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Los Van Rysselberghe Jacqueline y Enrique: El cuero duro que los hace resucitar como el ave Fénix

Cuando ejercía como psiquiatra, Jacqueline "ganaba más y me pelaban menos". Diplomada en terapia gestáltica, vive el aquí y el ahora. Ahora lo decidió: Vuelve a la trinchera política -de donde salió a empujones-, porque quiere ser senadora. Enrique, 11 años menor, tiene una herida profunda en el muslo derecho, que le marcó el rumbo de su vida cuando estaba en plena rebeldía. Hoy es diputado con celular abierto 24/7.

por:  Lilian Olivares La Segunda
sábado, 07 de julio de 2012
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¿Será cierto que no se mueve ni una hoja en Concepción sin que los Van Rysselberghe se enteren?

Jacqueline y Enrique sonríen.

La mayor de los cinco hermanos Van Rysselberghe Herrera y el cuarto -pero primer varón- tienen once años de diferencia. Crecieron en tiempos distintos y llegaron, por diferentes caminos, a la política.

También, por distintas rutas, aprendieron a tener el cuero duro. Tanto, que la ex alcaldesa y ex intendenta, que hace un año salió a empujones de la política, anuncia que ya anda en campaña para volver. Está decidida a ser senadora.

El encuentro de Jacqueline con el Opus Dei

Jacqueline creció en una casa donde se vivía casi en comunidad, con un patriarca que era el abuelo.

-Mi abuelo (Enrique van Rysselberghe Martínez, 4 hijos) construyó una casa muy grande para que vivieran con él sus hijos con sus respectivas familias.

No era una especie de condominio, sino que dentro de la misma casa había piezas muy grandes que eran prácticamente departamentos.

-Yo era la mayor de todos mis hermanos, pero también de mis primos. Era muy entretenido, porque jugábamos con los primos, que me seguían. Era como una vida en comunidad.

Cuenta que la casa tenía dos livings o salones enormes. El abuelo decidió crear un muro entre ambos que se subía y bajaba con un motor, dependiendo de la necesidad.

Las navidades eran, ahí, espectaculares, recuerda La Coca, como le dicen a Jacqueline, sobrenombre que quedó desde que de niña le decían "chicoca".

La propiedad estaba en Lonco Oriente, camino a Chiguayante. Lo curioso fue que con el paso de los años el abuelo vendió la construcción a un colegio y las hijas de Jacqueline estudiaron en las mismas habitaciones donde había crecido la mamá.

El patriarca, es decir, el abuelo paterno, era todo un personaje. Sin ser arquitecto, se convirtió en un destacado constructor de casas, creó una máquina para sacar áridos desde la rivera del Biobío, inventó una máquina para limpiar el carboncillo que botaban las mineras de Lota para luego venderlo, en fin. En 1971 se convirtió en regidor.

Lo llamaban "el realizador" en sus tiempos de regidor, en plena época UP, cuando miristas le marcaron la puerta de su casa en señal de amenaza.

En sus genes estaba la sangre de un científico belga que llegó a Chile en una expedición cuya meta era el fin del mundo: la Antártica. El viaje duraría seis meses, pero el buque quedó atrapado entre los hielos durante un año, tiempo en el cual se alimentaron de focas. Finalmente lograron abrirle paso a la embarcación con dinamita. Cuando llegó a Bélgica de regreso, este hombre, Max van Rysselberghe, se casó allá con una chilena de apellido Martínez, con quien regresó a establecerse en la VIII Región. Max fue el padre del abuelo de Jacqueline, quien se casó con Julieta Varela Santa María, una "santa" que lo perdonó cuando supo que "el realizador" de Concepción tuvo hijos fuera del matrimonio.

El progenitor de Jacqueline y Enrique fue uno de los 4 Van Rysselberghe Santa María que nacieron dentro del matrimonio. Y se convirtió en arquitecto. Estudiando en Santiago conoció a quien se convirtió en su esposa, María Norma Herrera. Con ella se instaló en Concepción y tuvieron cinco hijos, dos de los cuales se hicieron políticos.

