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Las memorias del general (R) Odlanier Mena: Ex jefe de la CNI escribe un libro con su historia

A los 86 años, cumple condena en el penal Cordillera por la responsabilidad de mando que tuvo en Arica, cuando fueron fusilados tres militantes socialistas el 20 de octubre de 1973. Haciendo uso del beneficio de salida de fin de semana, se reunió con este diario.

por:  Por Lilian Olivares/La Segunda
sábado, 22 de septiembre de 2012
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El hombre que se pone de pie y saluda se ve distinguido. No es su tez aceitunada y su casi ninguna arruga; no es su campera de fin de semana, ni siquiera el bastón. Son su estatura y su manera de hablar educada, descriptiva, anecdótica, sin lamento.

Pide que nos sentemos justo frente a él, porque algo ayuda el aparato que lleva en uno de sus oídos, pero igual no escucha bien y quiere seguir el diálogo por el movimiento de nuestros labios.

Nadie que lo viera diría que ese hombre está condenado desde el 2009 y se ha convertido, a sus 86 años, en el preso más anciano de Chile.

El hombre que está frente a nosotros es el general de brigada (R) Odlanier Mena Salinas, el primer jefe que tuvo la CNI cuando el general Augusto Pinochet disolvió la DINA, en 1977, y le encargó la más difícil misión: averiguar si Manuel Contreras había participado en el asesinato del ex canciller Orlando Letelier.

Fue el peor de los ofrecimientos, justo cuando se instalaba como embajador en Uruguay y comenzaba a establecer lazos con interesantes e influyentes personajes de la sociedad uruguaya, ya convertido en civil.

Se había retirado del Ejército en septiembre de 1975 -siendo jefe de la Dirección de Inteligencia Militar (DINE) y después de haber discrepado públicamente de los métodos del jefe de la DINA-, cuando un decreto-ley dejó subordinados todos los servicios de inteligencia (incluyendo, lógicamente, el que él dirigía) al "Mamo" Contreras.

El 11 de septiembre de 1973 se encontraba al mando del Regimiento Rancagua, en Arica. Por esos días, Odlanier Mena tenía un grave problema: organizar la defensa de la ciudad ante la inminente invasión de los peruanos.

El 9 de enero de 2009, jubilado, lo detuvieron en el balneario de Maitencillo. Fue condenado a seis años de presidio, como autor de muerte por fusilamiento de tres militantes socialistas, hecho ocurrido en la noche del 20 de octubre de 1973, en las cercanías de Arica. No se le acusó de haber ordenado que se les fusilara, sino de responsabilidad de mando, por el cargo que ocupaba. En realidad, casi nadie supo de ese hecho hasta el Informe Rettig. Ahí se enteraron él y los tribunales.

Desde el año pasado tiene el beneficio de salida de fin de semana, oportunidad que aprovechamos para conversar con él en un café de Apoquindo, en dos citas de dos horas cada una, tiempo en que nos anticipó episodios notables, que promete contar en detalle en sus Memorias, libro que está a punto de concluir.

La última imagen que tenemos de él es haciendo parar un taxi, erguido.

1 Su compañero de celda, el brigadier (R) Pedro Espinoza: "El me ha ayudado muchísimo a vivir"
  
"Después de estar 10 días detenido en un calabozo del Hospital de Gendarmería, sorpresivamente me llevaron al Penal Cordillera.

Tomaron mis cosas y me dijeron 'aquí a va estar usted: en la cabaña número 4'.

De manera que desde el año 2009 soy habitante de la cabaña número 4, que comparto con Pedro Espinoza Bravo. Con él había tenido un altercado muy serio cuando fui director de la CNI, porque me insultó gravemente a la salida de la oficina del Jefe de Estado Mayor. Esa había sido la única relación que tuve con él, pero, cuando llegué al penal Cordillera, tuvo la gentileza de esperarme en la puerta de la cabaña.

Me dijo: "Mi general, espero que olvidemos todo lo pasado, porque vamos a convivir". Le contesté: "Yo tengo la mejor opinión tuya Pedro, curiosamente, porque tengo antecedentes tuyos". Por supuesto que estaba informado, no solamente de él.

Hemos tenido una relación extraordinaria. El me ha ayudado muchísimo a vivir, porque tengo un problema vascular bastante severo, junto con bronquitis obstructiva y asma, y a veces no me llega oxigenación y deben ponerme mascarilla de oxígeno, y me ponen corticoides a la vena y medicamentos para dilatarme los vasos pulmonares. Pedro me ayuda, así como muchas veces toca él el botón de pánico para que acuda el equipo médico, que se ha portado muy bien conmigo.

