Que iban a morir de hambre, pronosticaba el papá. Pero la vida no les dio precisamente pobreza a estos hermanos que convirtieron el teatro en su vida... aunque sí sobresaltos y algunos profundos dolores que ellos han sabido sortear.
Anda de pantalón rojo, Tomás.
El jeans colorado de la buena suerte. El que usó -ya es un rito- para el estreno de su última puesta en escena como director, en el Teatro Municipal de Las Condes: "Agosto, condado de Osage". Ahí dirige un elenco de actores escogidos especialmente por él, entre los cuales está su hermana, Eliana.
En la casa de ella dirige ella. Y es ahí donde se desarrolla esta conversación muy personal con los hermanos Vidiella.
Quien no escuchó hablar de las salas de Vidiella -El Túnel, Hollywood, el Anfiteatro Lo Castillo o El Conventillo- no sabe lo que es teatro en Chile. Y si más encima desconoce a Tomás y a Eliana, simplemente estuvo ajeno o fuera del país en las décadas de los 70, los 80, los 90 y el nuevo milenio.
Que le atrajeron las tablas desde que por primera vez su madre lo llevó al circo, cuenta Tomás. Y Eliana relata que ella dejó un brillante trabajo en Nueva York, como secretaria del entonces embajador en Naciones Unidas, José Piñera, padre del Presidente, cuando vio en El Mercurio un aviso indicando que estaban abiertas las postulaciones para estudiar teatro en la Universidad de Chile.
Pero la historia de los Vidiella es mucho más profunda que eso y de alguna manera confirma la tesis de que detrás de los grandes talentos hay vidas difíciles.
"Tengo malos recuerdos" del colegio
Hijos de un chef de origen catalán que tuvo conocidos restaurantes, y de una dueña de casa con apellido vasco y gustos refinados, eran niños cuando se separaron los papás.
Los pusieron en un internado: a él en el Patrocinio San José y a ella en las Monjas Carmelitas. La madre los visitaba todos los domingos; el padre, algunos domingos.
-¿Con quién se llevaban mejor?
Eliana:
-Con mi mamá, definitivamente. Era muy cariñosa y alegre. Y mi papá, muy amigo de sus amigos. Como dicen, "candil de la calle, oscuridad de la casa".
Acota Tomás:
-No me recuerdo de una caricia, de un beso, o de tomarte la cara. Era muy trancado.
Cuentan que cuando se juntaban con el papá los domingos iban a sus restoranes, "la única posibilidad de verlo".
En el colegio no le iba bien a Tomás.
-Estuve en casi todos los colegios de Santiago y terminé en el Barros Arana. Yo no servía para eso, era muy porro. Más bien estaba en otra, era hiperkinético. Como no me concentraba en las clases, estaba siempre pensando en otras cosas más entretenidas para mí.
-No pareciera tener buenos recuerdos de esa época...
-Tengo malos recuerdos.
Una tragedia en la familia
Eliana se ve en la necesidad de explicar:
-Lo que pasa es que mi mamá se separó muy joven de mi papá. Y mi hermana menor, Anita María, se mató en un accidente.
Anita María tenía 15 y ella 17. Era la celebración de las bodas de plata de unos tíos que vivían en la Gran Avenida. Partieron todos en la camioneta del pololo de Eliana, menos Tomás que estaba en Viña del Mar con unos amigos. Planificaron el regreso en dos tandas, porque también llevaban a la nana y a otra tía, además de la mamá de los Vidiella. Estaban haciendo el primer viaje de regreso y debían volver a buscar a la mamá y a la tía cuando sucedió la desgracia.
-Veníamos de vuelta con mi hermana y la nana nuestra, cuando chocamos con una ambulancia de la Asistencia Pública. De ahí para adelante las vidas nuestras cambiaron. Yo me sentía la portadora de este chofer que efectivamente venía rápido (su pololo). Y el conductor de la ambulancia tenía un prontuario interno por manejar en estado de ebriedad.
Tomás tomó el tren para regresar de Viña a Santiago y desde la ventanilla divisó un titular del diario que decía: "Un muerto y seis heridos graves deja accidente".
-Nunca imaginé que era mi familia. Cuando llegué a la casa me enteré por mi papá, que me abrió la puerta. Es muy tremendo, son sentimientos muy encontrados. Mi mamá envejeció, envejecimos todos. Además, hubo que estar fingiéndole a la Nany. Hubo que hacer tres meses como que aquí no había pasado nada.
Un "secreto" inexplicable
Eliana, la "Nany", no sabía que su hermana había muerto y por una inexplicable razón, los padres decidieron no decirle.
