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Aldo Rómulo Schiappacasse: "Me armé una identidad desde la pega"

Empezó el año causando revuelo al renunciar, tras 20 años, a la Radio Cooperativa. Ya no es "el guatón Schiappacasse", aunque no renuncia a la "guatonidad, que es una actitud ante la vida". Tiene hijos cursando la universidad, pero también uno que acaba de cambiar un diente y anda angustiado porque lo extravió. "¿Es un ratón o un conejo el que tiene que dejarle plata?", se pregunta su padre, preocupado. Logramos sentarlo en el Tavelli a conversar de todo un poco y, a la pasada, nos enteramos de que estaba de cumpleaños.  

por:  Rebeca Araya Basualto
sábado, 01 de febrero de 2014
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Cumplió 53 años este viernes, mismo día en que inició sus vacaciones, tarea difícil para un trabajólico asumido que comenzó en el oficio durante su primer año de periodismo en la Universidad de Chile, a los 17, buscando compensar su falta de popularidad a punta de invitaciones a amigos y pololas, entonces esquivas para quien recién daría su primer beso tres años después.

"Tenía un humor raro -recuerda-. Era, y sigo siendo, hiriente en mi modo de relacionarme, fui el más chico de mi curso y muy inmaduro. Gracias al sueldo de la Radio Cooperativa pude invitar amigos al cine y pololas al café Pushkin, aledaño al Pedagógico donde, en esos años, estaba mi escuela. Me armé una identidad desde la pega".

De cabeza en los medios

No demoró en ganar un espacio en el medio, aunque recuerda con amargura su primer reporteo, pues por bajar a comer un sándwich con el fotógrafo en el entretiempo, se perdió el primero de tres goles de la Unión Española en el Estadio Las Higueras. Se reivindicó de eso entrevistando en exclusiva al entrenador Luis "Zorro" Alamos pero, según cuenta en su blog, "cuando volví a la redacción tenían escrito el comentario y les habían puesto nota a los jugadores. Como gran cosa, agregaron un recuadro mío con las declaraciones del 'Zorro'. Mis ídolos -jugadores y periodistas- me habían tratado mal, casi con burla, por mi juventud, mi gordura y mis espinillas, supongo. Quizás por las preguntas bobas. Mis colegas no confiaban en el debutante y le hicieron la pega, por si las moscas".

Ese día dejó de ser hincha de la Unión, que seguía desde los 8 años, y decidió ser periodista deportivo.

Algunas noticias de los últimos días le han reavivado otros recuerdos:

"Trabajé en el diario La Nación bajo Pinochet. Estuve a punto de recibir de sus manos el premio al mejor periodista del año durante el centenario, pero finalmente me lo entregó el presidente del directorio y yo caminé a recibirlo arrastrando cadenas", relata.

En paralelo, trabajaba en la revista Análisis usando un seudónimo. "Era una manera de morigerar culpas por ejercer mi profesión en medios controlados por la dictadura -reflexiona más de tres décadas después-. La Nación marcó años inolvidables, pololeos, encerronas en el archivo, el paso de la máquina de escribir al computador. ¡No puedo creer que se haya acabado el diario! Y lamento que uno de los pocos archivos periodísticos que sobrevivieron inundaciones y terremotos, pase a manos privadas, aunque sean de una universidad (la Diego Portales). Me duele lo que pasó en mi profesión la semana en que todos los medios sólo sabían hablar de lo decidido en La Haya".

Renuncia irrenunciable

Llegó adolescente a la emisora que abandonó con publicitado estrépito hace sólo tres semanas y aún le cuesta comentar esa decisión. Sonríe incómodo ante la inevitable pregunta, toma aire y responde: "Me llena de orgullo haber trabajado en la Cooperativa. Pero con el tiempo, las relaciones se desgastan y el punto de quiebre fue el despido, de un día para otro y de mala forma, del director del programa del que yo era parte. Me importan los afectos y me fui de la radio porque me pareció que hubo decisiones mal tomadas, que afectaron a gente a la que quiero mucho".

En su carrera, dice, ha tenido que luchar contra "un espíritu de renuncia irrenunciable" que lo ha llevado a salir -entre otros medios- de Canal 13, su actual casa televisiva, y Chilevisión, donde abandonó Tolerancia Cero entre polémicas. No le gustan y siempre rehuyó los cargos de jefatura, y mantiene presente una lección universitaria que califica de brutal, pero eficaz:

"Un profesor resumió su clase contándonos el chiste aquel de 'El perro es mío y (...) hago con él lo que quiero'. Puedes buscar a alguien que te lo cuente en versión sin censura. Nos dijo: 'Muchachos, cuando entren a un medio, recuerden: Ese-perro-no-es-de-ustedes'. Hoy, cuando hago la vista gorda y dejo pasar cosas que me irritan, es porque recuerdo esa clase. Cuando me enojo, se impone el bachicha que soy y si renuncio, es porque quiero que el perro sea mío. Creo que cada pelea que di era justa, pero siempre siento que pude dar otras".

Le preocupan las actuales circunstancias del periodismo y los recientes despidos en varios medios. Hasta el 2010 ejerció la docencia en las universidades de Chile, Adolfo Ibáñez y Alberto Hurtado, pero lo dejó porque "tenía que empezar cada año diciendo: 'Anualmente salen 2.500 periodistas al mercado, cuando en el mismo período, con suerte, se generan 50 pegas nuevas'. Hasta que sentí que me hacía parte de una suerte de inmolación colectiva de las esperanzas de los estudiantes. Y decidí que no tenía ganas de seguir participando de esa moledora de carne".

La infame desigualdad

En 2007 lo tentaron con dejar el periodismo por la política. En medio del escándalo que terminó con la salida de la entonces subsecretaria de Deportes, Schiapacasse recibió una invitación de la mismísima Presidenta Bachelet.

