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¿Qué tan difícil es el nuevo test para conducir? Se puso BRIGIDA la cosa

En la Municipalidad de Puente Alto -y bajo la estricta supervisión de Aída Gacitúa- me convertí en el primer chileno en someterme a las nuevas (y temidas) reglas del juego. 35 preguntas teóricas y 46 posibles faltas en el examen práctico: ya no es "papaya" obtener la licencia para manejar.  

por:  Miguel Ortiz A. Fotos: Sebastián Silva P.
sábado, 05 de octubre de 2013
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Las autoridades se han encargado de meternos cuco.

El Ministerio de Transportes, a través de la Conaset, implementaron una reforma al examen para obtener la licencia de conducir. La parte teórica ya está funcionando... y en 60 días más se incorporará el test práctico, aquel temido paseo al volante con un examinador como copiloto.

Una buena medida del ministro Pedro Pablo Errázuriz , creo yo, si se considera que hay tanto ñurdo manejando... y tanta señora hablando por celular y pintándose los labios montada en una 4x4. En lo personal, puedo contar con orgullo que -obligado por mi madre- saqué mi carnet de conducir hace ya 14 años, y (hasta el cierre de esta edición) nunca he chocado.

Mi experiencia, sin embargo, no me eximió del nerviosismo que conlleva el someterse a los nuevos controles municipales. La siguiente es la crónica, en primera persona, de una hora bajo la lupa de la Dirección de Tránsito de la Municipalidad de Puente Alto, donde me convertí en el primer chileno en ser examinado bajo la nueva modalidad, mucho más estricta que la anterior.

Preguntas capciosas

Siete de cada diez accidentes de tránsito con resultado de muerte tienen como causa principal la conducción irresponsable. Un dato inquietante... sobre todo para los que utilizamos el auto a diario y nos movemos por la ciudad tan sueltos de cuerpo, como si tuviéramos piloto automático.

El "Libro del nuevo conductor" tiene 169 páginas y que, según me recordó la secretaria ejecutiva de la Comisión Nacional de Seguridad del Tránsito, María Francisca Yáñez , se puede bajar gratuitamente en www.conaset.cl. Leerlo toma el mismo tiempo que una novela de García Márquez, pero es mucho más aburrido. Y es necesario estudiárselo completito para aprobar la parte teórica del nuevo test, que consta de preguntas no memorizables. Antes uno podía aprenderse el cuadernito que vendían en los kioscos... pero ahora no: son cientos las preguntas que posee el sistema, y sólo 35 las que arroja de manera aleatoria para cada postulante.

El computador -con pantalla touch - me ofreció 45 minutos para responder a 35 cuestiones, casuística de por medio. A mi lado estaba Irina, funcionaria del municipio, atenta a que no hiciera trampa. "Prohibido sacar el celular", me recordó... "y corre el tiempo". Con la primera pregunta quedé plop. Decía así: "Si un peatón es atropellado por un vehículo que circula a una velocidad de 65 km/h, ¿cuál es la consecuencia más probable para el peatón?".

Entonces lamenté no haber siquiera hojeado el manual antes de presentarme. Al ojímetro, e imaginando lo que se debe sentir al ser arrollado, pensé que si bien 65 kilómetros por hora no es tanto si uno va manejando -es la desesperante velocidad de los adultos mayores en la Kennedy-, sí lo es cuando se trata de recibir el impacto de un automóvil. Ergo, hice click en la alternativa B) La muerte. Y seguí respondiendo, sin saber si había acertado o no.

También me preguntaron cómo debo reaccionar si tras un accidente debo prestar ayuda a una persona que tiene una herida en su pierna... o en qué caso un conductor no debería detenerse cuando el semáforo se pone en amarillo. ¿Qué luces se deben usar cuando hay neblina?, ¿qué se debe hacer cuando el auto que viene en sentido contrario trae las luces altas? No les copiaré aquí las alternativas de respuestas, de lo contrario este reportaje se transformaría en un bien preciado en el mercado negro. Sí diré que me llamó la atención tanta casuística y pregunta capciosa.

¿Mi resultado?

Tuve 4 preguntas erróneas (ver recuadro), lo que me significó un puntaje de 33, ¡justo el mínimo para aprobar!

Por eso pude seguir con el test médico, donde pusieron a prueba mis reacciones y motricidad con las tradicionales pinzas, además de frenar apenas vea la luz roja. El médico me preguntó por mi relación con el alcohol y me hizo leer diminutas letras.

Pan comido.

Lo verdaderamente difícil estaba a punto de suceder.

"Mi nombre es Aída"

Fue entonces cuando apareció la mujer que zanjaría mi destino: "Buenas tardes, mi nombre es Aída Gacitúa , yo seré su examinadora en el aspecto práctico. Acompáñeme". Estoy seguro de que su sonrisa, amable, escondía el sutil gozo de verme subyugado y medio tartamudo. Los pies me comenzaron a transpirar.

Carpeta en mano, me dijo: "¿Dónde tiene estacionado su vehículo?".

-Vine en taxi... supuse que aquí tendrían un auto.

