En nuestro país no posee el glamour ni los recursos con que esta religión es conocida en otras latitudes del planeta: acá todo se desarrolla en un pequeño departamento de Providencia... ahí se dan las charlas, ahí se venden los libros que es necesario leer para formar parte de este "estilo de vida".
Según el video que publican en su página web oficial, poseen más de 10 mil iglesias y misiones en todo el mundo... en más de 160 países.
Anualmente son 4 millones de personas las que adoptan su estilo de vida.
Aseguran conocer mejor que nadie "la verdad" de las cosas. Esa que -echando mano sólo a datos científicos- está dibujada en 50 mil años de sabiduría, en las matemáticas, en la física nuclear.
Es un nuevo tipo de religión, plantean, en la que no hay que rezar, sino estudiar. Conocerse a sí mismo.
Etimológicamente, con raíces en el griego y el latín, la Cienciología es el estudio del conocimiento. No son sólo preguntas, prometen, sino respuestas. Respuestas prácticas para los problemas de la vida real.
Esta semana, y entusiasmado por ese halo de misterio que suele rodearlos, me sumergí en un extraño mundo -de códigos desconocidos para mí-, buscando desentrañar cómo funciona la Cienciología en Chile. ¿Dónde se reúnen los cientólogos chilenos?, ¿en qué trabajan?... ¿pagan por pertenecer a esta religión?, ¿qué beneficios les ha traído a sus vidas?
Con el modo de reporteo tradicional -solicitando formalmente una entrevista-, este tema habría sido imposible de abordar. La mandamás de la Cienciología en nuestro país no recibe a los medios de comunicación, prefiere la reserva, el anonimato... alimentando, de paso, ese olor a secta con que se suele etiquetar a esta creencia. ¿Qué hice entonces? Manifesté mi interés personal (y sincero) por conocer más sobre la polémica religión y los pasos que debería seguir para transformarme en correligionario de Tom Cruise.
Rafael Cañas 50, oficina F
Lo primero fue rastrear en internet el contacto telefónico con la sede de la Cienciología criolla. Las señas me condujeron a una casa en La Reina, en la que vive María Angélica Serrano, la "embajadora" y supervisora de la correcta enseñanza de la Dianética en Chile, un libraco tan gordo como la Biblia, con la explicación detallada del ritual de iniciación en la Cienciología. ¿En qué consiste? Eso me lo explicaría María Angélica, personalmente.
Para responder a todas mis inquietudes -y con una amabilidad desbordante-, la mujer me citó a un departamento en calle Rafael Cañas, número 50, oficina F. Dependencias harto más sencillitas que los fastuosos centros de Cienciología en el mundo, como el de Madrid... o la faraónica sede central en la localidad de Clearwater, Florida.
En un salón bien iluminado, con una mesa y un estante para libros, dos globos de cumpleaños medio desinflados, y una escultura del signo infinito (8), me recibió Angélica y su encantadora sonrisa. Venía, según me dijo nada más entrar, saliendo de un fuerte catarro que la tuvo botada en la clínica por algunos días. Ataviada con un chaleco anaranjado y un collar de mostacillas, se manifestó dispuesta a responder todas mis dudas y a "desmitificar" todas aquellas "cosas malas" que "la gente dice sin saber".
En el Ministerio de Justicia me habían advertido, previo a mi cita, que la Cienciología no posee un reconocimiento legal, como corresponde a toda religión. En rigor, por tanto -y considerando que llevan 30 años en Chile- son una secta, un grupo ideologizado que no busca la aprobación de la autoridad, que funciona por carriles paralelos a la institucionalidad.
Le conté a Angélica que yo soy católico y que quería comprender de qué manera la Cienciología podría ser un aporte en mi vida.
"Me da lo mismo que seas católico", me dijo: "Y vas a seguir siendo católico, porque lo que aprenderás acá tiene la gracia de adaptarse a tu propio estilo de vida". Visto así, sonaba hasta tentador.
El villano Xenu
La Cienciología, en el fondo, se trata de sanarse, de limpiarse de toda tranca personal y vivir la vida sin ataduras, con un conocimiento pleno de las "maravillas" de las que somos capaces. La Dianética, de hecho, plantea que las depresiones y las enfermedades mentales son curables sin medicamentos: sólo basta poner las cosas en su contexto, a través de un sistema llamado auditación.
