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Karina Sepulveda, absuelta tras matar a su marido: "No me siento una asesina, defendí a mis hijos"

"Le tenía miedo... le tenía terror. El decía que se iba a desquitar con mis papás y que a mí me iba dejar inválida, que no iba a caminar nunca más". Luego de ingresar a la cárcel, dos de sus tres hijos la dejaron de ir a ver por más de un año e incluso declararon en su contra. "Cuando el segundo juicio terminó, esa noche soñé que (su pareja fallecida) me decía ¿Viste que iba salir todo bien?".

por:  Ana María Guerra Y./La Segunda
viernes, 21 de junio de 2013
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-¿Te sientes una asesina?

-No. Siento que pude defender a mis hijos, que no los mataron a ellos y que no me mataron a mí. Pasan las horas, pasan los días, y en las noches le doy gracias a Dios porque estoy con mis hijos. Porque pude haber muerto.

Karina Sepúlveda tiene 35 años y desde los 17, cuando se embarazó de su primer hijo, sufrió violencia de parte de su pareja.

Todo terminó también violentamente, cuando ella, en octubre de 2011, mató a su conviviente, Claudio Reyes, de un balazo mientras éste dormía.

Estuvo detenida durante un año y tres meses, hasta que fue absuelta en un juicio oral bajo el argumento de que actuó por la inminencia de un peligro grave.

La Corte de Apelaciones anuló ese primer veredicto, pero el viernes de la semana pasada, un segundo y definitivo juicio oral la absolvió del delito de parricidio. Se convirtió así en la primera mujer beneficiada por la Ley de Femicidio, promulgada en 2010.

No había querido hablar, hasta ahora.

Intuye que hay personas que no la comprenden, que la critican, "porque no saben lo que pasé", aunque su relato -sancionado por los tribunales- indica que el crimen fue sólo la culminación de una historia de vejámenes y desamor. Y que aún no termina, porque su hija menor no sabe que fue ella quien terminó con la vida de su padre.

Con 8 meses de embarazo la golpeó por primera vez

La historia comenzó cuando ella tenía 14 años y él 15. "Fue una amistad bien bonita al principio, él era bien solo. Me embaracé cuando tenía 16 años y nos fuimos a vivir a la casa de mi familia. Pero a él le gustaba salir, andar con amigos y me dejaba muy de lado. Le pedí que nos separáramos y ahí me pegó la primera vez. Yo tenía ocho meses de embarazo. Mi mamá lo echó de la casa y yo también, pidió disculpas, aseguró que iba a cambiar y que iba a trabajar. Pero trabajó un mes y lo dejó, porque dijo que lo que ganaba en un mes él lo hacía en una semana".

- El era un delincuente...

-Sí. Tiraba carteras, se metía a casas, lo que se le cruzara. Y después él sintió vergüenza de haber trabajado un mes, me decía que jamás podía mencionarlo. Cuando yo iba a trabajar a la feria con mis papás se enojaba mucho.

Incluso, asegura, a veces la obligaba a salir a comprarle marihuana.

Tampoco pudo terminar octavo básico, "porque él decía que ya era madre y no podía ir a entretenerme".

Luego de varios altibajos en la relación, Reyes viajó a España, y desde allá "le mandaba de todo al niño, no puedo decir nada de ese tiempo".

En algún minuto, él la llevó a ese país, donde era lanza internacional. "Quería que me embarazara de nuevo, pero le propuse esperar. Le dije que empezáramos de nuevo porque había sido muy agresivo conmigo. Eso le molestó mucho y me sacó la cresta".

Ella "dormía sola en una pieza, y me quería venir a Chile. Pero no me podía cuidar, porque si iba a comprar pastillas a una farmacia, no habría sabido volver al departamento. Cuando cayó preso, me empecé a sentir mal y me di cuenta de que estaba embarazada. Apenas salió de la cárcel, nos devolvimos a Santiago, nació la segunda hija, Ana, y ahí la relación fue toda horrible, puras peleas y golpes, las cosas de la casa volaban. Y yo no podía golpearlo a él, porque me habría castigado más. Dejaba la embarrada en la casa y se desaparecía".

-¿Alguien sabía que te pegaba?

-Yo llamaba a los papás de él y les contaba. Muchas veces llegaron a verme y me decían que ya iba a pasar, que estuviera tranquila. Jamás trataron de hacer nada.

-¿Por qué no les contaste a tus papás?

-Me daba miedo que les hiciera algo. Tampoco les conté a mis hermanos. Cuando quedaba con moretones decía que me había caído. Arrendamos cuatro casas y en cada una llegaban los carabineros por los golpes y escándalos. Pero yo decía que no pasaba nada.

