"Chile ha entrado en un ciclo político en que las convicciones serán más importantes que nunca", asegura el ministro de Defensa, Andrés Allamand. El titular de Economía, Pablo Longueira, afirma: "La ciudadanía preferiría un segundo gobierno de la Alianza a que vuelva la Concertación".
Foto ALEJANDRO BALART
Chile ha entrado en un ciclo político en que las convicciones serán más importantes que nunca. No habrá espacio para la popularidad vacía ni los lugares comunes.
Gobernar se hará cada vez más difícil. La ciudadanía será cada vez exigente. El avance hacia el desarrollo traerá problemas públicos, cuya solución será cada vez más compleja. La diversidad hará que emerjan, cada vez más fuertes, intereses opuestos que demandarán un liderazgo firme y experimentado para zanjar las controversias, cautelando el bien común.
En tal escenario, el sueño de un Chile mejor -justo, desarrollado y tolerante- depende críticamente de tres factores: defender lo bueno, proyectar el cambio, y afianzar una idea de país.
Defender lo bueno
En el último tiempo ha ganado espacio una visión pesimista. Algunos -muchos de los cuales hasta hace poco proclamaban los grandes éxitos de su gestión al frente del gobierno- ahora afirman que Chile en las últimas dos décadas ha retrocedido en lugar de avanzar.
Algunos pretenden liderar desde la calle; otros nos quieren convencer de que aquello que nos distingue está agotado. No faltan quienes se han vuelto a encandilar con la monserga del "cambio estructural": una forma sin alternativa conocida de rechazar el "proyecto país" que, con el aporte de todos, nos ha permitido ser la nación que en América Latina más ha reducido la pobreza, más ha avanzado en el respeto de los derechos humanos, y más cerca se encuentra de cruzar el umbral hacia el desarrollo.
Estoy convencido de que de prevalecer tal mirada amarga, caminaremos a la antesala de la destrucción del sueño colectivo de un Chile mejor. La razón es simple: la simple revisión de los esbozos de "recetas" propuestas, cuando es posible detectarlas en la bruma de la ambigüedad que las rodea, son apenas repeticiones de fórmulas fracasadas.
Los encapuchados no son la juventud chilena. La inmensa mayoría camina con su rostro descubierto y en su mochila llevan sueños y cuadernos, no piedras ni bombas molotov.
Cada generación se enfrenta a una decisión que marca su destino. La nuestra será si valoramos lo que hemos hecho, asumiendo todo lo que hay que mejorar o tiramos por la borda lo avanzado y volvemos al país del populismo y el resentimiento del que nos costó tanto salir.
Proyectar el cambio
En la última elección presidencial, Chile optó por la alternancia y el cambio. Y lo realizado por el gobierno del Presidente Piñera está empezando a cambiar la vida de la gente.
Las soluciones de fondo a los problemas de la educación -el tema más álgido del último tiempo- fueron siempre pateadas hacia delante, especialmente en lo que respecta al financiamiento de la educación superior. Hoy, ya hay un horizonte de soluciones y temas jamás abordados tienen las respuestas que antes brillaron por su ausencia.
La economía había perdido dinamismo, atada por los lazos de la burocracia y el lastre de la desconfianza. Las cifras no mienten: el crecimiento languidecía, y al mundo y a nuestros vecinos les iba mejor que a nosotros. Hoy, la situación es exactamente la inversa. De igual forma, antes los empleos se destruían; hoy tenemos una situación de virtual pleno empleo, y los nuevos trabajos han sido, en su gran mayoría, para las mujeres.
Las promesas incumplidas se eternizaban: hoy se materializan. Se ha eliminado el 7%; el posnatal de seis meses es mandato imperativo, y las listas de espera van en retirada. El Ingreso Etico Familiar es una inyección a la vena de la pobreza extrema.
Los jóvenes no se inscribían en los registros electorales y se autoexcluían de la democracia. Hoy se ha aprobado la inscripción automática y el voto voluntario, y está ad portas una ley de primarias que abrirá una significativa puerta de participación a la ciudadanía.
Es cierto que siempre se puede hacer más y se puede hacer mejor. Y también que el actual gobierno ha enfrentado vientos adversos, partiendo por un devastador terremoto. Pero no es menos cierto que habrá que elegir: o volvemos atrás, aceptando una versión desmejorada de la Concertación, que el país ya rechazó hace dos años, o perseveramos en una orientación correcta, ajustando aquellos engranajes que, como en toda obra humana, no han funcionado bien.
