Muy buenas tardes, amigas y amigos de La Segunda, porque eso es lo que hoy nos convoca.
Yo quiero empezar no sólo por felicitar, sino que también agradecer a La Segunda por sus 80 años de vida. Porque para todos nosotros, ese grito que escuchamos alrededor de las 2 de la tarde, de los suplementeros de La Segunda, significa encontrarse con una noticia entretenida, actual y siempre fiel a la verdad, y que no solamente nos informa, sino que además muchas veces nos provoca, nos orienta y siempre nos entretiene.
Un domingo 26 de julio del año 1931, a propósito de la caída del Presidente Ibáñez, La Segunda vio por primera vez la luz del Sol. Entonces no se llamaba La Segunda, fue una edición extraordinaria de La Ultima Hora, pero se transformó en La Segunda y se transformó en ese diario vespertino que a todos nos llega a nuestras manos y que se ha transformado en parte de nuestras vidas.
Eran los tiempos en que caía el Presidente Ibáñez, eran tiempos de mucha convulsión en nuestro país, eran tiempos en que nuestra capital apenas tenía 600 mil habitantes, nuestro país apenas tenía 4 millones de habitantes y estábamos en medio de una de las peores crisis económicas y políticas que haya afectado no solamente en Chile, sino que al mundo entero. De hecho, Chile se consideró en esos tiempos el país más afectado y más golpeado por la crisis.
Y por eso quiero hoy día saludar, felicitar y agradecer a su directora, Pilar Vergara, a la cual conozco desde que tengo uso de razón. Saludar también a su antecesor, Cristián Zegers, saludar a todos los que le han dado vida a esta Segunda, a los editores, a los periodistas, a los reporteros, a los trabajadores y también, con mucha simpatía, a los suplementeros, que a veces los buscamos con ansiedad, y cuando no los encontramos, es cuando nos damos cuenta de cuánta falta nos hace La Segunda.
Yo quisiera, en primer lugar, recordar que en los tiempos en que nació La Segunda, eran tiempos muy convulsionados, caía un gobierno, el país enfrentaba una crisis, se sublevaba la Armada, eran tiempos de crisis, y da la impresión de que tenemos que acostumbrarnos a vivir en tiempos de crisis, pero entendiéndolos en la forma correcta, como le da el significado la sabiduría china, de que es un problema y es una oportunidad. Y, en consecuencia, los países enfrentan una encrucijada, porque en tiempos de crisis los países tienen que escoger un camino, y en tiempos de crisis es cuando más se requieren los liderazgos visionarios, los liderazgos con coraje y los liderazgos que no se dejan torcer por la fuerza de los vientos.
Por eso yo querría, en primer lugar, hacer una breve defensa de la libertad de expresión y de la libertad de información. Por una razón muy simple: cuando existe, no la extrañamos y no la defendemos, y cuando deja de existir, muchas veces es demasiado tarde para defenderla.
Y, por tanto, como siempre surge esta tentación por pensar que los males están en los medios de comunicación y que restringiéndolos o controlándolos vamos a mejorar la sociedad, yo quiero aprovechar esta oportunidad de hacer una defensa, tal vez recordando las palabras de los padres fundadores de las dos grandes potencias del siglo pasado. Jefferson dijo que “si tuviera que escoger entre un gobierno sin prensa o una prensa sin gobierno, se quedaría definitivamente con lo segundo”. En cambio Lenin dijo, “por qué, cualquier persona por el solo hecho de poder comprar una imprenta, tiene el derecho de difundir ideas perniciosas para poner en dificultades al gobierno”.
Esas dos visiones de la libertad de prensa y de la libertad de expresión explican muy bien la evolución de esas dos grandes potencias del siglo pasado, como fueron los Estados Unidos de América y la Unión Soviética.
Pero además de eso, yo siempre creo que aunque a veces la libertad de expresión, particularmente cuando uno está en el Gobierno, puede incomodar, yo prefiero el ruido de una prensa libre, al silencio de una prensa amordazada.
Y por eso, nuevamente reiterar nuestro compromiso con la verdadera libertad de expresión, libertad de información, que siempre hay que resguardarla y protegerla, porque aunque a veces uno no se da cuenta, tiene enemigos poderosos. Y basta mirar a otros países del continente para comprender perfectamente lo que estoy mencionando.
Yo quisiera hacer una brevísima historia de Chile, para empezar a pensar en el presente y en el futuro.
Chile fue la colonia más pobre del reino español. Solamente un aventurero como Diego de Almagro quiso probar suerte en nuestro país y volvió el poco tiempo con las manos vacías y hablando mal de nuestro país. Y, por tanto, se requirió un romántico y un enamorado, como fue Pedro de Valdivia con Inés de Suárez, para volver a probar suerte y regresar a nuestro país e iniciar realmente el proceso de la colonización.
Pero, sin embargo, a partir de nuestra Independencia el año 1821, cuando consolidamos nuestra Independencia, a Chile le tomó muy poco tiempo, y fue de los primeros países de América Latina en lograr consolidarse como sociedad, establecer una democracia estable, fijar reglas del juego. Y así fue que con la acción muy premonitoria de un Diego Portales, Chile configuró los primeros tres decenios, el de Prieto, el de Bulnes y el de Montt, que nos permitieron lograr una enorme ventaja de desarrollo, de progreso en el contexto de América Latina.
Eso tal vez fue lo que nos permitió enfrentar con éxito dos guerras, contra la Confederación el año 36, y la Guerra del Pacífico, el año 79.
Y además, Chile logró durante ese primer siglo de vida, gracias a esa estabilidad que logramos consolidar, un progreso que nos distinguió de otras naciones. De hecho, con la Guerra del Pacífico nuestro país no solamente logró adquirir nuevos territorios, las actuales Tarapacá y Antofagasta, sino que además pudo disfrutar de la bonanza del oro blanco, la bonanza del salitre.
En esos tiempos el salitre representaba más de la mitad de los ingresos del fisco, casi el 80% de nuestras exportaciones, permitió un progreso notable en términos de obras públicas, simultáneamente con una reducción de prácticamente todos los impuestos.
Sin embargo, esa riqueza no nos unió, puesto que fue durante el periodo de auge del salitre cuando tuvimos que enfrentar la revolución del año 91. Y no la supimos aprovechar.
