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Los microbasurales devoran Valparaíso

La geografía de la ciudad patrimonial, los problemas sociales y las carencias del sistema de recolección municipal de basura han generado un conflicto: el surgimiento de más de 200 microbasurales repartidos en los 42 cerros de Valparaíso.

por:  La Segunda
viernes, 05 de septiembre de 2014
microbasurales Valparaíso

“En esta esquina había un contenedor donde la gente botaba sus bolsas. El problema comenzó cuando se retiró el contenedor y la gente asumió que ese lugar, donde ya no había nada, era donde tenía que dejar su basura”.


Foto Sabino Aguad

Por Natalia Ramos Rojas

Un porteño, al día, puede producir una cantidad de basura equivalente a un kilo. Esta proporción no es superior a lo que puede producir cualquier chileno. El conflicto explota cuando parte de esas 300 mil toneladas de basura no tiene un destino claro y, antes de llegar al relleno sanitario, se queda en quebradas, casas abandonadas, sitios eriazos y veredas hasta que se convierte en un microbasural.

Si bien el problema de los microbasurales no es nuevo, sí es una piedra en el zapato que ninguna administración municipal porteña ha podido resolver, pese a que en gran parte de los casos se trata de concentración de basura en espacios reducidos y puntuales que han servido como botadero de desperdicios por años. Así, mientras la autoridad busca dar con la solución; las cáscaras de limón, los restos de comida de las casas, los papeles del baño y las bolsas plásticas, además de ropa, juguetes, sillones viejos, refrigeradores descompuestos, ramas de árboles y escombros, se acumulan en más de 200 puntos repartidos en los 42 cerros de la ciudad patrimonial.

El poste regado de desechos orgánicos y ropa superó a Silvia Robles (52). La dueña de la Panadería Modelo, operativa desde 1989 en la esquina de la calle Lucano con San Francisco -a tres cuadras de la Plaza Echaurren, zona reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco- se aburrió del botadero de desperdicios que hace al menos seis años sus mismos vecinos del Cerro Toro dejaban sagradamente en la entrada de su panadería. Por sanidad, decidió cambiar su negocio unos metros más abajo, en la misma cuadra, pero alejada de la mugre que todos los días le daba la bienvenida. Aunque una vez recogió la basura -la montonera no supera el medio metro de altura y un par de metros de extensión-, al día siguiente nuevamente encontraba los desechos ahí. “En esta esquina había un contenedor donde la gente que bajaba del cerro botaba sus bolsas de basura. El problema comenzó cuando se retiró el contenedor y la gente asumió que ese lugar, donde ya no había nada, era donde tenía que dejar su basura. El camión ahora pasa y se lleva lo que puede tomar, pero los perros hacen tira las bolsas y el desparramo queda ahí”, dice Silvia,

Pero así como la basura puede estar en la calle o en una quebrada, también está debajo de la tierra. Margarita Alvarado vive en la cima del Cerro Alegre. Su barrio, en el sector de Montedónico, no tiene locales comerciales ni hoteles tipo bed and breakfast. Margarita dice que cuando hace hoyos en el patio encuentra basura. “Aparecen restos de papeles, bolsas. La basura está por debajo”, como si los terrenos se formaran gracias a napas de desperdicios.

La cultura


Para poder entender por qué se forman los microbasurales, hay que hurgar en la basura. Marcel Szantó, ingeniero en construcción y máster en Contaminación Ambiental de Universidad Politécnica de Madrid, es una de las voces con mayor experiencia en este tema. En 1972, el actual catedrático UNESCO de Ingeniería Ambiental hizo la práctica en el Departamento de Obras de la Municipalidad de Valparaíso y, desde ese entonces, dice, el cómo mantener limpia la ciudad era un problema sin solución.

“Cuando me preguntan qué pasa con la basura en Valparaíso trato de hacer un análisis bien equilibrado. Los alcaldes han hecho intentos, se ha encargado una cantidad de estudios inimaginable, han existido personas al interior del municipio que han hecho esfuerzos, pero la realidad es que hay un problema de ciudad”, dice Szantó, director del Laboratorio de Residuos Sólidos de la Universidad Católica de Valparaíso, el primero de su tipo en Latinoamérica, fundado en el año 2000.

