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Cuadra y el caso Ezzati: "Aquí hubo unos acelerados que trataron de ganar ventaja respecto al nuncio o al cardenal"

Ex embajador ante el Vaticano dice que la discusión "a veces ha tenido tonos histéricos".

por:  Pamela Aravena B.
viernes, 17 de octubre de 2014
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Francisco Javier Cuadra viene llegando de Paraguay, donde asesora a las empresas del grupo Cartes, pertenecientes a la familia del actual presidente Horacio Cartes, de quien es amigo personal. En pocas horas más tiene otra importante presentación en Chile. Poco tiempo tiene para hablar de los temas eclesiásticos. Pero tanto le apasionan, que hace un espacio en su agenda.

Recibe en su oficina, que es su departamento ubicado en la esquina de Gertrudis Echeñique con Renato Sánchez. Le gusta el sector, pero prefiere el centro urbano. "Uno debería vivir donde pasan las cosas", dice.

Y él sí que ha estado en el centro donde ocurren los hechos. A los 30 años se convirtió en ministro secretario general de gobierno de Augusto Pinochet y tres años después, en su embajador en el Vaticano, donde conoció de cerca los hilos de la Santa Sede. Hoy tiene 60 años y sigue preocupado del devenir de la Iglesia. Ahora mismo, sigue día a día el Sínodo de Roma, a través de la La Stampa, y ha leído todos los diarios chilenos sobre el caso del arzobispo Ricardo Ezzati y lo que, en principio, se informó como una posible denuncia ante el Vaticano contra los sacerdotes Mariano Puga, Felipe Berríos y José Aldunate.

-Monseñor Ezzati aseguró que no hubo una denuncia contra los tres sacerdotes y que cumplió con un requerimiento de la Nunciatura. ¿Es un procedimiento habitual que los nuncios pidan antecedentes al arzobispo sobre algunos sacerdotes y se envíen al Vaticano?

-Los nuncios apostólicos son embajadores del Estado Vaticano ante la República de Chile, en este caso, y, además, son nuncios apostólicos ante la comunidad de la Iglesia Católica local. Normalmente, el responsable del lugar, en este caso el arzobispo de Santiago (aunque podría hacer sido cualquier otro obispo), es consultado para saber si ciertas informaciones sobre materias importantes son confirmables o no. Es un elemento de seriedad.

-¿Podía oponerse Ezzati a la entrega de estos antecedentes?

-No, no podía.

-¿Pero no le parece que, tal como las redes sociales han acusado, es inquisitorio el requerimiento de la Nunciatura y motivo suficiente para que el arzobispo se niegue?

-En esta materia y en otras, hay gente que habla cualquier cosa, sobre todo en las redes sociales. También hay actores, a veces relevantes de la realidad social, que actúan con nombre falso y que, a través de las redes, hacen aparecer sus temores, angustias, tristezas, furias, rabias. Este ha sido un episodio en el que los hechos se fueron poniendo en su lugar, con muy poca distancia entre la primera información pública y la declaración del cardenal Ezzati, que fue muy pertinente y justa.

-¿Debió el arzobispo, al menos, informar a Berríos, Puga y Aldunate sobre este interés de la Nunciatura en sus declaraciones?

-Desconozco exactamente cómo fue todo, pero el cardenal Ezzati mencionó en su declaración unas comidas que tuvo con dos de ellos (Berríos y Puga) e hizo referencia a la edad del padre Aldunate, 97 años, para no haberse juntado. En todo caso, todo sacerdote sabe que siempre una Nunciatura Apostólica está informándose de lo que pasa en la Iglesia local. A nadie debiera llamarle la atención.

-¿Existen motivos para que el Vaticano esté preocupado por la actuación de Berríos, Puga o Aldunate?

-En realidad esto que sucedió fue un observatorio y, por lo tanto, se pudo haber tratado de solicitar simple información o manifestar una preocupación.

-¿Pero no le parece un tanto disonante que Ivo Scapolo, el nuncio, esté pidiendo informaciones sobre las opiniones de estos sacerdotes en temas como la homosexualidad, cuando él es representante de un Papa que muchos asocian, justamente, a una mirada progresista?

-Es que, exactamente por lo que tú dices, la conclusión debería ser al revés. La nunciatura debe estar preocupada de recabar información sobre estos temas, porque le inquietan al Papa y porque ya habían sido agendados hace un año para ser discutidos en el Sínodo. Y el Sumo Pontífice requiere que se le allegue información sobre los argumentos de religiosos y laicos del mundo. Por eso he mirado con cierta maravilla el lío que se ha armado por la información solicitada por la nunciatura, que a veces ha tenido tonos histéricos. No hay nada más normal.