Y por eso la primera oportunidad de transformar a Chile en un país desarrollado la perdimos a fines del siglo XIX.
De hecho, esa primera mitad del siglo XX que siguió a esa bonanza, y que se quebró bruscamente con el descubrimiento del salitre sintético y con la crisis del año 29, fue una mitad en que Chile mostró grandes asimetrías, porque fue débil en cuanto a desarrollo económico, fue moderada en cuanto a desarrollo político, fue muy pobre en cuanto a desarrollo social y sin embargo fue muy rica en lo que se refiere a desarrollo cultural.
En esos tiempos, en una escuela de Temuco, una directora le prestaba libros a un alumno. La directora era ni más ni menos que Lucila Godoy y el alumno era Neftalí Reyes, los dos de origen humilde y que terminaron siendo Premios Nobel de Literatura.
Pero además, esa primera mitad del siglo, fue una primera mitad y lo mismo ocurre con la segunda mitad en que Chile no tuvo guerras. En el siglo anterior habíamos tenido cuatro guerras: la Guerra de la Independencia, la Guerra de la Confederación, la Guerra del Pacífico y la Guerra Civil del año 91.
Vino después una segunda mitad, que se caracterizó por la ideología, el enfrentamiento, las posiciones antagónicas, la guerra fría, la revolución cubana. Chile se dividió en tres tercios, y durante ese período se probaron prácticamente todos los experimentos políticos y sociales que existían en el imaginario popular. Basta comparar lo que fue el Gobierno del Presidente Alessandri con lo que fue la revolución en libertad del Presidente Frei o la vía chilena al socialismo del Presidente Allende, o lo que significó el Gobierno Militar, para darnos cuenta que no quedó ningún modelo sin probar y sin experimentar.
Pero además, fueron tiempos en que el mundo entero se dividió en bloques irreconciliables.
Nosotros sabemos que los siglos cronológicos no coinciden con los siglos históricos. De hecho, el siglo XX, histórico, no comenzó el año 1900. Nada importante pasó ese año. Comienza bruscamente el año 1914, con la Primera Guerra Mundial, la guerra de las trincheras, la guerra de los 20 millones de muertos, la guerra en que Clemaseau llamaba a los soldados franceses a ponerse de pie, a los muertos, para defender a la Francia, la Revolución de octubre el año 17, y así se configuró nuestro siglo XX, con dos bloques irreconciliables, que no tenían capacidad de diálogo alguno, que disentían en todo, que tenían distintos modelos para el desarrollo político, el desarrollo económico y el desarrollo social, se acumularon armas atómicas suficientes para destruirse mutualmente muchas veces, que vivían con temor mutuo de ser destrozados o ser aniquilados, que acumulaban esas armas unos en el Pacto de la OTAN, los otros en el Pacto de Varsovia.
Y ese fue el mundo en el cual nosotros nacimos, y ese fue el siglo XX, siglo que es parte de nuestra historia, pero que ya no es parte de nuestro presente ni tampoco de nuestro futuro.
Porque ese siglo tampoco terminó el año 2000, termina el año 1988, cuando en forma sorpresiva caen los muros, se derrumba el Muro de Berlín, se derrumba la Cortina de Hierro, se unifican las Alemanias, y este mundo bipolar al cual nos habíamos acostumbrado, se transforma en un mundo nuevo.
Y además, esa caída del siglo XX y esa caída del contraste entre dos modelos irreconciliables, coincide con la recuperación de la democracia en nuestro país, con el plebiscito del año 88 y con las elecciones libres del año 89.
Y esa recuperación de la democracia nos pone a nosotros con un nuevo desafío, porque a partir de entonces hemos tenido que enfrentar grandes desafíos.
América Latina ha cumplido 200 años de vida independiente, y lo ha tenido todo: un territorio generoso, un pueblo homogéneo, no ha tenido las guerras que cruzaron a Europa el siglo pasado, no ha tenido las confrontaciones religiosas que sacudieron a Irlanda, donde se mataban en nombre del mismo Dios, no ha tenido los conflictos raciales que dejaron los ingleses al dividir África en forma arbitraria, dejando muchas veces tribus que tenían rivalidades ancestrales, en el mismo país. Y a pesar de todo ello, no hemos podido aprovechar nuestras oportunidades.
Algunos creen que detrás de eso había un designio, un designio de Dios, y creían que las colonias españolas iban a ser para siempre subdesarrolladas y las colonias sajonas iban a tener caminos más cortos hacia el desarrollo. Bueno, eso sin duda no es así, la respuesta no está en un designio de Dios, la respuesta está dentro de nosotros mismos.
Y por esa razón, cuando Chile ha tenido que enfrentar dos grandes desafíos, dos grandes transiciones, la primera fue la transición de un Gobierno militar a un Gobierno democrático, que en muchos países del mundo se ha hecho en medio de la crisis política, el caos económico, la violencia social, en nuestro país no fue así, fue una transición que es considerada ejemplar y que muchas veces se la ubica, junto a la transición española, como un verdadero ejemplo de cómo hacer ese camino desde los gobiernos militares hacia los gobiernos democráticos. Porque en muchas otras partes ese camino se hace dando nacimiento a democracias débiles, que a poco andar tropiezan y vuelve el ciclo de la inestabilidad entre gobiernos democráticos y gobiernos autoritarios.
En Chile fue muy distinto, y fue fruto de la sabiduría de muchos que supieron entender el rol que les correspondía en ese momento de la historia y dejar atrás posiciones extremas, de aquellos que decían “de la Constitución del 80 no vamos a aceptar ni la primera palabra”, o aquellos que decían “a la Constitución del 80 no le vamos a cambiar ni siquiera una sola coma”. Fueron otras las fuerzas que predominaron y explican por qué nuestro país logró esta transición que en muchos sentidos es una transición ejemplar.
Pero esa es una transición vieja, que ya la hicimos, y no podemos seguir viviendo de los éxitos o de los logros del pasado.
Hoy día nuestra generación está enfrentando una segunda transición, que es dejar atrás el subdesarrollo y la pobreza y transformar a Chile en el primer país de América Latina que pueda decir con orgullo, y también con humildad, antes que termine esta década, hemos sido capaces de derrotar el subdesarrollo, de derrotar la pobreza y lograr aquello que fue el anhelo, el sueño de nuestros padres, de nuestros abuelos, pero que si bien siempre lo anhelaron, nunca lo lograron
Y por esa razón yo quiero recordar, estamos en medio de esa segunda transición.
