Cultura/Espectáculos
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Claudia Di Girolamo: "No tengo tiempo para sufrir porque estoy más vieja o mi cuello está más caído"

La actriz que todos conocen como eterna seductora en numerosas teleseries es hoy una orgullosa abuela y una comprometida directora de teatro, a punto de estrenar una obra que la obsesiona. No vive el paso de los años como amenaza ni la amedrenta la idea de perder su belleza. Y aunque la serie que protagoniza actualmente en CHV no ha tenido buen rating, ella asegura que su pasión por el teatro y la actuación sigue intacta: "El People Meter no puede ser el único parámetro para decidir qué hacer en televisión".  

por:  Rebeca Araya Basualto
sábado, 26 de abril de 2014
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Aparece alta e imponente en el set, convertida en Sofía Parker, su personaje en "Las dos Carolinas". Trae en las manos los guantes rojos que completan el elegante vestuario y pregunta amable: "¿Dónde quieren hacer las fotos?".

Terminada la sesión, consulta de nuevo, "¿No importa si me cambio de ropa?". Vuelve al poco tiempo, sin una gota de maquillaje, relajada y sonriente, vistiendo jeans y unos bototos que le quitan varios centímetros de estatura.

Cuesta creerle los 57 años a esta capricorniana, la segunda de los cinco hijos del matrimonio entre el talentoso Claudio di Girolamo (arquitecto, director, dramaturgo) y la destacada asistente social Carmen Quesney. A su padre, Chile le debe innumerables obras en todas las artes, incluido el diseño del trofeo del Festival de la Canción de Viña del Mar. A su madre, muchos la recuerdan como un personaje imprescindible en la Vicaría de la Solidaridad durante la dictadura, inolvidable por su celo profesional y su serena belleza.

El teatro estuvo presente desde siempre en la vida de Claudia:

"En las navidades mi papá hacía que con mis hermanos nos disfrazáramos de los personajes navideños y representáramos su sentido -recuerda-. Yo siempre quería ser la Virgen y él me daba personajes como el mago negro. ¡Ahí parece que descubrí mi veta dramática... y el sentido del humor", termina, entre risas.

Habla de su padre con la admiración que siente ("El necesitaría 100 cuerpos más para alcanzar a concretar su mil ideas, que van del arte a la ciencia sin reconocer límites") y recuerda muchas conversaciones en la casa familiar de Tunquén, compartiendo una botella de vino.

"Lo miro y me digo: 'No puede ser que exista un hombre tan lúcido e inquieto intelectualmente'. Y perseverante en el amor por mi madre que, por otro lado, es hermosa, fuerte y dulce, con una capacidad de entrega que podría llevarla a dar la vida por otro ser humano, por lo que cree y siente. Los dos son muy católicos, de un catolicismo militante y comprometido en lo social", cuenta la actriz.

En paz con lo vivido


Fue alumna de las Monjas Teresianas y a los 17 años ingresó a la Universidad de Chile para estudiar Teatro, única vocación que recuerda desde siempre (aunque también postuló a Arqueología). Ese año comenzó el gobierno militar.

"Viví los años de la UP como un sueño posible y compartido con mi familia. Y el golpe de Estado como un quiebre brutal. Nunca fue opción irnos de Chile, por una cuestión de consecuencia. Mis padres trabajaron en la Vicaría de la Solidaridad desde inicios del gobierno militar hasta que la Vicaría dejó de funcionar", rememora.

A los 21 años se casó con el artista plástico Ismael Frigerio, relación que formalizó -dice- fundamentalmente "por dejar contentos a todos, aunque el matrimonio nunca me pareció importante, ni en lo social ni para consolidar una relación. Pero para la religiosidad de nuestras familias era importante". La relación duró un año y de ella nació su hija Rafaella (35 años, psicóloga), madre de los gemelos Gabriel y Roberto, hoy de 13 años.

Claudia tenía 23 cuando debutó en TVN con un pequeño papel en la serie "Martín Rivas". En 1981 se integró a Canal 13 y, junto con un rol protagónico en "La Madrastra", encontró el amor en el actor Cristián Campos, padre de sus hijos Pedro (24) y Antonio (26), ambos actores en la actualidad. A partir de "La Madrastra" su carrera televisiva fue en ascenso, hasta convertirse en la incuestionable seductora de una larga serie de producciones televisivas.

-¿Cómo es llegar a la madurez en esta profesión?

