El voto de Piñera que sentenció al supremo Hernán Cereceda en 1993... Presidente defendió voto en “conciencia”.
Maratónicas jornadas, desorden entre los propios «acusadores» y votos “díscolos” entre quienes aseguraban defender al acusado. Las acusaciones constitucionales —en los últimos 20 años— han estado plagadas de fuertes confrontaciones que cruzaron a todos los sectores y hasta efectos políticos inesperados, que nada tenían que ver con el libelo. Ad portas de que el Congreso comience a tramitar, la próxima semana, la acusación a la Intendenta de la VIII Región, Jacqueline Van Rysselberghe, muchos recuerdan la «rebeldía» de tres senadores RN —incluido el Presidente Sebastián Piñera— que en 1993 pusieron la lápida al ministro de la Corte Suprema, Hernán Cereceda, yendo en contra de su propio partido y de la UDI. En esa época, el ahora Mandatario argumentó que los parlamentarios debían “lealtad exclusiva a sus conciencias”. Y también libelos que no llegaron a puerto pero trajeron profundas divisiones internas —en la DC, con Pinochet, en 1998— y consecuencias políticas —la definición del duelo Allamand-Bombal, en 1997—.
Sólo dos acusaciones han prosperado: la de Cereceda, y la que en abril de 2008 destituyó a la ex ministra da de Educación de Bachelet, Yasna Provoste. En ese debate fueron «claves» los votos de los que se perfilaba como la nueva bancada independiente en el Senado: Adolfo Zaldívar (expulsado a fines del año anterior de la DC), Fernando Flores, Carlos Cantero y Carlos Bianchi.
Cereceda: El «ruido» de la Suprema y el Ejército
Corría enero de 1993 y en las tribunas del Senado se cantaba el himno nacional, pues se materializaba una votación histórica, que determinó por primera vez la destitución en Chile de un ministro de la Suprema, Hernán Cereceda Bravo, por notable abandono de deberes. El hecho no sólo quedó consignado por lo inédito, sino por ser uno de los más controvertidos de los ‘90, dada la particular conformación de fuerzas que permitió que fuese posible: a los votos concertacionistas se sumaban tres senadores RN... incluido un joven legislador de 43 años, el Presidente Piñera.
Esto, no obstante la Corte Suprema había sindicado el libelo como inconstitucional y gravemente atentatorio “contra las bases fundamentales de la institucionalidad”; y el Presidente Patricio Aylwin, había debido citar al Consejo de Seguridad Nacional, a solicitud del Presidente del máximo tribunal, Marcos Aburto, y del comandante en Jefe del Ejército, Augusto Pinochet.
Cereceda fue el único en caer, pese a que se acusaba a los cuatro ministros de mayoría de la Tercera Sala de la Suprema: Leonel Beraud, Germán Valenzuela, y al auditor general del Ejército Fernando Torres, por su fallo acerca de la competencia jurídica del “Caso Chanfrau’’, radicándolo en la justicia militar. La Concertación dijo que era “inexcusable omisión de hacer justicia” por la detención y desaparición, el 30 de julio de 1974, del dirigente estudiantil de la «U», el mirista Alfonso Chanfreau.
La acusación fue presentada por los DC Andrés Aylwin, Ramón Elizalde, Sergio Jara, Gutenberg Martínez y Jorge Pizarro; los PS Jaime Estévez, Carlos Montes y Jaime Naranjo; el PPD Víctor Barrueto y el SD Roberto Muñoz Barra.
Paradojalmente, al igual que en el caso Van Rysselberghe, también había duda en algunos diputados de la Concertación, que consideraban “débil” su argumentación jurídica. Y así como hoy es una incógnita cómo votarán los PRI-independientes, entonces los radicales eran el sector en “veremos”, tanto así que diputado Jaime Campos dijo que no patrocinó el libelo, por considerarlo débil y precario.
Finalmente, la madrugada del 9 de enero, en una sesión que comenzó el viernes y culminó cerca de las 4 AM, la Cámara aprobó por 66 votos, 39 en contra y una abstención, el libelo. Sólo Campos se abstuvo en el oficialismo.
Ya en el Senado, también entonces el debate de las inhabilidades estuvo en la palestra, cuando los diputados PS pidieron al TC objetar a los designados Olga Feliú, Carlos Letelier y Ricardo Martin, debido a que fueron nominados en representación de la Suprema y habían participado en la votación que designó a los tres ministros acusados. Pero el TC se declaró sin jurisdicción ni competencia. Finalmente, el 20 de enero, se concretó la votación de 45 de los 46 senadores (el RN Mario Ríos se recuperaba de un accidente): 25 votos a favor y 20 en contra sentenciaron la suerte de Cereceda, dando la mayoría los RN Hugo Ortiz de Filippi, Ignacio Pérez Walker y Sebastián Piñera. Se rechazaron los cargos contra Beraud, Valenzuela Erazo y Torres Silva.
El primero de los RN en argumentar fue Ortiz de Filippi, luego Pérez Walker y finalmente Piñera, quien señaló: “A nosotros, ahora, nos corresponde actuar como jurado. No somos un tribunal letrado que debe actuar en base a prueba regulada. Pero sí somos un tribunal que debe actuar en conciencia, formándonos cada uno una convicción íntima, asentada en todos los antecedentes de hecho y de derecho relevantes”.
La votación de los RN hizo arder Troya en la oposición de la época. Los diputados de la colectividad emplazaban a los senadores a reconsiderar su permanencia en el partido; la UDI, a través de su presidente, Jovino Novoa, calificaba la actuación de los legisladores como “grave y arbitraria”. En su defensa, Piñera acusó a sus detractores de “inconsecuencia, porque la Constitución y la institucionalidad vigente, en cuya defensa alzan sus voces, obligan a los senadores, al actuar como jurados, a hacerlo no con lealtad política a los partidos o sectores, sino que con lealtad exclusiva a sus conciencias’’.
El pañuelo blanco de Provoste
Como no recordar la mano alzada con un pañuelo blanco de la suspendida ministra Yasna Provoste el miércoles 16 de abril del 2008, quien —tras ser acusada constitucionalmente por el Senado con 20 votos a favor y 18 en contra — se retiró entre sollozos, flanqueada por su amiga, la senadora Soledad Alvear y su abogado, Luis Bates.
En esa histórica votación fue clave el voto de la que ya se perfilaba como poderosa bancada independiente en el Cámara Alta: el ex DC Adolfo Zaldívar, (entonces presidente del Senado), Fernando Flores, Carlos Cantero y Carlos Bianchi, quienes votaron junto a la Alianza para destituirla. Esa tarde, en La Moneda la esperaba la ex la Presidenta Bachelet, quien días atrás le había propuesto que renunciara al cargo para evitar una larga travesía por el desierto. Pero la ex ministra no aceptó.
Ese día fatídico para el gabinete de Bachelet, y después de 7 horas de un maratónico debate, Provoste fue destituida de su cargo tras formalizarse la acusación lo que le impidió ejercer cargos públicos por 5 años. El libelo contó con 5 capítulos y sólo bastó que fuese aprobado uno para que fuera destituida de su cargo: que no corrigió “las graves infracciones e irregularidades” de la Seremi de Educación Metropolitana en la entrega de subvenciones escolares.
El entonces timonel PS, Camilo Escalona, afirmó que se había instalado “una nueva mayoría macabra y cínica” en el Congreso. Y la ex ministra se despidió del Senado entre llantos y hablando de una “injusticia” en su contra.