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Los vecinos del río Baker que sí querían HidroAysén

Porque sus tierras iban a ser inundadas o afectadas, ellos se transformaron en el centro de la discusión. Hoy, 7 de los 39 dan la cara desde el Aysén profundo y cuentan el impacto que les provocó la decisión del Comité de Ministros que resolvió enterrar el proyecto. 

por:  Lilian Olivares
viernes, 25 de julio de 2014

Foto César Silva

Marcada a fuego en el corazón de los relocalizables de HidroAysén está la fecha del 10 de junio.

Ese día estaba helado como siempre en invierno, al sur de Chile. Y no sucedió nada muy especial, salvo que 39 familias se convirtieron en la primera razón por la cual el Comité de Ministros encabezado por el titular de Medio Ambiente, Pablo Badenier, decidió sepultar uno de los proyectos más grandes para abastecer de energía eléctrica al país y aportar 2.750 MW al Sistema Interconectado Central.

El comité argumentó en su punto inicial la inexistencia de un plan de relocalización que presentara medidas para mitigar, reparar y compensar a las 39 familias que resultarían directamente afectadas por el área de inundación del proyecto.

¿Quiénes son esas personas que se convirtieron en el epicentro de una medida decisiva? ¿Cómo serían sus caras, sus vidas? ¿Y qué les habrá parecido a ellas la decisión?

Detrás de esas preguntas llegamos a la Patagonia, en busca de los relocalizables. Una búsqueda nada de fácil, si se mira desde Santiago. Porque no es cosa de conseguir la dirección de, por ejemplo, la familia Guelet. Y es que la familia Guelet vive en una casa sin número, en medio de los fiordos de Mitchell, y hay que esperar la barcaza Padre Antonio Ronchi para trasladarse hasta allá. Y entre una y otra vivienda no sólo hay kilómetros de distancia, sino también pueden existir lagos, ríos y pantanos. Esa misma situación geográfica determina una forma de vida y pensamiento radicalmente distintos a la mirada capitalina.

"Patagonia sin represa/ Patagonia sin Tompkins"

Tan diferente, que la primera sorpresa fue encontrarnos en Cochrane no sólo con pegatinas de "Patagonia sin represa", sino también de "Patagonia sin Tompkins". Esto último, porque los campesinos dedicados al ganado se quejan de que el gigante ambientalista norteamericano protege a los pumas y zorros en su Parque Patagonia, pero no a las ovejas y vacas que son las que a ellos les permiten subsistir y de las cuales se han alimentado los primeros, causándoles la muerte. Algunos llegan a decir que el vecino extranjero rompió el ecosistema en la región.

Otra gran distinción de la mirada citadina es que en la región HidroAysén no ha muerto: la oficina que en Cochrane instaló la empresa sigue funcionando; una de las mayores activistas del "No a HidroAysén" dice que "mientras exista el río Baker, el peligro estará latente"; y algunos "reubicables" se niegan a enterrar las esperanzas que sembraron de mejorar su estándar de vida con los beneficios que esperaban recibir como mitigación por el proyecto.

Reconocimiento de la "deuda histórica" con la región

Justo una semana después del anuncio del fin, la subsecretaría de Desarrollo Regional reconoció el impacto negativo que produjo en algunos pobladores el que el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet le pusiera lápida a HidroAysén. En una minuta de esa secretaría sobre el Plan de Zonas Extremas se lee: "Se hace cargo de la 'deuda histórica' con la Patagonia y sus colonos, especialmente con el sur de Aysén (Villa O'Higgins, Cochrane) que hoy contiene un grupo que se sintió especialmente afectado por la decisión de terminar con el proceso de HidroAysén . La conjunción de avances en la Ruta 7, el saneamiento (al menos 10 proyectos y 22 mil millones) y la posibilidad de desarrollo empresarial son una buena respuesta a sus aprensiones de un mejor futuro".

