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Los Fillol: Todo por la raqueta

De los ocho hermanos, hoy tres están vinculados estrechamente al tenis como deporte y como negocio, aunque todos ellos lo estuvieron en el pasado de una u otra forma. Hablamos con ellos en un día muy especial para la familia... al lado del court .  

por:  Marcel Oppliger
sábado, 06 de abril de 2013
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La Copa Santa Elena se juega todos los años, pero es un asunto muy exclusivo, que no se publicita y donde participan unos pocos escogidos. Es que no es fácil llenar el requisito principal para obtener un cupo: hay que tener apellido Fillol.

Y dio la casualidad de que el día que hicimos esta entrevista se jugaba la Copa -que desde hace unos 10 años se celebra en memoria de la señora Elena Durán, madre de los ocho hermanos Fillol Durán-, por lo que las canchas de tenis del Club Valle Escondido hervían de Filloles de varias generaciones. Casi todos con raqueta en mano, listos para enfrentar a algún pariente en las distintas "mangas" organizadas por Cecilia y Esteban, en quienes sus seis hermanos han delegado la responsabilidad de definir quién juega contra quién entre tanto hijo, nieto, primo, sobrino, cuñado y otros especímenes de la fauna familiar.

En medio de toda esa gente, saludaban y tiraban la talla los dos Fillol que más han hecho para asociar el apellido al tenis: Jaime y Alvaro. Jaime no sólo fue el primer chileno que alcanzó renombre internacional jugando tenis -llegó al puesto 14 del ranking mundial en 1974-, sino que es uno de los fundadores de la Association of Tennis Professionals, la famosa ATP, mientras que Alvaro tuvo una carrera profesional en la que logró 5 títulos en dobles, cuatro de ellos haciendo pareja con su hermano.

Más adelante los ocho hermanos participaron en el club de tenis Jaime Fillol, que fue vendido a inicios de los 90, y ahora tres de ellos -Jaime, Alvaro y Esteban- están a cargo de Promociones Fillol, que organiza el único torneo ATP que se juega en Chile, el de Viña. Este año contaron nada menos que con la participación de Rafael Nadal, un lujo.

Ocho no son multitud

Jaime Fillol Basabe y Elena Durán se conocieron como estudiantes en la universidad, cuando alojaban en la misma pensión: él venía de Chillán y estudiaba Derecho en la UC; ella era de Ancud y estudiaba Química y Farmacia en la U. de Chile.

El apellido de los Fillol es catalán, pero su abuelo paterno vino a Chile junto a un hermano a principios del siglo pasado desde una localidad cercana a Bilbao.

Jaime padre ejerció como abogado toda su vida y su esposa trabajó siempre en el Servicio Nacional de Salud, en Independencia, donde tenía media jornada en las tardes. Así, la persona que realmente fue clave en la crianza de todo el clan fue la abuela paterna, Virginia.

Según Alvaro, el menor de los cinco hermanos hombres, "ella hizo el trabajo duro de despertarnos, levantarnos, empujarnos para subirnos a la micro, preocuparse de la ropa, las colaciones".

Jaime: "A tal punto que a ella le decíamos 'mami' y a nuestra madre, 'mamacita'".

La señora Elena falleció en 2003 -casi trece años después que su marido- y sus hijos la recuerdan hoy como una mujer "muy tranquila, afectuosa, cariñosa. De buen humor, contenta, optimista, escuchaba a todos y tenía tiempo para todos. Si le pedías algo, te escuchaba y te lo buscaba... Llegaba ultracansada, pero ayudaba con las tareas. Y así siempre, era una entrega increíble", dice Hernán, el mayor de los ocho.

-¿Y no había mucho despelote, con tanto niño en la casa?

"Seguramente", responde Jaime, y se ríen los tres.

"Lo que pasa es que hubo como dos camadas de hijos, los cuatro mayores y los cuatro chicos. Entonces, el despelote fue en dos grupos de a cuatro, nunca ocho, menos mal", agrega Alvaro, riendo de nuevo.

-¿Y cómo era el papá?

Hernán: "El era un poco más autoritario. Era el que gritaba cuando había que hacerlo, o que ordenaba 'se sientan' y 'se paran'. En esa época era así".

Jaime: "Sí, tenía autoridad y era disciplinado, pero no duro. El buscaba educarnos". Y agrega, "además, siempre estaba ahí la 'mami', asegurándose de que no podíamos ser flojos. Para ella eso era terrible. Nos zamarreaba para sacarnos de la cama, nos hacía hacer las tareas, nos mandaba a jugar, pero flojear, jamás".

En la etapa escolar, los cinco hombres fueron al Instituto Luis Campino y las tres mujeres al Colegio de las Monjas Argentinas.

-¿Cómo recuerdan el colegio?

"Creo que tenemos recuerdos de un colegio que nos ayudó mucho a formarnos, había consecuencia con lo que se conversaba en la casa, temas de respeto, de amor a los demás, de apertura, de compartir", dice Jaime.

Ambos padres eran católicos y sus descendientes heredaron esa fe, fortalecida por el hábito de ir a misa todos los domingos a las 9 AM.

