Escasas horas después de ser sorprendida con el arresto de Cristián Labbé por el caso Tejas Verdes, la directiva de la UDI -como todos los lunes al almuerzo- se encerró a sesionar con la urgencia de zanjar cómo reaccionar en público. Entre los más jóvenes integrantes de la mesa encabezada por Ernesto Silva había dudas: algunos tenían escaso entusiasmo por "abrazarse" al ex alcalde, figura asociada al pinochetismo duro, y eran reacios a visitarlo; otros eran de la idea de posponer la visita para el día siguiente; otros preferían limitar el asunto a un comunicado.

Finalmente, se zanjó ir esa misma tarde a ver al coronel (R) en el Batallón de Telecomunicaciones, en Peñalolén, donde Silva -acompañado por el secretario general, Javier Macaya- dijo que visitaban a un "amigo". El objetivo: hablar al público interno antes que dedicar gestos y señales al "mercado externo".

Este diseño -que apunta a velar por la unidad, fortalecer la orgánica y bases gremialistas y que ha tenido como efecto consolidar el liderazgo del equipo de Silva- había iniciado hace tres semanas, cuando el partido se vio golpeado por el caso Penta y el timonel aprovechó la cena de aniversario de la colectividad para "aleonar" a las bases, con un duro discurso contra el Gobierno.

Pero el lunes, la decisión de profundizar dicha estrategia con la visita a Labbé -pese a los costos externos por respaldar a una figura asociada al pinochetismo- se tomó en medio de una seguidilla de duras situaciones para la colectividad: a Penta y a la detención de Labbé se había sumado el golpe emocional que significó para varios la condena al sacerdote legionario John O'Reilly, por abuso sexual.

El fallo contra O'Reilly afectó en lo personal a varios personeros del partido: años atrás, el religioso bendecía la cena que los entonces "coroneles" y otros históricos acostumbraban a celebrar en la víspera de cada elección. De todas maneras, la opinión interna fue que la UDI no debía hacer suyo el caso fijando postura pública. Distinto fue ante Labbé: tomar distancia del coronel habría sido leído como alejarse de la base dura del partido.

La tarde del lunes, la decisión de visitar a Labbé se socializó con otros dirigentes, como el ex timonel Patricio Melero. Macaya, además, telefoneó a Andrés Chadwick, sin encontrar reparos. Y en la comisión política de ese día, el senador Hernán Larraín calificó como "valiente" la decisión de la mesa.

Ese era el objetivo a resguardar: la unidad. Más allá de que el apoyo al ex alcalde significara alejarse de las señales de recambio enviadas hace meses por la nueva directiva, como su pendiente apuesta de eliminar las alabanzas al Golpe Militar de 1973 en la declaración de principios de la UDI.

Repliegue y polarización

La apuesta por resguardar la unidad interna es crucial para la directiva no sólo ante la seguidilla y envergadura de golpes recibidos, como el caso Penta: cuando asumió hace cinco meses, Silva lo hizo con una disidencia casi declarada, que criticaba su "falta de experiencia" política.

Ahora, para enfrentar la crisis, el timonel -quien eligió ser el principal vocero de la UDI en esta contingencia- y los suyos reforzaron el diálogo interno, socializando y consultando varias decisiones y pidiendo consejos.

Así, la mesa comenzó a recibir asesoría de un reducido y hermético grupo de dirigentes. Algunos mencionan al ex samurái Gonzalo Cordero, además de Manfredo Mayol y Gonzalo Müller.

El estilo asumido por Silva es bien visto entre los senadores, quienes valoran que haya comenzado a almorzar junto a ellos cada miércoles. Ese buen clima no es menor: dicha bancada ha sido una de las instancias más difíciles para Silva. Allí se encuentran el ex timonel y líder de la tendencia opuesta a la suya, Juan Antonio Coloma; el ex candidato que compitió con Silva y se bajó antes de la elección, Víctor Pérez, y la senadora Jacqueline van Rysselberghe, también disidente. Hernán Larraín es el principal aliado del timonel.

La distensión ha permeado a otras instancias. Dirigentes de base que no eran partidarios de la mesa, como el vicepresidente de la Metropolitana Oriente, Marcelo Morán, afirman que "en estos momentos difíciles, estoy conforme con su conducción y actitud. Y lo digo yo, que en su momento estuve con Juan Antonio Coloma". Silva, dicen sus cercanos, siente que se ha dado una relación de gradual confianza con quienes le eran disidentes.

El mayor diálogo interno y la apuesta por "hablar a su público" han tenido, en paralelo, la decisión de ir endureciendo posturas ante el oficialismo.

Algunos admiten que esto partió más como una obligación: en medio de la polémica por Penta, cualquier iniciativa de diálogo con La Moneda sería interpretada como un intento por sondear acuerdos para enfrentar dicha crisis.

Sin embargo, con el paso de los días, la distancia con el Ejecutivo se hizo funcional a la decisión de salvaguardar la unidad interna. Algo que potenció, de paso, el intento de la bancada de diputados para sacar al caso Penta de la cancha propia, pidiendo explicaciones por el caso del ministro Alberto Undurraga y las boletas del comando de Bachelet con una empresa indagada en dicha causa.

Ahora, dicen algunos, la impronta dura es nítida: este fin de semana, numerosos dirigentes irán a la marcha de los apoderados de colegios particulares subvencionados contra la reforma educacional. También se vio en el rechazo al MEPCO y en la postura dura en la lucha contra el terrorismo.

Así, en la mesa apuntan a que el adverso escenario sirve además para remarcar que la UDI es la que lidera la oposición. Y aunque calculan que Penta puede seguir afectando al partido hasta unos ocho meses más, la directiva no sólo se juega su validación, sino que también su derecho a postular a un segundo período.