Afianzar una idea de país
En política, los sueños no son quimeras ni espejismos. Tampoco son la ilusión de la felicidad a la vuelta de la esquina. El pedestal de los sueños son las ideas.
La base de mi idea de Chile es la de un país unido. No hace demasiado tiempo, nos asomamos al abismo por animosidades que transformaban a los chilenos en enemigos. La unidad de Chile hay que alimentarla con gestos de confianza y con capacidad de forjar acuerdos.
Pero la idea de un país unido va más lejos: los países han asumido que solos no lograrán jamás el progreso ni derrotar amenazas globales como el narcotráfico. Sin embargo, "puertas adentro" hay quienes siguen creyendo que se puede progresar en solitario. Una persona sola puede construir una casa, pero jamás logrará levantar una ciudad. La unidad de Chile exige reinventar el espacio de lo público y abrir cauces nuevos de participación a la ciudadanía.
Mi idea de Chile es la de un país integrado. Los chilenos no son productos de supermercados ni pueden seguir segmentándose peyorativamente en la odiosa clasificación de ABC1, C2, C3, etc. Y ello sólo es posible aborreciendo los privilegios, terminando con los abusos del más violento o del más poderoso y asegurando la igualdad de oportunidades.
Mi idea de Chile es la de un país solidario y a la vez emprendedor. Con un Estado que no deje a nadie atrás y con miles de iniciativas que impulsen el progreso. Sin un Estado eficaz, no hay paz social; y ello, en nada desvaloriza la adhesión al trabajo, la economía social de mercado, el emprendimiento, y la propiedad privada.
Mi idea de Chile es la de un país en que la prosperidad y las almas crezcan al mismo tiempo, en el que cada persona tenga el derecho de amar a quien sea, y que las leyes entreguen una forma jurídica válida para proteger ese amor, y en el que todos se sientan parte importante, pero nadie se crea dueño de Chile.
Pablo Longueira: «La ciudadanía nos preferirá de nuevo»
Que curiosa coincidencia que se me invite a escribir una columna para el aniversario de este diario sobre lo que quiero para un segundo gobierno de la Alianza, señalando los ejes que a mi juicio debiera marcar ese período. Y justamente en una semana histórica para el primer Gobierno de la derecha chilena, después de 20 años de gobiernos de la Concertación. No exagero al calificarla así. Al menos para mí lo es, y para todos aquellos jóvenes de centroderecha que abrazamos, hace ya muchos años, el servicio público para construir un partido comprometido con los más necesitados y que hoy, al estar en el gobierno, debemos responder frente a tantos chilenos de menores recursos que confiaron en nosotros. Esta semana se entregó nuestra primera Casen, que nos llena de orgullo.
¿Algunos se preguntarán por qué la izquierda chilena sale desesperadamente a desacreditar un resultado maravilloso en el que -a pesar del devastador terremoto y de estar viviendo una recesión internacional- hemos vuelto a reducir la pobreza y la indigencia y, además, estamos disminuyendo la desigualdad entre los más ricos y pobres? ¿Por qué las mismas autoridades a quienes les pedimos durante muchos años que se actualizara la canasta y que nunca lo hicieron, hoy salen a cuestionar la metodología? ¿Por qué tanta pequeñez política cuando a todos nos debiera alegrar que uno de cada cuatro chilenos que son indigentes, dejen de serlo?
Muy simple. Es demoledor perder el monopolio de ser ellos los únicos que pueden hablar y representar a los pobres y a la clase media de nuestro país. Ellos -y sólo ellos- pueden hablar por la clase media, por los más pobres.
La UDI popular
Hace ya 30 años nació una nueva derecha, la UDI, que se volcó al mundo popular, a difundir un proyecto país basado en la libertad económica para emprender, de inspiración cristiana y comprometida a derrotar la pobreza. Un partido que fue a enfrentar la lucha de clases, precisamente en los reductos más izquierdistas del país.
