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Una terapia caballa: Las "milagrosas" clases de Esperanza Silva... y su yegua Buenaza

La presidenta de ChileActores es profesora, desde hace 10 años, de un singular sistema para curar todo tipo de males. ¿Quién es Rudolf Steiner?, ¿por qué los niños quedan fascinados tras cada sesión? "Montar" una respuesta fue mi desafío. 

por:  Miguel Ortiz A. Fotos: Alejandro Balart M.
sábado, 24 de agosto de 2013
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La actriz Esperanza Silva calza botas altas, de cuero. En la mano, firme, lleva una fusta. Gafas oscuras le cubren gran parte del rostro. No está vestida para un nuevo rol de teleserie. No. Ella anda con pinta de vaquera porque hoy interpreta su papel más desconocido... y el que más le gusta.

El domingo subí a la precordillera -al Parque Mahuida, en La Reina-, para conocer el trabajo que ella hace con niños y adultos que necesitan ayuda. Esperanza es terapeuta. Su especialidad: cabalgata, con orientación antroposófica. ¿Qué diantres es eso? En este reportaje en primera persona lo voy a explicar con pelos y señales. En palabras de quienes han visto los resultados, se trata de un sistema "milagroso".

Antes, en todo caso, es menester decir que gran parte del trabajo no lo hice yo, ni Esperanza. La gran protagonista de esta historia fue la obediente yegua "Buenaza".

Un ritmo sanador

Hipócrates, padre de la Medicina, dijo por allá por el año 460 antes de Cristo que el ritmo del caballo era "saludable". La "hipoterapia", sin embargo, apareció formalmente recién en los años '50 en los países nórdicos. La idea era aprovechar los movimientos del caballo para curar personas con problemas neurológicos y discapacidades. El paciente, en esos casos, se deja estar, de modo pasivo recibe los movimientos del animal. En la "cabalgata terapéutica", en cambio, el jinete debe realizar algunos ejercicios sobre el caballo, con la intención de tomar conciencia de sí mismo.

A esto último se dedica Esperanza. Como terapeuta -dicen sus alumnos- es una gran profesional. Pero, ¿qué efectos tiene esta peculiar forma de sanar? Lo primero, explica la actriz, es la estabilización del tronco y la cabeza: "Sobre el lomo del caballo, las personas que no pueden caminar, o les cuesta, tienen la sensación de que sí pueden hacerlo, sin problemas, entonces toda la musculatura superior del cuerpo se fortalece. Además de adquirir la seguridad necesaria para luego atreverse a dar los propios pasos".

"¡Trota, Buenaza!", le pide Esperanza a la yegua, la que avanza sin chistar por un circuito redondo.

A la clase de hoy, con un domingo soleado, canapé de la primavera que se avecina, vinieron dos niños con dificultades de movilidad que poco a poco comienzan a ver resultados. La muleta de uno de ellos, de hecho, quedó apoyada en un árbol... e Ignacio, su dueño, casi la olvida al bajar del caballo.

También hay adultos que son pacientes de Esperanza. Mariana es una de ellas: "Yo vengo en busca de seguridad y autoestima".

La "cabalgata terapéutica" tiene, además, otros efectos, según cuenta la maestra: se toma una conciencia objetiva de la propia imagen corporal, se desarrollan el tacto y la integración del resto de los sentidos, se inhiben los tics nerviosos, se perfecciona el equilibrio, se define mejor la lateralidad (capacidad para reconocer sin problemas el lado derecho del izquierdo) y se incrementa la elasticidad, la agilidad y la fuerza. En lo social, fomenta la autoconfianza, aumenta la concentración -es, de hecho, una excelente alternativa al Ritalín-, te enseña a confrontar temores personales, desarrolla la voluntad, la capacidad de adaptación, la responsabilidad, el espíritu cooperativo, y disminuye los impulsos agresivos.

Y como si fuera poco, remata Esperanza, "se estimula el sistema circulatorio, el respiratorio y el digestivo. Hasta se duerme mucho mejor".

-¿Y qué tiene el caballo que lo convierte en fuente de tantos beneficios?

