"Si los partidos se convierten en meros hinchas acríticos y halagadores del movimiento social, están renunciando a su rol", plantea el ex asesor estratégico de Ricardo Lagos.
Foto FERNANDO HERRERA
La única militancia que ha tenido Ernesto Ottone, quien fuera uno de los integrantes del equipo de asesores del ex Presidente Ricardo Lagos, el mítico segundo piso, fue en el Partido Comunista. Pero de esa época ya ha pasado mucho tiempo, y el ahora académico de la Universidad Diego Portales no sólo se sitúa en la centroizquierda, sino que defiende la importancia de este sector.
"Me sentí muy cómodo en el gobierno de Lagos, donde la centroizquierda era una cultura. Y he votado por los candidatos de la Concertación de todos los partidos del bloque", destaca.
Mientras algunos impulsan la fusión del PPD, el PS y el PR, el sociólogo sostiene que "no veo una muralla china entre el centro y la izquierda. Hay mucha gente que se sitúa en ese lugar, y mucha que no se sitúa en ningún lugar y que espera una propuesta que los atraiga. Es ahí donde tiene que ampliarse la Concertación".
-¿Ve precipitación en las ideas que se han planteado para reformular el bloque?
-A mí me da la impresión un poco de eso. Hegel decía que el búho de Minerva, de la razón, emprende su vuelo en el crepúsculo. Es decir, tiene que haber una prudencia frente a los hechos y analizarlos bien. Creo que hay mucho análisis precipitado.
Pero es normal que, cuando se está en la oposición, y a dos años de estar en este lugar, se esté en pleno debate, es natural. El próximo año comienzan los procesos electorales. Además, es explicable que se produzca, porque ha habido un cambio fuerte en la sociedad chilena, que influye en la discusión de las alianzas políticas. Se ha concluido el primer ciclo de reformas que fueron impulsadas por los gobiernos de la Concertación. Si a esto se agrega la existencia de un gobierno que carece de un proyecto de país y la generación de un movimiento social que plantea demandas por mayores bienes públicos, nos obliga necesariamente a diseñar un nuevo impulso reformador. Y éste debe tener en su centro la disminución de la desigualdad: cómo Chile llega en unos años más al umbral del desarrollo, pero con una sociedad más igualitaria. Estamos en un período histórico, pero hay que tener claro que no podríamos pensar en este segundo ciclo de reformas sin que hubiese existido el anterior.
Este es un gobierno estupefacto
-¿Cómo se encuentra la Concertación para enfrentar esta etapa histórica?
-La encuentra en la oposición, frente a un gobierno de derecha que tiene enormes dificultades para entender lo que está pasando y que, para responder a las nuevas demandas, muchas veces debe contrariar sus creencias. Eso explica su baja calidad de conducción, que se traduce en un bajo apoyo ciudadano. Este es un gobierno estupefacto. El rostro del Presidente refleja esa estupefacción frente a lo que está pasando. No sabe cómo hacerlo, cómo responder a esta situación inesperada.
-La Concertación está enredada discutiendo su política de alianzas, su vigencia, hasta su nombre. ¿Cómo evalúa este cuadro?
-Tenemos una Concertación, una centroizquierda, que también tiene dificultades para valorar lo que hizo. Y esto es muy grave, porque uno se tiene que plantear la renovación, los cambios, la ampliación, desde su historia, desde lo que se construyó. No se tiene un mínimo orgullo por lo que se hizo. Y así es muy difícil que se pueda tener el apoyo para dirigir un nuevo ciclo de reformas.
-Entonces, ¿qué debería hacer la Concertación?
-Primero, la Concertación debe leer bien lo que está pasando, acercarse a la ciudadanía. Esto significa que los partidos políticos cambien y se abran a la ciudadanía, que sus dirigentes sean elegidos por mecanismos donde la gente participe y que no sean decisiones de las cúpulas, que no haya debates desde las alturas. Y segundo, un sistema político que permita que se expresen mejor las fuerzas políticas. Hay que cambiar el sistema binominal; es obvio que ya cumplió su tiempo. Eso significa que los partidos políticos tienen que cambiar su actuar, su modo de relacionarse con la ciudadanía, sus costumbres, sus prácticas. No es un problema metafísico.
-Ahora se ven dos bloques en la oposición: el eje DC-PS y el PPD, y el resto de las fuerzas que acusan a ambos partidos de ser «conservadores».
-Creo que ningún partido de la Concertación es conservador, pero todos tienen aspectos conservadores. Todos requieren renovarse. Hay que cambiar las prácticas indispensables que valen para todos los partidos de la Concertación y de la derecha. Esto es más profundo; creo que es reductivo ver solamente en términos de que éstos son los conservadores y éstos son los iluminados.
