Política
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Presidenta Michelle Bachelet: "Soy una convencida de que seis años con un mal gobierno puede ser una pesadilla"

La Mandataria analizó la unidad que genera la Selección Nacional de fútbol, por qué presentó tantas reformas complejas al comienzo de su gobierno, su empatía con la gente, la descripción de simpática como ninguneo y la experiencia de vivir fuera de Chile.

por:  Felipe Edwards del Río
viernes, 20 de junio de 2014
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Menos de dos horas antes de que la Selección Nacional enfrentara a España, la Presidenta Michelle Bachelet recibió a La Segunda en el Salón Azul de La Moneda, luciendo una chaqueta roja en honor al equipo y con una amplia sonrisa.

Accedió a conversar sobre la cargada agenda de los primeros 100 días de su segundo gobierno; de cómo percibe la democracia participativa; de las exigencias y las responsabilidades de la gente; del largo del período presidencial; de su experiencia al vivir en el extranjero. Y también del fútbol.

-A minutos del partido con España, éste es un momento y un día muy especial...

-Sí. Todo el mundo está en otra, responde entre risas.

-¿Usted siempre se ha sentido cerca de la Selección?

-Desde cierta edad. Cuando yo era joven, las mujeres no jugábamos fútbol. Mi acercamiento al fútbol ha sido a través de mis hijos, fundamentalmente. En la casa había todo un clima, viendo partidos con ellos, por cierto siempre con la Selección Nacional.

Después he tenido el privilegio, el honor, de conocer, de poder estar con ellos, de poder acompañarlos, de poder alentarlos.

Creo que hay un sentimiento país que es muy importante.

-La Selección tiene una capacidad impresionante para unir a los chilenos en forma transversal. ¿A qué cree usted que se debe ese poder?

-Pasa con la Selección, pero también pasa con los equipos. Históricamente hemos visto fotos de parlamentarios, que dos minutos antes podrían haber estado diciéndose cosas muy duras, celebrando el gol del equipo de fútbol que tienen en común.

Usted en el estadio ve a personas que a lo mejor debieron juntar pesito a pesito para comprar la entrada, con personas que no tienen esa dificultad.

Es una instancia de relacionamiento bastante democrático.

Cada vez que uno es capaz de identificar algo que produzca una emoción común, un compromiso común, eso es algo que permite que se genere unidad en torno a ello.

Un inicio acelerado

-Sus primeros 100 días han sido especiales también, con la Reforma Tributaria, la Reforma Educacional, el cambio al sistema electoral, y con el terremoto de Iquique y el incendio en Valparaíso entre medio. ¿Por qué tanto apuro?

-Esto surge de mi experiencia primero como ministra y luego como candidata y Presidenta. Las lecciones que yo saqué fueron varias.

Los ministerios y el gobierno, cuando se inician, tienen que instalarse, tienen que formar equipos, sobre todo cuando hay un cambio de una coalición política a otra. Se genera toda una manera de conocerse, de reordenarse, de ver lo que hay en el ministerio, las capacidades.

Cuando además se fija una tarea concreta, uno tiene claro un norte. Puede ser un norte de corto o de mediano plazo, y mientras se organiza en torno a ese norte de más largo plazo, uno tiene la posibilidad de focalizar en un esfuerzo clarito, a ordenar a su equipo en torno a una tarea, y no perder tiempo.

Una segunda experiencia (la aprendí) cuando yo fui candidata la otra vez: los programas de gobierno los conoce poca gente, sólo los más interesados, los adversarios políticos en el momento de la campaña. Pero la gente dice: "¿Qué es esto?".

-¿Y no se pueden introducir esos temas en un segundo o tercer año de una Presidencia?

-Sí, de todas maneras.

De repente hay gente que tiene la tendencia a tratar de hacer un análisis del grado de cumplimiento basándose en el resultado, cuando la medida lo que dice es "instalar" o "identificar" o "enviar al Congreso". No dice "aprobar" en los primeros 100 días.