El diagnóstico de la problemática de ciudad de Szantó es el punto de origen. En 2009, el municipio porteño y Conaf elaboraron un informe para el Programa de Control de Microbasurales en Valparaíso, en el contexto del Plan Global de Mejoramiento de la Gestión de Residuos Sólidos. Esto, porque tras la nominación patrimonial, el municipio inició  el  Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de Valparaíso (PRDUV), para mejorar las problemáticas de la ciudad, con financiamiento del Estado y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Así, el documento sostiene que los tres motivos que favorecen la formación de microbasurales son:  la geografía de la ciudad, el contexto social -descrito con “altos niveles de pobreza y bajos niveles de desarrollo que, junto al deterioro urbano de la ciudad, han asentado malas prácticas ciudadanas”- y las carencias del sistema municipal de recolección de basura.

Cuando se trata de encontrar responsables, los dardos apuntan a la cultura del porteño y al sistema de recolección de basura. Este último punto es uno de los que más debate han generado y que, como dice Szantó, no ha tenido solución en casi 40 años de discusión. Eduardo Vilches, director del departamento de Planificación de la Municipalidad de Valparaíso, es quien ahora tiene a cargo la recolección de los desechos de los porteños. Dice que para que el sistema pueda operar de manera óptima, se necesitan 7 mil millones de pesos al año. ¿El problema? Sólo recaudan 2 mil millones, debido a que por la Ley de Rentas Municipales II,  las propiedades con una tasación fiscal menor de 225 UTM (9 millones de pesos) quedan exentas de este pago. En Valparaíso, dice Vilches, sobre el 70% de los porteños se acoge a esta excepción.

Así,  Valparaíso es la única comuna en Chile que depende en un 100% del municipio para la recolección de basura, y considerando que más del 90% de la superficie de la ciudad está en los cerros, dice Vilches, el cambio de la flota de camiones de basura se debe hacer entre los 5 y 7 años de uso, y no tras 7 o 9 años, como ocurre en ciudades sin estas características geográficas. Todos estos elementos, agregando además que hay recovecos entre los cerros que no son cubiertos por el sistema de recolección de la basura, genera la formación y proliferación de los microbasurales. Aún cuando entre 2009 y 2012 se invirtieron 2.500 millones de pesos en la compra de 26 camiones recolectores y en 80 bateas para escombros, de las cuales hay operativas 50, hoy en Valparaíso hay más de 200 microbasurales.

“El problema que tenemos es que las personas que viven en las partes altas bajan con su bolsa y se la dejan a otros vecinos”, dice Vilches y reconoce que la solución no pasa por la compra de más camiones recolectores. “El camión es importante, pero parte de la solución también son nuestros habitantes. Se debe crear conciencia desde el colegio con los niños, con las personas y habitantes; que sean responsables con el manejo de su entorno. Los perjudicados de los microbasurales son los mismos vecinos, porque aparte de las moscas y ratones, la descomposición de los desechos orgánicos produce gas metano y, con una colilla, eso se puede encender”, dice, sobre la relación entre los incendios y los desechos.

Vecinos invasores


Más allá de la problemática medioambiental de la suciedad, los microbasurales también acarrean las plagas urbanas que amenazan el equilibrio sanitario de la ciudad. El mismo documento del municipio que aborda la problemática de los microbasurales en Valparaíso señala que, en 2009, había 8 ratones por persona, considerando como referencia la población de 275.982 habitantes según el Censo de 2002. Así, los más de 2 millones de ratas superan con creces la cantidad de personas en el puerto.

“No manejamos la cifra actual de cuántos ratones hay por persona en Valparaíso”, dice la Seremi de Salud María Graciela Astudillo, pero sostiene que “a mayor cantidad de microbasurales, aumentan también  los ratones, moscas, pulgas y garrapatas, sobre todo en los meses de primavera y verano”, dice.

