"Para ellos (los damnificados), el hecho de dormir sobre su tragedia es un peso más liviano que estar fuera de su tragedia". "Los porteños no se van a ir de los cerros. Hay que aliarse a ellos y urbanizar y hacerse cargo".
A las cinco de la tarde del sábado partió a dejar a unas amigas a Viña. Entonces divisó una gran nube y supo que algo grave venía. Esa noche tenía una invitación a una comida de festejo de un cumpleaños, pero al imaginar lo que pasaba en los cerros no pudo participar. La angustia que siente cada vez que ve fuego en el puerto se le hizo latente a partir de ese momento.
Hoy, Gonzalo Ilabaca está sentado frente a nosotros en el "Cinzano", y el ambiente es como la otra cara del Titanic, más a escala humana, como dice él que ocurre todo ahí: La música sigue sonando con tangos de Carlos Gardel, mientras todos los parroquianos disfrutamos un pisco sour en dedal que forma parte de la colación, y una leche asada de esas que se cocinaban antes en los hogares.
A la entrada, a mano izquierda, hay una vitrina con vinos selectos; entre ellos, una botella de Cánepa con la etiqueta de una pintura de Gonzalo. Afuera, en el plan de Valparaíso, no hay restos de cenizas cayendo del cielo ni el aire huele a humo. La ciudad se mueve a ritmo normal, solo que muchos jóvenes comienzan su subida a los cerros siniestrados -pala en mano- por las avenidas Argentina o Francia.
Ilabaca repara en el entusiasmo de los chiquillos, que muestran el mismo ánimo que cuando van al estadio a disfrutar el partido de su equipo favorito. "¿Te das cuenta? Hay que canalizar toda esa energía", dice el artista, mientras por el lado pasan camiones cargados de ayuda para los miles de damnificados del peor incendio en la historia de Valparaíso.
En su blog escribió: "El pintor es el guardián de lo que va a desaparecer".
Gonzalo fue el último artista que pintó el Roland Bar, el emblemático local de la bohemia porteña donde los marineros besaban y se iban, que desapareció en 1990 en medio de un voraz incendio. Ese mismo año llegó Ilabaca a Valparaíso y decidió establecer ahí su residencia, después de cambiar su destino marcado como ex alumno del colegio Verbo Divino y estudiante de Medicina en la Universidad Católica, para vivir del arte.
Desde entonces ha pintado el puerto con la mirada de lo que fue, de lo que pudo ser y de lo que quisiera que fuera.
Las voraces lenguas de fuego devorando en segundos casas por decenas, que mostró al mundo la televisión, le hicieron vívido el concepto que tiene de esa ciudad: "Cualquier persona que vive en Valparaíso sabe que esta es un ruleta rusa; la vida peligrosa".
Este es el cuadro que "pinta" hoy del Valparaíso postinfierno...
"La vista es nuestro sicólogo. El mar realmente se lleva las frustraciones de cada uno. Si Valparaíso fuera plano y situado en Santiago, por ejemplo, nadie se atrevería a entrar. Tiene todos los motivos para ser el barrio más peligroso de Chile; sin embargo, no lo es porque el mar se lleva nuestras frustraciones", reflexiona Ilabaca cuando nos introduce al alma de la vida en el puerto.
Dice que pocas ciudades tienen un visión de sí misma tan concreta. Y eso produce arraigo. "Vas a comprar el pan, o el vino, y te vuelves con un pedazo de mar. Esa pura visión sana algo dentro de ti", comenta cuando caminamos por su barrio, en el cerro de Playa Ancha.
-Todo Valparaíso se podría quemar en un segundo, por su geografía, por el viento y por los cuatro elementos. Entonces, la angustia de uno es saber que todo se puede perder en cualquier minuto.
-¿Y por qué lo elegiste como tu residencia?
-Porque la máxima virtud y su máximo peligro es su geografía. Eso se llama potencia. Y sus desastres van a ser potentes también. Yo, sin darme cuenta, quería algo potente. Valparaíso tiene dos características fundamentales: una, que está gastado por el tiempo; y dos, que está gastado por el viaje. Valparaíso es el viaje entre la riqueza y la pobreza. El viaje es por los cuatro elementos: el fuego y sus incendios; el mar y los temporales; el viento con sus tormentas; y la tierra, los terremotos. Lo que vimos ahora fue la unión de dos elementos: el fuego y el viento. Y eso es lo que tiene agotado a Valparaíso.
Explica que cuando uno vive en Valparaíso está gastado, igual que la ciudad.
-Pero eso nos da la estampa del circense, que tiene un ademán bonito. Porque Valparaíso es como un circo pobre: carente, autogestionado, pero adentro igual hay espectáculo, hay risas. Igual uno vive. El porteño, como nació acá, está acostumbrado. Entonces los tipos son duros: pueden renacer 20 mil veces...
-Tú sueles recordar que Valparaíso es una ciudad no fundada. ¿Será el momento de fundarla, después de lo que ha ocurrido?
-Lo que pasa es que yo creo que eso no tiene solución, porque esa es la esencia porteña y así es la geografía de Valparaíso. Piensa tú que en este minuto hay gente que está viviendo arriba del sitio donde se le quemó la casa porque sabe que ellos eran una toma; si se van, van a venir otros que se quedarán con el terreno y no podrán demostrar que era suyo. La única forma de demostrarlo es que estás ahí. Por lo tanto, para ellos el hecho de dormir sobre su tragedia es un peso más liviano que estar fuera de su tragedia.