Chile es un país que tiene 15 mil dólares de ingreso per cápita, el más alto de América Latina, pero estamos a mitad de camino de alcanzar los niveles de ingreso, y no solamente de ingreso, porque cuando hablamos de desarrollo estamos pensando en un desarrollo integral, que tienen hoy día los países de la OCDE, los países de Europa, ese selecto y pequeño club de países sabios que han logrado compatibilizar democracia, desarrollo, igualdad y paz.
Por eso que cuando uno mira hacia atrás, uno puede distinguir que después de haber perdido la oportunidad de fines del siglo XIX, en que se escribieron toneladas de libros y ensayos con este desafío de que Chile alcanzaba el desarrollo, tuvimos una nueva oportunidad, porque si uno se remonta a un periodo que yo considero que fue un periodo muy fecundo para nuestro país, entre el año 86 y el año 97, doce años, que yo califico como años de vacas gordas. En primer lugar, porque supimos recuperar nuestra democracia con sabiduría, con visión, pero además porque fue un periodo muy político. Chile logró en esos tiempos crecer a más del 7%, crear más de 200 mil empleos al año, aumentar las inversiones, mejorar la integración con el mundo, recuperar y fortalecer los equilibrios macroeconómicos y avanzaba a pie firme hacia el desarrollo.
Por eso que varios Presidentes, con razón, partiendo por el Presidente Frei y el Presidente Lagos, plantearon como una meta que nuestro país llegara al Bicentenario como un país desarrollado. Y si uno se remonta a ese tiempo, íbamos en la dirección y en el ritmo adecuado para haber podido alcanzar esa meta de ser un país desarrollado, junto con la celebración del Bicentenario.
Sin embargo, las cosas cambiaron.
Y desde el año 98, con la crisis asiática, hasta el año 2009, y éstas son apreciaciones objetivas, vivimos un periodo muy distinto al que habíamos conocido en el periodo anterior.
Basta recordar algunas cifras: el crecimiento de la economía se redujo a menos de la mitad, la creación de empleos se redujo a menos de la mitad, la inversión empezó a caer, la productividad se vino en picada y terminó siendo negativa.
Pero además de eso, yo siento que durante este segundo periodo también experimentamos una cierta pérdida en la calidad de la democracia y de la convivencia, que había sido ejemplar, particularmente con la forma en que recuperamos nuestra democracia y la forma en que consolidamos nuestra democracia en las primeras partes de la década de los 90.
Y por esa razón durante nuestra campaña presidencial nosotros le planteamos al país la necesidad de un cambio, y planteamos que queríamos ponernos una meta grande, ambiciosa, que era hacer de Chile un país desarrollado antes que terminara la década. Y por esa razón desarrollamos en nuestro programa de Gobierno una meta: Chile país desarrollado, sin pobreza, con mayor igualdad de oportunidades, durante esta década, es decir, un proyecto para nuestra generación, la generación del Bicentenario.
Y, simultáneamente, expresamos esa misión de distintas maneras. En algunos casos planteábamos crear una sociedad de seguridades para todos, de oportunidades para todos y de valores sólidos.
Pero también lo tradujimos en 7 grandes compromisos o tareas que nuestro Gobierno se comprometió acometer, y que eran recuperar la capacidad de crecimiento, que la habíamos perdido. Chile estaba creciendo cada vez manos, estábamos por debajo del 3%, y dado el crecimiento de la población, eso prácticamente nos alejaba cada vez más de la meta de conquistar el desarrollo; crear un millón de nuevos empleos; terminar con la pobreza extrema y sentar las bases para derrotar la pobreza; mejorar sustancialmente la calidad de la educación y la calidad de la salud; enfrentar de otra forma y con una nueva voluntad la lucha contra la delincuencia y contra el narcotráfico; y hacer un esfuerzo muy grande por modernizar el Estado y revitalizar la democracia.
Esos fueron los 7 ejes con los cuales nos comprometimos durante la campaña.
Entremedio, tuvimos que sufrir los embates del terremoto del 27 de febrero del año pasado, hace sólo un año y medio. El sexto peor terremoto en la historia de la humanidad, era el quinto, hasta que llegó el de Japón, que fue ligeramente mayor. Hoy día conocimos las declaraciones del Primer Ministro japonés, que dijo que durante este año Japón no iba a crecer, sino que se iba a contraer, y fijó en 10 años el periodo de la recuperación de esa economía, que es una de las tres economías más grandes del mundo. Para que podamos ver lo que significa un terremoto de la magnitud del que debió enfrentar Chile y Japón en las posibilidades de los países.
En Chile ese terremoto ocurrió hace apenas 1 año y medio, y fue sin duda un terremoto devastador, devastador: perdimos 1 de cada 3 escuelas, 1 de cada 3 hospitales, cientos de puentes, miles de kilómetros de carreteras, perdimos 220 mil viviendas, perdimos puertos, perdimos aeropuertos, y fue una cosa absolutamente devastadora para la situación que enfrentaba en esos tiempos la economía chilena.
Pero sin embargo nosotros asumimos la responsabilidad de enfrentar la reconstrucción del terremoto y simultáneamente mantener nuestro compromiso con los 7 ejes de nuestro Gobierno.
Y yo creo que es bueno de repente pararse un poco y hacer un balance objetivo, destacando no solamente los logros, sino que también las deficiencias, no solamente los aciertos, sino que también los errores.
En materia de reconstrucción. En lo que se refiere a puentes, puertos, aeropuertos, carreteras, embalses, canales de regadío, obras de agua potable rural, prácticamente ya cumplimos la tarea.
Donde estamos atrasados es en el tema de las viviendas, donde hemos logrado entregar aproximadamente 158 mil subsidios, hay más de 50 mil obras iniciadas, pero hay solamente 23 obras terminadas y entregadas. Y ahí tenemos, y a eso obedeció uno de los acuerdos que se logró en el Congreso, que acelerar el ritmo y acelerar el rumbo.
Pero yo quisiera brevemente referirme a los otros 7 ejes de nuestro Gobierno.