-¿Por qué?

-Porque le tenía miedo... le tenía terror. El me decía que se iba a desquitar con mis papás y que a mí me iba dejar inválida. Repetía que no sacaba nada con denunciarlo: " Me v oy a ir preso y a la salida te voy a dejar inválida", me decía. Incluso una vez recuerdo que me hablaba por teléfono desde la cárcel amenazándome y yo me doblaba de miedo, estaba retorcida en el piso, no podía moverme. Y yo le decía para, para, me voy a ir de la casa con los niños.

-¿Por qué no te fuiste?

-Porque se iba a desquitar con mis papás. Siempre me decía que iba a agarrar a balazos la casa de ellos, y yo iba a tener que volver igual.

La convivencia siguió, pese a todo. Y, recuerda Karina, cuando su segunda hija tenía cuatro años, Claudio le dijo que debía embarazarse de nuevo. Ahí empezó a tomar pastillas a escondidas. Siguieron los golpes y escándalos, pero por olvidos con las píldoras, "me tomaba hasta tres juntas", nuevamente quedó embarazada. Su hija ya tenía una gastritis nerviosa.

-¿Qué razones tenía él para atacarte?

-De primera me pegaba porque yo le decía que las cosas estaban mal entre nosotros. Después, por cosas como que el cuello de las camisas tenía que quedar planchado perfecto. Porque en la noche después de comida todo tenía que quedar limpio y guardado. Incluso había que lavar la ropa de cada uno por separado. Cuando me levantaba lo primero que debía hacer era bañarme, y así todo. Cuando chico él no podía andar con los zapatos sucios.

Tuvo su tercera hija, Arantxa (al hombre le gustaba España), y la violencia continuó, asegura. Incluso a la pequeña la encerraba en una pieza para que aprendiera a no llorar.

Los niños mayores iban con alegría al colegio para no estar en la casa.

Pensaba: "Me lo va a matar"

-¿Qué cambió para que un día decidieras no aguantar más?

-¿Qué cambió? Los golpes a mi hijo, yo creo. A él le pegaba desde los cuatro años, pero yo me interponía. De más grande, le pegaba como si tuviera su misma edad, por cosas como llegar tarde después del colegio, venir pasado a cigarrillo, o tener desordenada la pieza. Eso me hizo cambiar, creo yo. Un día le rompió la cabeza contra la pared, que quedó con sangre y le obligó a limpiarla. Después gritaba que lo iba a matar... como que no se controlaba con los golpes. Eso me bloqueó. Pensaba: " Me lo va a matar y más encima voy a tener que seguir obligada al lado de él, porque me va a seguir martirizando".

Incluso, recuerda, Claudio Reyes se enojaba porque la plata no alcanzaba. Y como "desde 2007, él no salió más de la casa", ella era la que proveía, gracias a su trabajo en la feria y algunos subsidios estatales. "Pero no se le podía decir que no, porque se nos venía la casa encima".

-¿Cómo se desencadenaron los hechos que terminaron con la muerte de él?

-Había sido una semana de horror, golpes y más golpes. El jueves había quedado inconsciente en el piso. Ya no podía caminar ni tomar a mi hija en brazos del dolor, tenía los brazos, la cara morada, tenía que andar entera maquillada. Me miraba al espejo y decía ya no hay donde más golpearme.

El domingo 16 de octubre de 2011 fue un día extraordinariamente difícil. Hubo múltiples encontrones, incluso por una salida al mall. Además, Reyes golpeó al hijo, esta vez porque consideraba de "maricón" querer comprarle un regalo a un amigo.

-Luego de la última pelea, me acosté al lado de la niña menor y me dormí recién como a las seis de la mañana. Me levanté a las siete para ir a dejar a mi hija al colegio. A la vuelta, me metí a la ducha porque yo tenía que estar siempre arreglada. Mientras me estaba vistiendo me vi toda marcada y pensaba en mi hijo, en su cara de tristeza que parecía que ya no se le iba a quitar nunca. Ahí me metí al dormitorio, le saqué la pistola y le disparé. La tenía entremedio de los colchones.

-¿Qué pensaste cuando le disparaste?

-No pensé. No sé si estaba shockeada... No había luz en la pieza y le disparé... una sola vez... en la cabeza. Como que esa persona no es uno. Después yo me agachaba, me paraba, miraba... No fui yo, no pude haber sido yo. Si nunca he sido agresiva.

-¿Qué pasó después?