Además, dice Jaime, "el Luis Campino tenía un sello muy marcado en el sentido de vivir la fe cotidianamente, había misas, se rezaba. Pero también en el trato a los demás, porque había compañeros de muchos recursos y otros que no. Igual que los profesores; se notaba que algunos eran de nivel social alto y otros no. Y eso era muy valioso para nosotros".

En todo caso, lo mejor de la misa semanal era que "después venía el desayuno especial de los domingos y partíamos a los clubes a jugar tenis", dice Hernán.

La pelotita verde

Hoy cuesta imaginarlo, pero los Fillol crecieron jugando fútbol...

Sin embargo, ocurrió que Jaime padre tenía un conocido que era socio del Club Internacional de Santiago, en Bellavista, y de él fue toda la culpa.

Hernán: "Era un amigo íntimo del papá, también abogado -Mario Flores, se llamaba-. El jugaba tenis y una vez me invitó. Mi primera raqueta me la regaló él. Antes yo jugaba fútbol. Entonces, empezamos a ir en forma habitual a jugar al Club Internacional y el papá nos acompañaba. Ibamos en micro con un grupo los sábados y domingos, y así por varios años. Luego Jaime rompió un poco el esquema cuando empezó a ir también en la hora de almuerzo del colegio".

"Es que el ambiente de ese club era muy propicio para seguir jugando. Ha sido un error tremendo que ahora esté cerrado y lo vayan a eliminar. El ambiente era sano, entretenido, cordial, con mucha relación humana", comenta Jaime.

Por entonces el tenis era un deporte amateur y nadie imaginaba que pudiera ser una carrera, tampoco ninguno de los Fillol, por mucho que los hubiera picado el "bichito".

Y fue como amateur que Jaime viajó un día a Estados Unidos, para competir en el Orange Bowl de Miami. "Yo ya estaba estudiando en la U. de Chile", recuerda, "pero como me fue bien en el torneo, me ofrecieron beca para quedarme. Llamé a la casa para pedir permiso y me dijeron que bueno. Entonces, me quedé allá entrenando y estudiando".

El tenis se hizo profesional justo el año en que terminó la universidad, en 1969, y en 1972 se creó la ATP.

Más tarde siguió sus pasos Esteban, que también estudió en la U. de Miami con beca deportiva, y luego Derecho, en Chile. Y tras él fue Alvaro.

"Nunca pensé que fuera a ser tenista, en ningún momento", asegura Alvaro. "Mi papá siempre pensó tener un hijo abogado, como él, y yo era el señalado (se ríe)". Pero antes de entrar a segundo año de Derecho en la U. de Chile se fue de vacaciones a Miami a visitar a Esteban, y allá el mismo coach que había entrenado a sus dos hermanos le propuso quedarse jugando para la universidad.

Los otros hermanos estudiaron acá: Hernán, Química y Farmacia, como su madre; Gonzalo, Ingeniería Civil en Electricidad; Cecilia, Pedagogía; Verónica, Derecho; y Ana María, cursos de Enfermería en la Cruz Roja.

-¿Cómo fue estudiar afuera con una beca deportiva?

Jaime: "La experiencia de irse de Santiago de Chile a Miami, en esa época, fue muy impactante", continúa Jaime. "Obviamente, para mí fue muy valioso, pude aprender otras cosas y ver lo que pasaba en el mundo. Pasé de un entorno muy organizado y muy estructurado, a otro donde los jóvenes tomaban cerveza como locos, vivían solos, sin ninguna supervisión, libres para disponer de su tiempo y hacer lo que quisieran", agrega.

Lo novedoso para él, insiste Jaime, "no eran sólo temas como alcohol, drogas y sexo, sino que uno se levantaba en la mañana y era totalmente independiente, sin nadie que te dijera qué hacer. Todo lo decide uno: si tomo desayuno o no, y a qué hora y dónde y con quién; voy a clases o no voy a clases; entreno o no entreno".

El tenis como negocio familiar

En 1981 el clan fundó el club de tenis Jaime Fillol, aprovechando la nueva fama nacional e internacional del apellido. "Ahí empezó una relación con sentido comercial sobre el futuro de esta actividad para nosotros", explica Jaime.

Sin embargo, en la crisis del 82-83 él perdió todo lo que tenía, aunque entre todos los hermanos lograron que el club siguiera funcionando, porque ésa era la canasta donde habían puesto todos sus huevos, incluso dando la casa de los padres en garantía.

"Fue un esfuerzo de todos por aguantar. Finalmente se cerró y se vendió en el 91, y con eso logramos pagar las deudas, salvar la casa de los papás y partir en limpio de nuevo. Mi casa sí se perdió, fue lo primero que se entregó al banco", recuerda Jaime con expresión seria.

Vendido el club y saldadas las deudas, crearon la productora de eventos Promociones Fillol.

Según cuenta Alvaro, "lo primero que hicimos fue un torneo senior , en 1991. Jaime ya estaba en ese circuito y era más fácil que organizar un torneo ATP, porque no había más cupos. Y en 1993 trajimos un torneo ATP con unos socios norteamericanos. Y desde ahí que estamos en esto".

Y en eso piensan seguir.

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