-El caballo es un animal terapéutico porque es extremadamente sensible y su instinto lo hace huir de la amenaza. También es capaz de ser adiestrado y actuar en consonancia con las intenciones humanas. Es un animal cómplice, y dócil. Nunca hace trampa. Su temperatura corporal favorece la relajación. Montarlo exige una simultaneidad de gestos, con el cuerpo, los pies y las manos. El jinete debe buscar la forma de hacerse entender. Hay niños muy tímidos que no se atreven a hablar, pero a la Buenaza sí le dan instrucciones en voz alta.

El autismo y el déficit atencional, confiesa Esperanza, son los principales problemas que ella enfrenta en sus terapias.

-Y los resultados, ¿son notorios?

-Pregúntales a los papás de los niños. Es impresionante. Yo he visto cambios enormes, emocionantes. La rehabilitación es muy rápida. Y a mí también me ha servido muchísimo.

Yo, sin ir más lejos, fui testigo de las arriesgadas posiciones sobre el caballo que asumían algunos pacientes: sentados mirando hacia atrás, con Buenaza a trote firme, o de pie y con los brazos extendidos, sin riendas de por medio.

Los niños deben pararse sobre los estribos, tocarle las orejas a la yegua, abrazarla, aprender a galopar sujetándose sólo con una mano.

Con ejercicios como esos se busca, por ejemplo, el equilibrio físico, emocional y espiritual.

Fue entonces cuando salió al ruedo, en mi conversación con Esperanza, la figura del filósofo austríaco Rudolf Steiner , fundador de la"antroposofía" y de la educación Waldorf. Fue él quien enseñó que una de las tareas pedagógicas es guiar al paciente de manera tal que "el miedo ciego se transforme en un temor razonable". Esto se logra cuando es posible conducir al caballo y "pilotear" el propio aprendizaje.

Y eso es, precisamente, lo que pude ver en las clases.

Sentado sobre el pasto, junto a los padres de algunos niños, fui espectador de la simpática pedagogía que aplica Esperanza, siempre sonriente, tirando pa' arriba a sus pacientes, robándoles una sonrisa. Con ella los niños se entregan, se sueltan, se liberan.

La discriminaron por farandulera

¿Cómo es que una actriz -presidenta del Sindicato de ChileActores- llegó a ser terapeuta?

Antes de hacerle la pregunta, monté a Buenaza, de un salto y a pelo, echando mano a los conocimientos campestres de mi más tierna infancia, en Linderos y Linares, cuando salíamos a pasear en familia, cruzando ríos y atravesando extensos potreros. Quería impresionar a Esperanza y demostrarle que no soy el frágil jovencito citadino que ella imaginó.

Pero la profesora, rápidamente, me sacó trote.

Con el pulgar me pinchó la columna para que me sentara derecho: "La postura es clave. Saca pecho. Las riendas más abajo. Firme las piernas".

-¿Por qué sabes tanto de equitación?

-Porque desde niña tuve contacto con los animales. Yo me eduqué en un colegio Waldorf, donde fomentan la vida al aire libre, en contacto con la naturaleza. Me siento cómoda aquí, en libertad, en este paisaje maravilloso. Yo sé andar a caballo desde muy chica. Y ya más tarde me interesé en este tipo de terapias, y quise estudiarlas.

Fue entonces cuando surgió el problema: "En varios lugares me dijeron que no, que yo no podía aprender esto, que yo tenía que ser del área de la Salud... pero que una actriz no".

-Te discriminaron por "farandulera".

-¡Exacto! Pero seguí cateteando, hasta que llegué a la antroposofía. Y resulta que la persona que me podía enseñar también venía acá, al Parque Mahuida, donde yo practicaba equitación. Así que todo conspiró... y hoy ya llevo 10 años ofreciendo esta terapia.

Esperanza está asociada a otros médicos (pediatras, psicólogos, masajistas), que ofrecen más formas de curación, siempre en la corriente antroposófica. En el portal Yohanan.cl se pueden encontrar todas las alternativas.

Así lo plantea ella: "Es demasiado importante que los chilenos vayamos bajando la cantidad de remedios que nos metemos al cuerpo, muchas veces sin saber lo que son, y nos abramos a este tipo de medicina".

Si me preguntan por mi experiencia... yo digo que lo pasé caballo.

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