Recién la semana pasada (el día 14) el Comité de Ministros notificó oficialmente del rechazo del proyecto a la sociedad anónima constituida por Endesa y Colbún S.A. A partir de esa fecha, HidroAysén tiene 30 días para recurrir de apelación a los tribunales ambientales.

Ellos no quieren ser sólo parte de la foto

De las 39 familias relocalizables, únicamente 9 habían firmado contrato aceptando la propuesta de mitigación de la empresa. Y únicamente 2 la rechazaron. Otras 28 estaban de acuerdo, pero preferían esperar a que el proyecto fuera aprobado y, en el intertanto, tratar que HidroAysén mejorara la oferta.

Conversamos con una de las familias que firmó contrato; con 5 que no lo hicieron, pero que ya tenían elegido el predio donde querían ser reubicados, y con una que se opuso hasta el final. En su mayoría, se preguntan por qué el Comité de Ministros no les preguntó a ellos su opinión y por qué les mató sus sueños... el mayor de ellos era el que tuvieron en el momento en que HidroAysén les prometió becar a sus hijos para que pudieran ir a la universidad a seguir la carrera que quisieran. Porque los jóvenes huyen del campo apenas pueden; no ven futuro. La máxima aspiración es ser empleado público para trabajar menos horas y gozar de los subsidios que otorga el Gobierno al sector fiscal en zonas extremas.

Tener un lago o río con aguas color azul-topacio o esmeralda en el jardín, leña para calentar la vivienda y un huerto y gallinas y caballos y vacas y ovejas corriendo libres por el "patio" de cientos de hectáreas, y al lado o al frente los cerros nevados, es una imagen real en la Patagonia. Eso, vale oro. Los colonos de Aysén ya no quieren ser sólo parte de la foto paradisíaca, sino que también tener una tajada de la torta.

Por eso, muchos de los relocalizables se niegan a aceptar que HidroAysén esté muerto.

Elizabeth Schindele: "La amenaza siempre va a estar latente"

La alemana Elizabeth Schindele tiene una mirada distinta, de afuerina. Ella encontró el amor en la Patagonia.

La primera vez vino a escalar el Fitz Roy. La segunda, a recorrer la zona a caballo. "Es como un arte poder encontrar los senderos en estos valles donde no hay caminos: un pantano acá, un bosque allá, una roca... Fue una experiencia tremenda, una gran aventura".

Un día se le arrancaron los caballos a un campo vecino donde se afincaba y un trabajador le ayudó a buscarlos. Se trataba de Rosendo Sánchez, sobrino de Atilio Sánchez (ver entrevista aparte).

Se enamoraron, se casaron y tienen dos hijos. El padre de Schindele, un empresario de la construcción en su país, les compró un predio y comenzaron a juntar animales.

Cuando llegaron los enviados de Hidroaysén, "para mí fue la muerte de mi proyecto de vida, de terror. Desde el primer día estuvimos en contra de este proyecto".

-¿Por qué?

-Por todos los impactos de este megaproyecto: a la cultura, al medioambiente... Además, estoy convencida de que no es necesario. No es un beneficio a las personas ni al país ni al planeta. Las represas están pasadas de moda. Nosotros tenemos paneles solares.

-¿Y no le preocupa el aislamiento de la gente?

-¿Aislamiento? Yo no comparto esto. Seguramente habría más movimiento, pero se colapsaría el pueblo. Y empezaría el tema del alcohol, las drogas, la prostitución.

-¿Ahora usted está tranquila?

-La amenaza siempre va a estar latente mientras el Baker viva.

Luis Parada: "A Tompkins lo vemos como una amenaza"

El pequeño ganadero Luis Parada Olivero (45), a cuyo predio, ubicado a 40 minutos de Cochrane, se llega por balsa, acaba de abrir un local de carnicería en el pueblo. "No hemos podido vender los animales, porque nos están ofreciendo apenas 120 mil pesos por ternero. Por eso abrí la carnicería".