-Benito Baranda aseguró que los nuncios deberían dejar de existir, pues son parte de un régimen monárquico del pasado.

-Si eso cree, que se lo diga al Papa, que es el vicario de Cristo.

-¿Cuál es su opinión de cada uno de los sacerdotes investigados?

-Son personas que en distintas épocas han tenido una presencia pública extraordinaria; tienen opinión y la manifiestan. A las figuras del padre Puga y del padre Aldunate las conozco hace tiempo.

-De cuando era ministro en tiempos de Pinochet.

-Claro, y eran personas que frecuentemente hacían declaraciones. Y había que entenderlos en su contexto. El padre José Aldunate era considerado un referente importante por muchos sectores en temas de derechos humanos. Desde el punto de vista netamente político, en ese momento se evaluaba caso a caso qué responder, para no crear tensiones innecesarias. En el caso del padre Mariano Puga, era muy distinto, porque él fue cadete del general Pinochet en la Escuela Militar y, por lo tanto, tenían un conocimiento personal directo y entiendo que muchas veces conversaron entre ellos. Al padre Berríos lo he seguido desde hace tiempo.

-Las opiniones de Felipe Berríos son, probablemente, las más mediáticas. ¿Está de acuerdo con ellas?

-No, no estoy de acuerdo. Pienso que muchas de sus expresiones y actuaciones son, por decirlo de alguna manera, "ardorosas". Estos alejamientos al África y, ahora, a Antofagasta deben tener algún sentido en su itinerario en la vida. He oído muchas veces relaciones respecto de sus direcciones espirituales y me explico la consistencia que hay entre esas actuaciones en su vida y las polémicas que muchas veces originan sus dichos.

-Antes de que se conocieran las explicaciones de Ezzati, Benito Baranda, Fernando Montes y el propio Aldunate criticaron la posible denuncia.

-Definir una opinión antes de conocer las expresiones del cardenal arzobispo de Santiago era, objetivamente, un pre-juicio, con guión, sobre lo que había ocurrido. Fue un juicio a priori. Y yo ya sospechaba que era rara una investigación desde el arzobispado. Lo más probable es que se haya formado una burbuja comunicacional desde algún origen interesado en tratar de fijar una imagen sobre las cosas, para ganar tiempo o una posición.

-¿Para perjudicar a Ezzati?

-A Ezzati o al nuncio apostólico, pero con las pocas palabras del cardenal quedaron las cosas en su lugar.

-A su juicio, ¿se debilitan las relaciones entre el ala más conservadora y la más progresista de la Iglesia chilena con el ruido que se produjo?

-La expresión ruido es correcta; aquí no hubo sonido. Y ruido ha existido en toda la historia de la Iglesia. En los momentos previos a la detención y muerte de Jesucristo, unos estaban preocupados de qué iban a comer y otro, como Judas, de en cuánto venderlo. Y no se fijaron en lo importante. Conociendo eso, es fácil darse cuenta de que aquí hubo unos acelerados que trataron de ganar ventaja respecto al nuncio o al cardenal. Pero, bueno, no están haciendo nada nuevo ni creativo, sino repitiendo una vieja historia.

-¿A quién se refiere? ¿A Benito Baranda, por ejemplo?

-No, yo digo nada más que si Cristo es el modelo, lo es en todo. Todo se repite. En todo caso, creo que este episodio ya terminó.

-¿Tiene problemas reales Ezzati para relacionarse y establecer diálogo con el ala más progresista de la Iglesia?

-Desconozco el tenor de las relaciones entre el cardenal y aquellas personas. En todo caso, el cardenal Ezzati, con quien he conversado algunas veces, es bastante serio, dialogador e informado. No creo que tenga dificultad para relacionarse con los sectores de la iglesia.

-Después de las turbulencias del caso Ezzati, vino el de O'Reilly. ¿Qué acciones debería tomar la Iglesia chilena ante este caso tan emblemático?

-Es una sentencia judicial en la que hay personas que aparecen con responsabilidad y otras que son víctimas. Y ambos deben ser objeto de la palabra de Dios. En este caso, además, aún quedan instancias judiciales y la misma justicia humana no ha terminado de pronunciarse. No digo más que eso.

 
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