-Hay seguimiento de los resultados que logran los gobiernos, tanto por la prensa como por diversas ONGs. ¿Usted cree que hay más fiscalización de lo que había antes?

-Yo creo que sí, de todas maneras, y es parte de la democracia actual, es parte de políticas de transparencia que se han ido desarrollando en todo este tiempo.

Las personas están mucho más empoderadas, y mucho más dispuestas a exigir no sólo un beneficio, sino que también éste lleve calidad.

No me refiero sólo a salarios y condiciones económicas. También a la calidad de la atención del Estado. También la persona que aspira a que, si va a una tienda, la traten de una manera digna.

-Como a cualquiera de nosotros nos gustaría ser tratados.

-Por supuesto. Que le deben dar un producto que esté en buenas condiciones. Eso se ha visto en el aumento de las denuncias en el Sernac de distintos tipos.

-¿Tiene la sensación que hay mucha exigencia, pero poco reconocimiento de las responsabilidades que deben asumir las personas?

-No lo colocaría en un binomio de mucho o poco.

Yo creo que falta desarrollar más espacios donde el tema de la responsabilidad se debata junto con los derechos.

Probablemente porque ha habido en nuestro país desigualdad de acceso a derechos y a oportunidades es que muchas veces, desde el mundo de la política, se focaliza más en el tema de los derechos.

La gente pide cosas, sin duda. Hoy día en El Bosque una señora hoy día me decía: "El consultorio donde yo me atiendo tiene sólo cinco doctores y somos diez mil personas. Entonces el Estado tiene que obligar a los doctores a que después que terminen la carrera tengan que ir a trabajar al sistema público".

Entablamos una conversación. Le dije que había tales experiencias en Chile, que es difícil obligar a alguien al menos que haya algún otro elemento. La gente dice: "Sí, es verdad". La gente esforzada es súper razonable y también responsable.

Presidencia de 4, 5 o 6 años

-¿Cree que se requiere más tiempo para poder hacer todo lo que se propone en un programa de gobierno?

-Yo he cambiado, he ido evolucionando y preguntándome esto durante el tiempo.

Efectivamente, en el gobierno anterior nosotros hicimos muchas cosas, y hay muchas cosas que uno no las pudo ver completadas y le tocó al siguiente gobierno hacerlo.

Yo soy de las convencidas de que uno tiene que hacer las cosas que tiene que hacer para el bien del país, y no importa quién corta la cinta.

Sin embargo, yo creo que éste es un tema que hay que debatir como país. Porque efectivamente hay gente que postula que cuatro años es muy corto, que sería mejor cinco años. Pero también soy una convencida de que seis años con un mal gobierno puede ser una pesadilla.

Cuando nosotros estemos hablando de una nueva Constitución, creo que habrá un espacio para debatir cuánto debiera ser el período presidencial.

Hay gente que quiere que haya reelección. En Chile por alguna razón no la tenemos. Me imagino porque se pensaría que un Presidente en ejercicio pudiera, en su último año de gobierno, perder de vista la visión de Estado, poniéndoles mayor énfasis a elementos que podrían hacerle ganar la elección. Pero en otros países existe eso y les parece natural, y me imagino que la ciudadanía castiga o apoya a quienes creen que lo han hecho bien o mal.

En un momento me plantearon que mandara un proyecto de Ley para la reelección y no lo hice, y ni lo haría tampoco ahora, porque creo que estos son debates que no deben ser trajes a la medida de ninguna persona.

-Usted goza de una ventaja sobre los políticos de su generación en el apoyo muy fuerte que recibe de la ciudadanía. ¿A qué se debe esa cercanía?

-Se han escrito artículos y ensayos sobre eso, porque he leído que es por la mamá o no sé qué. Es poco el tiempo para hacer un análisis más serio, pero ésta es la manera en que yo me lo explico y lo que yo vivo cuando estoy con la gente.