Parada es concejal de Cochrane. "Somos parte de los afectados, como familia, por el no a Hidroaysén. De las 360 hectáreas de nuestro predio, la represa inundaría 60 hectáreas. Estábamos trabajando con la empresa en la idea de que nos dejaran ahí pero nos trasladaran las construcciones, porque vemos que es un sector que podemos explotarlo turísticamente como un complemento entre las actividades ganaderas y el agroturismo. Hidroaysén significaba que iba a mejorar toda la conectividad de la región, y también el área de servicios. Pero si no hay inversión privada, estamos condenados a seguir viviendo en estas condiciones, como en una isla".

-¿Y el Parque Patagonia, de Tompkins, no es un incentivo?

-A Tompkins lo vemos cada día más como una amenaza. Compró las tierras más productivas de Cochrane y no aporta absolutamente nada al desarrollo de la comuna. El hecho de tener este parque que antes era un lugar productivo y que ahora dedica a la crianza de depredadores ha causado un enorme daño a los productores y echó a perder el ecosistema. El debiera presentar un plan de mitigación por el daño por depredadores. Se dedica a proteger al león y al zorro y esos depredadores buscan alimento donde la gente que tiene pequeños rebaños. El financió todas esas campañas contra Hidroaysén y ahora, ¿qué hacemos?

Froilán Ampuero: "Acá la vida está bien fulera"

"Que se paró el proyecto lo supimos el mismo día. A mí me dio pena", dice Froilán Ampuero Troncoso (58). Y su mujer susurra: "Yo estaba entusiasmada".

Nació en el campo "El Arbolito", donde su padre criaba vacunos y ovejas. El siguió la tradición.

"Aquí vivimos con 250 mil o 300 lucas. Pero no hay ni agua en este sector. Vamos a buscarla al pueblo, con bidones. Y cada ida y vuelta nos cuesta unas 10 lucas, por la bencina de la camioneta", dice.

Hace siete años comenzó a trabajar con Hidroaysén buscando una reubicación. "La oferta es buena. Me colocan en otra parte y me hacen casa nueva con baño, con todo. Eso era para nosotros lo más importante, porque nos hacían una casa más grande. Nosotros elegimos el lugar, que tenía que estar a no menos de 100 metros del camino. Tengo los planos de todo, excelente, con baño, con luz".

Y sigue: "Hidroaysén me hacía todo, incluido el gallinero y el quincho. Nosotros estábamos contentos con eso. Ahora yo creo que vamos a tener que vivir así nomás, como siempre. Acá la vida está bien fulera, complicada".

-¿Por qué?

-El vacuno este año no vale nada. Hace tres años yo vendía un ternero en 260 mil pesos, que me alcanzaban para 65 fardos de pasto. Hoy vendí un ternero a 90 mil y compré 13 fardos de pasto. Antes había una estación de 40 mil ovejas y cuatro mil vacunos. Ahora ahí hay un parque y no hay vacunos. Allí, en el parque de Tompkins, trabajaba mucha gente. Eso es lo que la región está en contra: La gente de campo iba toda a trabajar ahí. Y lo otro malo es que cría leones y zorros.

-¿Y qué tiene de malo?

-El zorro sale a caminar a los campos vecinos. Aquí me carneó como a cincuenta corderos. Ese caballero no aporta nada. Más de cien familias que trabajaban en esa hacienda tenían casa allá y él ni siquiera les hizo su casita en otro lado cuando hizo el parque. Y quedaron sin trabajo y sin casa. Limpió, sepultó las casas, sacó todos los cierres. No hay nada; solamente se ven leones y zorros. Quedan guanacos, pero una vez que se los empiece a comer el león, se acabarán. Pero a Tompkins no se le puede decir nada. Ese caballero es sagrado.

Se queda pensando y verbaliza:

-Nuestra esperanza era Hidroaysén. Aquí todos estábamos a favor porque esto se iba a componer y la gente iba a poder mandar a estudiar a sus hijos. Imagínese, nosotros pagamos la luz más cara de Chile, habiendo tanta agua acá".