-Pero eso tiene que tener una solución.
-Sí, la solución es la cultura. Pero la gente que gobierna esta ciudad también nació en los cerros. Entonces, cuando tienes una gente que está durmiendo sobre el sitio incinerado de su terreno tomado, a esa gente no le puedes decir que no se tome la calle para poder armar un negocio ambulante. Si donde duermen está tomado, la calle también es para tomársela. Eso no tiene solución. Entonces hay que aliarse a ese problema como ciudad, y en el fondo como política, porque van a vivir igual ahí.
Gonzalo Ilabaca ha visto las imágenes que muestran en la televisión. Y las interpreta con el conocimiento que tiene de la identidad de los porteños.
-En estos días mostraban a una señora que estaba en una de las plazas de acopio, vistiéndose con la ropa que estaban dando. Una persona la pilló y le dijo, "oiga usted no perdió su casa". Y la señora respondió "sí, pero yo vivo en la calle y lo necesito igual". Y otra señora agregó: "Yo encontré una ropa linda para mí".¡Esa cuestión es lo más legal del mundo! Porque, ¿qué diferencia hay entre ella que vive en la calle, que no tiene nada, y la otra persona que lo acaba de perder todo? La necesidad es la misma. Eso es lo más humano que he escuchado en el último tiempo. Ropa linda. O sea, ella no tenía acceso a ropa linda. Y la encontró.
-¿Qué te pasa a ti, que vienes de una familia que siempre tuvo ropa linda y que escogiste vivir en el puerto, cuando escuchas eso?
-Lo que pasa es que para mí la ropa linda era vivir pictóricamente; no era la ropa que tenía en mi casa y no era el barrio que tenía en mi casa. Entonces me sentí muy identificado con esta señora. En mi caso fue decir: Por fin voy a vivir en una ciudad que para mí es linda, que me alimenta algo de mi espíritu. Lo que hizo ella en el fondo fue una reflexión espiritual, más que material. Y eso es Valparaíso. Esa es la carencia y lo bonito que tiene Valparaíso, porque en cualquier minuto cualquier huevón te dice la frase más humana del mundo.
Le mostramos una pintura suya del año 2011. Es parte de una exposición que llamó "Valparaíso en la calle".
-Valparaíso se ha hecho en la calle, siempre en la calle. Ese cuadro refleja la situación de estos días. Se ven vestigios del pasaje de Juana Ross que ya no está, detrás del Congreso. Se ven dos palos quemados de una cuestión que ya no existe. Y el niño lleva un pajarito. Esto me recuerda a una señora que salió escapando del incendio con su gallina.
Acto seguido, se pregunta:
-¿Por qué esa señora salió con su gallina de su casa? ¿Por qué el porteño quiere tanto a sus perros y gatos? Las chicas del Flamingo Road y la señora de la gallina se dieron cuenta que ya no iban a poder volver a amar. Esa señora de la gallina no iba a poder volver a amar más que a su gallina.
-Los perros sí que son un tema en Valparaíso, sobre todo los perros callejeros...
-Que muerden a los porteños. Es tanta la pobreza en Valparaíso, que la magnitud de sus problemas es la magnitud de su pobreza y la magnitud del incendio. La cantidad de perros está de acuerdo a la magnitud de su pobreza. No tendría que haber esta pobreza en Valparaíso.
De repente comenta: "¿Te has preguntado por qué Valparaíso tiene tantas escalas? Porque está hecho a escala humana". Lo dice como si fuera un chiste de Condorito. Pero se refiere a algo mucho más profundo entre los porteños.
-Vamos al aspecto práctico: Si tuvieras algún poder de decisión, ¿qué harías con la población de los cerros dañados por el incendio?
-Yo las pondría ahí mismo, y extremaría todas las precauciones de luz, agua y urbanismo para que cuando venga el incendio, que va a venir, se quemen las menos posibles, ya que quieren vivir ahí. Entonces habilitemos las quebradas para que vivan decentemente. Pero primero que nada hay que llenar de grifos que funcionen. Segundo, y antes, tener uno tres súper aviones aljibe, no esos helicópteros que traen una mínima cantidad de agua.
-¿Y legalizar los sitios?
-Una forma de urbanizar todo es que esté todo legalizado. Porque en el fondo la municipalidad dice: "Esas son zonas de peligro, por lo tanto yo no puedo avalar que alguien viva ahí" y, por ende, los deja a la mano de Dios. No urbaniza; no deja agua, no retira la basura. Hay que plantar vegetación que sea lo menos combustible posible en esas quebradas. Lo que hay que hacer es unirse a esa población de porteños que vive en los cerros, porque ellos no se van a ir jamás.
En Valparaíso, Gonzalo Ilabaca dice haberse dado cuenta que no es el dinero, como cantaba Liza Minelli en "Cabaret", lo que mueve al mundo. "Eros es la energía que mueve las cosas", afirma concluyente. Y asegura que Valparaíso tiene el color ocre de la nostalgia, que es la pérdida de la amante.
En el cuadro de al lado mostró la nostalgia del Valparaíso que pudo ser, con una modelo porteña que pintó durante tres años, de quien se enamoró platónicamente. "Valparaíso tiene tres nostalgias: la del pasado, de su fama como puerto principal del Pacífico sur; la de lo que podría haber pasado y la de lo que nunca va a pasar".