Por un lado yo creo que es porque he buscado en cada cosa que hago colocar en el centro lo que les pasa a las personas -tanto de un lado como del otro, de los que proveen como de los que reciben, en el caso de los bienes públicos-, de tratar de imaginar las dificultades que pueden tener uno u otro lado para cumplir esto.

Uno como gobernante tiene que tomar decisiones, pero tomar decisiones sin escuchar antes es una muy mala idea.

-¿Cree que los analistas políticos ponen demasiado énfasis en su simpatía en desmedro de sus propuestas?

-Hay una mezcla de cosas. No sé si soy simpática o si soy empática. De lo que yo le estaba hablando es de la empatía, la capacidad de ponerse en lugar del otro. Me parece que eso se nota. Es de verdad. Es genuino.

El tema de la simpatía, yo nunca he escuchado que (digan sobre) un hombre que es simpático y que por eso le va bien.

-¿Es un comentario sexista?

-No quiero llegar a tal nivel de rotundez sobre el argumento, pero decir que creo que de alguna manera es banalizar un poquitito, es ningunear un poquito.

Yo puedo ser simpática.

Creo que hay una conexión, si me permite, humana, emocional, pero también política en el sentido de cuáles son las temáticas más importantes en el país.

Usted está preguntando por personas que sienten cariño, que apoyan. Yo creo que es eso: poner en el centro lo que les pasa a las personas, y buscar cómo los sistemas se adaptan a eso y no cómo las personas se deben adaptar a los sistemas.

Aprender de otras culturas

-¿Cómo la afectó el haber vivido afuera de Chile varias veces y en momentos tan importantes de su vida?

-La primera vez que viví fuera de Chile yo tenía 12 años. Es una etapa súper clave, porque llegué a Estados Unidos, un país con otro idioma.

Tuve que relacionarme con otra cultura, ambas occidentales, pero los pueblos tienen distintas costumbres.

-¿Esa experiencia le ayudó a desarrollar su empatía?

-Yo creo que me abrió una mente de que el mundo tenía muchas dimensiones, de que había distintas maneras de mirar, distintas maneras de priorizar. De que había mucho más que nuestro Chile, que yo adoraba y sigo adorando. Me permitió conocer a gente distinta.

-¿Y afectó a sus hijos el haber crecido afuera?

-Ellos fueron a Estados Unidos conmigo, cuando Francisca, la del medio tenía 13 años, Sofía, la más chica tenía 4, y Sebastián, el mayor, tenía 18. También les permitió conocer otra historia, aprender otro idioma.

Yo diría, en general, que el conocer otros países, otras culturas, otras historias es algo que enriquece a las personas, porque se puede salir de la idea de que lo único bueno es esto, este cuadradito.

Le permite a uno un poquito -no siempre- pensar out of the box como dicen los gringos, tratar de imaginar, a veces de ser más creativo en lo que son las soluciones a los problemas.

-Usted generalmente no es agresiva en su vida pública. Dijo años atrás que eso se debía a su capacidad de hacerse cargo de su historia personal pero reaccionar en una forma constructiva.

¿Cree que se está perdiendo esa sensación de reencuentro entre los chilenos? ¿El ambiente está más crispado que antes?

-Es más fácil salir con una agresividad, con un insulto, a ser capaz de medir sus palabras. Es más fácil dejar salir el temperamento.

Implica mucho más carácter el ser capaz de plantear los temas de una manera en que pueda ser escuchada.

Si yo insulto a otro, no sé por qué esa persona va a querer escuchar lo que yo le estoy diciendo.

Ahora, yo no soy un ángel de la guarda. Hay momentos en que a uno le dan muchas ganas de decir algo fuerte.

-¿Se lo mantiene adentro?

