Son miles los turistas (chilenos y extranjeros) que visitan este rincón de la capital, pero somos pocos los que tenemos la fortuna de vivir en él. El siguiente es un recorrido íntimo, bien "dateado", por los locales menos glamorosos... y más convenientes.
Murió de neumonía hace exactos 125 años.
José Victorino Lastarria (y no "Lastarrias", como le dicen los incurtos) es quizás el pensador liberal chileno más importante del siglo XIX. En su calidad de escritor y político -fue ministro de Hacienda, juez de la Suprema, embajador, parlamentario y miembro de la Real Academia Española-, desarrolló un perfil revolucionario que le valió el exilio en Perú.
Su nombre, hoy, lo lleva también una pequeña calle de Santiago centro. Son sólo tres cuadras cortas, a los pies del cerro Santa Lucía, las que conforman el barrio Lastarria, el más bohemio de la capital... el lugar donde tengo el privilegio de vivir hace ya cuatro años.
Según supe el lunes, los locatarios del vecindario están postulando a convertirse en la primera Zona de Interés Turístico (Zoit), lo que se traducirá en planes de promoción, infraestructura y recuperación patrimonial.
Lastarria está siempre vivo.
Tiene un aire europeo que encanta a sus visitantes: hay cafés, restaurantes, galerías de arte y tiendas de diseño independiente. La gente se mueve en bicicleta. Los fines de semana se instala una pintoresca feria de antigüedades y libros usados. La gente se saca fotos en la Plaza del Mulato Gil de Castro y las sube a Instagram. Es una zona tranquila, como detenida en el tiempo, sin bocinazos, gay friendly , bien cuidada y de un valor urbanístico indiscutible: son numerosas las casonas diseñadas por renombrados arquitectos -como Luciano Kulczewski -, que han sido declaradas inmuebles de conservación histórica.
Es el suburbio para la postal, a pasos del metro UC, siempre marcado en el mapa de los gringos como una parada imperdonable. Es el barrio que, por su encanto, hemos visto miles de veces en la tele, como locación para comerciales y teleseries.
El siguiente reportaje, por lo tanto, es todo lo contrario: haré un recorrido íntimo, y en primera persona, por ese "otro" Lastarria, el cotidiano, el que pasa por alto los desayunos de mantel largo, los bares top con vino caros y las tiendas de regalos. Les quiero contar cómo es vivir aquí, dónde compra uno el pan y la fruta, quiénes son Ana Luisa y don Pancho, a qué hora es la misa dominical y qué taberna es la mejor para tomarse un trago o comerse una cazuela de ave sin pagar de más.
El mejor pan con mantequilla
Don Roberto Opazo , dueño de la schopería «Torremolinos», usa una caja registradora del año de la cocoa, digna de museo. Hace 22 años le compró el local a un español... y desde entonces no se ha movido: "Me va bien. A pesar de que el barrio siempre está lleno de turistas, aquí no entran tanto. Mis clientes, sobre todo, son vecinos y estudiantes de la Universidad Católica".
En este restaurante me he comido la mejor marraqueta tostada con mantequilla de mi vida, y por sólo $500. La especialidad de la casa, sin embargo, son las cazuelas -a $3.500 la de vacuno y $2.800 la de ave- y los sándwiches. Oscar, el maestro sanguchero, prepara unos chacareros memorables: "Acá venía mucho el Giorgio Jackson a la hora de almuerzo". Los schop de cerveza valen $1.000 y $1.400, según el tamaño. El «Torremolinos» es un imprescindible.
Pocos metros más adentro, caminando desde la Alameda, está la «Confitería Lastarria», propiedad de la familia Agurto. Es el mejor almacén de la zona, atendido siempre con una sonrisa. Tienen pan caliente, recién hechito, cada 20 minutos, desde las 7:00 hasta las 23:00 horas. ¿El precio? $1.300. No es barato, ok. Pero me lo vende Ana Luisa Salcedo , la mujer más simpática de toda la comuna, que se alisó el pelo hace algunas semanas y ahora, con new look y tacones, saca suspiros entre la clientela.
Dos datos "saca apuros": adentro, medio escondido, tienen un redbank para cuando uno necesita efectivo, y venden ocho tipos de empanadas, exquisitas, ideales para improvisar un almuerzo en casa. Porque quienes vivimos en Lastarria no comemos en restaurantes todo los días. Obvio que no. Pero sí sabemos dónde comprar pequeñas tentaciones.
Una de ellas es " ciocolatino " que venden por $4.100 en el restaurante Nolita, del chef Pancho Toro. El mejor postre del condado. Yo he pasado algunas veces sólo a comerme uno. Vale la pena. Háganme caso. La carta lo presenta así: "Timbal de chocolate belga ( no comments )". Y si no les gusta el chocolate, no se pierdan el flan casero de dulce de leche ($3.500). Es, simplemente, mortal.
