Política
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Tironi desmenuza caso Alvarez: "Hay falta de incondicionalidad en el oficialismo... al primer perdigón se produce la desbandada"

Aunque dice que el ex ministro "debió haber aguantado más", también advierte que "a un político no se lo trata como a un empleado".

por:  Por Alvaro Valenzuela M./La Segunda
viernes, 30 de marzo de 2012
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Cuando asumió este gobierno, Eugenio Tironi sorprendió escribiendo una columna en que celebraba la llegada de profesionales jóvenes y exitosos al sector público. Decía que ellos contribuirían a la gestión estatal y luego, cuando volvieran al mundo privado, lo harían habiendo aprendido cosas importantes... Claro que -señala ahora el sociólogo, ex gurú comunicacional de Aylwin y asesor de la frustrada última campaña de Frei- nunca imaginó que la estadía de esos jóvenes en el Ejecutivo sería tan corta.

Obsesionado con la forma en que el Presidente Piñera -según su tesis- ha aplicado en el Gobierno el mismo estilo de hacer negocios que usaba como inversionista, Tironi ve allí la explicación profunda del episodio que significó la renuncia del ex ministro Rodrigo Alvarez en una administración que ya ha visto partir a varias de sus figuras.

Fiel al planteamiento de su libro- best seller «¿Por qué no me quieren?» -donde buscaba las razones de la baja popularidad del Mandatario-, el sociólogo está convencido de que el modo en que el Gobierno manejó la crisis de Aysén se parece más de la cuenta a la forma en que los inversionistas y los abogados corporativos suelen desarrollar sus negociaciones:

-En la lógica del mercado, una negociación es un póker en el que apuestas, amenazas, anuncias retirarte y luego vuelves, usas a personas como fusibles, haces una oferta y luego la retiras, y siempre siguiendo la frase de El Padrino : «nada personal». Allí, todos aceptan esa regla y son recompensados con un fee por los costos emocionales que ello tiene, porque costos hay: cuando te dejan en el aire, haciendo el ridículo, etc. En Aysén se aplicó la misma técnica: enviar al ministro Alvarez, cambiarle el guión en la mitad, endurecerse para luego abrirse... Pero no tomaron en cuenta que, cuando se trata de actores sociales y de políticos, sí hay algo personal.

-¿Por qué no funcionan ahí las mismas reglas?

-El discurso que hizo Alvarez el martes, tras renunciar, sonaría en el mundo de los banqueros de inversión o de los abogados corporativos de una ingenuidad abismante. Y el modo como se plantean los dirigentes de Aysén también suena de un candor extraordinario. Pero así se mueven las cosas en la política: la gente se molesta, se siente pasada a llevar, ninguneada y no hay nada que lo compense, ni un fee que le haga a Alvarez tragarse este inmenso sapo que le pidieron que tragara. Y él además no lo hace porque no se siente ni que es empleado del Presidente ni que es un asesor remunerado.

Claro, la política también tiene recompensas, vinculadas a valores que llevan a subordinar la propia dignidad a un bien superior. Pero eso tampoco funciona en este gobierno.

-¿Por qué no funciona? Igual que en las empresas, los políticos a menudo se tragan sapos...

-Es que el individualismo de la sociedad chilena se ha anidado en el mundo de la derecha con una intensidad muy superior al resto: hay una gran resistencia a subordinar apetitos individuales a fines colectivos... no sólo una resistencia: ese individualismo es un valor.

Segundo, sus costos de oportunidad son altos. ¿Qué aduce la mayoría de la gente que ha renunciado al Gobierno? Pérdidas. Con ello confirman que lo que condiciona su trayectoria de vida es la restricción económica... o sea, como que en el pecho llevan grabado «yo busco el lucro». Eso puede tener un pequeño recreo, pero el recreo es muy cortito y luego se vuelve al norte de su vida.

Y tercero, este gobierno, por su origen, por su composición, por esta cultura, no ha logrado construir una razón de ser suficientemente atractiva como para contener el individualismo y el fin de lucro de sus propios adherentes. Eso es algo que incluso logra hacer una empresa: crear una adhesión a la camiseta. Pero como este gobierno no está dirigido por un empresario sino por un inversionista, no ha tenido esa experiencia. Y es muy distinta la lógica de un broker a la de un empresario. El empresario tiene un aguante que no tiene un inversionista.

-En la Concertación, ¿el costo de oportunidad era menor? Para muchos en los anteriores gobiernos era buena oportunidad económica trabajar en el Estado.

-Lo que parecía un vicio en la Concertación hoy es una virtud. Porque había, primero, más adhesión ideológica. Segundo, más miedo: no sólo al vacío y a la miseria, sino también a volver atrás, a la violencia, a la dictadura, y eso disciplina. Tercero, eran personas que venían de una historia donde el servicio público, y particularmente el Gobierno, era el fin máximo. Y venían de una experiencia de vida, durante la represión, donde la sobrevivencia estaba dada por la cooperación, no por la competencia.