En materia de crecimiento. Dijimos que íbamos a crecer al 6%. Nuestra economía ha crecido en promedio durante nuestro Gobierno a un poco más del 7%. Yo creo que eso es algo que posiblemente no va a perdurar, pero la meta de seguir creciendo al 6%, que es lo que requerimos para que Chile sea un país desarrollado antes que termine esta década, es una meta con la cual seguimos firmemente comprometidos.
Prometimos crear un millón de nuevos empleos en un periodo de 5 años. Hemos superado en el primer año de Gobierno la cifra de los 500 mil empleos.
Y, afortunadamente, la creación de empleos sigue siendo muy dinámica y muy fuerte, y por tanto la meta de crear ese millón de empleos la vemos hoy día con más tranquilidad y con más certeza que como la veíamos cuando durante la campaña la planteamos, y muchos creyeron que era solamente demagogia o esperanzas.
Pero además de eso, es importante destacar los otros 5 ejes de nuestro Gobierno.
En materia de derrotar la pobreza extrema. Las grandes tareas en esa materia son institucionales: crear el Ministerio de Desarrollo Social, que espero se apruebe en el Congreso en los próximos días o semanas, establecer el ingreso ético familiar, que es una nueva forma de aproximarse al problema de la pobreza. Porque nosotros vemos que la pobreza y las desigualdades tienen muchas causas, pero sin duda si tenemos que buscar las más importantes, son: la mala calidad de la educación que afecta a los sectores más vulnerables, la falta de buenas oportunidades de empleos que sufren los sectores más vulnerables y la debilidad de las familias en los sectores más vulnerables.
Y, por tanto, para enfrentar la pobreza lo estamos haciendo igual como se hace con una tijera para cortar un papel, con las dos hojas, la primera apunta a las causas, mejorar la calidad de la educación, crear buenos empleos, fortalecer la familia. Pero en el intertanto, porque eso va a tomar tiempo, estamos usando también la otra hoja, que apunta esencialmente más que a las causas, apunta a paliar, a atenuar las consecuencias de la pobreza y la desigualdad.
Y a eso está orientado el programa del ingreso ético familiar, que tiene dos componentes, un componente de dar seguridades, ese es un aporte incondicional por el solo hecho de la condición de pobreza que afecta a la familia, pero tiene otro pilar, que es el pilar del esfuerzo, del mérito, del logro, que significa premiar a aquellas familias que se esfuerzan, premiar cuando sus hijos tienen buena asistencia al colegio, premiar cuando sus hijos mejoran sus resultados en la prueba Simce, premiar cuando algunos de sus miembros encuentra empleo, premiar incluso cuando la familia logra superar la situación de pobreza. Porque nosotros entendemos que esa red de protección social, en un país con las brutales desigualdades que existen en nuestro país, se requiere, tiene que estar ahí firme, eficaz y oportuna.
Pero no debe ser una telaraña que capture o atrape para siempre en una dependencia o un asistencialismo, sino que tiene que ser una red que junto con entregar seguridad, también entregue oportunidades para que la gente pueda superar la situación de pobreza, en una alianza estratégica, su propio esfuerzo más el compromiso y la ayuda del Estado.
En materia de educación. El año pasado hicimos un esfuerzo inmenso y logramos un acuerdo nacional para la reforma, que se denominó la Ley de Calidad y Equidad en la Educación, que se refería a la educación escolar. Y quiero agradecer profundamente la buena voluntad y la colaboración que encontramos en el Congreso frente a ese tremendo desafío.
Pero todavía nos queda muchos caminos por recorrer. O sea, todavía tenemos niveles de cobertura y de calidad tremendamente insuficientes a nivel preescolar, y muchas veces el no llegar con esa ayuda preescolar oportuna, significa que las diferencias desde la cuna se hacen irreversibles y, por tanto, reproducimos el ciclo de la injusticia y de las desigualdades en nuestro país. Y, por tanto, la prioridad de llegar con la cobertura hacia los sectores más vulnerables, desde lo más cercano posible a la cuna, para corregir las diferencias que vienen desde la cuna y que no se proyecten hasta la tumba, es parte de la tarea que estamos trabajando, donde se avanzó mucho en los gobiernos anteriores, pero que nos queda más de la mitad por avanzar.
Pero también tenemos el desafío de la educación superior, y a eso apunta el Gran Acuerdo Nacional por la Educación, GANE, que lo que busca es corregir algo que tiene que ver con mejorar la calidad, mejorar el acceso y mejorar los mecanismos de financiamiento, para que el sueño de la educación superior no se transforme en una pesadilla, como le ocurre a tantas familias en nuestro país. Yo he visto con mis propios ojos cómo familias tienen que escoger muchas veces qué hijo va a la educación superior, y se le abren todas las puertas de las oportunidades, y qué hijo se queda simplemente con una educación básica o media y se le cierran todas las puertas de las oportunidades. O que tengan que asumir una carga financiera que hace que el sueño se transforme en pesadilla, o que muchas veces los estudiantes egresen con una mochila que les hace la vida muy difícil.
Por eso, este Gran Acuerdo Nacional por la Educación apunta, entre otras cosas, a mejorar la calidad, el acceso y el financiamiento y, al mismo tiempo, cambiar y mejorar la institución y la gestión de nuestra educación superior.
En el terreno de la educación hemos logrado algunos éxitos, algunos logros. La última prueba Simce mostró un cambio significativo de tendencia y mejoró sustancialmente, quebrando lo que era una tendencia al estancamiento en la calidad de la educación. Es un paso en la dirección correcta, no es una victoria final, tenemos que seguir perseverando en ese frente, porque yo estoy convencido que la educación es la madre de todas las batallas y que la batalla del futuro, del desarrollo, la vamos a tener que ganar en el terreno de la educación y que eso requiere un acuerdo y una alianza estratégica de los jóvenes, porque se trata de su vida, de su futuro, en la sala de clases, de los profesores en las aulas, de los directores en las instituciones, de los parlamentarios en el Congreso, de los alcaldes en sus comunas, de los padres en sus hogares y, por cierto, del ministro de Educación y de este Presidente en La Moneda.
