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Zaldívar y su sobrina ministra: "Carolina Schmidt posee sentido común; Beyer tenía una convicción más ideológica"

El senador DC destaca la flexibilidad para negociar de la nueva titular del Mineduc y asegura que la oposición no será "obstruccionista". También revela entretelones de su fallida gestión para lograr la renuncia de Beyer.

por:  La Segunda / Claudio Salinas M.
martes, 23 de abril de 2013

Foto CESAR SILVA

Más allá de que sea su sobrina, el influyente senador DC Andrés Zaldívar asegura que la nueva ministra de Educación, Carolina Schmidt, posee las capacidades para tener éxito donde el destituido Harald Beyer no lo tuvo: apertura y capacidad de diálogo con la oposición, remarca, para llevar adelante reformas pendientes.

En ese contexto, llama a dar vuelta la página sobre la acusación constitucional y buscar acuerdos que destraben los proyectos de superintendencia, acreditación y financiamiento de la educación superior. Y garantiza buena voluntad del bloque opositor, asegurando que en esta materia la Concertación exhibe un buen prontuario: "A este gobierno sólo se le han rechazado en general dos proyectos de ley; la derecha nos presentó 16 acusaciones constitucionales, entre ellos a Alejandro Foxley, Ricardo Lagos, Luis Bates y René Cortázar, todos tan meritorios como Beyer, y nunca les he escuchado un mea culpa".

-¿Qué le parece la designación de la ministra Schmidt?

-No la esperaba, pero dentro de los nombres que se mencionaban es la mejor, y no lo digo porque sea pariente mía. Haber nombrado a la ministra Matthei hubiera sido un error gravísimo; como dijeron los estudiantes, era echarle bencina al fuego. Lo mismo que Pablo Longueira, aunque él tiene más capacidad y movilidad política que Matthei, que cae en el lenguaje agresivo y el ataque indebido.

La ministra Schmidt lo ha hecho bien en su ámbito de acción y, a pesar de estar muy arriba en las encuestas, siempre ha mantenido un bajo perfil. Cuando nos tocó negociar con ella el posnatal, siempre se mostró abierta y encontramos flexibilidad para llegar a acuerdos, a diferencia del ministro de Hacienda.

-En contraste con Beyer, ella no es especialista en educación.

-Eso puede ser una ventaja, porque ella cree saber menos de educación, pero posee sentido común, lo que también la puede ayudar. En cambio, Beyer tenía una convicción más ideológica y eso hacía más difícil moverlo en los puntos en que había que ceder. Ella tiene méritos, más allá de su simpatía; una persona no tan inmersa en el aspecto tecnocrático de una materia muchas veces es capaz de llevar adelante una tarea en forma más fluida.

-La posibilidad de que la ministra Schmidt tenga éxito va a depender también de la disposición opositora.

-Nosotros vamos a estar abiertos a discutir los temas, sobre todo en los proyectos de superintendencia, agencia nacional de acreditación y de financiamiento. Tenemos voluntad de avanzar, siempre que logremos acuerdos en cosas fundamentales: qué vamos a hacer con el lucro en las universidades, cómo mejoramos la fiscalización sin afectar la autonomía de los planteles, cómo sancionamos a quienes infringen la ley, etc.

-El movimiento estudiantil partió exigiendo a la ministra que retire los proyectos del Congreso.

-No tienen por qué retirarse; hay que discutirlos para ver si podemos avanzar en la reforma educacional. Habrá que mejorarlos, corregirlos, pero es necesario que haya una superintendencia, una agencia nacional de acreditación y un nuevo sistema de financiamiento.

-¿Piensa que el Presidente Piñera envió una señal conciliadora al nombrar a Schmidt?

-Sí, incluso los propios dirigentes estudiantiles creen que es una persona más dialogante y abierta.

-¿La alta popularidad de la nueva titular del Mineduc puede ser un capital político útil para la difícil tarea que ha asumido?

-Ese capital político se puede consumir rápido porque ella va a estar sujeta a una situación de crítica y de tensión, además van a venir movilizaciones estudiantiles. Pero ella lo ha asumido y eso tiene mérito. Espero que por el bien del país podamos avanzar en cosas concretas, en la oposición no estamos en una posición obstruccionista y muchas veces es el Gobierno el que no se deja ayudar. Por ejemplo, pese a que se resistió en un comienzo, le perfeccionamos los proyectos sobre reconstrucción, royalty, extensión del posnatal, la eliminación de la cotización del 7% a los pensionados, las leyes de presupuestos.

-Sin embargo, Carlos Larraín dijo que la destitución fue una declaración de guerra al Gobierno.

-Yo no tomo eso en serio, aquí nadie le ha declarado la guerra a nadie. Cuando lo escuché me imaginé al líder norcoreano Kim Jong-un amenazando con la guerra a su vecino del sur. Para que se den las condiciones de una convivencia razonable, hay que revisar el lenguaje y en los días de la acusación yo me sentí agredido, porque se nos trató de politiqueros, irresponsables y que estábamos actuando con un afán revanchista. Lo cúlmine fue cuando la ministra Matthei culpó a la ex Presidenta Bachelet de no haber intervenido, ella cree que se pueden forzar las conciencias de los parlamentarios, seguramente acostumbrada a los tiempos de Pinochet en que no se movía una hoja sin que éste lo supiera.

-¿Ud. desplegó gestiones para lograr la renuncia de Beyer y evitar que la destitución se consumara?

-Sí, hablé personalmente varias veces con el ministro del Interior y le propuse que al término de la jornada de los alegatos en el Senado, el ministro Beyer interviniera en la sala a fin de que, aún reafirmando su inocencia frente a los cargos que se le imputaban y con el objeto de no ser un obstáculo y facilitar el avance de la reforma educacional, dejara en libertad de acción al Presidente de la República. Le dije al ministro Chadwick que estaba seguro de que eso iba a hacer que algunos senadores dieran pasos para evitar que la acusación fuera aprobada, absteniéndose o de alguna otra forma. Esa habría sido una salida con altura, republicana, donde el acusado planteaba su defensa y el Parlamento cumplía su deber. Hicimos gestiones hasta avanzado el día siguiente, pero me dijeron que Beyer estaba en una posición muy cerrada, cualquiera fuese el resultado. Finalmente, la intervención del senador Bianchi ya lo hizo imposible, porque en forma declamatoria le pidió que renunciara.

-¿Usted estuvo dispuesto a cambiar su voto si Beyer renunciaba?

-Sí, estaba dispuesto, pero no porque fuera a forzar mi conciencia. Yo creía que el ministro había cometido errores, pero era más importante aprobar la reforma. Este no era un problema de cambiar un voto en conciencia, sino de ver cuál era el bien mayor a proteger, que era tratar de avanzar realmente en la reforma y proyectar la convivencia para el próximo tiempo. Varios senadores de la Concertación me apoyaron en esta tesis.

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