-¿Hablamos de madurez o vejez corporal? La madurez me gusta. Significa tener resueltas en la vida ciertas cosas contigo misma y con el lugar que ocupas en el mundo. Yo tengo una carrera; hijos maravillosos, sanos, inteligentes, y nietos que me roban el corazón. Mis padres están vivos, son magníficos y se aman, tengo una pareja increíble. Dedicarme a sufrir porque estoy más vieja o mi cuello está más caído... no tengo tiempo para eso.

-Siempre te han considerado una mujer hermosa.

-¿Tú crees eso? Yo me encuentro narigona. Voy por la vida sin maquillarme, sin arreglarme las uñas, sin depilarme. Parece que en la época en que yo crecí, eso no era importante. No tengo recuerdos de mi cuerpo de joven, así que ahora no echo de menos nada, porque en su momento no lo aprecié. Y si despierto algo en quienes me observan, prefiero ignorarlo, porque me incomoda.

Lo que sí le importa, dice, es dedicarse a investigar sobre teatro, dirigir, actuar o escribir obras, porque le parece tiempo con un sentido. Para ella, "gastar tiempo, plata, vida, en estirarte la cara o subirte las pechugas es arrancar de lo obvio. Los años pasan igual, dejan su huella y es bueno que así sea. Estoy en paz con lo ya vivido y con lo que viene".

La diva y la abuela


De Di Girolamo, la actriz, sus colegas cuentan historias que van de la admiración al chisme. Nadie discute su riguroso profesionalismo, ni el hecho de que impone, desde su autoexigencia, altos estándares a los elencos en que participa. Muchos recuerdan que ayudó a su hija Rafaella en la crianza de los gemelos (para que así pudiera terminar su carrera de Psicología), mientras desempeñaba el rol protagónico en una serie.

"Ese tiempo fue muy entretenido -recuerda Di Girolamo-. Además, yo había ganado oficio con la propia Rafaella, porque empecé a trabajar cuando ella era chiquitita y la llevaba a mis grabaciones. Una se aprende los textos mientras mece la cuna con el pie o lava ropa. Es así esta profesión, y me alegra haber apoyado a la Rafaella en sus años universitarios, además que gané una cercanía impagable con mis nietos".

Su hijo Antonio desempeña un pequeño papel en "Las dos Carolinas" y Pedro, que aún vive con ella, la dirigió el año pasado en la obra teatral "El mar en el muro", de Eugenio Heiremans.

"Yo tenía un poco de pudor al principio, porque como actor te entregas a la voluntad del director y eso me costó. Hasta que me relajé y se convirtió en una tremenda experiencia", cuenta satisfecha.

Con el director Vicente Sabatini la une una larga relación de pareja, aunque no comparten casa. "Nos parece una buena forma de dejar el espacio a los hijos que todavía viven con nosotros -explica la actriz-. Yo no creo que haya que cortar el cordón umbilical. Me gusta que mis hijos estén en la casa hasta que se quieran ir, que ellos y mis nietos sepan que mi casa está ahí, para recibirlos, y seguirá con los mismos muebles y recovecos que siempre conocieron".

Los días de Sofía Parker


Mujer de pocos amigos, que elude la vida social, Claudia prefiere por sobre todo compartir con su familia y ama el silencio. Todo eso la convierte en la antítesis del personaje que encarna por estos días, la snob, clasista y exitista Sofía Parker, la cincuentona dueña de Seasons, boutique exclusiva en la cual confluyen todos los Chiles posibles: desde una clase alta autorreferente, egoísta y enclaustrada en sí misma, hasta una modesta joven de Puente Alto que encuentra allí una oportunidad de salir de la pobreza.

Fuera de ese proyecto, Di Girolamo dirige a Coca Guazzini y a la muy premiada Paulina García en una obra de David Mamet llamada "La Anarquista", que estrenará próximamente en el teatro de la UC. Según ella, la obra "es tremendamente contingente, al abordar el problema de las ideologías, las utopías, la justicia social. Se trata de la relación entre una presa política y la mujer que -tras la entrevista que constituye la obra- decidirá si es apta o no para salir en libertad".

Y concluye: "El teatro es mi vida. Lo que leo, estudio o está en mi biblioteca es teatro. Me gusta pensar en las personas con que trabajé o querría trabajar; inventar maneras para 'reventar' las salas con público. Es tan caro hacer teatro y tan necesario que la gente lo vea".

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