En materia de salud, que fue otro eje. Próximamente vamos a presentar nuestra reforma al sistema de salud. Durante este año y medio nos hemos dedicado esencialmente a mejorar la gestión del sistema de salud, a reducir, por ejemplo, las listas de espera AUGE, que cuando llegamos eran 380 mil personas, a las cuales no se les estaba cumpliendo la ley, porque la esencia del sistema Auge era garantizar una atención eficaz y oportuna, con un financiamiento adecuado. Y a 380 mil personas esa promesa que estaba en la ley no existía en la realidad.
Y, por tanto, mejorar la gestión para reducir las listas de espera Auge, que desde 380 mil que existían al 11 de marzo se han reducido a menos de 50 mil hoy día, y tenemos el compromiso, y estamos trabajando duramente para llevarlas a cero antes que termine este año.
Simultáneamente, también había largas listas de espera de enfermedades no Auge, y hemos diseñado un programa para atacar también esas listas de espera, porque detrás de una persona que espera por una operación de caderas, de artrosis de rodilla, hay un sufrimiento muy grande, que a veces no se expresa en las protestas ni en las manifestaciones, pero que es muy profundo y muy fuerte.
Y por eso también estamos trabajando en terminar con las listas de espera de enfermedades no Auge, hemos logrado ya reducir de 90 a 72 mil durante los meses que estamos aplicando este nuevo programa. Viene una reforma a la gestión de la salud pública y vamos a proponer también una reforma a las Isapres, que apunta esencialmente a crear un plan universal de salud, que se le va a garantizar a todas las chilenas y chilenos, por el solo hecho de haber nacido en esta patria, y con un nuevo mecanismo de financiamiento más solidario.
En el tema de la delincuencia y la droga tuvimos grandes logros durante el año 2010 y hemos tenido retrocesos, al menos según una encuesta que acabamos de conocer, durante este año.
Hemos estudiado a fondo, junto con el ministro del Interior y Seguridad Ciudadana, para entender las causas. Son muchas, pero por sobre todo, para acelerar el ritmo y el compromiso, porque esa es una pelea que simplemente no podemos perder, el devolverle a la gente su derecho a vivir con mayor paz, con mayor seguridad, con mayor tranquilidad, es parte de su libertad y es parte de su felicidad. Y basta tener contacto con los grupos más vulnerables o de clase media para ver lo que significa vivir con permanente temor en las calles, en las plazas, en los lugares públicos, e incluso en sus propios hogares.
Y, finalmente, el séptimo eje, he hablado de crecimiento, empleo, pobreza, educación, salud, delincuencia y drogas, es el tema de modernizar el Estado. Y ahí está una agenda muy importante, que apunta a modernizar el Estado, que tiene que ver con la Agencia que se va a preocupar de la calidad de las políticas públicas, que tiene que ver con la agenda de impulso competitivo y que busca hacer del Estado un socio eficaz para enfrentar los desafíos del siglo XXI, en una carga pesada que proviene de un siglo XIX donde se creó el Estado chileno, parchado durante el siglo XX y que ya no resiste los desafíos del siglo XXI.
Y también el tema de revitalizar nuestra democracia. Tenemos plena conciencia que nuestra democracia está dando signos de fatiga, fatiga de material y que no es prudente, de hecho es muy imprudente desatender esos signos.
Requerimos una democracia más vital, más legítima, más participativa, en que la ciudadanía se sienta más incorporada, porque de lo contrario ese divorcio entre la política y la ciudadanía puede convocar o puede culminar en problemas de gran magnitud no solamente para los políticos, sino que para la sociedad entera.
Por eso, o mejoramos la calidad de la política o la sociedad entera va a seguir ese trayecto que tenemos que enfrentar.
Por eso yo quiero decir hoy día con meridiana claridad que vamos a seguir impulsando la inscripción automática y el voto voluntario, que va a permitir incorporar a 4 millones de chilenos, la inmensa mayoría de ella jóvenes, a nuestra democracia, porque nos hacen falta, porque los necesitamos. Que vamos a seguir conversando, porque queremos otorgarle el derecho a voto a los chilenos en el extranjero. Y podemos discutir qué significa el vínculo, estamos abiertos a encontrar nuevas fórmulas, las estuvimos conversando hoy día largamente con los ministros del comité político, de cambiar la fórmula, tal vez establecer que los chilenos en el extranjero deban inscribirse previamente y con eso manifiestan su intención, su compromiso y su voluntad de participar.
Queremos impulsar también la iniciativa popular de ley, facilitar y hacer más expeditos los plebiscitos comunales, establecer un sistema de primarias voluntarias pero vinculantes para permitir mecanismos más democráticos de selección de los candidatos, también elegir a los Cores, los consejeros regionales, en forma democrática y directa, como lo estableció la reforma constitucional, la ley la vamos a presentar en los próximos días o semanas, entregar más atribuciones a los gobiernos comunales y a los gobiernos regionales, para acercar el gobierno a la gente, porque los gobiernos comunales son las manos del Estado, y queremos que esas manos sean más cariñosas pero, al mismo tiempo, más limpias, pero también más eficaces.
Y, por supuesto, proponer un cambio en el sistema de reemplazo de los parlamentarios. El Gobierno va a proponer un cambio en el sistema de reemplazo. Y hemos estimado que la mejor fórmula es que cada candidato a diputado o senador, al momento de presentarse ante la ciudadanía, lleve un suplente, para que los votantes sepan que si cualquier situación hace que deba ser reemplazado, va a ser reemplazado por alguien que ellos conocieron desde el primer minuto y cambiar la fórmula actual que hemos probado mucho, desde el compañero de lista, hasta la decisión de los partidos políticos.
Y también, una nueva ley de partidos políticos, que los haga más democráticos, que los haga más participativos, que aumente su legitimidad. Y, por supuesto que estamos dispuestos a buscar un entendimiento para perfeccionar nuestro sistema electoral, porque hemos hablado mucho del sistema electoral, 20 años, pero no se ha presentado un solo proyecto concreto y específico que apunte a un perfeccionamiento de nuestro sistema electoral, y estamos absolutamente abiertos para ese diálogo.
Yo quisiera decir también que durante mucho tiempo pensábamos que los viejos pilares del desarrollo eran suficientes: una democracia estable, una economía de mercado con equilibrios macroeconómicos.