-No es que me lo mantenga adentro, sino que pienso siempre que como Presidente de la República uno no puede darse gustitos personales. Uno tiene que tiene ser y hacer las cosas de la misma manera.

Si uno es Presidente, es Presidente de todos los chilenos. No es Presidente no más de los que votaron por uno. Lo que uno dice también tiene que ser algo que vaya dirigido a todos los chilenos.

Eso no quiere decir que yo, si me pegaran una bofetada, vaya a poner la otra mejilla. Hay situaciones que son aceptables y otras que no lo son.

Ahora, ¿está más crispado el ambiente?, no. Yo tengo la edad que tengo, y esto es cíclico. Cada vez que hay un tema que convoca a distintos intereses, usted va a encontrar a personalidades más arrolladoras y otras más tranquilas.

La pasión sin descalificar

-Años atrás, ante la acusación de un historiado en un foro público de que usted era una persona de derecha disfrazada de progresista, lo refutó en forma controlada pero fuerte y con mucha pasión.

-Yo creo que la pasión está.

Cuando uno discute con alguien, lo hace apasionadamente, y también cuando uno habla de algo que le gusta.

La pasión en positivo a veces es creer en algo muy fuertemente y trabajar para ello, y también de repente es sentirse agredido. Creo que me sentí profundamente agredida en ese foro, y me dio mucha rabia.

Uno puede tener un tono con pasión, de defender lo que piense que haya que defender, pero sin caer en la descalificación del otro.

-La pasión también se nota en que está vestida con el rojo de la Selección. Me imagino que eso no es un accidente.

-No, no lo es (se rie). No sé si es cábala, pero si resulta sería estupendo. Todos queremos que a Chile hoy día ojalá le vaya estupendamente bien. Estamos todos súper entusiasmados.

Con ese entusiasmo la Presidenta Bachelet se despidió y partió a ver el partido de la Selección contra España.

 "Los expertos no son suficientes"

-Usted valora mucho la participación ciudadana en decisiones políticas y en temas de Estado. ¿Qué aprendió durante su primer período sobre la participación ciudadana?

-Frente a políticas de Estado, es necesario que haya una participación amplia que tenga en vista distintas perspectivas políticas, pero también distintas experiencias.

En la Reforma Previsional instalamos comisiones donde se sentaron múltiples actores de muchos intereses bastante complejos. Estuvieron seis o siete meses trabajando, generaron una propuesta, y en menos de un año ya teníamos un nuevo sistema.

Yo creo fuertemente en la capacidad de diálogo, de instalar temas, y obviamente también de plantear las diferencias.

Son consultivas, hacen una propuesta al Ejecutivo, están parlamentarios y están todas las fuerzas, y el Ejecutivo finalmente toma una decisión. No siempre se llega a un consenso total, y no se trata de que se llegue a un consenso total.

La idea es generar experiencias -esto ocurrió también bajo el Presidente Aylwin y el Presidente Lagos en las comisiones de verdad y con los pueblos originarios- en que actores que en el día a día se pueden mirar con tremenda desconfianza tengan espacios de encuentro, de diálogo y de ponerse en los zapatos del otro.

-¿Y cuáles son las desventajas de esta democracia directa?

-No sé si es una desventaja, pero obviamente requiere de más tiempo.

Uno tiene que tener expertos, pero los expertos no son suficientes. Si los expertos, que son los que más saben del país o en el mundo, no viven cotidianamente la realidad de las políticas que están definiendo y escribiendo, es probable que esas políticas tengan sus vacíos.

El Transantiago fue una gran idea, un muy buen diseño. Estaban los mejores expertos de nuestro país. Pero es muy probable que la gran mayoría de ellos no usaran el transporte público.

Yo creo que es tan importante estar en la cotidianidad. Ojalá que esto no vaya a quedar peyorativo...

-Peyorativo de los expertos y los académicos...