Atilio Sánchez: "Yo hubiera podido tener mi nuevo campo"

El camino rumbo a la casa de Atilio Sánchez (59, después de una hora y media de viaje desde Cochrane, termina en medio del campo. La vía se corta abruptamente y ya no hay ni siquiera senda, sino una huella que cruza hierba, pasto y pantano durante una hora de recorrido, que incluye cruzar cercas de alambres, pequeños brazos de agua por sobre troncos de árbol hasta llegar al borde del río.

Ahí nos espera don Atilio, junto a su bote para cruzar el Baker y llegar hasta su predio, ubicado en el sector El Saltón de Los Ñadis.

En su "Fundo el diablo 2" vive solo; únicamente su hija llega a verlo los fines de semana.

"El tema mío es la ganadería", cuenta. Tiene casi 300 ovejas y 22 vacas. "Hoy la vaca no vale nada. Es malo el comercio. Las exportaciones se fueron a las pailas. Tengo novillos del año pasado que no los vendí porque estaba muy malo el precio. Además está el problema de que tengo que sacarlos por el río, remolcarlos en mi bote".

Don Atilio fue uno de los fundadores de los "Defensores de la Patagonia", que financiaban "las ONG extranjeras por lo general", dice. Y explica que lideró la oposición a HidroAysén "nada más que por falta de información. Como yo era presidente de la junta de vecinos, empecé a investigar y, bueno, después ellos (los enviados de HidroAysén) se abrieron a dialogar con la gente. Y ahora hace cinco años que estoy apoyando a la empresa".

Su campo tiene 700 hectáreas y, si se divide la sucesión entre los hermanos, le tocarían 50. Pero HidroAysén le había ofrecido 670 hectáreas como mitigación. "Yo quiero otro campo, más cerca de Cochrane, ojalá en el valle Los Alamos. Si los ministros no hubieran parado esto, ya hubiera estado en mi nuevo fundo".

Ricardo Rivera: "Ahora casi todos estaban a favor"

A los 5 años de edad, Ricardo Rivera Viegas (56) llegó desde Chile Chico a vivir al sector de Balsa Baker, situado frente al Parque Patagonia. De los campos de Douglas Tompkins (80 mil hectáreas) lo separa el paso de la Carretera Austral.

Cuando cumplió 30 decidió comprar el terreno fiscal que ocupaba su padre. Se quedó con 1.800 hectáreas que le costaron unos 400 mil pesos y que pagó en cuotas. Esas tierras valen oro para Hidroaysén, porque ahí proyectó la empresa la construcción de Baker 1, la primera de las cinco centrales hidroeléctricas (2 en Baker y 3 en Río Pascua).

A esa misma edad se casó con Ida Tejeda y tienen cuatro hijos, uno de los cuales trabaja para Tompkins "colocando chips a los leones. Los petardan, los adormecen y les colocan el chip. Es una forma de tener control sobre los leones, los zorros y los huemules".

El, cuenta, se sacrificó mucho los primeros años.

-De primera me saqué la mugrienta trabajando. Ahora cuento con dos personas que me ayudan. Tengo 230 vacas y mil cien ovejas. Tengo que seguir administrando lo que hice. El mío es el único campo más grande que va quedando por estos lados. A la mayoría de los vecinos, Tompkins se los compró todo porque les metió los leones. Los vecinos dejaban sus ovejitas en el corral y al otro día tenían 7 u 8 ovejas muertas. A mí me salvó el río.

Dice que al principio le costó aceptar que la gente de Hidroaysén irrumpiera en su campo. "Después llegamos a un acuerdo con la empresa para que pudieran hacer estudios para la represa Baker 1. Por ahí uno empezó a ganar confianza. Yo siempre les di permiso, pero siempre que ingresaban me cancelaban. Y no solamente a mí, sino a toda la gente donde han entrado. Estuvieron temporadas trabajando para hacer sondajes".