Yo quiero afirmar hoy día que eso es absolutamente necesario, pero totalmente insuficiente. Tenemos que construir los nuevos pilares, que son los que nos van a permitir recorrer la segunda mitad de este camino hacia el desarrollo. Y entre ellos están, en primer lugar, mejorar la calidad de la educación, de la educación formal, pre-escolar, escolar y superior, y también de la educación no formal, que es la capacitación, porque en las sociedades modernas, los procesos de educación son permanentes.
Duplicar nuestra inversión en ciencia y tecnología. Lo hemos dicho muchas veces, pero no hemos avanzado lo suficiente, y en el presupuesto del año 2011 va a haber una inyección de recursos muy poderosa para aumentar sustancialmente la inversión que hace la sociedad chilena en innovación, en tecnología y la ciencia.
Fortalecer y promover la innovación y el emprendimiento, que es tal vez el único verdadero recurso renovable e inagotable que tenemos.
Afortunadamente hemos recuperado la capacidad de crear emprendedores. Durante el primer año de nuestro Gobierno se crearon 38 mil nuevos emprendedores, por lo cual, la meta de no solamente crear 1 millón de empleos, sino que también crear 100 mil nuevos emprendedores, está cerca. Y hemos aumentado casi en un 70% la capacidad de generar emprendedores y emprendimientos, que es lo que vitaliza a nuestra sociedad y permite, además, una sociedad más justa, más diversa, más equilibrada.
Adicionalmente a eso, yo diría que el tema de modernizar el Estado, al cual me refería hace un momento, y el desafío de hacer de Chile una sociedad más igualitaria, son cinco pilares que simplemente no podemos seguir eludiendo si de verdad queremos transitar a pie firme y construir sobre roca y no sobre arena, el camino hacia un país desarrollado.
Por eso, cuando uno analiza hoy día lo que está pasando en la sociedad chilena, todos estamos viendo una nueva ciudadanía, no es la misma que teníamos hace muy poco tiempo, hay una nueva ciudadanía, que tiene mucho mayor conciencia de sus derechos, que es mucho más exigente con los resultados, que está mucho más empoderada y que a veces también es muy impaciente. Esa es la nueva ciudadanía que estamos viendo. Es la ciudadanía que se expresa en las protestas, en las manifestaciones, en las tomas, en las huelgas de hambre. Pero no solamente ahí, porque también hay una mayoría de chilenos que si bien no usa esos mecanismos de expresión, también quiere sentirse más empoderado, quiere sentirse más escuchado, quiere sentirse más protagonista.
Y hay muchas teorías de por qué ocurre esto.
Yo he leído a tantos analistas, cada uno tiene su teoría, la expone con brillantez, a uno lo convence. Después lee otra totalmente contradictoria, con la misma brillantez, también lo convence. Son contradictorias, yo estoy de acuerdo con todas.
Unos dicen que es un fenómeno universal, y lo ligan con lo que está pasando en el Norte de Africa, en el Sur de Europa, en los Estados Unidos. Otros dicen que es una reacción a la crisis financiera. Esa es una tesis de intelectuales españoles, que dicen que la elite europea no supo visualizar la crisis, no la supo enfrentar, tiene a Europa en una situación crítica y además pretenden seguir dictando cátedra. Y es una rebelión contra una elite que no fue capaz de cumplir con su responsabilidad.
Otros dicen que es porque hay una cierta actitud beligerante hacia un gobierno de centro-derecha. Otros dicen que es simplemente la recuperación de un año muy tranquilo y calmado, como fue el año pasado, producto del terremoto, y que en este año nos estamos poniendo al día con las manifestaciones que no existieron el año pasado.
Otro dicen que hay una inflación de las expectativas y que hoy día nada satisface a los actuales ciudadanos.
En fin, yo pienso que todas ellas pueden tener algo de razón, pero también noto con preocupación que hay una especie de debilitamiento del sentido del bien común y un exaltamiento del bien particular, que cada uno quiere lograr sus resultados a cualquier costo.
Y también veo que, en cierta forma, en cierta forma hay un sentimiento que algunos llaman malestar, como que no somos felices. Esto no es original, lo dijo McIver en las vísperas del Centenario: “siento que no somos felices”, decía él.
Y yo creo que es verdad, que hay una cierta paradoja, en el sentido de que estamos teniendo un crecimiento muy fuerte, pero no es un crecimiento que nos haga mas felices, y tenemos que preguntarnos profundamente por qué un país al cual le está yendo bien, cuando uno recorre el mundo, acabo de estar en un foro en la OCDE, con los principales líderes mundiales, ninguno dejó de referirse a cómo un país como Chile había enfrentado un terremoto y, simultáneamente, encabezaba la lista de crecimiento de los países de la OCDE. Y, sin embargo, eso no nos satisface, no nos hace felices.
Tenemos que repensar más profundamente cuáles son los verdaderos objetivos del desarrollo, porque esta idea de un crecimiento infeliz, o de un desarrollo infeliz, o un crecimiento y desarrollo que no satisface las necesidades más sentidas y más queridas de la gente, es algo que nos debe hacer reflexionar.
Y por eso yo noto también actitudes nuevas, estos famosos NIMBY, “Not in my Back Yard”. La gente no quiere antenas, no quiere cárceles, no quiere cementerios, no quiere generadoras de energía, no quiere basurales cerca de sus hogares ni cerca de sus comunas, pero todos quieren hablar por teléfono, todos quieren que los delincuentes estén presos, todos quieren enterrar a sus seres queridos, todos quieren encender la luz y todos quieren que les retiren la basura.
Entonces, hay una cierta contradicción entre lo que es el bien particular e individual, con lo que es el bien común. Y en el fondo, es una disociación entre lo que significa la libertad, que son deberes pero también significa derechos.
Y por esa razón, haciendo un esfuerzo objetivo, tratando de buena fe escuchar con atención lo que está diciendo la gente, no solamente los que se manifiestan en las calles, con las tomas, los paros, las marchas, sino que también lo que está diciendo esa mayoría silenciosa que se expresa de otra forma.
Yo creo que nos está mandando un mensaje muy poderoso, nos está planteando que quieren nuevas prioridades, nuevos énfasis, nuevas necesidades, y también nuevas exigencias.
