Política
Compartir | | Ampliar Reducir

El adiós al cura Arroyo, el «capellán» de la izquierda y los exiliados

Discípulo del Padre Hurtado, fue mentor de los «cristianos por el socialismo», se enfrentó a su familia por la reforma agraria y se transformó en uno de los padres espirituales del Mapu. En París, oficiaba las misas de los exiliados; luego, en Chile y activo hasta el final, se acercó también al mundo de los empresarios.

por:  Mario Contreras D.La Segunda
viernes, 25 de mayo de 2012
Imagen
Imagen
Imagen
Imagen
jQuery Carousel

La misa de su funeral, el martes, en la iglesia de San Ignacio, congregó a agnósticos, como Carlos Ominami; empresarios, como Bruno Philippi; familiares, como el director de Libertad y Desarrollo y sobrino suyo, Luis Larraín, y a algunos de los principales rostros de la izquierda de los últimos 40 años, desde Eugenio Tironi (a cuyos hijos bautizó) hasta Oscar Guillermo Garretón, quien incluso hizo una de las lecturas.

La muerte, a los 86 años, del jesuita Gonzalo Arroyo congregó así los muchos mundos que a lo largo de su vida pudo vincular este sacerdote de familia «latifundista» que impulsó la reforma agraria, inspiró a los «Cristianos por el socialismo», confortó a los exiliados en París y en los últimos años, desde la Universidad Alberto Hurtado, se acercó también a los emprendedores: una trayectoria de vida que resume mucho de la propia historia de Chile en estas décadas.

Fue su gran amigo y luego cuñado Luis Larraín Marín -padre del director de LyD- quien, de joven, lo invitó una vez a un retiro espiritual, a partir del cual empezó a sentir la vocación religiosa. Pero el rol fundamental lo jugaría un santo. Es que Arroyo "fue tal vez uno de los últimos jóvenes a quienes el Padre Alberto Hurtado acompañó en su discernimiento vocacional a la Compañía de Jesús", según recordó en una de las misas en su memoria el sacerdote Fernando Verdugo.

Marcado a fuego por la vocación social que le inculcó Hurtado, se lanzaría Arroyo en una trayectoria que lo llevó en los años 60 a acercarse fuertemente a la izquierda, cuando todo un sector de la Iglesia buscó unir cristianismo y socialismo. Eran los tiempos de la toma de la UC o de la ocupación de la catedral, cuando el movimiento precisamente llamado «Cristianos por el socialismo» se transformaría en actor destacado de esa convulsionada época. "El fue inspirador de esos movimientos que conmovieron a la sociedad chilena", destaca Tironi.

Ello, tanto por su trabajo pastoral en los mundos universitario y de las poblaciones, como desde la reflexión académica. Así, sin carné de militante, pero ejerciendo una fuerte influencia intelectual, llegó a ser considerado como "uno de los padres fundadores eméritos del Mapu y de la Izquierda Cristiana" y estrechó amistad con algunas de sus principales figuras, como Garretón, Jaime Gazmuri o José Bengoa.

Su rol en la Reforma Agraria

Clave en el rol que llegó a jugar fue su trabajo en el Centro de Investigación y Acción Social, vinculado al Centro Bellarmino, de los jesuitas, donde estaba a cargo de los temas de reforma agraria. La gran tribuna para difundir sus ideas era la revista «Mensaje», en la que publicaba artículos como "Un programa de propiedad familiar" (1958), "Cambio de tenencia de la tierra mediante cooperativas campesinas" (1963) o "Después del latifundio, ¿qué?"(1972). Así, se acercaría también a quienes fueron los ejecutores de la reforma, desde Rafael Moreno a Jacques Chonchol.

A la vez, su pasión por el tema lo enfrentaría a su propia familia: Larraín Marín -ya casado con la hermana del religioso- era por esos años presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura y tenaz opositor a la reforma. Sobrina del sacerdote, Consuelo Larraín recuerda que su tío "era bien vanguardista, muy metido en política, en la lucha por la justicia social. Unos días antes de morir me dijo una frase que me impresionó: «Yo luché a favor de la Reforma Agraria, a pesar de que toda mi familia tenía campo»". Pero incluso así la amistad entre el cura y su cuñado nunca se rompió.

Tras el golpe militar, Arroyo partió al exilio en París. Allí oficiaba el servicio en la iglesia de San Eustaquio, que se convirtió en punto de reunión para los chilenos que acudían a las misas dominicales del sacerdote, fueran o no católicos. En ese lugar hubo matrimonios y bautizos. Isabel Araya, Marcel Young y Margarita Gutiérrez son algunas de las personas que ahí estuvieron.

En lo académico, creó el centro de Estudios Cetral, lo que lo acercó, entre otros, a Carlos Ominami.

También se vinculó fuertemente a la Teología de la Liberación, convirtiéndose en uno de sus líderes intelectuales.

En el verano europeo partía a hacer clases a universidades de México, donde también formó otro círculo de amigos, tales como el intelectual socialista Pío García y su esposa Carmen Gloria. Luego se sumarían Carlos Montes y su mujer Gloria Cruz.

Tal vez por el rol cumplido en ambos países, lo llamaban «el capellán de los exiliados».

Al volver a Chile, a fines de los 80, trabajó en Ilades, y desde allí, junto a Fernando Montes, se lanza en la idea de crear una casa de estudios superiores, dando origen a la Universidad Alberto Hurtado. Fue a través de esa iniciativa que se acercó a los empresarios.

Su sobrina Consuelo Larraín cuenta que «el tío Chalo», como le decían en la familia "se dio cuenta de que había que unir los dos mundos, el popular y el empresarial, para que éstos últimos tomaran conciencia de la necesidad de vivir en un país más justo". De hecho, al mismo tiempo que impulsaba el MBA en la universidad, hacía trabajo pastoral en la Villa Francia, como recuerda Garretón, en cuya casa el cura Arroyo celebró sus 80 años el 2005: "Su idea era vincular el mundo empresarial con la responsabilidad social y por eso creó el MBA". ¿Habían cambiado a esas alturas sus ideas? "Si alguien después de vivir 40 años no cambia, no es un tipo consecuente, sino un reloj parado. El fue evolucionando en el tiempo y compartió esas reflexiones con sus amigos", señala el empresario socialista.

En sus últimos meses, el sacerdote tenía en su velador una foto de su madre, un cuadro del Padre Hurtado, un crucifijo y una radio a pilas, porque le gustaba estar informado de toda la actualidad nacional. Incluso preguntaba seguido por el movimiento estudiantil. Llegaba al final una trayectoria que, en la misa fúnebre del martes, el superior de los jesuitas en Chile, Eugenio Valenzuela, resumiría haciendo notar cómo Arroyo pasó "del Grange (su colegio) a la Compañía de Jesús, del sacerdocio al socialismo, del socialismo a la renovación, del exilio y el fracaso a la globalización, intentando comprender los cambios y de nuevo a la economía, ya no agraria sino empresarial".

 
Queremos conocerte. Por favor, responde esta encuesta.
Redes sociales
Redes sociales
Portada

Cerrar

img