En Chile no se pueden hacer auditaciones. ¿La razón? No cuentan con la tecnología necesaria para esos efectos: una curiosísima maquinita llamada E-meter, que mide el campo electromagnético alrededor del cuerpo para determinar si las personas están siendo "espiritualmente encadenadas" a malas experiencias del pasado... muy en la onda Freudiana.
De acuerdo a la Cienciología todos somos inmortales y llevamos en nuestro cuerpo "unidades de pensamiento" llamadas Thetans . Un malvado gobernador de la galaxia en la que vivimos, llamado Xenu, exilió a una gran cantidad de Thetans a la Tierra, hace 75 millones de años. Los Thetans se fusionaron con los cuerpos humanos y tienen la capacidad de "reencarnarse" en otras personas, tras la muerte. En lo más profundo, los Thetans tienen poderes divinos, pero las experiencias traumáticas de nuestra vida han causado que los Thetans olviden su verdadera naturaleza. Para eso sirve entonces la auditación... para "despertar" a los Thetans que todos llevamos dentro y "cruzar el puente hacia la total libertad" para volver a ser como dioses.
Cada auditación cuesta unos US$ 1.000.
Un cuestionario del terror
¿Quién inventó todo esto? El norteamericano Lafayette Ronald Hubbard , escritor de ciencia ficción y trotamundos.
En esto cree Angélica y otros 600 chilenos, según me contó antes de proponerme que respondiera un cuestionario de 200 preguntas "para saber tu estado actual y la forma en que estás entrando a nuestra religión". Tendría que someterme a un exhaustivo interrogatorio, por escrito, con el que ella podría llegar a un gráfico que dejaría mi alma al desnudo, el punto de partida perfecto para encaminarme hacia un verdadero conocimiento de mí mismo.
El cuestionario se puede responder vía internet y los resultados se envían a las oficinas centrales, en Estados Unidos, para su registro. Eso ya me dio un poco de susto, sobre todo considerando que esta religión cuenta con un prontuario no menor de polémicas y acusaciones graves de lavados de cerebro, manipulación de conciencia, espionaje, extorsión y hasta asesinatos. Respondí a las preguntas -algunas del todo extrañas, que pueden leer en el recuadro-, pero falseé mis datos personales.
Angélica, sin embargo, me pareció una mujer buena, inofensiva, de nobles intenciones. Me transmitió confianza, a tal punto que le pregunté hasta por Alberto Plaza , el más famoso representante de la Cienciología en nuestro país.
-¿El viene a esta sede a estudiar la Dianética?
-No. El está en un estado más avanzado. Se entiende directamente con la gente de Estados Unidos.
-¿Y por qué la Cienciología tiene tantos detractores?
-Porque piensa tú que a los laboratorios y las farmacias no les conviene que alguien plantee la cura a todas las enfermedades mentales a través de un sistema limpio, sin remedios. Ese mercado mueve millones. A ellos les conviene tener a la gente dopada.
Buena respuesta, aunque no del todo convincente. De hecho ella misma cambió el tema y me propuso que -tras conocer los resultados de mi cuestionario- me inscribiera en un primer curso (con un valor de $20.000), o comprara uno de los audiolibros que resumen su filosofía. Los precios oscilaban entre los $5.000 y los $45.000. Las clases son a diario, por la tardes, en esa, la única sede de Cienciología en Chile.
En un momento me pareció que los posters en la pared -con colores y conceptos como Libertad, Futuro y Eternidad- tenían cierto efecto hipnótico, y que ya llevaba demasiado tiempo en un territorio demasiado ajeno, como sobre arenas movedizas. Entonces agarré mis cosas, le di un beso gordo a Angélica, agradeciéndole su hospitalidad, y me fui.
Me fui pensando, camino al Metro, en por qué mi nueva amiga había estado internada en un hospital, cuando supuestamente ella sabe cómo curarse sin medicamentos.
Y a ratos, admito, miraba hacia atrás... no fuera a ser cosa de que alguien me estuviera siguiendo.