Jacqueline no pensó en dedicarse a la política cuando a los 16 años salió del colegio Alianza Francesa.

-A esa edad uno no tiene muy claro qué hacer. Yo no quería pasar encerrada en una oficina, quería cambiar el mundo, poder ayudar. Encontraba que Medicina estaba orientado en esa línea.

No había médicos en la familia. Tampoco había sido una alumna brillante; mejores estudiantes eran sus hermanos. Dice que ahora descubrió que cuando estaba en la enseñanza básica "tenía déficit atencional y una dislexia cabalgante".

En la Universidad de Concepción le cambió la perspectiva de vida.

-Allí conocí el Opus Dei y pedí que me prepararan para hacer la Primera Comunión.

Un trágico accidente le enfocó la vida a Enrique

También su hermano Enrique hizo la Primera Comunión ya bastante crecido.

-Mi madre siempre me recuerda que yo no quería hacerla porque le tenía miedo a la confesión. Ella rezó mucho para que este sacramento no fuera una imposición. Y por el año 92 o 93 un día iba caminando y dije "ya, la voy a hacer". Hice mi Primera Comunión en Tercero Medio, junto a chicos de básica. Durante el curso fui el ayudante del sacerdote, el padre jesuita Mario Ruiz, muy querido en Concepción.

El siguió la carrera de Ingeniería Comercial en la Universidad del Desarrollo. Cuando terminaba el primer año le ocurrió un hecho que determinó en cierto modo su vida.

-Era la tarde de un 25 de diciembre. Le pedí a mi hermano Cristián que me acompañara a buscar una película al Blockbuster. Arrendé "El hombre sin rostro", de Mel Gibson. Cuando veníamos de vuelta, en un escarabajo blanco, me desvié unos milímetros de la avenida y choque de frente con el muro de contención que divide el camino a Chiguayante con el término de la que hoy se llama Avenida Enrique van Rysselberghe Martínez (en honor a su abuelo).

Estuvo a punto de morir.

-Se me ensartó un fierro del asiento en el muslo derecho, a milímetros de la arteria femoral, y casi me desangré. El auto quedó bañado en gasolina. Mi pierna izquierda quedó doblada. Estuve atrapado un par de horas en el auto. A los bomberos les costó sacarme. Permanecí tres meses en cama, y con complicaciones de movilidad por largo tiempo porque tuve fractura de cadera. Esa situación extrema me produjo espiritualmente un proceso de maduración

El accidente le ocurrió en una etapa de su existencia en que se resistía a tener una vida pública como la de su abuelo regidor y luego de su papá, que fue diputado. "Me empezaron a decir en el primer año de universidad lo que yo tenia que hacer en el futuro. Yo estaba con un grado alto de resistencia respecto a ese posible futuro".

Durante su convalescencia vio el dolor de sus padres y afloró su dimensión espiritual.

-Esto me dejó el camino aplanado para que en segundo año de universidad me "matricularan" los schoenstattianos. Justo en ese tiempo Ernesto Silva padre impulsó el desarrollo de trabajos de verano en la UDD y le pidió al sacerdote schoenstattiano José Luis Correa que guiara esa acción. Así me acerqué al Movimiento.

Al terminar la carrera divisaba tres caminos para su futuro: el mundo público, el privado y... su vocación para el sacerdocio. Sí, pensó en ser cura.

Finalmente, el año 2001 entró a trabajar en la Universidad de Desarrollo.

-Mi jefe era Cristián Larroulet (ministro secretario general de la Presidencia), fui ayudante de Joaquín Lavín (ministro de Desarrollo Social, ex candidato presidencial) y de Tomás Flores (subsecretario de Economía). Los conocí en la universidad en su rol académico. Ellos me impulsaron a considerar la opción de entrar a la política.

