA

En su oficina, en el barrio de Rosario Norte, Eugenio Tironi tiene vista panorámica hacia la cordillera. Desde ese lugar asesora a empresas, escribe punzantes columnas de opinión, indaga en las refriegas políticas y analiza las decisiones que se toman en La Moneda, donde, justamente, tuvo su primera oficina tras el retorno de la democracia.

Ahora desde el palco, Tironi responde, defiende, critica.

-En el Consejo Nacional DC, algunos emplazaron a la Presidenta Bachelet a asumir su rol como conductora del bloque oficialista. ¿Ha tenido ella una "actitud prescindente" como se acusa?

-La veo lo menos prescindente que hay y lo más activa que se pueda esperar de una Mandataria. Ha estado tras las reformas, ha respaldado a los ministros en momentos difíciles, como en el caso de Alberto Arenas y Nicolás Eyzaguirre; ha cumplido bien su función comunicativa dando entrevistas y recorriendo el país, ha promovido sus políticas en el extranjero con gran respaldo. No veo a una Presidenta que esté cuidándose, sino actuando con mucha convicción.

-Sin embargo, diversos columnistas han cuestionado el liderazgo presidencial, desde Héctor Soto a Ascanio Cavallo. También parlamentarios de sus filas, como Carlos Montes.

-Es que no hay que pedirle peras al olmo. La Presidenta Bachelet no es Andrés Zaldívar. La política tradicional es de cocina y de cocineros, y a veces de matarifes. El trabajo del político es hacer de chef del restorán. Son personas a las que admiro enormemente y sobre quienes siento una gran gratitud, porque muchas veces andan pasados a aceite, con las uñas medio sucias, se queman los dedos y los aplausos se los llevan los mozos o el sommelier. Entre esos cocineros está Zaldívar y Carlos Montes. En cambio, la Presidenta Bachelet no es chef, su hábitat nunca ha sido la cocina, no le pueden pedir eso.

-¿Cuál es su hábitat?

-La Presidenta tiene clase y es capaz de descubrir el estilo que los clientes del restorán prefieren, crear un clima y una atmósfera apropiada, para que sea grato y lo sientan propio. Esto es también un arte y es complementario con la labor del cocinero. Pero hay gente que hace muy bien una cosa y que es un desastre en lo otro. Cuando se reclama que la Presidenta se meta en la cocina, yo digo:¡cuidado!

-¿No le sugeriría, entonces, que se ponga a arreglar los problemas internos de la Nueva Mayoría?

-No se lo sugeriría para nada. Para eso necesita un buen equipo político, que lo tiene, y personas que le ayuden en la interacción con el Congreso, que también los tiene.

-En todo caso, en su gobierno anterior las críticas llegaban hasta los ministros; no a la Mandataria. Ahora sí le pegan directo.¿Por qué se rompe la intocabilidad de la Presidenta?

-Porque ella armó un gabinete distinto al de su primer periodo, que a ella la expone más. Eso reveló desde el primer minuto que no desea blindarse o protegerse. La Presidenta no quiere ser intocable, prefiere exponerse. Me gusta más esta Bachelet que es más jugada. Por eso eligió un gabinete relativamente joven. Tengo la impresión de que la Presidenta no quiere volver a repetir la opinión de la élite de que está siendo manejada por un ministro de Hacienda, un ministro del Interior o un secretario General de la Presidencia.

-En ese sentido, ¿cómo evalúa al gabinete político?

-Los tres lo han hecho muy bien. Han sido capaces junto con la Presidenta de acoger la crítica en temas complejos como las reformas, rectificar, complementarlas y, en el caso de la tributaria, sacarla adelante con legitimidad. Lo que pasa es que ya no podemos analizar a los ministros con la mirada de los 90, cuando La Moneda era omnipotente, con un control total de la agenda, de los movimientos sociales, de las directivas de los partidos de la Concertación, de las listas parlamentarias. Eso ya no existe más. Si pensamos que los tres ministros políticos (Peñailillo, Elizalde y Rincón) como representantes del PPD, del PS y de la DC, deberían articular a los partidos de la Concertación, estamos mal. Ese no es su rol.

-¿No hay necesidad de hacer cambio de gabinete?

-Creo francamente que ya no se trata de volver a los viejos tercios, como algunos creen. Pueden poner a quienes quieran, a Gutenberg Martínez, a Camilo Escalona, a José Miguel Insulza o a Enrique Correa, a todos juntos, y no van a conseguir mucho más de lo que logran los ministros actuales en relación al orden de los parlamentarios y de los partidos. Al revés, más bien puede ser una catástrofe.