-El municipio no tiene autos. Lo lamento. Tiene que traer el suyo.

-No lo tengo acá.

-Entonces tengo que reprobarlo.

-¡No! Por favor no... Déjeme solucionar rápidamente este pequeñísimo impasse.

Iluminado por el Espíritu Santo, llamé de urgencia un radiotaxi... y le pedí que me prestara el Nissan Sentra para dar "una vuelta cortita" con Aída. Paleteado -aunque con el taxímetro corriendo- me pasó las llaves, y soltó una carcajada al ver mi cara de aflicción: "Rompe paga".

Con una planilla de 46 posibles infracciones, la mujer explicó que a partir de ahora el test consta de dos etapas de conducción: una libre de 10 minutos y una guiada de 15 (unos 5 kilómetros en total). Hay faltas leves, graves y reprobatorias. Es menester juntar diez leves o dos graves para irse a la casa sin el carnet. Pero hay también errores que, por sí solos, son merecedores de la guillotina. ¿El más imperdonable de todos? Comenzar la marcha sin haberse puesto el cinturón de seguridad y cerciorado de que el examinador también lo lleve abrochado.

Así que ajusté los espejos retrovisores -el taxista era harto más bajo que yo- y me fui con precaución por calles que desconocía, sorteando pasos de cebra, discos Pare, semáforos, escuelas, niños jugando... hasta un caballo con carromato se me cruzó en una intersección. Aída, en silencio, me iba mirando de reojo.

Las variables que contiene la planilla contemplan múltiples factores. A saber: documentos al día, puertas mal cerradas, exceso de velocidad, no respetar distancias, poner (o no quitar) el señalizador para virar, golpear la cuneta al estacionarse, bajarse del auto sin mirar el tránsito, sobrepasar el eje de la calzada, confundir los pedales, manipular la radio, no obedecer a Carabineros, no darles la preferencia a los peatones, usar la bocina sin motivo... y un laaargo etcétera.

Hasta ahora, y aunque parezca increíble, la metodología permitía que un postulante no se detuviera en un Pare, no señalizara al doblar, se cambiara de pista intempestivamente y no respetara un "Ceda el paso"... y así y todo aprobara. A partir del próximo 23 de noviembre, en cambio, la cosa se pondrá brígida.

Para romper el hielo -y distraerla un poco- le metí conversa:

-¿Qué es lo más insólito que le ha tocado ver?

-Que al conductor le suene el celular y lo conteste delante mío. O que se pasen una luz roja. Una vez hasta chocamos.

-¡¿Cómo?!

-El tipo se pasó un "Ceda el paso" y un vehículo nos impactó por mi lado. Fue muy fuerte. Terminé en la Mutual... al final me tuvieron que operar de la columna. Pero gracias Dios ya estoy bien.

¿Pánico al estacionarse?

Al compararme con esos pasteles, me relajé un poco, bajé la ventana y disfruté del paseo.

Justo en ese momento, y sin poder ver qué punto había marcado, Aída anotó un par de cosas en la planilla. ¡Chanfle! Por suerte ya estábamos llegando de regreso. Estacionarse -aquí les doy un dato a los que le tienen pánico a esa maniobra- fue re fácil: los aparcaderos que hay a un costado de la Municipalidad de Puente Alto son muy grandes y es sencillo conseguir un espacio holgado.

De pie, mirándome a los ojos, y con un tono formal, Aída pronunció su veredicto:

-Lo felicito. Conduce usted muy bien. Sólo dos cosas le diré: debe siempre mantener ambas manos en el volante... y trate de que sus giros sean menos bruscos. En lo demás, nada qué decir. Fue un placer.

El alma me volvió al cuerpo.

Le di un beso a Aída y me marché. Menos mal que me fue bien.

En caso de reprobar habría tenido que confesar mi bochorno -o inventar alguna excusa- en este testimonial reportaje.

 Preguntas que respondí mal

Una de las preguntas del examen teórico que respondí de manera errónea fue la que pedía marcar qué afirmación era verdadera:

A Al conducir a una mayor velocidad aumenta el consumo del líquido de frenos.

B El líquido de frenos disminuye cuando se produce algún defecto mecánico.

C El consumo del líquido de frenos depende de la intensidad con que se frena.

Muy seguro de mí, marqué la C, pero luego el sistema me informó que la correcta era la B. Picado, le reclamé al inspector que esa parecía pregunta para quien necesita recibir el título de Mecánico Automotor, y no para un simple cristiano que quiere manejar.

Otra pregunta en la que "guatié" fue la número 30. Decía así:

"Al transitar de noche, un conductor es encandilado por las luces de un vehículo que viene en sentido contrario. ¿Qué debe hacer el conductor en este caso?"

A Poner luces delanteras altas.

B Bajar su visor de protección solar.

C Bajar la velocidad y eventualmente detenerse.

No voy a confesar qué respondí, porque esta era fácil. Yo me tupí... pensé que detenerse en mitad de un camino era algo siempre peligroso. Porque cuando alguien viene con luces altas yo le "aviso", encandilándolo también a él con mis luces... Con la mano en el corazón, ¿acaso no hacen ustedes lo mismo?

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