"Fui a un almuerzo que nunca debió trascender a los medios -cuenta el periodista- y le planteé a la Presidenta que las políticas deportivas hasta ese momento no existían. Lo que ella implementó, y que continuó el Presidente Piñera, sólo tenía que ver con la construcción de recintos deportivos. Eso está muy bien, pero no resuelve la infame desigualdad que se expresa en el hecho de que la práctica deportiva, y las oportunidades que ella abre, es incomparable entre los colegios de élite y los fiscales, aunque intervenir en ese nivel sea lento y poco noticiable".

No lo sedujo entonces encabezar el diseño de políticas públicas en su área, pero eso no le impide opinar sobre el posible quehacer de quien será ministra de Deportes en la administración que se inicia en marzo, de nuevo encabezada por Bachelet.

"Para mí es una interrogante para dónde irá la ministra, porque no tiene expertise en la materia. Es una psicóloga especializada en seguridad ciudadana y, por eso, supongo que intentará recuperar la vida social en los barrios a través del deporte. Visión súper válida, pero creo imposible el deporte comunal si no generas una cultura en la educación básica y media que valide esa práctica.", sentencia.

El moguño

Como el mayor de cuatro hermanos, lleva el nombre de su padre, Aldo, agricultor genovés que llegó a Chile a los 12 años y nunca quiso nacionalizarse. Nelly, su madre, de ancestros españoles y genoveses, es una de las pioneras de la educación diferencial en el país.

"Tengo una herencia genovesa terrible -cuenta Aldo-. El moguño , que es la manía de andar refunfuñando todo el día, de que nada te parece bueno y que todo tiene su pero".

Desde siempre su pasión fue el cine "pero entré a periodismo en 1978 y en los 4 años previos estrenaron apenas 2 películas chilenas, ambas de Silvio Caiozzi. Entendí rápido que eso no mejoraría y que la política -mi otro interés de la época- no era buena idea como derrotero profesional. Quedaba el deporte y ahí me ofrecieron pega. Lo demás es historia".

"Siempre fui guatón -cuenta sin complejos-. Ahora soy como Michael Jackson, que lo blanquearon 14 veces, pero seguía siendo un cantante negro. Y moriré guatón, porque tendré siempre las mejores y peores cosas del guatonismo: cierta despreocupación, cierta capacidad de disfrute y de goce que no tiene la gente que pasa comiendo lechuga. Guatón conseguí mis metas laborales, tuve pololas, me invitaron a la tele. En lo único que me afectó fue en que me salieron hernias y como a la tercera, el doctor dijo: '¡Suficiente!' Y aquí estoy: flaco, pero guatón de alma".

Colecciona publicaciones antiguas, como "Ecrán" o "Mampato". No obstante, reconoce, sus espacios de relajo tienden a volverse obsesivos. "Vengo saliendo de una obsesión que duró 5 o 6 años por ver la mayor cantidad de películas de ficción sobre fútbol que pudiera. Fueron como 500 y ahora soy un especialista de nivel mundial, porque me desvelé consiguiéndolas, haciendo fichas y armando catálogos".

Disfruta otros placeres sencillos como estar con sus hijos o bañarse en la piscina y en cada entrevista vuelve a lamentar haber perdido el hábito de juntarse con sus amigos. "La pega me absorbe y siento que se me pasa la vida sin tiempo para sentarme a conversar con la gente que quiero", dice con tristeza.

Entre la dentición y la graduación

Aldo (19), el mayor de los hijos de su primer matrimonio con la comunicadora Inge Buckendahl, estudia Derecho en la Universidad Andrés Bello y su hermano Franco (18) iniciará la enseñanza superior, mientras Bruno (9) y Antonio (6) nacidos de su segundo matrimonio con la periodista Paula Molina (Cooperativa, Megavisión), navegan entre la dentición y los primeros años de la educación básica.

El romance con Molina se inició en un Festival de Viña: "Hacíamos el programa que empezaba después del show y duraba como hasta las 5 AM -recuerda Schiappacasse-. Teníamos sólo una entrada para dos y, para engrupirme a los guardias, les decía que la dejaran entrar, porque yo me iba a casar con ella".

A esas alturas, el periodista se había ganado fama de escurridizo entre no pocas interesadas en su ya prolongada soltería.

"No era escurridizo -se defiende-. Las separaciones son muy dolorosas desde el punto de vista de un hombre, porque piensas que dejas de ver para siempre a los niños. Cuando me separé, mis hijos tenían 6 y 5 años. Entonces, enfoqué toda mi energía en estar la mayor parte del tiempo posible con ellos".

"Necesité un buen rato antes de decidirme a emprender otro matrimonio -reconoce- traté de dejar abrochada la mayor parte de temas sin causar daño, sin que los niños sintieran rechazo o creyeran que el papá se había ido para siempre".

-¿Fue difícil empezar de nuevo con una pareja menor que tú?

-(medio en broma) ¡Son apenas 11 años de diferencia! En esto de complementarse, la Paula aporta cosas que no tengo: conocimiento musical, un grado de irracionalidad y pasión en las discusiones que no tiene que ver conmigo, una dosis de aventura que me falta y que la lleva a una fase emprendedora de la cual carezco. Puede sacar adelante proyectos descabellados a fuerza de puro empeño.

-¿Como tomar el año pasado una beca en Harvard?

-¡Partió a Harvard con los cabros chicos! Yo pensé que eso iba derechamente al despeñadero, pero para mi sorpresa, resultó. Fui allá nueve veces en 10 meses, para lo cual hubo que diseñar un calendario que me permitiera estar allá cuando era importante para ella, y estar acá cuando era importante para mis pegas.

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