Segundo, una cosa son las alianzas políticas y otra cosa es el movimiento social. Es necesario confundir roles: el movimiento social tiene su propia autonomía. Lleva adelante la inclusión de nuevos valores, de nuevas metas, que hay que traducir en acuerdos. Y los partidos están llamados a jugar ese papel con autonomía, con espíritu crítico y con la responsabilidad que emana de la voluntad popular que legitima a sus parlamentarios. Si ellos se convierten en meros hinchas acríticos y halagadores del movimiento social, están renunciando a su rol de constructores de respuestas políticas.
-¿La fusión de los partidos de izquierda es una alternativa para sobrevivir?
-No soy particularmente entusiasta de esa idea. Pienso que Chile más bien tiene una tradición de coalición. Y eso siempre ha existido. El Frente Popular, por ejemplo. Incluso, en la república oligárquica eso existía. Hay que tener cuidado con violentar la historia. No creo que esto de la fusión sea un tema pertinente hoy. A la gente, esto le resulta muy ajeno. No le interesa ni siquiera al votante real o potencial de la centroizquierda. Segundo, creo que un elemento esencial de la centroizquierda es que debe estar el componente democratacristiano.
-¿Considera que sería un error conformar un frente político sin considerar a la DC?
-Como decía el francés Charles Maurice Talleyrand: algo peor que un crimen, un imperdonable error. El gran mérito, lo que permitió que Chile hiciera la transición democrática y lo que puede permitir generar una mayoría de nuevos cambios para estas nuevas tareas, es la presencia conjunta de la tradición socialcristiana con la tradición que viene de la izquierda socialdemócrata. En síntesis, si la izquierda decide separarse de la DC, más que un crimen, sería un error.
-Algunos van más allá y plantean que si la Concertación no se amplía hacia la izquierda, el PPD, por ejemplo, debería estar dispuesto a hacer "la travesía en el desierto". Eso fue lo que planteó Guido Girardi.
-La travesía del desierto es una idea que me resulta ininteligible desde el punto de vista político.
-¿Considera adecuada la fórmula del Frente Amplio uruguayo?
-Cada experiencia de país es distinta. Hay que cambiar las prácticas. El castigo de la gente a la Concertación no es metafísico, es por las prácticas políticas, y éstas tienen que cambiar.
Frente a eso, creo que no se trata aquí de hacer pequeños negocios y de sumar nombres o de sumar siglas. Esa es una sopa de letras que no significa mayor amplitud necesariamente. De lo que se trata es de abrirse a la ciudadanía.
"Hay una confusión de roles"
-Usted ha defendido la idea de renovar la Concertación y la necesidad de dar espacios a rostros nuevos. ¿Está desilusionado de las figuras que presenta la generación de recambio? La presidenta del PPD, Carolina Tohá, ha sido cuestionada en su partido y en la Concertación.
-No. Yo no tengo estados de ánimos sobre esto. Sin hablar de nombres, porque no es lo mío, y tampoco de generación, y más aún por lo mal que lo hace este gobierno, la centroizquierda no está haciendo del todo bien sus tareas. Requiere de un proyecto colectivo y de un diseño de futuro. Creo que hay una confusión de roles. La gente, lo que quiere, son respuestas a sus aspiraciones, y es eso lo que la Concertación tiene que hacer, porque el día que eso no se haga, la centroizquierda dejará de tener vocación de gobierno.
-¿Todavía le tiene fe a la Concertación?
-No hay que ser fetichista con los nombres, pero tampoco hay que demonizar los nombres. La Concertación tiene mucho que mostrar de una historia realizada. Yo soy de los que piensan que esa historia tiene más luces que sombras. Ahora, eso no significa que en algún momento se pueda adquirir otro nombre. Las cosas no son para siempre, pero lo importante son sus contenidos.
-¿Algunos plantean que Michelle Bachelet debe volver pronto para ordenar a la Concertación?
-Ese no es el debate de hoy. Bachelet es un tremendo patrimonio, y hay que cuidarlo y no hay que usarlo para pequeños juegos particulares, individuales y mezquinos. Ella está cumpliendo un gran rol donde está.
-¿Fue un error fijar como fecha de la refundación de la Concertación el 5 de octubre?
-Estos cambios no tienen por qué tener ni funerales ni bautizos. No sé si es un error. Entiendo el valor de los ritos, pero soy bastante lejano a eso. Hay momentos que marcan: por ejemplo, los 30 años del golpe, pero no hay que abusar de las fechas. Por muy religioso que uno sea, no se pueden hacer misas cada cinco minutos.