¿Y cuáles son? Yo pienso que, en primer lugar, los chilenos y chilenas no toleran los grados excesivos de desigualdad que han cruzado a nuestra sociedad desde hace tanto tiempo. Y se han rebelado contra una desigualdad excesiva, porque Chile es el país con mayor ingreso per cápita de América Latina, pero también es el país, junto a otro más, con mayor desigualdad relativa en América Latina.
Y, por tanto, están pidiendo una sociedad más justa, una sociedad más igualitaria, con menos desigualdades, o con mayor igualdad de oportunidades, porque las desigualdades que vivimos en Chile son excesivas, y yo siento que son inmorales, porque están atentando contra lo que es la esencia de una sociedad, que es su cohesión y su armonía interna. Y se han hecho intolerables. Y eso la gente lo está expresando con mucha fuerza.
En segundo lugar, yo creo que la ciudadanía nos está enviando un mensaje también que quiere una sociedad más respetuosa y más protectora de los derechos de la gente humilde, y que sea menos tolerante y más exigente en evitar y castigar los abusos.
Y desde ese punto de vista, aquellos que tienen una posición de poder y que durante mucho tiempo pensaban o sentían que podían hacer uso y abuso de ese poder, hoy día tienen que entender la lección: eso se acabó. Y el compromiso de nuestro Gobierno con la defensa de los derechos de los trabajadores, de los consumidores, particularmente de la gente más humilde y de clase media, ya se está sintiendo y se va a notar con mucha fuerza.
En tercer lugar, yo siento que hay una necesidad por un desarrollo más sustentable, no solamente más sustentable con el medio ambiente, sino que también más sustentable con la forma de vida, la calidad de vida, los estilos de vida, que la gente los valora. Y, por tanto, no quiere que el desarrollo destruya cosas que valora enormemente, como es nuestra naturaleza y también nuestra forma de vida.
Creo también que está surgiendo con mucha fuerza, esto no se nota en las manifestaciones, pero se ve cuando uno estudia profundamente a nuestra ciudadanía, una mayor exigencia de que la libertad si bien significa derechos, también involucra deberes. Y por tanto, esto de no desligar los derechos de los deberes, es algo que también está surgiendo con mucha fuerza de nuestra ciudadanía.
Y en quinto lugar, yo también creo que hay una tremenda demanda, especialmente a nuestros líderes políticos, de mayor diálogo, de más búsqueda de acuerdos, de más cooperación, de más unidad, de más confianza. Y, en consecuencia, de menos descalificaciones, menos controversia, menos demagogia, menos intransigencia, que es lo que ha caracterizado a veces el debate político de nuestro país.
Y a mi juicio eso explica, esta demanda, en cierta forma, todavía no suficientemente satisfecha, explica por qué a veces hay una paradoja: da la impresión que vivimos en dos mundos, en dos realidades totalmente distintas, que la temperatura que muestran los termómetros no coincide con la sensación térmica que siente la gente.
Y aquí recuerdo una frase de Charles Dickens, en una de sus grandes novelas, que era La Historia de dos ciudades, cuando comparaba esas dos ciudades y decía “eran los mejores tiempos, pero también eran los peores tiempos; era un período de sabiduría, pero también de estupidez; era una época de confianza, pero también de incredulidad; era la temporada de la luz, pero también de la oscuridad; era la primera de la esperanza, pero también el invierno de la desesperanza”.
Yo siento que en Chile estamos, en cierta forma, con dos mundos que son demasiado antagónicos y que si queremos construir una sociedad para todos, tenemos que hacer un esfuerzo inmenso por acercar esos dos mundos desde muchos puntos de vista.
Y por eso yo he dicho que el país, en mi opinión, está bien, pero la política está mal, y hay muchos chilenos que no lo están pasando bien.
¿Qué significa eso? Que el país está bien, ahí están los indicadores, somos el país de mayor crecimiento en América Latina y en la OCDE, acaba el Fondo Monetario Internacional incrementar nuestra expectativa de crecimiento para este año y para el próximo, estamos creando empleo como nunca antes en la historia, la inversión está creciendo a más del 20%, la productividad pasó de negativa a positiva, las exportaciones están creciendo a más del 10% y batiendo todos los récords. Y podríamos seguir. Pero hay algo más detrás de esto.
Y por eso yo digo que la política está mal, porque falta unidad y sobra división, falta diálogo y sobra intransigencia, falta buena voluntad y sobran descalificaciones, y eso lo percibe la gente mejor que nadie, y por eso nos castiga, y en forma muy severa, a todos, a todos, porque castiga al Gobierno, castiga al Presidente, castiga también a las coaliciones, castiga a la oposición. Y eso es algo que representa una alerta que no podemos desatender.
Adam Smith decía que “ninguna sociedad puede florecer y ser feliz si una parte significativa de sus ciudadanos vive en la pobreza o en la miseria”. Y yo diría que es imposible lograr un desarrollo con la armonía que se requiere en una sociedad como la chilena, ni es tampoco posible construir un proyecto del que todos se sientan parte y aprecien que se van a poder beneficiar de los beneficios, con estos brutales e inaceptables niveles de desigualdad que tenemos en nuestro país.
Y estamos recién iniciando el segundo tiempo de nuestro Gobierno. De hecho, el segundo tercio de nuestro Gobierno. Porque el segundo tiempo, da la impresión que pasó la mitad. No, estamos recién iniciando el segundo tercio de nuestro Gobierno.
Y por eso tenemos que seguir avanzando en los desafíos que ya teníamos, la reconstrucción y los 7 pilares o ejes de nuestro Gobierno, que ya mencioné, pero por supuesto tenemos también que poner mucho más atención y poner nuestra alma y corazón en escuchar más y mejor el mensaje que la ciudadanía nos está enviando. Y por eso, recoger lo que está pidiendo, más igualdad y no caer en la trampa de los promedios; más respeto a todos, y especialmente a los más humildes y a la gente de clase media; más responsabilidad de todos los ciudadanos, que junto con sus derechos tengan conciencia de sus deberes, y un desarrollo más sustentable del punto de vista del medio ambiente y del punto de vista de la forma de vida, los estilos de vida.
Y, por tanto, eso significa más diálogo, mejor voluntad, más acuerdos, más cooperación, más confianza, más unidad entre los líderes de la política y menos descalificaciones, intransigencia, violencia o demagogia.