Y se ha convertido en un gran amigo. Me ha enseñado muchas cosas y ha creado un sistema de apoyo para las cosas cotidianas que yo no tenía antes. Lo mejor de todo es que tenemos momentos de conversación muy fructíferos.

Yo creo que él toleró que se hicieran cosas en la DINA. Me dice que en realidad formaba parte de un sistema y no se podía salir de él. Yo estoy convencido, y se lo dije a él, que si hubiese sido subalterno mío no estaría preso. Porque yo no tengo ningún subalterno procesado, fuera de dos humildes cabos que fueron culpados junto a mí por el juez Guzmán".

2 Su vecino, el "Mamo" Contreras: "Le dije: Contigo olvidar, ¡jamás! Le hiciste mucho daño al país"

"Cuando llegué al penal Cordillera, Manuel Contreras hacía como si yo fuera invisible, o cruzaba y no me saludaba.

En una oportunidad se me acercó y me pidió una entrevista. Le dije a Pedro Espinoza que estuviera presente, porque con él no es posible confiarse para nada, ¡para nada! Entonces me dijo: "Mire, mi general, vamos a estar juntos quizás cuanto tiempo, podríamos olvidar estas cosas...".

Le respondí que no: "Contigo olvidar, jamás. Porque tú no solamente le hiciste daño a la DINA, a la inteligencia militar, porque le diste un carácter imbécil que nunca debió haber tenido, y enseguida le hiciste mucho daño al país. Y tú conseguiste calificar al gobierno militar como abusador de los derechos humanos, habiéndose levantado una obra gigantesca con el general Pinochet. El responsable de esos abusos has sido tú, directamente. De manera que no. Nos saludaremos, pero nada más que eso".

Yo no lo conocí en la carrera militar (él era del arma de Ingenieros y yo de Infantería), hasta muy tarde, cuando era un coronel antiguo. Pero una vez entré a la oficina del jefe de Estado Mayor, general Pablo Schaffhauser, y vi, al entrar, a un hombre que estaba echado encima de la mesa del jefe del Estado Mayor, haciendo calificaciones del arma de Ingenieros.

La actitud me pareció absolutamente irrespetuosa, y un tema peor, porque no era posible que un jefe de Estado Mayor estuviera con un mayor, que debe haber sido en ese tiempo, haciendo destinaciones del arma. Me retiré y esperé que saliera, y entonces le pregunté a la secretaria ¿quién es ése?, porque lo vi de atrás, nomás. "Es el coronel Mamo Contreras", se me quedó eso. Y nunca más lo vi, hasta que se produjo el nombramiento mío como director de CNI y lo cité para aclarar lo de Letelier...

Es cierto que trató de envenenarme. El dejó mucha gente de la DINA enquistada en la CNI. Había tres secretarias. Un día una de ellas me dijo que su compañera había echado veneno en una taza de té que luego me sirvió. Después lo contó Townley en una entrevista; que Contreras le había encargado un veneno para mí".

3 Su 11 de septiembre de 1973, totalmente sorprendido

El 11 de septiembre de 1973 me llamó por teléfono mi comandante de Divisón, Carlos Forestier, que me dijo: "Odlanier, en este momento los comandantes en jefe han asumido el control del Gobierno".

Yo estaba en Arica, trabajando en mi oficina, como comandante del Regimiento Rancagua. No sabía nada del 11 de septiembre. No tenía ni una noticia de lo que podía pasar, pero sí había preparado el regimiento para que actuara muy rápidamente en caso de que hubiese una subversión, porque estábamos pensando que pudiese haber una guerra civil, y recibimos orientación para prepararnos. Yo había preparado mi máquina para que rápidamente tomara el control de la población y de los servicios básicos de la ciudad. Entre otras cosas, eso me llevó a tomar detenidos a todos los dirigentes comunistas, para que no me agitaran el problema interno. Pero, además de eso, para darles protección, porque actuaban otros servicios.

Entonces corté con Forestier para hacer una reunión de oficiales.

El regimiento iba pasando frente a mi oficina, marchando hacia el centro de la ciudad, en preparación para el 18 de septiembre, con banda, y al mando del segundo comandante. Mi duda era cómo parar el desfile. Entonces se me ocurrió mandar un corneta, que tocara un toque reglamentario: "Reunión de oficiales al trote".