-Sentí miedo. Salí de la pieza, cerré la puerta, tapé la pistola con una almohada, me fui a la cocina y llamé a Carabineros. Apareció mi hijo y me preguntaba qué me pasaba. Yo estaba asustada, lo único que le decía es que no metiera bulla, porque creía que (su pareja) iba a despertar. Le decía que ya le iba a explicar, pero que por favor me perdonara. Creo que sólo reaccioné cuando llegó Carabineros y dijeron que estaba muerto.

-¿Qué sentiste ahí?

-Que iba a perder todo, que iba a perder a mi hijo, que iba a estar presa.

Efectivamente su calvario siguió en la cárcel. No sólo por el hecho de estar encerrada, sino porque sus dos hijos mayores, Claudio y Ana, al poco tiempo se fueron a vivir con los abuelos paternos. Sólo la menor, Arantxa, se quedó con la familia materna.

-Estuve un año tres meses presa y no vi a Claudio ni a Ana en un año un mes. Cuando empezó el primer juicio oral, vi que estaban sus carnés y me emocioné mucho, pero el abogado me dijo que iban a declarar en contra mía. A mí no me importaba, porque lo único que quería era verlos.

-¿Por qué testificaron en contra?

-Porque estaban con los papás de él. Dijeron que no había golpes, que el papá era súper bueno, lo mismo que declararon los abuelos. Pero salí absuelta porque se comprobó que estaban mintiendo. Tuve a mi favor las declaraciones de tres testigos, incluyendo una sicóloga y el perito forense. Fui absuelta el 11 de enero de este año y a la semana el Claudio se vino a vivir conmigo, yo creo que en parte porque sus amigos le dijeron que yo había hecho esto por él. Me costó más con la Ana (la hija del medio), porque estaba pendiente el veredicto final de tribunales, pero ya estamos todos juntos.

Actualmente Claudio tiene 18 años; Ana, 13 y, la menor, Arantxa, 4.

-¿Tienes pesadillas, Karina; sueñas con lo que hiciste?

-Sueño mucho con el Claudio, pero lo que me sorprende es que me dice que me ama... y casi nunca me lo dijo en la vida real. Sueño que estoy en un departamento, que el día es lindo, que están los niños. Cuando el segundo juicio terminó, esa noche soñé que me decía ¿Viste que iba salir todo bien?

-¿Por qué esperaste a que estuviera dormido?, ¿por qué no te defendiste durante las agresiones?

-Yo creo que él me hubiese matado. Por eso todas las noches doy gracias a Dios, porque no fui una de las mujeres que han muerto a manos de sus parejas.

-¿Cómo fue este tiempo en la cárcel?

-Fue difícil, pero se me pasó el tiempo trabajando, haciendo aseo en las oficinas de Gendarmería. Me pagaban $40 mil mensuales, y otros $6.000 iban para la libreta. No tengo nada que decir de nadie, me hice de muchas amigas y todavía tengo contacto con varias de ellas. La soledad sí se siente, hay minutos en que uno se deprime mucho porque uno está sola. De la noche a la mañana uno ya no está más con los hijos.

"Quiero tener un trabajo"

-¿Cómo estás ahora?

-Me siento tranquila porque puedo ir a dejar a mi hijo al colegio, puedo ir a ayudar la feria a mi papá y no hay nadie que me diga que no puedo, que tengo que estar a cierta hora en la casa. Puedo ver a mis amigas, antes estaba como aislada.

-¿Un mensaje para otras mujeres?

-Que no hagan lo que yo: quedarse calladas. Se tienen que dar valor, no sentir el miedo que yo sentí y denunciar.

-¿Qué has pensado hacer con tu vida, con el amor?

-Yo creo que el amor solamente lo tengo para mis hijos. No lo he pensado, pero me da miedo y hasta el momento no creo que vuelva a tener vida de pareja. En cuanto al trabajo, quiero encontrar uno, porque la feria es dura, sobre todo en invierno. En este tiempo se pueden sacar $3.000 al día. Me siento habilitada para atender gente, estar en movimiento, que digan el trabajo de ella es bueno . Quiero tener un trabajo.

-Tú llegaste sólo hasta octavo. ¿Quieres que tus hijos estudien?

-Sí. Tengo mucha confianza en ellos. Claudio está estudiando Administración. Y ya le dije que el día que pololee, si le pone una mano encima a ella, yo mismo lo voy a ir a entregar a Carabineros.

-¿Se han sentado a conversar sobre la muerte de su padre?

-No, nunca lo hemos conversado. Me da miedo, y creo que es como hacerlos sentir más dolor de todo lo que han vivido. Pero le dije a Claudio que si salía absuelta iba a cumplir con ir a ver al cementerio a su papá. Y llevé a la Arantxa el domingo anterior al Día del Padre, para que ella supiera dónde está, porque sólo se le había dicho que está en el cielo.

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