La escritora -inmersa en su cruzada contra la violencia de género- critica que el galardón "se ha transformado en una campaña política y hace de los candidatos mendicantes culturales".
Con un apellido vinoso y pocos bártulos partió Pía Barros, hace cuatro décadas, a estudiar a la capital. Sin pena dejó en Melipilla un destino de niña bien y el recuerdo de la yegua a la que, desde los 7 años, le declamó sus poemas.
"La mejor crítica literaria que conocí", dice muy seria, mientras suelta una bocanada de humo, y concluye: "Ella jamás dijo nada contra mi poesía".
Años después, al terminar de leer un cuento suyo en el taller de Carlos Ruiz-Tagle, él sí opinó: "Deje de perpetrar poemas a la gente indefensa, Pía -recomendó el escritor-. Dedíquese a la narrativa, que es lo suyo".
Lloró una semana y luego tomó el consejo. No le ha ido mal desde entonces. Un premio Altazor a su haber (2011) y la condición de finalista en 2003 y 2008 por el mismo galardón, dan cuenta de una trayectoria expresada en una decena de libros publicados, y textos suyos en más de 30 antologías en Chile y varios otros países.
El eje de su vida cotidiana son los talleres y el mundo que gira en torno a Editorial Asterión, empresa que gestiona junto a seis escritoras, con las cuales ha llevado a cabo su emblemático proyecto: la antología "¡Basta! 100 mujeres contra la violencia de género". Se trata de una compilación de escritos de distintas féminas que ha sido replicado en Argentina, Perú, Venezuela, Alemania y Estados Unidos, y que incluso mutó hacia las plumas masculinas.
Cuenta Pía que para ese proyecto postularon durante 10 años a todos los fondos concursables posibles. Y nada.
"Hasta que un día jugué en el Casino y... ¡gané! Llamé a mis socias y les dije: 'Tenemos las lucas. Hay que conseguir a las escritoras'. Y el 2011 salió el libro, con el auspicio tan gentil como involuntario de Enjoy".
-¿Por qué tanto empeño en este proyecto?
- Pensamos que hay que combatir la violencia desde un lugar distinto al que la engendra. Cuando en un libro te reconoces, o reconoces situaciones, vislumbras cuántas de esas formas de violencia practicas o encubres. No me refiero sólo a la agresión física o sexual. La violencia de género es aquella que las mujeres reciben por el solo hecho de serlo. Una descalificación no es menos brutal que una bofetada, sólo es menos visible.
-¿Y cuando una mujer le pega a un hombre o lo agrede psicológicamente?
-Simplemente repite un esquema aprendido.
-¿No será la suya una mirada demasiado sesgada?
-No. La violencia contra las mujeres da cuenta de un esquema de poder, que parte por desvalorizarlas suponiéndoles atributos y limitaciones derivados de su género. El problema crucial que se expresa en violencia de género, abuso infantil o violencia cotidiana, tiene que ver con formas perversas del poder que hay que remover de la cultura. Para eso hay que hablar sobre ellas y la literatura es un buen punto de partida para esa conversación.
-¿Cómo surgió la idea del libro escrito por 100 hombres sobre el mismo tema?
-Cuando empezamos el libro de mujeres, hubo escritores que dijeron: '¿De dónde sacarán 100 escritoras hablando sobre este tema?'. Con la primera edición a la vista, ellos mismos quisieron aportar.
Luego se nos acercó la psicóloga Vinka Jackson, y nos hizo ver que la violencia con los niños era parte del mismo tema. Así, se antologaron 100 cuentos contra el maltrato infantil y se construyó esta trilogía de microficción. Nuestra participación en encuentros literarios hizo cundir la idea en otros países.
-¿Qué importancia tiene la belleza de un texto para los objetivos que Uds. buscan?
-Lo hace memorable. Y lo que recuerdas, lo comentas. Así se tejen conversaciones y eso buscamos. Entre los antologados hay todas las ideologías posibles, y consagrados junto a desconocidos. Primó la búsqueda estética y, desde esa lógica, en las ediciones sucesivas agregamos nuevos autores. Ahora, todos los libros son "más de 100" escritores trabajando sobre el tema, enfocado desde distintos ángulos en la trilogía.
-¿Cómo se incorporó el tema en Estados Unidos?
-Anualmente hago clases y talleres en diversas universidades norteamericanas. Tras conocer la trilogía, alumnos de Connecticut hicieron una página web de estudiantes contra la violencia de género, particularmente en el pololeo, que era todo un tema ese semestre entre ellos. Ese año tuvimos 50 y tantas mujeres muertas en Chile, y allá hubo más de novecientas. Considerando la diferencia de población, proporcionalmente era el mismo problema.
En pareja hace 31 años con el poeta Jorge Montealegre y madre de dos hijas, Barros sostiene que con su marido "todavía nos reímos mucho juntos y ese es buen signo... buena palabra 'todavía' ¿No te parece?", dice, y enciende su centésimo cigarro.
-¿Todavía es posible ser de izquierda? ¿Qué es ser de izquierda hoy?
-Tiene que ver con prioridades. Para algunos están en la propiedad y para mí lo fundamental son las personas y su calidad de vida. Hay muchas sutilezas de este tiempo, pero esa diferencia es fundamental.
-En agosto se asignará el Premio Nacional de Literatura, ¿tiene un favorito?
-Tengo, sobre todo, una opinión: me parece indigno que los escritores tengan que postular, conseguir una universidad que los respalde y armar un show mediático. Me parece indigno cómo se asigna ese premio. Está transformado en una campaña política y hace de los candidatos mendicantes culturales.
-Ud. patrocinó a Isabel Allende para el premio y su nombre provoca rechazo entre muchos escritores. ¿Mantiene ese apoyo?
-A mucha honra la patrociné. Dudo que otro escritor haya hecho leer tanto a los chilenos como ella, aunque tal vez yo no elija sus libros. Y la crítica de clase y de género que ella hace es sin concesiones. Supongo que mis amigas feministas volverán a indignarse conmigo pero no veo razón -salvo su éxito de ventas y nuestra proverbial envidia- para descalificarla.
-¿Feminismo rima con intolerancia en Chile?
-...todos los "ismos" tienen rangos de intolerancia. Yo me declaro feminista, pero no soy parte de ninguna tendencia dentro del movimiento.
Algunos dicen que, por cuestiones generacionales, muchas no han renovado su discurso; otros dirán que somos bigotudas y feas -pon ahí que yo me depilo los bigotes-, pero el que las mujeres votemos, tengamos acceso a la educación, derechos cívicos y -sobre todo- conciencia de nuestros derechos, son aportes del feminismo a este país y hay que valorarlos.