E incluso desplazar algunos antiguos antagonismos, que eran clásicos en nuestro país, y darnos cuenta que hoy día como país enfrentamos todos juntos un desafío. Y esos antiguos antagonismos entre el Gobierno y la oposición, entre los trabajadores y los empresarios, entre el sector público y el sector privado, tenemos que darle una nueva visión y una nueva orientación.
Por eso, una nueva actitud requiere naturalmente que apreciemos mejor el valor de una sociedad más unida y una sociedad más integrada.
Pero además vamos a tener que enfrentar nuevos desafíos. Yo quiero anticipar que tenemos un formidable desafío en materia de agua, no me voy a extender sobre él, y en materia de energía, tampoco me voy a extender sobre él. Tenemos un formidable desafío en impulsar lo que se llama la Agenda del Impulso Competitivo, porque un país tiene que ir sembrando hacia el futuro y no solamente quedarse con las plantaciones del pasado. Tenemos que mejorar la calidad de la política y tenemos que evitar caer en la trampa de los países de ingreso medio, que pierden el rumbo o el ritmo a mitad de camino y se duermen en los laureles, y antes que se den cuenta, están estancados o están retrocediendo. Que se dejan, en cierta forma, se dejan dominar por intereses particulares que no tienen límite y pasan por encima del bien común, que en lugar de una cultura de confianza, predomina la sospecha, y en vez de diálogo, la intransigencia y en vez de colaboración, el enfrentamiento, y en vez de la responsabilidad, el populismo.
Y en esto, podríamos hacer historia. Hay muy pocos países en el mundo que han logrado sortear la trampa de los países de ingreso medio. Hay toda una literatura que está floreciendo, y acaba de salir un libro muy interesante, que dice que son solamente 6 países los que lo han logrado, los que eran subdesarrollados en la década del 60 y que son plenamente desarrollados en esta primera década del siglo XXI. Y entre ellos menciona a Japón, Corea, Singapur y muy pocos más. Y hace una enorme lista de los países que creyeron que lo habían alcanzado, y se vinieron guarda abajo. Porque tenemos que tener plena conciencia de que es tanto más fácil destruir que construir y tenemos un país maravilloso que tenemos que cuidarlo entre todos.
No hay nada que motive y entusiasme más a un pueblo, que un proyecto grande, noble, ambicioso y al mismo tiempo factible, y con un horizonte de tiempo cercano, en que todos sientan que pueden hacer un aporte al esfuerzo y que todos se van a beneficiar de los logros.
Eso es el proyecto que tenemos que construir todos juntos para Chile, porque yo quisiera hoy día enviar un mensaje, para terminar estas palabras, de humildad, reconociendo nuestros errores, pero también de confianza, fuerza y optimismo, porque siento que vamos por un camino que requiere correcciones, especialmente atender estas nuevas demandas, pero que es un camino que apunta en la dirección correcta, que es combinar mejor crecimiento con equidad y no caer en los extremos de aquellos que privilegian uno sobre el otro. Recuerdo esa historia de la gallina de los huevos de oro, que estaba tan impaciente por distribuir, que le abrió el vientre y destruyó los huevos, y de ahí para adelante se acabó la gallina, se acabó el progreso. O la historia de ese viejo transportista español que quería crecer rápidamente, y tenía un carretón y un burro. Para comprar el segundo carretón dejó de darle de comer al burro, y un día llega desolado a la plaza pública, lamentándose de su mala suerte, que justo cuando el burro estaba aprendiendo a vivir sin comer, se le había muerto de hambre. Son dos extremos que hay que evitar.
Y lo digo porque en Chile hemos caído en ciertas épocas, en ambos extremos.
Y por eso, habiendo escuchado con mucha atención la voz de la ciudadanía, quiero decir que tenemos muy claro el rumbo, que tenemos firme el timón, que vamos por un buen camino, que tenemos que atender mejor y con mayor decisión y mayor voluntad estas nuevas demandas y prioridades que están surgiendo, para acercarnos a esa sociedad de seguridades, oportunidades y valores para todos.
Y también decir que no nos olvidemos que todavía nos falta mucho camino por recorrer y mucho trabajo por realizar, para lograr construir esa patria más libre, más próspera, más justa, más fraterna, por la cual todos estamos trabajando, y permitir a todos sus hijos, que es el objetivo final, una vida en que puedan realizarse con mayor plenitud, con mayor felicidad.
Vicente Huidobro decía que “no hay nada más difícil que abandonar un sueño”. Y nosotros tenemos un sueño, y no lo vamos a abandonar. Pero para poder soñar, basta con la imaginación, pero para transformar un sueño en realidad se requiere mucho más que la imaginación. Dicen que la esperanza es el sueño de los hombres despiertos. Se requiere mucho más que esperanza, se requiere realmente un verdadero compromiso para escuchar la voz de la gente y para enmendar en aquello que tenemos que enmendar y perseverar en aquello que tenemos que perseverar.
Sabemos muy bien que vamos a enfrentar muchas dificultades, el camino a las altas cumbres nunca está pavimentado, está lleno de dificultades y está lleno de trampas, y nunca nos olvidemos que estamos recién a mitad de camino y que si bien estamos en el primer lugar de América Latina, estamos a mitad de camino con respecto a nuestras esperanzas, a nuestros potenciales y, por tanto, a nuestros compromisos y a nuestra misión. Y que la segunda mitad es siempre la más hermosa, pero también la más difícil.
Gandhi dijo alguna vez, cuando luchaba por la libertad de la India, “no hay caminos hacia la paz; la paz es el camino”. Yo creo realmente que en nuestro país no hay caminos hacia la unidad; la unidad es el camino que nos va a permitir avanzar en forma mucho más sólida en estas grandes tareas y misiones que estoy seguro interpretan a todos los chilenos.
Y por eso, recordando, a pesar que mi mujer se va a enojar, pero yo recuerdo que una vez le preguntaron a San Agustín qué podían hacer para cambiar los tiempos, se vivían tiempos muy difíciles. San Agustín dijo “mire, los tiempos son como los hacen los mejores, seamos mejores y los tiempos serán mejores”.
Y por eso yo les digo hoy día: arriba los corazones, porque vienen tiempos mejores.
Muchas gracias.
(Vea el video del discurso
aquí).