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Andrea Vial, la productora detras de "El Informante": "A la élite chilena hay que abrirle la cabeza"

Para esta mujer de larga trayectoria profesional, madre de cinco hijos y casada hace 27 años, la vida uniforme no tiene encanto, porque "es tanto más fascinante cuando uno es capaz de cruzar todas las fronteras y dejar atrás los prejuicios".  

por:  Ximena Hinzpeter
sábado, 21 de diciembre de 2013
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Prensa en Televisión Nacional es una planta libre con muchas pantallas de televisión siempre encendidas, un cubrepiso sucio y luz artificial blanquecina incluso al mediodía en verano. Un escenario como fabricado para espantar a cualquiera con ambiciones de "rostro".

Desde aquí Andrea Vial Herrera produce el nuevo programa político que dio que hablar en este año de elecciones, El Informante, que ha llegado a marcar más de diez puntos pasadas las once de la noche.

Ella llega con un bolso Longchamp colgado al hombro en el que busca sin éxito la tarjeta electrónica que abre la puerta, hasta que la encuentra en un bolsillo de la chaqueta que lleva en el brazo.

Entre cigarrillos y mentitas, me cuenta que vivir con seis hombres -un marido y cinco hijos- la hecho ponerse "garabatera y gritona". Para las veces en que los varones la ignoran, tiene a su mamá, cuatro hermanas y muchas amigas. Cuando le digo que yo no tengo tantas redes de apoyo, sus ojos inquietos se enternecen y me contesta, sin dudarlo, "yo puedo ser tu amiga", aunque luego reflexiona que después de los 40 años ya nadie sabe cómo hacer amigos.

Ella es dualidad: una cosa, pero también la otra. Estudió en un colegio de mujeres dirigido por monjas y está casada hace 27 años, pero las monjas que la educaron eran tan realmente progresistas que varias dejaron los hábitos. Dice que va regularmente a misa, pero son pocas las veces en que se siente creyente. No tolera que las almohadas de su cama estén fuera de lugar (una delante y la otra detrás) ni que nadie tome vino en vaso o té en taza sin platillo, pero jamás sube al segundo piso donde duermen sus hijos para no toparse con el desorden. Y vive en una casa amplia, con jardín y piscina, en la parte más linda de Vitacura pero su lavadora de ropa está que se desarma de puro vieja.

También es la hija de quien fue uno de los hombres más ricos y poderosos del país a mediados de los 70, Javier Vial, el mismo que hace más de cuarenta años, cuando esas cosas aún no se veían en la clase alta chilena, dejó su hogar persiguiendo otro amor, abandonando esposa y seis niños.

Gran nariz, gran carácter


Ella es así, como su nariz. Grande, definitoria y con carácter. Sus ojos son claros, húmedos y tienden a enrojecerse. Habla con ganas, con brazos y ojos. Es abuelastra y partidaria de liberalizar la marihuana, casi no va a restaurantes, porque le gusta fumar y son muy caros. Cuenta que sus hijos, a los que crió con el "mamón método periodístico de las soluciones rápidas para todo", siempre andan faltos de plata.

-Pero, ¿tú heredaste?

Junta las piernas, se sonríe apenas y pone cara de circunstancia.

-No lo voy a comentar, no voy a contestar... ni aunque hubiera heredado, las lucas mis hijos se las tendrán que ganar ellos.

Ella hace lo posible para que ninguno de los cinco se vaya todavía de la casa. Tal vez porque aún recuerda con tristeza el primer gran cisma de su vida, a los once años, cuando su padre partió y el mundo estrecho y protegido se les vino abajo a todos ellos.

Tiene 54 años, su padre va a cumplir diez años muerto y ella asegura que todavía puede cerrar los ojos y escucharlo. Cuando quiere llorar en serio, se encierra en el baño de su casa. Según ella, las lágrimas de pena tienen un componente químico distinto a las de rabia o a las de miedo, y entonces la salida de estas toxinas, que botamos al llorar, realmente nos alivia.

De ritmo acelerado por naturaleza, siente que la vida no alcanza para hacer todas las cosas que valdría la pena intentar. Le habría gustado ser "diseñadora, arquitecto, economista, bióloga de laboratorio... ¡todo! Mil cosas, mil. ¿A ti no te pasa? Es atroz, atroz", dice con vehemencia. "¡Es que hay demasiadas cosas fascinantes!", exclama, como si no pudiera contenerse.