-No lo pretendo, para nada. Es muy distinto venir desde la academia, desde el expertise o desde la propia Moneda y del salón presidencial, y definir políticas, si uno no ha estado en una situación concreta.

Cuando yo era ministra de Salud, por eso no sólo conversaba con mis colegas, sino que me metía en donde estaba el lugar de la calefacción, donde estaba la persona en el sur paleando carbón, me metía donde se fabricaba la mamadera de leche, y conversaba con ellos para conocer su realidad.

Es importante generar instancias, de las que hay pocas en nuestra sociedad, donde las partes involucradas -en inglés hay una palabra muy buena: stakeholders- se sientan y digan "aquí tenemos lo que debiera ser un proyecto común".

-Por stakeholders se entiende a todos los que son afectados por una política: usuarios, proveedores...

-Esa es una muy buena palabra, porque dice que tenemos una misión en común. Yo quiero darle salud, y usted quiere salud de mí. ¿Cómo hacemos esto juntos?

Ese tipo de instancia también ayuda a que las personas se sientan más involucradas, y sientan que esa política es más legítima.

Los hijos y La Moneda 

-En el documental "La hija del general", que dirigió María Elena Wood el 2006, usted dice que como candidata presidencial no se puede ser al mismo tiempo una buena dueña de casa, buena mamá y buena amiga .

-Ahí a lo que aludía es que uno siempre piensa que puede ser superwoman, y finalmente no existen las superwomen.

Las mujeres podemos hacer muchas cosas, podemos caminar y masticar chicle al mismo tiempo, pero hay algunas cosas que no van a poder seguir en la misma cantidad o calidad que antes. Aprendí que hay una relación entre la calidad y la cantidad. Por eso yo decía que hay una cierta pérdida.

-¿Que la calidad no es todo, que no reemplaza a la cantidad?

-Y que si no hay cantidad, ¿cómo se expresa esa calidad? Uno tiene que buscar unos espacios de intimidad con la familia que realmente permitan seguir enriqueciendo esa relación.

-¿Cómo logra esos espacios con sus horarios, que pueden ser desde las 7 de la mañana hasta pasado las 8 o 9 de la noche?

-Hay algunas cosas que están tecnologizadas. El WhatsApp y el Skype han ayudado mucho. Anoche llegué tarde a mi casa, después de las 11. Entonces fui, vi que había luz en la pieza de mi hija, me fui para allá, me puse a conversar con ella, a preguntarle cómo había sido su día, a estar con ella, a conversarle.

-Su hijo, Sebastián, trabaja con usted, entonces puede combinar los dos roles.

-No lo habíamos hecho hasta ahora. En estos viajes él va y hace su propia agenda. No anda siguiéndome a mí. Otras veces viene acá y me plantea temas de su resorte.

-El rol de Presidenta y Director Sociocultural se aparta al del de madre e hijo.

-Sí, sin duda. El rol de madre-hijo ocurre cuando estamos en Chile y almorzamos con él y los nietos. Acá, en La Moneda, es totalmente el de Presidenta y Director Sociocultural.

-¿Usted cree que la dirección de estas fundaciones debe ser una función permanente del Estado?

-Creo que es posible generar una figura de Director Sociocultural pero que no necesariamente tiene que ser la pareja, el cónyuge, o la cónyuge, del Jefe de Estado.

-¿El está tranquilo con su cargo?

-El se ofreció para apoyar en esta función.

-¿Y en forma gratuita?

-Totalmente. Esa fue una decisión de familia de ellos. Es sacrificado, sí, pero ahora mismo en El Bosque -esto sí lo digo como mamá- me llenó de alegría que una de las señoras ahí me dijo "La felicito por su hijo Sebastián, porque vino aquí a nuestro telecentro, estuvo con nosotros, y quedamos todas muy contentas por el trabajo que está haciendo". Eso me deja feliz como Presidenta que las cosas se estén haciendo bien, y contenta como madre que él lo esté haciendo bien.

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