Política
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Radiografía a los partidos

El 63 % de los encuestados piensa que los partidos políticos son todos iguales.

por:  La Segunda
viernes, 22 de junio de 2012

Eugenio GuzmAn Astete Decano Facultad de Gobierno Universidad del Desarrollo


Un tema de debate público central hoy tiene que ver con el funcionamiento de los partidos políticos y, más específicamente, con la percepción que se tiene de ellos. La importancia es clara: la democracia representativa se fundamenta en la legitimidad que posean. Es por eso que la encuesta La Segunda-UDD ha decidido analizar otras dimensiones de las opiniones hacia ellos.

Tradicionalmente se ha empleado como indicador la confianza que la población tiene respecto de los partidos. Al respecto, los datos no son alentadores. En la Encuesta Mundial de Valores (WVS) correspondiente a 2005-2009, que incluye 48 países, sólo el 6,1% de los consultados declara que se puede confiar mucho en los partidos políticos. En otras encuestas, aunque con diferencias en la pregunta, como es el caso del Barómetro de las Américas (LAPOP) de 2010, usando una escala de confianza de 1 (nada) a 7 (mucha), aproximadamente el 9,5% de las personas se ubica en las notas 6 y 7. Ello nos entrega antecedentes sobre la magnitud del problema.

Una forma alternativa que ayuda a comprender la situación consiste en ver otras dimensiones de los partidos, lo que investigadores como J. R. Montero y R. Gunther llaman los sentimientos anti-partido y que se han empleado en distintas encuestas en Europa. A partir de esos conceptos, el estudio La Segunda-UDD muestra una nueva visión del problema. Así, en primer lugar, en relación a la frase «Gracias a los partidos, la gente puede participar en la vida política», observamos que sólo el 40% de los encuestados declara estar de acuerdo. Esto podría estar insinuando que los electores tienen un concepto de política algo distinto al tradicional, en que los partidos eran los principales o únicos protagonistas. Pero también podría reflejar que las personas creen que los partidos políticos, y los políticos en general, más que ayudar, estorban.

En tanto, ante la frase «Sin partidos políticos no puede haber democracia», el 54% dice estar de acuerdo. Si bien esto pone de relieve que un porcentaje levemente mayoritario reconoce su importancia, de algún modo es también un reflejo de cierto debilitamiento. En buenas cuentas, si los movimientos sociales consiguen del Gobierno sus objetivos al margen de los partidos, ello viene a insinuar que no resultan tan relevantes como se cree. Y lo mismo podemos decir cuando los dirigentes políticos no hacen más que seguir o secundar a esos movimientos.

En relación a la frase «Los partidos son necesarios para defender los intereses de los distintos grupos sociales», el 53% señala estar de acuerdo: si bien esto pareciera contradictorio con la idea de que gracias a ellos es posible la participación, la verdad es que apunta al hecho de que son útiles en el juego del poder.

Pero tal vez donde la situación se torna más grave es en el grado de acuerdo y discrepancia con las frases «Los partidos se critican mucho entre sí, pero en realidad son todos iguales» y «A la mayoría de los partidos les interesan las opiniones de la gente», en las que respectivamente se obtiene un 69% y un 33%. Tales resultados implican un juicio más profundo: los partidos serían todos lo mismo, aunque pasen criticándose, y no les interesa lo que piensan las personas. Esa visión, a su vez, explica que su relevancia para la participación en la democracia y para la democracia misma suscite cuestionamiento.

Hay muchas otras interpretaciones posibles a partir de estos números. Sin embargo, dos tienen impacto inmediato en lo que queda del año. La primera tiene que ver con las próximas elecciones: si en alguna medida estos resultados reflejan los niveles de sentimientos antipartidistas, es probable que la abstención sea alta, dado el nuevo padrón.

Y, segundo, estos resultados también vienen a ser un llamado de atención sobre la carencia de liderazgo de los partidos, lo que no necesariamente resolverán actuando de comparsas, dejándose llevar por posturas de moda o siendo simplemente reactivos y no enfrentando aquello que sus convicciones les demandan. Funcionar al tono y amenaza de Twitter, por ejemplo, está muy lejos de ser una buena fórmula.

 
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