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Chilenos en Buenos Aires: Cuando el carrete es una extensión de los estudios

Cada vez son más los jóvenes que parten a las universidades de la capital argentina. Un grupo bueno para vivir la ciudad, hoy alarmado frente al brutal crimen de una de ellas.  

por:  Por Andrés Nazarala R.
viernes, 25 de julio de 2014
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En la calle Don Bosco hay jardines infantiles, una santería con vírgenes en la vitrina y varios edificios. Todo gira en torno al inmenso Colegio y Oratorio San Francisco de Sales, donde a comienzos del siglo XX existió la primera escuela de Artes y Oficios de Argentina. Tuvo alumnos destacados como Carlos Gardel, el santo mestizo Ceferino Namuncurá y el Presidente Arturo Illia.

Es una zona tranquila, marcada por el peso de la historia y el patrimonio arquitectónico del barrio porteño de Almagro. Pero también por una tragedia reciente: el brutal asesinato de Nicole Sessarego, la estudiante chilena de 21 años de edad que el lunes 14 de julio recibió 11 puñaladas cuando regresaba a su departamento en horas de la mañana. Volvía del Club Bahrein, ubicado en el centro de la ciudad, específicamente en la calle Lavalle 345.

¿Intento de robo; otras intenciones? La fiscal Ana María Yacobucci y el juez Luis Zelaya trabajan arduamente en lo que se ha transformado en un verdadero puzzle policial. Los últimos avances -obtenidos gracias a las cámaras de seguridad del barrio- muestran que la joven caminaba sola y que el asesino habría actuado también en solitario. Se dice también que podría tratarse incluso de un compatriota que ella conocía. En Don Bosco reina la incertidumbre.

"Yo creo que ella venía con un embrollo atrás", opina Angel, cuidador de autos que lleva cinco años trabajando en la misma calle. "Es un barrio seguro en el que se puede caminar a toda hora". Lo asevera con determinación a pesar de que hace algunos meses tuvo que lidiar con otro crimen ocurrido en la misma cuadra. "Era un pibe bueno, tenía unos 19 años. Lo mataron en la tarde. Pero son cosas que pasan", reflexiona, bajando la mirada.

"No es necesariamente un barrio complicado", señalan también en la Comisaría 9 de Almagro.

56 crímenes en 100 días

El caso Sessarego generó un fuerte impacto especialmente en "Chilenos en Buenos Aires", grupo de Facebook visitado principalmente por personas que estudian en la capital argentina. El golpe no fue sólo por lo cruento del hecho, sino que también por un asunto de identificación. Al fin y al cabo, todos son jóvenes que han decidido vivir por su cuenta en esta urbe de más de 12 millones de habitantes.

Según un informe entregado por Ultrapol (Unión de Trabajadores Policiales), entre el 1 de enero y el 10 de abril de este año -es decir, en 100 días- hubo 56 crímenes en el Gran Buenos Aires. La mayoría de víctimas fueron asesinadas cuando intentaban defender sus casas o sus autos. 33 de estos asesinatos tuvieron lugar en las afueras de Capital Federal. Ante la situación, el gobernador Daniel Scioli, decretó "emergencia en seguridad pública".

Para los estudiantes, la inseguridad fue un factor inevitable al tomar la decisión de mudarse a Buenos Aires.

Francisca Milla (23), oriunda de Iquique, cursa su último año de Diseño Textil e Indumentaria en la Universidad de Palermo. "Una vez me asaltaron unas chicas y simularon tener un objeto punzante, pero no tenía nada para dar así que sólo fue el susto", cuenta. "Después me robaron en un recital y fue con brutalidad, porque tenía un banano atravesado en mi torso y me lo sacaron hasta romperlo. Pero te puede pasar en cualquier lado".

Pamela Godoy (21) piensa parecido. "Es como en cualquier capital. Siempre uno debe tomar precauciones al momento de salir", opina la joven de Limache, estudiante de medicina en la Universidad de Buenos Aires.

Para Higinio Herrera (22), quien cursa Artes Cinematográficas en Instituto Universitario Nacional del Arte, todo depende de cómo uno actúe en la ciudad. "Las drogas y la corrupción en este país se ven a la vuelta de la esquina y, al no estar acostumbrados, muchos tomas riesgos innecesarios", analiza.

Leonor Leighton (27), quien realiza un posgrado en Estudios Literarios en la UBA, tiene una mirada más crítica. "En la TV sólo se habla de violencia y asesinatos. La ciudad puede ser peligrosa y hostil, pero no sé cuánto más en relación con otras capitales sudamericanas".

Rodrigo Alarcón (24) -un chillanejo que estudia escritura cinematográfica y dicta un taller literario en el psiquiátrico Braulio Aurelio Moyano- no pesca el asunto. "No le presto mucha atención al tema de la inseguridad", confiesa. "Vivo en Constitución, un barrio que supuestamente es peligroso. Pero nunca me pasó nada. Debe ser que tengo suerte".