-A su juicio, ¿existen o no razones reales para un ambiente de insatisfacción de parte de la Nueva Mayoría?

-Es cierto que hay cierta insatisfacción, pero primordialmente de la Democracia Cristiana, porque se ha creado un clima en la coalición, en el Parlamento y en algunos pasillos del Gobierno bastante hostil a la DC. La miran como la fuerza que obstaculiza. Y para aquellos que piensan que ahora llegó el momento de cerrar los ojos, de reprimir las dudas ante cualquier vacilación y echarle para adelante, la actitud de la DC es el equivalente a una traición. Y ahí sí que hay un papel de la Presidenta, pues para detener esto, se requiere una cierta atmósfera.

-Respecto de la DC, su Consejo Nacional ¿fue una muestra más de la disputa con el comunismo? ¿Quién ganó y perdió ahí?

-Es que el verdadero problema no es el Partido Comunista. Estar en una alianza con la DC es la consumación de un objetivo que el comunismo tenía desde hace casi 50 años, por eso, no va a abandonar este acuerdo por nada del mundo. El problema, entonces, está en una atmósfera que se da entre los socialistas, el PPD y en los pasillos del gobierno, donde piensan que si no estuviera la DC podrían haber hecho lo que querían, incluso haber pasado la retroexcavadora. En ese sentido yo digo: "¡Bendita la Democracia Cristina! ¡Bendita!"

-¿Bendita? ¿Por qué?

-Porque ha logrado introducir un mayor grado de reflexión al Gobierno y a la coalición. A veces, para lograrlo ha tenido que encabritarse haciendo sus ejercicios de enlace, como este último Consejo Nacional, pero lo ha hecho muy bien. La Democracia Cristiana está en un momento de resplandor.

-¿O sea que no hay riesgos de quiebre al interior de la Nueva Mayoría?

-El PC no va a dejar el grupo, porque por fin logró esa alianza. Y la DC nunca se va a ir, porque su valor es ser un factor de moderación y de articulación en el conglomerado. La DC lo ha pasado mal en el último tiempo, por Frei que fue un fracaso en su candidatura, por la derrota en las primarias pasadas, por la pérdida de muchos parlamentarios, por la debacle de la autoridad moral de la iglesia. Y no ha encontrado la debida misericordia. Hay una cierta cultura laica que siente mucha rabia, un tanto patológica, contra el mundo cristiano.

-¿Rabia de quiénes en específico?

-De Jaime Quintana; para qué decir de Fidel Espinoza. Hay muchos. Y, ojo, que en la motivación de la reforma educacional, en su trasfondo, hay muchos que, sin declararlo, están pensando ojalá terminar con la influencia del catolicismo a través del fin de los colegios particulares subvencionados. Con eso sienten que matan dos pájaros de un tiro: el fin del así llamado lucro y de lo que ellos sienten como una perversa influencia católica.

-¿Y usted defiende la influencia católica?

-Desde mi punto de vista, que exista un componente católico fuerte a través de los colegios es primordial para nuestra cultura e identidad nacional. La sociedad no ha inventado un sucedáneo de la religión para producir sentido de trascendencia o de comunidad. Y los que ha inventado han sido más sangrientos y mortíferos que las propias religiones, como el nazismo o el estalinismo. Desde el punto de vista republicano, es muy bueno tener creyentes y para eso es fundamental tener una red de educación católica fuerte.

-¿Es usted creyente?

-Sí, pero lo que estoy haciendo es una reflexión sociológica. Defiendo la creencia religiosa, porque tiene muchos beneficios, la gente es más feliz, hace más comunidad.

-Si pudiera definirlo en algunas palabras, ¿qué tan lejano o cercano se siente hoy de la Nueva Mayoría?

-Dicho de otro modo, me siento muy lejano de la derecha, de la UDI, de Renovación Nacional, de esa cultura, de ese mundo, de esas redes. Y me siento mucho más interpretado con esta cultura desordenada, caótica y diversa de la Nueva Mayoría. Mantengo vigente la voluntad de creer. Por ejemplo, a lo mejor lo que estamos discutiendo sobre la reforma educacional no es lo óptimo, pero ya estamos hablando del tema y eso es bueno. Y yo no creo en lo óptimo, sino en lo mejor en la medida de lo posible.

-Al estilo Aylwin.

-Sí, al estilo Aylwin y a mucha honra.

 
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