-Imagínate, yo llegué de una clínica donde estuve prácticamente un mes, porque me operaron de la rodilla, y cuando entraban a verme en la casa se sacaban el luto. Iba tanta gente a vernos, las compañeras de colegio mías, las de mi hermana. A todo el mundo le habían dicho que a mí no había que decirme nada. Y un día llega una amiga de mi mamá, y se acerca y le dice: "Sentido pésame. Linda". Y yo, plop. Me quedé callada y no pregunté nada, del terror. Ahí fue cuando lo supe.
Tomás Vidiella se pasa la mano por los ojos y exclama:
-Hay, yo no sabía eso.
-¿No sabís? Fue la tía Mery... Bueno, y ahí yo después estuve con sicólogo y todo, porque quedé súper mal.
-¿Y al pololo de la camioneta lo volviste a ver?
-Sí, lo vi. Su mamá era farmacéutica y un día estaban descargando un bidón de alcohol, que en ese tiempo era de vidrio, y al ponerlo en el suelo se le despotó y había una estufa prendida. Por sacar a su mamá, se le quemaron las manos y toda la cara. Me llamó del hospital y me pidió que por favor lo fuera a ver, después de mucho tiempo.
Tomás está realmente conmovido y se le escapan unas lágrimas:
-¡Hay, qué cosa más triste, yo no sabía eso!
-El tenía toda la cara vendada y me pidió: por favor, ponme tu mano en el pecho.
-¿Nunca volviste con él?
-No. No volvi nunca. Yo creo que él también debe haber tenido una especie de trauma con el accidente.
-Y se le quebró un brazo.
-¿Supiste de él, después de eso?
-El vive en Alemania. Una vez yo estaba trabajando en el teatro Caupolicán y él fue y dejó una tarjeta con unas flores. Pero nunca más me llamó.
Tomás va todas las semanas al cementerio. "Para mí es un lugar de paz".
El mundo del teatro y su amigo Víctor Jara
A Tomás le atrajo el teatro desde chico, desde la primera vez que su mamá lo llevó al circo.
-Yo no me reía con los tonies; me daban pena. Pero ver cómo hacían reír a los demás, ese fenómeno, lo descubrí ahí.
Cuando entró a la Universidad de Chile a estudiar teatro, su padre le dijo: "¡Tomás, te vas a morir de hambre!", a lo que el joven replicó: "Bueno, pero voy a estar feliz".
-Imagínate, entrar a Teatro era el oprobio familiar, poque era como nada, para gente fuera de la "sociedad" -cuentan los hermanos.
Eliana relata que cuando se puso de novia con el hombre que se convirtió en su marido, el arquitecto Eduardo Sáenz, partió a aclarar las cosas con su suegra, que estaba en desacuerdo, y le explicó lo duro que era su estudio. La conversación, al parecer, surtió efecto porque las asperezas se limaron y hoy el matrimonio Sáenz Vidiella tiene una linda y habilosa hija veinteañera que es publicista y trabaja con el papá.
-¿Admirabas mucho a tu hermano?
-Mucho. El al comienzo fue muy mal actor, sobreactuado, pero con los años trabajó sobre sus defectos y escuchó cuando se lo decían, sin prepotencia y sin desperdiciar aquella observación.
Tomás cuenta que de su generación entraron 36 a Teatro y egresaron 4: Víctor Jara (el cantautor muerto en el estadio que hoy lleva su nombre, el 73), Alejandro Sieveking, Lucho Barahona y yo.
-¿Eran amigos con Víctor Jara?
-Claro, éramos amigos. Me dirigió en varias cosas.
-¿Era buen actor?
-No, era muy mal actor. Y era un director extraordinario.Víctor dirigió "Vietrock", una comedia musical sobre la guerra de Vietnam. Y su mujer, Joanne Turner, nos hizo la coreografía y el adiestramiento físico.
Con Víctor Jara y Alejandro Sieveking hicieron una gira por Latinoamérica y cuando estaban en México, después de seis meses, se pelearon antes de partir a España. Entonces Tomás Vidiella regresó a Chile, vendió su ropa y su tocadiscos y partió a Nueva York con US$ 200.
Allá estuvo durante cuatro años, vendiendo libros, trabajando en decoración y también estudiando teatro. Durante su estada, invitó a su madre y a su hermana a visitarlo y Eliana tuvo la oportunidad de abrirse al mundo allá, donde encontró buen trabajo y buenas relaciones sociales. Un día volvió de vacaciones a Santiago y ahí fue cuando decidió inscribirse en la Universidad de Chile para estudiar Teatro, siguiendo los pasos de Tomás.
El se destacó pronto, especialmente como creativo, gestor y empresario del espectáculo. Trajo a Chile el concepto del café concert, que desarrolló con éxito total. Y abrió nueve teatros, mientras seguía actuando. Su hermana Eliana lo respaldó en la administración de sus locales, que funcionaban a tablero vuelto, hasta que ocurrieron algunos fracasos, como en toda carrera de éxito.