El corneta corrió y, al paso de los dos batallones que iban, tocó. Los batallones se pararon. Pero adelante iba el segundo comandante y las bandas a todo dar. No escucharon. Siguieron con el segundo comandante marchando hasta la plaza, solos. Tanto así, que el segundo comandante se tuvo que devolver en taxi, porque le comunicaron que el regimiento se había devuelto, y él no sabía por qué.

Cuando llegaron, yo previamente había llamado al comandante peruano de Tacna, general Artemio García Vargas, y le dije: "Mira, Artemio, acaba de pasar esto en Chile. Lo acabo de saber. Voy a hacer movimiento de tropa. Esto no tiene nada que ver con ustedes. Si quieres, me mandas a un oficial de Estado Mayor a mi oficina, para que veas que es un problema netamente interno. Y además voy a cerrar la frontera, por lo que pueda pasar, porque tengo responsabilidad jurisdiccional".

Ese era un momento extremadamente delicado, porque estábamos al borde de la guerra, donde Perú se había armado como nunca en su historia y el general Velasco Alvarado había planteado claramente a su pueblo que quería responder a su aspiración... esa aspiración era la ciudad de Arica. El momento de más debilidad para nosotros era ése, obviamente: El cambio de un sistema de gobierno a otras autoridades.

Artemio me agradeció mucho, me dijo que lo comunicaría de inmediato a sus superiores y se despidió así: "Gracias por informarme, no es necesario que yo mande a nadie para allá. Creo totalmente en tu palabra".

Eso tuvo, con el tiempo, una repercusión curiosa: El primero en saber el cambio de gobierno en Perú, de Francisco Morales Bermúdez sacando a Velasco Alvarado, fui yo. Me devolvieron la mano el 75. Me llamó el propio general Morales Bermúdez: "Odlanier, te devuelvo la mano. En este momento estamos en Tacna y yo me voy a hacer cargo del gobierno en Lima tan pronto tenga los medios de transporte para irme".

Así que tenía otras cosas que atender ese septiembre de 1973..."

4 Pinochet le encargó investigar al Mamo Contreras: "La persona más perversa en la historia de Chile"

Determinar si había participación de la DINA en el asesinato del ex canciller Orlando Letelier fue lo primero que me encargó Pinochet cuando asumí como director de la CNI. En un mes me di cuenta de que sí había abierta participación de la DINA. En mayo de 1977 me di cuenta. Y eso significó la iniciación del proceso de los pasaportes, y el que llevó a la cárcel a Contreras.

Esto tuvo una repercusión muy dramática cuando me citó el ministro de Relaciones Exteriores, Patricio Carvajal, a su oficina, recién asumido en el cargo. Para sorpresa mía, me encontré dentro de la oficina de Carvajal con el embajador de Estados Unidos de entonces, George Walter Landau. Yo no lo conocía personalmente. Y ahí se produjo una escena extremadamente violenta, porque Landau, en presencia del ministro de Relaciones Exteriores, pretendió increparme. Con el dedo a lo largo, me dijo: "Usted es el responsable ahora de la seguridad y tiene un plazo brevísimo para encontrar a los responsables. Si no, Estados Unidos va a romper relaciones con Chile". Ante su actitud, yo me levanté y le dije: "¡Qué se ha imaginado usted, señor, quién se cree que es! Yo soy una autoridad del Gobierno de Chile, obedezco a mis superiores directos, no a usted, señor. No le acepto el tono". Y me fui. Todo esto en presencia del almirante Carvajal, que estaba pasmado.

A Letelier le pusieron una bomba. Las personas tienden a repetir algunas acciones que alguna vez les dieron ciertos beneficios, pero en inteligencia es fatal. El asesinato de Letelier fue igual que el del general Carlos Prats, con las mismas personas y el mismo explosivo. Mientras uno fue en Buenos Aires, el de Letelier fue en el centro de Washington.

Cuando empecé a investigar, lo primero que aparecía era un señor Wilson. Andrés Wilson. Pregunté en la CNI -porque igual me dejaron personajes de la DINA enquistados- si alguien había conocido al señor Wilson, y me dijeron que no. Al mes apareció en "El Mercurio" la foto del tal Wilson. Era Michael Townley. Lo encontré en la casa de Lo Curro.