La ropa también se ha convertido en un problema. Las últimas catástrofes incendiarias de Valparaíso movilizaron al país y parte de las 30  toneladas de ropa que llegaron como ayuda a los damnificados de la tragedia terminaron desperdigadas junto a la basura

Movilizados por la mugre

Durante una década, un sitio eriazo de la calle Simpson esquina Almirante Wilkinson, en el Cerro Polanco, acumuló los desperdicios que los vecinos del sector fueron depositando en el terreno en donde antes había dos casas pequeñas. Entre esa basura, Ximena Cano llegaba hasta su casa. Un día “la alcaldesa”, como le dicen los vecinos, se aburrió. “Le prendí fuego para llamar la atención. Llegaron los carabineros y los bomberos, apagaron el fuego, pero dejaron la basura ahí”, dice, riendo a carcajadas.

Unos días antes de ese incidente, y atraído por unos caballos de rodeo que la alcaldesa tiene en su casa, Leonardo Contreras había ido a visitarla y se sorprendió por la basura, que ya alcanzaba casi dos metros. Contreras, abogado de profesión, dedica los sábados a organizar a los vecinos para que limpien sus barrios y eliminen los microbasurales para convertirlos en plazas hechas por ellos mismos, con asientos fabricados con pallets de madera y muestras de hormigón que se consiguen con la Universidad de Valparaíso. Su organización, llamada Valparaíso vuelve a Creer, también está compuesta por Susana Órdenes, que gestiona los recursos y materiales y por Rafael Riveros, coordinador de voluntarios y egresado de historia.

“Lo que queremos es que los vecinos limpien sus barrios y que participen del proceso. Se ha cometido el error de no incluirlos, cuando en realidad deberían ser los principales actores ya que ellos, por el trabajo que hicieron,  cuidarán que ese lugar no se llene nuevamente de basura”, dice Leonardo.

Hace dos semanas, los vecinos del sector y la organización limpiaron el terreno. Además de desperdicios, ropa y escombros, encontraron un refrigerador antiguo enterrado,  billeteras vacías y tarjetas de crédito.  Miriam Sosa, presidenta de la junta de vecinos del sector, y Carmen Vidal, quien vive ahí hace más de treinta años, dan explicación a sus hallazgos: el refrigerador puede ser de la casa que antes había en ese lugar y se incendió, mientras que las billeteras y tarjetas de crédito llegaron ahí, probablemente, porque el barrio se ha ido deteriorando debido a la delincuencia y el narcotráfico.

Además de los esfuerzos de los ciudadanos, la Secretaría Comunal de Planificación  (Secpla) del municipio está trabajando en un proyecto de limpieza de 157 microbasurales en la ciudad de Valparaíso, que incluye un programa de desratización. El proyecto, según explica Luis Parot, director del Secpla, será postulado para lograr financiamiento desde el gobierno regional, tendrá una duración de 18 meses y un costo de 2.400 millones de pesos.

“Hay que doblarle la mano al sistema. Por ejemplo, si usted no paga para que le retiren la basura, tiene que haber un medio para poder disponer de sus desechos de manera correcta. Todos los esfuerzos por limpiar son inútiles si no se educa. En la medida en que las cosas no cambien, significa que este es un programa que se tendrá que repetir cada tres años. La propuesta sería que todos paguen, pero eso es un proyecto de ley que debe ser de iniciativa presidencial o ejecutiva, para que regule esos ajustes”, dice Parot.

Para Szantó, la solución es aún más simple: más allá de privatizar el sistema, lo que Valparaíso necesita es un sistema propio de recolección, ajustado a sus problemáticas. “No puede copiar ni pedir a nadie. Una empresa privada intentará hacerlo bien, pero los reclamos serán los mismos. Por eso, Valparaíso debería tener microrecolección, esto es dividirlo en pequeñas ciudades para que no te topes entre quebrada y quebrada y la parte alta no tenga que sacar sus residuos. Algo así como punto limpio universal. Hacerlo hoy por el sistema convencional es un desastre, es una estigmatización”, dice.

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