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Ministro Mario Carroza: "La muerte de mi esposa y mi hija me inclinaron a realizar esta labor"

Hace casi 22 años, un choque en el camino entre Cartagena y Algarrobo le cambió la vida. Asegura que esa tragedia le ha permitido entender mejor los dramas que investiga.

por:  La Segunda
miércoles, 31 de diciembre de 2014

Por Patricio Pino M. 

Las consideraciones son distintas, pero siempre hay sufrimiento. Es igual. En todos los casos", dice el ministro Mario Carroza (63). Sentado en su oficina de amplios ventanales, con paredes desnudas y un escritorio que apenas tiene lo mínimo, nada advierte las tragedias que se han vivido ahí. Ni las que él ha sustanciado, ni la propia.

Hace casi 22 años este magistrado de la Corte de Apelaciones sufrió un duro golpe que lo obligó a criar solo a su hijo y dejar por mucho tiempo los casos de violaciones a los derechos humanos que a inicios de los 90 lo tenían ocupado. Pasó una década antes de volver a retomarlos, cuando su hijo ya estaba crecido.

Este ha sido un año ajetreado para el juez Carroza. Hace poco, condenó a cinco años de libertad vigilada al ex frentista Enrique Villanueva por el asesinato del senador UDI Jaime Guzmán en 1991, y a dos años de prisión al ex jefe del Comando Conjunto, el coronel (r) FACh Edgard Cevallos, por las torturas que mataron al general Alberto Bachelet en 1974.

También ha debido contarles a personas de 40 o 30 años que aquellos que han llamado papá y mamá toda su vida quizá no lo sean, porque serían otro eslabón de la red de sustracción de guaguas que operó entre los 70 y los 80, en la que aparece involucrado el cura Gerardo Joannon.

Y hace dos semanas lo encañonaron y asaltaron en su casa de Chicureo.

Kilómetro 1

Era enero de 1993 y el flamante titular del 6° Juzgado Civil de Santiago iba a tomarse unas semanas de vacaciones con su familia. Pero antes de partir rumbo a Algarrobo decidió ir a dejar a su madre, Mylena Espinosa, al norte.

Allá recibió la terrible noticia.

A las 00.50 horas del domingo 31 de enero, en el kilómetro 1 de la ruta F 90 entre Cartagena y Algarrobo, el Peugeot que conducía su esposa, Ivonne Abrigo Parra (38), chocó prácticamente de frente con un camión que manejaba Héctor Garrido Norambuena (41).

La conductora y su hija de 5 años, Ivonne Carroza Abrigo, fallecieron de forma instantánea. Sólo sobrevivió Mario Iván, de 9, el otro hijo del juez, quien resultó con lesiones de extrema gravedad.

También murió el acompañante del conductor del camión, Luis Mardones Tapia (40), quien según «Las Ultimas Noticias» perdió sus dos piernas luego de que salió disparado del vehículo mayor.

Cuando llegó a San Antonio, Carroza se enteró de que su hijo, quien iba recostado en el asiento trasero, debió ser sacado de entre los fierros del auto, el que había quedado reducido a chatarra. Después tuvo la dura tarea de decirle a su hijo que ya no iba a ver más a su mamá y su hermana. Hoy, ese niño es un sicólogo de 31 años que vive en Barcelona, donde fue a realizar un magíster.

"Las cosas que uno ha vivido, haber estudiado filosofía, experiencias como el fallecimiento de mi hija y mi esposa, me inclinaron a realizar esta actividad", afirma hoy el magistrado. Agrega que su drama personal le ayudó a entender a los deudos de los detenidos desaparecidos. "En las causas de DD.HH. entendí que no sólo estaban los casos, sino que había algo más. Estaban los familiares", afirma.

Sintió que tenía que dar un paso más. Y lo hizo. Se preocupó de ser él quien les contaba a los familiares cuando se habían identificado los restos de un cuerpo. Lo hace en su oficina o incluso en la casa de las personas cuando éstas son demasiado mayores para subir al piso 14 donde está su oficina.

-Yo había estado en lo mismo. Me pareció que tenía que empezar a dialogar con las personas, tener un contacto más directo con ellas. Tenía que ser un juez más cercano, no como aquel que no se ve y con quien no se puede conversar".

Por eso, explica, decidió tomar el caso de las «guaguas perdidas». "Lo hice más que nada por el trasfondo humano, la búsqueda de personas, saber quiénes son. También hay angustia y sufrimiento de las personas que buscan a sus hermanos o a sus padres biológicos".

Carroza siente que todos esos casos las personas están esperando saber algo al menos de la verdad. "El caso más gráfico es el de la viuda del general Bachelet. Ella no busca una sanción, a los autores del delito o una indemnización. Quiere cerrar un ciclo", afirma.

-¿Ha pensado que quizás tenga que abandonar estos casos si llega a la Corte Suprema?

-Yo soy un judicial. Lo que tengo y lo que he obtenido en la vida me lo ha dado el Poder Judicial. Uno debe cumplir ciertas misiones en esta actividad y si la mía es concluir con estas investigaciones, bueno, así será. Si el Poder Judicial me requiere en otras actividades, será entonces en otras. Acepto lo que pueda venir.

 
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