Entonces comenzó a pensar:

-Yo empecé a ver qué podía hacer con el predio, que lo tengo dividido en 6 lotes. La empresa me dijo que necesitaban 500 hectáreas. Y me decían que yo les arrendara 500 hectáreas más. Igual me han dado facilidades para que busque cualquier campo y me trasladan. He mirado para Coyhaique. Pero me querían hacer firmar documentos y yo no quise. Les dije: cuando aprueben la represa, ahí yo empiezo a negociar. Esa era mi condición. Uno igual tiene conversado. Ahora último todos estaban a favor. Hubo una reunión con todos los relocalizados y ese día la única que habló en contra fue la señora Schindele.

Hernán Guelet: "Ibamos a salir del aislamiento, por lo menos"

Tiene 66 años Hernán Guelet, y es el único poblador de la localidad de Río Pascua. Hay que recorrer más de 180 kilómetros desde Cochrane hasta su predio, cruzando en transbordador.

Allá llegó cumpliendo un sueño. Tenía 23 años y vivía en Tortel cuando leyó un libro de Hans Steffen, un alemán que se convirtió en el gran explorador de la Patagonia. "Hablaba del río Pascua hasta arriba, hasta el lago O'Higgins. Decía que era navegable, y que para arriba pasaban puras cascadas". Emprendió, con un amigo, la aventura. Partieron en una "chalupa" navegando por el Baker y demoraron doce días hasta que encontraron el lugar. Durante dos décadas don Hernán iba a hacer adelantos y volvía, hasta que el año 2000 construyó allí su casa definitiva.

Se casó dos veces. Su primera mujer lo dejó con cuatro hijos. "Se fue y no volvió más". Los educó en la escuela de Tortel, donde conoció a su segunda esposa.

Un día apareció un abogado de Hidroaysén a explicar el proyecto de las represas eléctricas. "A mí me interesaba saber sobre los derechos de agua. Le dije que el Pascua era mi carretera y sin el río no tenía cómo salir. El abogado me contestó que navegara tranquilo; que nadie podía prohibírmelo".

Al tiempo llegaron a hacer los primeros estudios y sondajes y don Hernán pidió información y "hallé que estaba bien, porque por lo menos íbamos a salir del aislamiento. Y me ofrecieron un campo que no me gustó. Me mostraron otro: Les dije que me lo dieran entero más mil doscientos millones de pesos. En esas conversaciones estábamos cuando los ministros dijeron que no a Hidroaysén".

Marisol Pizarro: "Iba a tener asegurada la vejez"

"Cuando me enteré que lo habían parado (el proyecto de HidroAysén) sentí pena, impotencia, porque las autoridades que lo decidieron pudieron haber entrado a preguntarnos a los relocalizados".

Marisol Pizarro, 52 años, nació en el sector de Los Ñadis, en la provincia de Capitán Prat. Ahí en su campo, del que se hizo cargo al morir su madre de apendicitis porque hace 21 años no había camino para llevarla a Cochrane, está enterrada su tía Pascuala; se tiró al río porque no la dejaron casarse con el hombre que ella había escogido.

Marisol y su marido, Nelson, tienen 60 vacas, 100 ovejas, 11 caballos, 3 perros y 18 gallinas. A ella le gusta la vida en el campo. Con su marido eran enemigos de HidroAysén.

-Yo tuve una mala experiencia cuando recién llegó la empresa. Yo les dije: no tienen por qué investigarnos la vida. Al mismo tiempo los defensores de la Patagonia planteaban que era terrible lo que se nos venía. ¿Será cierto?, nos preguntábamos. Después la gente de HidroAysén me explicó que todo lo plano de mi terreno iba a quedar inundado y empezó a mostrarnos dónde quedaríamos. Yo me iba a ir a otro predio donde tenía mejor calidad de vida. Iba a poder tener 200 vacas, en vez de 60. Y me daban los estudios de mi hija, que quiere ser doctora. Dígame si no era ganancia. Nosotros no le podemos dar esos estudios. Y nos daban una casa grande con baño adentro, cuando nosotros tenemos pozo negro afuera.

Guarda silencio y acota:

-O sea, la vejez la iba a tener totalmente asegurada. Y ahora se me truncan todos los planes que teníamos, si definitivamente no llega HidroAysén.

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