Una vez que lo tuve detenido, luego lo mandé a Investigaciones. Cité entonces a mi oficina a Manuel Contreras, para preguntarle si tenía vinculaciones con Michael Townley. Contreras, sentado al frente mío, me dijo "no, mi general, no tengo nada que ver". Es extremadamente grave la respuesta, le dije, porque todo vincula a la DINA con esto. Hay un montón de antecedentes en que aparece Townley comprando cosas para la DINA.

Como él insistía en negar, llamé por el teléfono rojo a Pinochet y le dije: "Mire, mi general, tengo delante de mí al coronel Contreras. Me acaba de hacer una declaración que yo no le creo en absoluto. Creo que, en todo lo que me dice, miente. Creo que hay vinculación con Townley y la DINA. Solicito que reúna a la Junta de Gobierno, porque lo voy a presentar". Me contestó: "Bueno, véngase inmediatamente para acá". Partí en mi auto, Contreras en el suyo, y nos encontramos allá. Estaba la Junta reunida, presidida por Pinochet.

Sigo pensando que Contreras es la persona más perversa que pasó en la historia de Chile. Presentó un recurso de casación en la Corte Suprema, con 30 páginas llenas de faltas de ortografía, en que acusaba a Pinochet y a mí de los cargos que a él se le imputaban.

Me asiste la casi seguridad que el asesinato a Prats y Letelier fue una prueba profesional que él rindió a la DINA para posicionarse en la comunidad internacional de inteligencia.

Mi acusación contra Contreras es un documento histórico, porque encabeza el proceso judicial en su contra".

5 Al borde de la guerra con Perú: "Las primeras minas en la frontera son mías; tenía que evitar la invasión"

Cuando llegué al Regimiento Rancagua, en Arica, desde el 9 de enero de 1973, la misión que se me impuso era defender la integridad territorial de la invasión masiva de blindados peruanos, que se podía producir en cualquier momento.

Era el regimiento más grande de Chile en ese momento.

Para esta finalidad, orienté todos mis esfuerzos de día, y muchas veces de noche, fijándome como primera misión, tratar de evitar la guerra en la medida en que me fuera posible. Mi misión era defender Arica durante siete días, como mínimo. Y yo tenía la seguridad que no alcanzaba dos días, por la desproporción. De ahí mi urgencia.

Aceleré la preparación de combate de todo el personal a mis órdenes: 56 oficiales, alrededor de 560 suboficiales y más o menos 2500 soldados conscriptos. Era equivalente a una Brigada. Establecí, además, exigentes metas de instrucción, y preparamos en forma masiva el reforzamiento de terreno.

Las primeras minas en la frontera con Perú son mías. Tenía que evitar la invasión.

Además, estructuré un plan de unidad nacional que fortaleciera la cohesión civil, reforzando los sentimientos de amor a la Patria y de íntima colaboración civil-militar. La guerra podía producirse en cualquier momento. Tuve excelentes relaciones con el gobernador socialista, señor Rubilar, y con la alcadesa comunista, señora María Elena Díaz; le decíamos cariñosamente "Ellen Day". Era muy buena, me ayudó mucho con la construcción del Museo El Morro.

Jamás me vi en la necesidad de utilizar escolta, ni antes ni después del 11 de septiembre de 1973.

Las Fiestas Partrias en Arica ese año se celebraron en forma habitual, con Tedéum, desfile, y ramadas. Había un ambiente de paz ciudadana. Las clases en los colegios se reiniciaron dos días después, y en las universidades diez días después del 11 de septiembre.

Pero la situación militar era tan angustiosa, que el general Augusto Pinochet fue en visita de inspección a Arica con una nutrida delegación de jefes del Estado Mayor de la Defensa Nacional. Y estuvo revisando con mucha exigencia mi planificación y parte de las instalaciones defensivas, entre el 17 y el 20 de octubre de ese año. Es importante la fecha, por lo que estoy preso.

Desde los años 40, la idea estratégica para la zona era declararla ciudad abierta y replegarse a la quebrada de Camarones, defendiéndose desde ahí. Pero se aprobó la nueva estrategia defensiva que yo había propuesto, en caso de invasión peruana. Yo dije que si Arica caía abierta no la íbamos a recuperar jamás. Se cambió a lo que se llama "defensa tenaz". Puse piezas de artillería en patios de colegios, porque la población tenía que evacuarse. Recordando lejanamente Stalingrado, Arica era un bastión que no se podía dejar, porque era un obstáculo para pasar hacia el sur. Al costo que fuera, Arica tenía que ser una posición fortificada. Convirtiendo Arica en un Stalingrado, por así decirlo, combatiendo en ella, se ganaba la semana necesaria para organizar un potente contrataque desde el sur (con tropas de Copiapó a Iquique).