Así fue como el año 2004 entró de lleno a la política, elegido concejal por su ciudad natal, reelegido en 2008 y en diciembre de 2009, a los 33 años, llegó al parlamento por el distrito de Concepción, Chiguayante y San Pedro de la Paz.

Las tres razones de "la Coca" para convertirse en psiquiatra

Su hermana Jacqueline le llevaba ventaja. Había sido concejal desde los 27 años, entre 1992 y el 2000, año en que le arrebató la alcaldía de Concepción al socialista Ariel Ulloa ("Siempre gano a los Ulloa", dice con su humor que califica de "negro", aludiendo a la nueva pelea que tendrá con un Ulloa por la candidatura al senado, esta vez un Ulloa de la UDI).

Cómo pasó de la Medicina a la política, es otra historia.

En la Universidad de Concepción se entusiasmó con la idea de la santificación en medio del mundo, lema del Opus Dei.

-En otras palabras, hacer bien lo que uno tiene que hacer. Y a mí eso me parecía espectacular.

Decidió intentar aplicarlo.

-¿Y cómo derivó a la especialidad de psiquiatría?

-Fue casi al final de la carrera. Ya se me había pasado lo idealista.

Lo dice sin ambages. Y continúa:

-Además, aprobé el ramo de Psiquiatría con un 6,5 y me saqué un 7 en el examen. Cuando tuve que postular a la beca, a esas alturas me di cuenta de que quería trabajar para poder vivir, y no a la inversa. Yo había hecho muchos turnos durante toda mi carrera; encontré que ahí la vida giraba en torno al trabajo. Decidí que quería una especialidad que me permitiera desarrollarme profesionalmente, tener otras actividades y tener buenos ingresos económicos.

-¿Cómo le fue?

-Trabajé 6 o 7 años en el Hospital Psiquiátrico de Concepción, en el Centro Médico Militar, paralelamente tenía mi consulta, hacía clases en la universidad y asesoría a empresas, en recursos humanos. Me iba bien. Ganaba más y me pelaban menos.

Uno de los sorprendidos con su ingreso a la política fue su propio marido, el ingeniero santiaguino Mauricio Pavez. La conoció cuando "la Coca" tenía 24 años y él 27. Fue amor a primera vista. A los dos meses y medio estaban casados. "Yo no sabía que a la Coca le gustaba la política. Me enteré cuando un día me contó que le habían propuesto ser concejal. 'Son como los regidores', me dijo. ¿Y te gusta?, le pregunté. Respondió que sí. 'Entonces preséntate', le recomendó.

Ahí, en la alcaldía, se empoderó. Luego vino el terremoto y, ante la emergencia, el Presidente la nombró intendenta.

Y al año, la denuncia del senador Alejandro Navarro (del MAS), sobre una reunión de Jacqueline con los vecinos de la población Aurora de Chile.

-¿Mantiene credibilidad en la zona, después de ese episodio?

-Sí. La gente lo entendió mucho mejor que en Santiago. En Concepción me paraban y se sentían con la obligación de consolarme. Además, fue tanta la pateadura, que era casi obvio que había detrás un interés por perjudicar.

Dice que en la vida la ha ayudado el diplomado que cursó en sicoterapia gestáltica, una corriente que enseña al especialista a vivir el aquí y el ahora. En otras palabras, a ser poco enrollado. "Lo que pasó pasó y no sabemos lo que va a pasar".

El año 2010 es un hito en la vida de ambos hermanos. En enero, en una actividad protocolar, Enrique conoció a la sobrina de la cónsul de Ecuador y, al igual que su hermana con su marido, fue amor a primera vista. Le pidió matrimonio el 14 de febrero. Se iban a casar el 28, pero el 27 fue el terremoto y en agosto terremoteó en Ecuador. Finalmente se casaron en enero del 2011, mismo año en que su hermana fue obligada a abandonar la intendencia.

Pero los Van Rysselberghe son porfiados. La siguen y... la suelen conseguir.

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