Ahora, por ejemplo, anda preocupada por los comportamientos de la élite chilena, que en su opinión viaja tanto y se conecta tan poco con su propio país, que no está interesada en la cultura, que se dedica a hablar de la vida de otros o de plata. "¿Qué es eso? Me parece tan peligroso como el problema de la educación"

-Pero tú vienes del corazón de esa élite.

-Y por eso es que hablo con full autoridad, porque vengo de ahí y tengo gente muy querida ahí. Hay gente increíble, pero en general lo que uno ve es un desconocimiento tremendo. A la élite chilena hay que abrirle la cabeza. Es que la vida es tanto más fascinante cuando uno es capaz de cruzar todas las fronteras y dejar atrás los prejuicios. Lo que se pierde una persona que nunca ha bajado del barrio alto... ¡Lo que se pierde!".

Juventud, divino tesoro


Andrea dejó la Universidad Alberto Hurtado cuando llevaba diez fructíferos años como directora de Periodismo. Según cuenta, lo hizo porque no quería "apernarse" y porque "había que ser coherente con el discurso de darle la pasada a los otros".

Es que ella les tiene mucha fe a los jóvenes que vienen.

-Los que ahora tienen 25 años son una generación mucho más abierta que sus padres, no le preguntan a nadie de qué colegio es, ni quieren saber su apellido ni de quién es hijo. Es una generación más humana, con ellos Chile va a cambiar. Es muy esperanzador porque esos cabros, los que vienen de grupos socioeconómicos altos, no quieren vivir en barrios cuicos y se están yendo a vivir al centro, a Providencia, a Bustamante. Y tampoco quieren vivir con un auto en la puerta, manejan la tarjeta Bip... ¡Saben cuanto vale el Metro!

Tal vez por eso hay gente muy joven en el equipo de El Informante, que Andrea produce y que tiene como conductor a Juan Manuel Astorga. Ella se nutre más de sus miradas de lo que ellos reciben, asegura la productora.

Sin embargo, hay un resabio de la juventud que no ha logrado dar por superado.

-Por ejemplo, yo tengo una imagen de cuánto peso absolutamente distorsionada.

-¿Sientes que pesas muchísimo más?

-¡Menos! De repente me pongo unas cosas y ni siquiera me las puedo bajar. Eso me pasa en todo... todavía creo que tengo 20 años.

-O sea, un espíritu joven.

-Pero te frustra, porque te das cuenta de que ya no entiendes la cuestión tan rápido como el de al lado. Es como subir el cerro y llegar hasta la mitad nomás, y frustrarse, aunque en realidad lo que te corresponde es llegar hasta la mitad. Pero yo todavía quiero llegar hasta arriba. ¡Me doy pena!

No entiendo mucho, pero ella está empecinada en bajarse las metas.

Hasta ahora se ha salvado de terapias y siquiatras, cuenta, gracias a que su madre le enseñó de niña a apreciar la música, la literatura y el cine. Entonces, cuando está un poquito deprimida o algo melancólica, entra en uno de esos mundos y sale fortalecida.

La crítica de Vargas


Andrea Vial está casada con Juan Agustín Vargas, actual Director del Proyecto de Televisión Digital de Anatel. "Cucho", como le dicen trabajó antes en Canal 13, Megavisión y TVN, una experiencia de más de 40 años en la industria televisiva.

A Andrea se le cae la baba cuando habla de su marido y de cuánto él la ha apoyado.

-Encuentra que soy lo máximo, pero mejor no voy a hablar mucho de él, porque me lo van a quitar.

-Y de El Informante, ¿qué dice tu esposo?

-Me voy de acá en la noche después del programa, pasadas las doce, y ¡uffff!, ¡todavía me toca la crítica de Vargas! Uno siempre se va frustrada por algo, yo de verdad nunca me voy contenta, siempre pienso que pudo haber sido mejor. Y el mundo se divide en cuando entro a la casa y me dice '¡Estuvo increíble!' o cuando reclama ¡¿Pero por qué hicieron eso?!', que es casi nunca. Y al otro día me llama y me comenta lo que le dijeron cuando fue a dejar a los niños al colegio o en la oficina.

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