Junto a Renovación Nacional institucionalizamos a la derecha chilena, enfrentando en cada batalla electoral no sólo la demagogia y el populismo, sino que el clásico discurso de que si gana la derecha, ganarán los ricos, los poderosos, los empresarios; al triunfar la derecha, por ende, perderán los pobres, los trabajadores y la clase media. La gente, a pesar de ese discurso, fue creyendo y confiando en nosotros hasta darnos la mayoría para conducir los destinos del país. Nos dio esa oportunidad porque estimó que era mejor para Chile un primer gobierno de la Alianza a un quinto de la Concertación. Todo ello comenzó y se fue fraguando en las zonas más populares, donde la izquierda se creía dueña, cuando la gente empezó a descubrir que los alcaldes de derecha eran mejores y fue así como los eligieron y reeligieron, con una amplia mayoría, en comunas como Santiago, La Florida, Cerro Navia, Estación Central, Huechuraba, Recoleta, Conchalí, Renca, Puente Alto, San Bernardo, Rancagua, Valparaíso, Viña del Mar, Concepción, por mencionar algunas. Esos triunfos fueron construyendo la antesala para llegar al gobierno. La gente fue percibiendo que el discurso que predicaban nuestros adversarios era radicalmente distinto.
"Un gobierno de derecha que cumplió"
¿Qué está ocurriendo hoy a menos de tres años de nuestro primer gobierno? Lo mismo que sucedió en las comunas populares con los alcaldes de la Alianza. A esto se debe la angustia que refleja la reacción de esta semana frente a los resultados de la Casen, que se suman a una secuencia de hechos y cifras que reflejan la solidez al que nuestro gobierno ha llevado al país. Nada de ello ha sido casualidad. Cada vez más personas se sorprenden con un gobierno de derecha, que no sólo no ha hecho nada de lo que le decían nuestros adversarios, sino que, muy por el contrario, ha cumplido fielmente lo que prometió: más empleo, más crecimiento económico, más disminución de la desigualdad, mayor reducción de la pobreza, más protección a los consumidores, más dignidad con los adultos mayores, más emprendedores que en los gobiernos de la Concertación. En definitiva, una Alianza política de derecha con mucha más credibilidad para construir una sociedad con verdadera igualdad de oportunidades para todos los chilenos.
Tengo una mirada muy optimista respecto del futuro de nuestro país. Creo que estamos frente a una oportunidad única de alcanzar niveles de desarrollo jamás obtenidos. En nuestra historia no hay registro de un período con más desarrollo económico y social que en los últimos 30 años. Estoy seguro que al final de estos cuatro años, cumpliremos las expectativas y el país será capaz de valorarlo. En esta mitad de gobierno hemos conseguido importantes logros que han beneficiado a la ciudadanía. Eliminamos el 7% de los pensionados; creamos el posnatal de seis meses; entregamos el bono Bodas de Oro; creamos el subsidio habitacional para la clase media; creamos el Ministerio de Desarrollo Social; ampliamos los cupos de la educación preescolar para llegar al 60 % de los niños más pobres; triplicamos las becas de educación superior; rebajamos y modificamos completamente el CAE, que era un martirio para las familias vulnerables y de nuestra clase media; creamos el Sernac Financiero; crecemos al 6% y hasta ahora creamos más de 700.000 empleos, aumentando los salarios y con la inflación controlada; eliminamos las listas de espera AUGE y creamos el Ingreso Ético familiar para ayudar a superar la extrema pobreza.
Consolidar la obra
Un segundo gobierno de la Alianza nos permitirá consolidar la gran obra que estamos realizando en el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera. Nuestro objetivo hoy no debe ser otro que seguir trabajando, con el mismo compromiso y determinación, para derrotar la pobreza y disminuir las desigualdades. Porque sólo así, Chile será el primer país de Latinoamérica en alcanzar el desarrollo.
Tal como lo indiqué, la ciudadanía estimó que era mejor para el país un gobierno de la Alianza que un quinto de la Concertación. No tengo duda que también, por el bien de Chile, de continuar así, preferirá un segundo gobierno de la Alianza a que vuelva la Concertación. Esto sólo depende de nosotros, de que los partidarios sepamos difundir y defender los importantes logros que diariamente alcanza el gobierno
Finalmente, fue el propio Presidente Piñera quien trazó en su discurso, el año pasado, al cumplir este diario 80 años, el camino para la segunda etapa de su gobierno, que se inició hace un año, y también, creo, el del segundo gobierno de la Alianza. En ese discurso está el camino que debemos seguir. Los resultados están a la vista y nos llenan de orgullo a todos quienes colaboramos en su gobierno.