Finalmente logramos mantener la paz y, entre otras cosas que atender, quedó el Museo del Morro, y el Abrazo de la Concordia el día 16 de noviembre de 1974, en el que tuve el honor de recibir la Condecoración Peruana al Mérito Militar. El ejercito peruano me condecoró en la misma línea de la frontera que separaba enconadamente a ambos países".

6 Por qué está preso... y su gran sospecha

En la madrugada del 20 de octubre de 1973 fueron sacadas cuatro personas del cuartel en Arica. De ellas murieron tres, en un "confuso accidente caminero, por el volcamiento de un vehículo". Esa fue la versión que yo tuve durante mis años de mando en Arica, y muchos años después, hasta que se publicó el informe Rettig, en que se informó que había sido un triple asesinato.

El informe no menciona ningún tipo de responsabilidad para mí, pero el 27 de marzo de 2000 el juez Juan Guzmán Tapia comenzó a instruir un proceso que tuvo de inmediato una marcada connotación política. En su investigación, no sólo restó importancia al inminente peligro de guerra que se vivía en Arica en ese momento, sino que, además, como burla, dejó constancia que "el coronel Mena no ha demostrado que tenía otras cosas que atender". Esa frase aparece muchas veces en el proceso, sin querer asumir el magistrado que las otras cosas que yo tenía que atender eran, ni más ni menos, la seguridad nacional.

El ministro Guzmán aceptó cinco testimonios distintos, e incluso contradictorios, de una de las presuntas víctimas, Waldo Sankán Navarrete, y lo indujo a decir que yo tenía responsabilidad de mando. El dijo que eran 4 personas que estaban detenidas en el Regimiento Rancagua, que personal de Investigaciones llegó a sacarlos y al día siguiente, tipo 2 de la madrugada, personal de inteligencia los llevó en un vehículo, vendados, unos 40 kilómetros fuera de la ciudad. Que le prendieron fuego al vehículo y lo lanzaron barranco abajo. Que él logró escapar, pero lo extraño es que llegó nuevamente al Regimiento, a entregarse, dijo. Después, con la autopsia, se supo que los tres socialistas muertos recibieron disparos. Lo curioso es que Sankán nunca, en 15 años, contó esto a su familia. Es mi opinión que éles posible coautor del asesinato.

En una diligencia que considero muy irregular, porque fue en mi casa, el magistrado, en presencia de su secretaria, la señora Malvina, me dijo lo siguiente: "General, no he encontrado nada que lo incrimine judicialmente, pero lo voy a tener que nombrar como encubridor porque mis superiores me van a revisar en detalle todo lo que he obrado. Y al fin y al cabo, usted era el comandante". Pero señor ministro, le contesté, si usted me acaba de decir que no tengo nada, entonces ¿por qué se ve obligado a hacerlo? "Mire, ser encubridor es una responsabilidad pequeña, tangencial. Un buen abogado lo va a asacar de inmediato". ¿¡Y si eso no ocurre, señor magistrado?! Y no ocurrió.

Todo el legajo lo recibió el fallecido juez Víctor Montiglio, que nunca me interrogó. El falló con los antecedentes que le debe haber entregado el señor Guzmán Tapia. En mi opinión, ambos prevaricaron gravemente.

Además, y como un asunto no menor, desde un comienzo el ministro Guzmán Tapia caratuló el proceso como "un episodio del caso Caravana de la Muerte" en que se procesó al general Arellano Stark y, no obstante, se le aplicó la prescripción.

En resumen, fui condenado por razones políticas y, después de estar preso más de la mitad de mi condena, y de haber solicitado cinco veces indulto por razones humanitarias, sigo preso por razones ideológicas.

No es posible pensar que mi caso sea el único.

Paradójicamente, y contradiciendo enfáticamente esta injusta situación que me afecta, próxima al punto de no retorno, creo, sin falsa modestia, que nadie en Chile ha hecho más por la defensa de los derechos humanos que yo, sacrificando mi carrera, exponiendo la tranquilidad de mi familia y mi propia seguridad".

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