Educación
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Diputado Giorgio Jackson: "Debiera haber sistemas de sorteo en los colegios privados"

"Hay que avanzar primero en institucionalidad, definición de calidad y en fiscalización. Y una vez que tengamos eso, en un sistema agresivo de financiamiento", dice el ex dirigente universitario.  

por:  Patricio Pino M., La Segunda
martes, 01 de abril de 2014
Giorgio Jackson

Foto Archivo

"Hoy estamos reduciendo la educación de calidad a indicadores que desvían el quehacer de los profesores".

Así explica el ex presidente de la FEUC y hoy diputado de Revolución Democrática, Giorgio Jackson, el mayor obstáculo para determinar qué es la educación de calidad que necesita Chile.

A su juicio, tests como el Simce han desviado el foco: "Hoy la educación de calidad se entiende como indicador de pruebas estandarizadas, pero debiese ser entendida como la capacidad de los colegios y profesores para que los niños se puedan desarrollar, introducir cosas que no sólo fortalezcan sus capacidades cognitivas, sino que también para que conozcan sus emociones, puedan ejercer su ciudadanía, trabajar en equipo, tener pensamiento crítico, ejercer el autocuidado de salud".

-¿Cómo cambiar la situación?

-Hoy lo que más presiona a profesores y colegios es el Simce y el puntaje PSU. Pero sabemos que miden conocimiento, no talento y habilidad, y es muy entrenable. Reducen todo a un puntaje, que tiene el sesgo de no mostrar la segregación, sino que funciona como un instrumento de mercado, que fomenta que los colegios compitan entre sí para seleccionar a los mejores alumnos. En vez de darles un proceso educativo de calidad, seleccionan de antemano. Y en la PSU, los estudiantes con mayor capacidad de pago pueden preparar una mejor prueba que otros que pueden ser más talentosos pero no tienen esa oportunidad.

-¿Qué hacer con el Simce?

-No es llegar y resolverlo. Existen países donde las pruebas estandarizadas, en vez de ser censales -se aplican a todos los colegios y se usan como instrumento de mercado-, se hacen muestrales, para saber qué ha ido evolucionando pero sin ponerles presión ni al profesor ni a los alumnos. Es algo que se puede lograr en uno o dos años, es una decisión política. Por supuesto va a requerir de una planificación, no es que se pueda hacer a tontas y a locas. También hay que mejorar la formación docente, las condiciones laborales de los profesores y, por supuesto, pensar en cómo incorporamos la tecnología para facilitar el trabajo a los profesores.

-¿Y qué pasa con la selección?

-Si se selecciona a muchos alumnos, al final puedes mostrar buenos resultados sin agregar valor a ese proceso. Si descremas el sistema, se está condenando a la inmensa mayoría de los colegios a no tener a los mejores alumnos de sus barrios y eso produce un desorden tremendo. Lo que estamos planteando para terminar con la selección es que tanto a los que les va bien como a los que tienen problemas puedan convivir en un mismo entorno y así se empuja a que todos vayan aprendiendo.

-¿Y la selección en los colegios particulares pagados?

-Si bien hay una prioridad y un mandato con los colegios que reciben subvención del Estado, también hay que ver qué pasa con los pagados, que son sólo el 7% de los estudiantes en Chile. El discurso de muchos ha sido que quieren garantizar la libertad de elegir, pero no puede ser que los colegios elijan a los padres. En ese ámbito debiera haber una regulación, para que cuando haya más postulantes que vacantes exista un sistema de sorteo o un mecanismo transparente de inscripción de matrícula... no como hoy, que hay una entrevista con los padres, algo sumamente arbitrario, y que la mayoría de las veces se termine discriminando brutalmente por nivel socio-económico o temas culturales.

-¿Por dónde empezar?

-Se puede actuar en múltiples frentes. Se puede caminar y mascar chicle a la vez. Se pueda avanzar tanto en educación de párvulos, que es esencial, como en primaria y secundaria para terminar con la selección, cambiar los indicadores, que el Simce no mate la labor docente. Y en cuanto a la educación superior, hay que generar nuevas reglas del juego y ponernos a pensar qué vamos a hacer con las instituciones que están abusando sin que los estudiantes sean vulnerados, como pasó en la Universidad del Mar. Y, sobre todo, lo más importante es no poner la carreta delante de los bueyes: eso implica avanzar primero en institucionalidad, definición de calidad y en fiscalización. Y una vez que tengamos eso, avanzar hacia un sistema agresivo de financiamiento, ya teniendo el panorama más claro, ya desenredado este plato de tallarines.

 
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