Lo cierto es que ni la inseguridad ni la inestabilidad monetaria han sido capaces de frenar la migración de estudiantes chilenos. Aunque en el consulado no manejas cifras oficiales, se estima que son alrededor de 5 mil los que aprovechan las ofertas de las 115 instituciones universitarias que existen en Argentina.

"Decidí venir a Buenos Aires por la oferta cultural de la ciudad, su historia con la literatura y los bajos aranceles de la universidad", cuenta Leonor Leighton.

A Francisca Milla, en tanto, se le han abierto las puertas de un mundo que en Chile está alejado de la academia. "Tengo todo el diseño al alcance de la mano: desfiles, fashion shows, contacto con otros diseñadores, atención de parte de la industria, además de un público muy atento y abierto a las tendencias", señala. Por estos días, está emprendiendo con su marca de ropa, llamada Franca. Y, como si fuera poco, integra la Orquesta del Centro Cultural Recoleta tocando cello.

Fiesta en la sangre

Pero si la inseguridad no es un tema que les preocupe particularmente, ¿cuáles son las desventajas?

"Los precios son muy inestables", se queja la sicóloga Valeska López (24). "Y la bulla. El ruido es extremo. Llego hasta sentirme sorda de repente".

Leonor Leighton va un poco más allá: "Es muy difícil conseguir trabajo profesional como extranjero".

Pero hay una potencial desventaja que nadie menciona y es la amenaza de todo estudiante: la oferta nocturna de una ciudad que pareciera no dormir.

"La noche decayó después de la tragedia de Cromañón. Pero sigue siendo una ciudad con bastante vida nocturna. Está en nuestra sangre", opina Ezequiel Guemes, quien trabaja en Groove, una de las discoteques más frecuentadas de Palermo. Se refiere al club que se incendió en 2004, dejando 194 muertos.

Ahora la vida nocturna bonaerense ha vuelto a estar en la mira tras la denuncia de una joven de 19 años que supuestamente fue violada en La Negra, un boliche de Congreso. El tema ha estado en el tapete esta semana, mientras se realizan las investigaciones pertinentes.

Para el santiaguino Sebastián Valenzuela (26) la clave está en elegir bien. Reconoce que sale de noche casi todos los días, pero que esto no ha afectado sus estudios de Animación 3D en la Nueva Escuela de Diseño y Comunicación. Principalmente porque la "juerga" va de la mano con los estudios.

"Es común ir a comer después de clases, incluso con los profesores. O asistir a fiestas con proyecciones visuales hechas por alumnos. El carrete no es escapista, sino que es una extensión de los estudios".

Para Francisca Milla, "carrete, estudio y juventud van de la mano para ganar experiencias. Muchas veces en fiestas he conseguido clientes para diseñar. Todo es contacto. Hay que salir de casa, ser responsable y administrar el tiempo. Es difícil pero no imposible".

Higinio Herrera, en tanto, cree que la clave para no fracasar es tener un objetivo preciso. A diferencia del resto, él ha visto estudiantes sucumbir ante las distracciones. "Hay quienes vienen a carretear y otros que venimos a estudiar. No digo que yo sea un santo, porque se pasa increíble en este lugar. Pero me tocó ver a amigos que se destruyeron por la droga y eso es bastante fuerte", reconoce. Y entrega un consejo: "No invito a nadie a estudiar a otro país si no tiene claro su objetivo".

"Es difícil ser joven", remata entre risas Valenzuela. "Hay que optar por un futuro como si compraras una sopa en el supermercado, alejarse de las tentaciones, aprender a ser adulto. Como dicen en 'Trainspotting' esta sociedad te obliga a elegir una vida, un trabajo, una familia, un colesterol bajo y un buen televisor. ¿No será demasiado?".

 Paso por las movilizaciones

Quien ha observado el fenómeno desde el lado de la docencia es el cineasta chileno-español Daniel Henríquez ("A un metro de ti"), quien se mudó desde Santiago
hace algunos años y hoy es profesor en la Escuela Cinematográfica Argentina.

"Muchos de estos jóvenes estuvieron activos en la época de las movilizaciones estudiantiles", analiza. "Vienen porque les sale más barato vivir acá y estudiar gratis o pagando poco, que vivir en Chile y pagar allá. También tiene que ver con la aventura y el hecho de estar lejos de la familia. Pero hay un importante porcentaje de gente que se termina quedando. Es una ciudad muy intensa y muy entretenida.

Y muy heavy también".

A las carreras universitarias hay que sumar los innumerables talleres que han aflorado en los últimos años, principalmente a raíz de la crisis económica. Por ejemplo, Alberto Laiseca -considerado
uno de los más significantes escritores argentinos contemporáneos- ofrece un laboratorio de escritura en el Centro Cultural Rojas. También reconocidos dramaturgos como Mauricio Kartun -formador de autores teatrales de Argentina- o Lautaro Vilo, uno de los especialistas de la obra de Shakespeare en el país. Ninguno de estos cursos excede los 500 pesos argentinos por mes (35 mil pesos chilenos, aproximadamente).

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