-¿Cómo has hecho para reponerte de esos fracasos?
-Hay que juntar los pedazos, rehacerse. La pena del fracaso es muy profunda.
-Eso es depresión, Tomás. Uno se deprime porque tiene pena de amor, también -le dice Eliana y él acota:
-Pena de abandono.
-¿Tú tienes sensación de abandono, Tomás, por el hecho de que estuviste en un internado?
-No lo relaciono, fíjate.
Asertiva, contesta Eliana:
-Yo sí tengo.
Y Tomás se explaya:
-No sé, o sea, sí, posiblemente. Pero yo no me quedo pegado en el pasado, a lo mejor eso me ayuda... o a lo mejor no se me borró nunca.
-¿Qué parecido tiene la familia de la obra "Agosto" con la de ustedes?
-Todo y ninguno, porque es una ficción que se podría parecer en algunos aspectos y en otros no. Creo que con el tiempo uno va adquiriendo una madurez que te hace hacer las cosas con mayor profundidad, con mayor perfección y mayor comprensión. Y esto que me interesa hoy, no sé si me va a interesar el próximo año, porque ya tengo que empezar a pensar en qué voy a hacer ahora, porque esto ya se estrenó con un éxito tremendo, con aplausos del público de pie, y ya está empezando a entrar en mi pasado. El día de la primera función les dije a los actores: "Bueno, hasta aquí llega mi trabajo. Ahora me empiezo a despedir de ustedes". Tengo que empezar a reinventarme una vez más.
"Yo siempre he caminado por el borde, en el filo del precipicio""Está bonita tu casa", le dice Tomás a Eliana. Y ella se muestra orgullosa de la mano de su marido, el arquitecto Eduardo Sáenz, a quien el cuñado considera "encantador, inteligente, simpático y con talento".
El, en cambio, no se casa.
-No creo en el matrimonio. Uno comparte mientras dura el amor, y hay que tener la libertad de poder decir "hasta aquí llegamos", sin tener que recurrir a las leyes para separarse. Por eso en los últimos 2 años me he cambiado muchas veces de casa. La última vez fue el 13 de mayo.
-Hay gente que se enamora muchas veces en la vida, otros que tienen un solo gran amor... ¿cómo ha sido en tu caso?
-Yo no he sido de un gran amor en la vida. Tengo varios, surtidos.
-¿No te da miedo estar solo después, cuando envejezcas?
-Si uno igual está solo cuando envejece. Nadie sabe cómo va a terminar. Yo lo que trato, dentro de lo que está a mi alcance, es hacer lo mejor dentro de mis posibilidades, de lo que puedo dar. Porque el amor es dar y recibir. Trato de dar lo mejor. A veces me resulta y otras no porque soy, en el fondo, un ser humano igual que todos, que tiene este plus, esta ventaja de haberme dedicado a una profesión pública en donde ha producido curiosidad saber de mi vida. Pero no es más que eso. El pasado, como que yo lo voy borrando. No tengo sentido de la historia. Las cosas que pasaron, pasaron. Fueron lindas en su momento, maravillosas, espectaculares, pero pasaron. Ahora yo miro el futuro, lo nuevo, lo que hay que hacer.
-¿Vives solo?
-Ehh, mira, de mi vida privada nunca he hablado nada. En la vejez, viruela; no va a ser el momento. Vivo con gente maravillosa alrededor mío.
-¿Sí? ¿Tu pareja?
-¡Por qué darles nombre a las cosas! Si no hay que darles nombre a las cosas.
-Pero eso es comprometerse también...
-Pero te estoy diciendo que estoy rodeado de gente maravillosa. Eso basta y sobra. Soy Escorpión, yo.
-Y más encima orgulloso...
-Bueno, por eso he llegado donde he llegado. Eso es como cuando corría hasta la punta del cerro y llegaba y decía: "ah, y esto era la punta del cerro. Ah, ya po. ¿Ahora qué sigue más allá?" Siempre hay un más allá. Siempre hay otro día. Lo que pasa es que hay que tratar de mantenerse arriba. Porque yo siempre he caminado por el borde, en el filo del precipicio. Y por eso la gente ha estado pendiente de lo que estoy haciendo. Porque si hubiera caminado por el centro, no me hubiera mirado nadie; nadie se habría preocupado de mí. Siempre he caminado por la parte más difícil, y eso ha hecho que toda la gente esté esperando que me caiga. Bueno, he tenido mis buenos fracasos también.
Una vez una adivina le dijo que él tenía cúpula de cristal. Que eso lo protegía de las "malas vibras".
-Yo he tenido mucha suerte en la vida, y estoy muy agradecido.