Es la tasa más alta de América Latina después de Uruguay. Según los especialistas, las causas van desde las enfermedades mentales a la imposición de tener éxito en la vida.
Estas fueron las últimas palabras que dejó en su carta de despedida el bioquímico Pablo Ramdohr Lepori (33), antes de anunciar su suicidio por su cuenta de Twitter el 13 de octubre de 2013. Esa mañana, el joven se quitó la vida tomando 10 gramos de azida de sodio.
Cada 40 segundos una persona se suicida en el mundo. Chile no está ajeno a este fenómeno.
Según advierte el último informe de la Organización Panamericana de Salud, de 2009, en Chile se suicidan 11 personas por cada 100 mil habitantes. La tasa más alta de América Latina después de Uruguay.
Pero dicha cifra es mayor a la de 1990, cuando la tasa era de 5,6 por cada 100 mil habitantes. Es decir, prácticamente se ha duplicado.
La tasa es liderada por los hombres con una relación de 18 casos contra 5 de mujeres.
Y por edad, los mayores de 65 años son el grupo que registra el mayor número de suicidios (ver recuadro).
Pero lo más preocupante para la autoridad de salud es que la frecuencia de este fenómeno se ha instalado en los jóvenes entre 20 y 24 años, donde se registran 23 casos por cada 100 mil habitantes.
El jefe del Departamento de Salud Mental, Mauricio Gómez, reconoce este aumento, pero advierte que hay que ser cuidadosos al interpretar los datos. Explica que en 2007 hubo un cambio en el sistema de registro de muertes por suicidio, lo cual permitió identificar mejor los casos y registrarlos de manera más correcta. "Probablemente, existe un aumento de casos y la explicación del porqué es mas bien sociológica. Pero por otro lado, Chile ha tomado en serio el tema, identificando mejor estos casos", afirma.
Según Gómez, es posible que los índices de suicidio hayan estado subrepresentados en el país y que cuando se cambió el sistema de medición se produjo un sinceramiento de las cifras.
Pero, ¿qué motiva a los chilenos a tomar una decisión de este tipo? No existe consenso entre los expertos, pero sí destacan tres causas: el factor genético, los agentes sociales y el alto nivel de exigencia que establece el modelo económico.
Según los especialistas, la genética juega un rol determinante en los casos de suicidios, tanto así, que de cada 10 personas que atentan contra su vida, nueve padecen de algún tipo de trastorno mental como depresión, bipolaridad o esquizofrenia. Estas tres enfermedades están hoy cubiertas por el Auge.
Pero aseguran que la sola enfermedad no es razón suficiente porque el suicidio tiene una causalidad multifactorial.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) determinó que entre los principales factores de riesgo está el padecer una enfermedad mental, pertenecer a una familia donde una persona se haya suicidado y la pérdida de una red de apoyo familiar y social. Por ejemplo, una persona que enviuda, se separa o se traslada a otra ciudad, por trabajo o estudio.
Las estadísticas mundiales establecen que el 25% de personas con trastorno bipolar se suicida, el 20% entre los depresivos y el 10% entre los esquizofrénicos.
Gómez afirma que más allá de estos datos no existen estudios que demuestren claramente la causalidad de los suicidios. Pero sí es posible plantear algunas hipótesis. "Chile tiene una de las mayores tasas de desigualdad del mundo, con un sistema segregador, un modelo económico altamente competitivo y exigente, donde las personas que no rinden quedan marginadas. Y, además, exhibe altas tasas de depresión". Todos esos factores, afirma, pueden provocar en una persona el deseo de suicidarse.
La teoría es compartida por el sicólogo y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, José Luis Rossi, quien atribuye el aumento de depresiones y suicidios al " bullying escolar, las altas exigencias de rendimiento académico y la falta de redes de apoyo".
En los jóvenes de entre 30 y 35 años, dice Rossi, los gatillantes son "la presión de quedarse soltero y no formar una familia, además de no destacarse profesionalmente".
Para el vicepresidente de la Sociedad Nacional de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de Chile (Sonepsyn), Luis Risco, aún no están claras las causas del suicidio adolescente, pero habla de un factor contagioso de "suicidalidad". Afirma que a mayor información sobre suicidios, más casos ocurren. "Es lo mismo que cuando un líder musical, de opinión o un compañero de colegio atenta contra su vida: aumenta la tendencia a suicidarse".
Ese es el efecto "Werther", cuyo nombre deriva de la novela de Goethe "Las penas del joven Werther". Cuando fue publicada, en 1774, muchos jóvenes comenzaron a suicidarse tal como lo hizo el protagonista del libro.
En el grupo de 30 y 35 años, sostiene Risco, el fracaso afectivo y laboral son los principales detonantes del suicidio. "Las personas se sienten solas y creen que no han sido capaces de cumplir con las expectativas sociales de lo que se dice y se espera de ellos. Esto es producto del modelo económico, que impone un exceso de necesidad de identificación basada en la forma y en la apariencia".
El fundador y director de la Fundación Vínculos, entidad que se preocupa de atender a personas que han perdido a un ser por suicidio, Marco Antonio Campos, categoriza los factores de riesgo por edad. En los adolescentes inciden los trastornos mentales no detectados o mal diagnosticados, un alto consumo de alcohol y/o drogas y la impulsividad propia de la edad.