Todo esto fue visto por personas como Marco Enríquez como execrable: que las «sillas musicales», que no sueltan la teta, que no son capaces de vivir en el descampado. De acuerdo, pudo haber algo de eso. Pero, por otra parte, tú, para manejar algo tan complejo como el Estado, necesitas personas que tengan algún grado de incondicionalidad. La ausencia de incondicionalidad te lleva a lo que estamos viendo: que al primer cañonazo... en realidad basta un perdigón... se produce la desbandada.

-Pero Alvarez es un político.

-Pero a un político no se lo trata como a un empleado.

-Pero también un político aguanta más que un empleado.

-Yo creo que Alvarez debió haber aguantado más. Desde el momento en que se metió en esto, sabía la chichita con que se estaba curando. En los gobiernos de la Concertación conozco muchos casos... ministros que estuvieron renunciados meses. Ministros que estaban convencidos de tener que irse, de ser ya disfuncionales, con problemas de todo tipo, y los presidentes les decían: tú no te mueves.

Pero también otra cosa me ha llamado la atención: normalmente había algún intermediario. Querer irse es una conversación muy brusca, a la que no se somete al Presidente, por una cuestión de respeto a su majestad. En tiempos de Aylwin, si alguien iba a plantear este tema, hablaba con Boeninger. Podía en el último momento llegar el ministro a plantearle algo así al Presidente, pero él ya estaba advertido.

-¿No le llegaba la renuncia por mail?

-¡No le llegaba un mail estando en Corea! Eso no lo había visto jamás y denota un bajísimo respeto a la autoridad presidencial.

"No es claro que la UDI haya ganado mucho ingresando al Gobierno"

-¿Y cómo ve la reacción de la UDI, el sector más político del oficialismo, y que partió expresando solidaridad total al ex ministro?

-La UDI está muy complicada, porque se está cumpliendo el vaticinio de Jovino Novoa cuando dijo que la inclusión de Longueira y Chadwick en el gabinete estaba destinada a dividir a la UDI. Yo creo que se quedó corto: está destinada a pulverizarla. Toda ésta es una pugna intra UDI: el damnificado es Alvarez, el que lo emplaza es Chadwick, el que firma y se saca la foto con los dirigentes de Aysén es Larroulet, está Alvarado... Entonces, el que se suponía el partido más sólido de la coalición de gobierno, hoy está completamente fragmentado, no sólo respecto de Alvarez, sino también de la reforma tributaria.

-¿La UDI va a pagar un costo por haber entrado como lo hizo al Gobierno?

-A la luz de lo que se ve hoy, sí. Claro, si Longueira tuviera una aprobación como la que tiene Golborne, todo esto habría valido la pena, pero Longueira todavía está muy lejos de eso, aunque se ha proyectado como una figura importante. El costo ha sido un deslavamiento total de la UDI. Además, es curioso: la misma UDI que ha tenido la función de «guardián del modelo», hoy día está encargada de matarlo a través de algunos de sus ministros: el Sernac financiero, esto mismo de ofrecerle a Aysén zona franca, mientras Büchi o Novoa y un grupo de diputados jóvenes se mantienen en la ortodoxia... Entonces, no es muy claro que la UDI haya ganado mucho con este ingreso al Gobierno.

-En su momento, Ud. reconoció cosas positivas en que la derecha llegara a gobernar. A la luz de encuestas y conflictos, ¿puede terminar siendo una experiencia traumática para ese sector?

-Ernesto Aguila escribió una columna diciendo que la derecha ha perdido mucho poder estando en el Gobierno. ¡Genial! La derecha, en base a la sobremayoría que se exige para cambiar las leyes fundamentales, más el subsidio que recibe con el binominal, más sus redes en el mundo institucional, social, cultural y sus recursos económicos, tenía una capacidad de veto y de defensa del orden económico, social y político que hoy día ha perdido por el hecho de tener que hacerse cargo del Estado. Y, como bien dijo Hinzpeter, con una frase que es para el bronce: "No se puede gobernar con las ideas que uno tiene cuando está en la oposición"... ¡Esa frase es maravillosa! Y le faltó la que viene: cuando uno está en el gobierno, tiene que gobernar con las mismas   ideas que tenía el gobierno anterior, que es más o menos lo que ha ocurrido. Ahora, yo creo que para el país es maravilloso. Es un poco lo mismo que le pasó a la Concertación cuando llegamos al gobierno en los 90 y debimos abrazar el mercado y la empresa privada. Y ahora la cultura de derecha ha tenido que aprender lo que es el Estado, la negociación con los actores sociales.

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