Las misas express
Los vecinos más antiguos del barrio tienen un único lugar de encuentro, inequívoco: la parroquia de la Veracruz, que debe su nombre a la reliquia de la cruz de Cristo que conservan sobre el altar mayor. Allí las misas son cortitas, de máximo 35 minutos, porque las ofician los sacerdotes del Opus Dei que administran el templo, famosos por sus liturgias express . Las Eucaristías son la mar de solemnes y el párroco, padre José Huneeus , es descendiente de Marcela Paz, la autora de «Papelucho». La misa más concurrida es la de don Pancho Baeza , un curita regordete y muy amable, que vive a la vuelta, al final de calle Rosal.
El horario -para los que quieran oir misa en el templo que "inauguró" el barrio en 1857- es de 11:00 y 12:00 los domingos, y 12:00 y 19:00 los sábados. De lunes a viernes los feligreses oran a las 12:30, antes de almorzar.
Un vecino "connotado" de Lastarria es José Pizarro , más conocido como el «Divino Anticristo». Con su carrito de supermercado lleno de cachueros y ataviado con una pollera y un pañuelo en la cabeza, este esquizofrénico -dependiendo del cambiante ánimo que posee- piropea a las chiquillas o insulta a los ciclistas. Vende secadores de pelo descompuestos, enchufes, cables, ceniceros rotos y algunos manuscritos sobre democracia, economía internacional y poesía que él mismo redacta. Así, ganándose la cariño de algunos transeúntes, Pizarro se ha convertido en un ícono del barrio.
Un barrio cuya plusvalía va en alza: los arriendos de departamentos son un bien escaso, demandados sobre todo por parejas jóvenes o estudiantes universitarios. Hoy, sin exagerar, se pueden pagar hasta $400 mil mensuales por un piso de 50 metros cuadrados, sin contar los gastos comunes.
Se murió don Jorge
Sergio Lagos y Nicole son la pareja de famosos más famosa de Lastarria. Viven llegando a calle Merced, arriba de la botillería «Yasmín», propiedad de Karim Jina , el chileno-paquistaní que convirtió la lavandería de su padre (la primera de Chile) en un completísimo almacén, famoso por abrir los 365 días del año, sin excepción alguna... y atender hasta altas horas de la noche.
Karim -o "Apu", para los amigos, en alusión al personaje de Los Simpson- cuenta que desde hace algunos años el barrio "ha ido cambiando (...). La vida se trasladó a la noche. Ahora yo estoy cerrando el local a las 3:00 de la mañana... a esa hora sigue pasando gente, comprando, comiendo. Hay muchos españoles, brasileros y franceses. Pero los más fieles son los residentes del sector, que a pesar de tener un supermercado cerca (hace algunos años se instaló un Lider) siguen prefiriendo una atención personalizada".
Saliendo de su almacén, a mano izquierda, está el kiosco de frutas y verduras de don Jorge Campos ... que, tras su fallecimiento, a comienzos de este año, es atendido por su hermano Víctor : "Yo voy a seguir con su negocio, en su honor. Aquí la gente es muy cariñosa". Los precios son más que convenientes: el kilo de papas está a $600 y el de tomates a sólo $900. Víctor, quien compra directo en los camiones de la Vega, siempre tiene un regalito para los clientes frecuentes... a mí, esta vez, me obsequió una jugosa granada.
Los que somos del barrio también sabemos a qué lugares no conviene ir, porque son malitos, o caros, o mulas, o turbios. Si dejo que se me caiga el cassette , les paso el dato de que ni entren al café del Biógrafo, porque los precios y la atención no valen tanto la pena... ni compren en el almacén «Gasparín», porque sus productos suelen estar vencidos. Y la películas piratas que vende el argentino que se para en Villavicencio -me han dicho- vienen defectuosas.
A la hora del carrete, no hay donde perderse. Las opciones son sólo dos. Uno es el «Berri», en la curva de Lastarria con Rosal, una cantina con piscolas cabezonas y un segundo piso decorado al estilo victoriano que sólo algunos conocemos (el que sabe, sabe). ¿El otro? El bar «Don Rodrigo», en Victoria Subercaseaux, al alero del hotel Foresta, propiedad de Guido Vallejo , el dibujante de la revista Barrabases que fue condenado a cuatro años de libertad vigilada por su vinculación con una red de prostitución de calle Lira.
En el local, cuyos bajos precios atraen sobre todo a los estudiantes del sector, trabajan tres personajes dignos de una película de la mafia italiana: un pianista desafinado, un garzón sordo... y un barman al que le falta un dedo.
Este es el Lastarria "profundo", que pasa inadvertido a ojos de turista.
El Lastarria al que nadie le toma fotos.
Este es el barrio en el que a don José Victorino le hubiese gustado vivir.