En el caso de las personas entre 35 y 49 años, Campos menciona "la exposición a un mercado laboral altamente competitivo y con gran exitismo, las pérdidas afectivas, la soltería y cesantía".
Luis Risco explica que hace veinte años, el grupo de mayor riesgo eran los hombres mayores de 40 años que vivían solos, sin una red de apoyo familiar, con consumo excesivo de alcohol y con antecedentes de depresión.
Pero hoy eso cambió, afirma.
-Son jóvenes entre 15 y 35 años, con redes de apoyo familiar e integrados socialmente, pero más vulnerables ante la sociedad.
Comenta que estos datos asemejan a Chile al perfil del suicida de Corea y Noruega, países donde este fenómeno ha aumentado entre los jóvenes, a causa de las exigencias del modelo económico competitivo, demandante y exitista, que muchos no son capaces de enfrentar.
Rossi dice que la diferencia en la tasa de suicidios entre hombres y mujeres responde a razones culturales.
Explica que a ellos desde pequeños se les permiten las expresiones de violencia como modo de canalización de una frustración o forma de resolver un problema. "En cambio a las mujeres se les inhibe y castiga este tipo de actos, favoreciéndoles respuestas emocionales".
Agrega que las mujeres son quienes cometen más intentos de suicido leve, es decir, toman fármacos o se cortan las venas, pero en lugares donde haya alguien que las pueda rescatar. "Aunque esto no significa que no se vayan a matar", puntualiza.
Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, por cada suicidio consumado hay 20 intentos previos, y se calcula que hay otras 50 personas que lo están pensando. "Por eso, un intento es el principal predictor de un suicidio futuro", afirma Gómez.
Antes de tomar la decisión de terminar con su vida, una persona pasa por diferentes fases. La primera es ideación, es decir fantasea con la noción de que todo se acabe pronto y que ojalá se quede dormida y no despierte más.
La siguiente es el parasuicidio o intento de suicidio con un método poco letal, sabiendo que en realidad no se va a morir. Por ejemplo ingerir 10 paracetamoles.
La tercera fase es el intento suicida, donde la persona conscientemente escoge un método efectivo para atentar en contra de su vida. Es decir planifica el día, hora y lugar, y trata de evitar que lo encuentren y lo salven, pero finalmente no logra su objetivo y sobrevive. Y, la última fase es el suicidio consumado o efectivo.
Según los datos de la OPS de 2009, los principales métodos utilizados por los chilenos para suicidarse son la asfixia (81%), las armas de fuego (7,2%) y el envenenamiento (6,3%).
En los hombres, los mecanismos preferidos para suicidarse son la asfixia (83%) y las armas de fuego (8%). En las mujeres la asfixia (73%) y el envenenamiento (14%).
Pese a las altas tasas de suicidios, en Chile sólo hace poco se comenzaron a aplicar políticas para enfrentar este problema. En primer lugar mediante el plan de Garantías Explícitas de Salud (GES), se comenzó a dar acceso y cobertura a los afiliados Fonasa e Isapre que sufren algunos de los tres desórdenes mentales con mayor probabilidad de suicidio: depresión, bipolaridad y esquizofrenia.
El 2007, se avanzó en el diseñó del Plan Nacional de Prevención del Suicidio 2011-2020, con estrategias de prevención, a través de la articulación de una red intersectorial -Seremis de Salud, Intendencias, Carabineros, PDI, ministerios de Educación y Desarrollo Social, además de actores privados y públicos- y con mesas de trabajo regional, para todos los casos o intentos de suicidio.
"El plan piloto se inició en el año 2008 en Coquimbo, pero recién en diciembre de 2013 se comenzó a implementar en todas las regiones, menos en Arica y la Metropolitana. Aún no tenemos fecha para la implementación de este plan en la capital", explica la asesora del departamento de Salud Mental del Minsal, Irma Rojas.
- ¿Cuál es el presupuesto del programa para este año?
-Hicimos una solicitud presupuestaria de $680 millones, pero nos aprobaron $190 millones. Son muy pocos recursos, pero es la primera vez que el Estado destina dineros especiales para un programa de prevención del suicidio.
En Chile el mayor número de suicidios se registra entre los mayores de 65 años y, principalmente, en hombres.
La proporción es de 32 casos por 100 mil habitantes en el sexo masculino y de 3,2 por 100 mil habitantes en el femenino.
El jefe del departamento de Salud Mental, Mauricio Gómez, afirma que entre las principales causas que llevan a los adultos mayores a terminar con su vida están el dolor crónico irrecuperable, una enfermedad terminal o invalidante, los trastornos del sueño, la viudez, el aislamiento y abandono familiar y social. "Son factores que hacen que la persona se canse y diga no quiero más".
El experto recuerda que hace 50 años, en Chile imperaba el modelo de la familia extendida, donde el abuelo vivía con su familia y se juntaban todos los hijos, nietos, hermanos y sobrinos, el fin de semana. "Hoy esa realidad es muy distinta. No hay espacio en la casa para el abuelo o no cabe. Cuando comienza a presentar problemas de salud empieza a perder sus roles sociales y capacidad laboral, y terminan viviendo solos o en un hogar de ancianos".
El director de la Fundación Vínculos, Marco Antonio Campos, sostiene que para evitar estos suicidios es necesario que la autoridad les garantice programas de protección e inclusión social, que les permitan sentirse parte de la sociedad.