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¿Micro o Metro? La pregunta del millón para los "transantiaguinos": Hicimos la prueba

"Todos los días es igual. Es horrible", dice Elena, intentando subirse a un vagón del Metro. Un obrero de la construcción, que quiere tomar la micro a la misma hora, replica: "Subirse a un bus es casi imposible".  

por:  Gustavo Arismendi y Patricio Pino
viernes, 06 de julio de 2012
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Mientras el ministro de Transportes, Pedro Pablo Errázuriz, anunciaba esta semana la modificación de 15 recorridos para terminar con unos 500.000 transbordos que, cada año, hacen los santiaguinos que se mueven en transporte público... la hora de alta congestión sigue casi intacta.

Desde pleno corazón de Providencia, «La Segunda» probó cuál era la vía más rápida para llegar al centro. El Metro sigue siendo la vía más expedita... pero por un margen de apenas 14 minutos. Casi tres cuartos de hora toma llegar subterráneamente hasta el downtown ... y cerca de una hora por la superficie.

En cualquiera de los casos, los usuarios del sistema deben armarse de paciencia antes de subir a las micros o a los convoyes del Metro: la espera es larga... y los codazos están a la orden del día.

A continuación, dos relatos de una tarde de miércoles... en la que, además, el frío calaba hondo.

 En MICRO: 40 minutos de espera... y sin indicaciones en el paradero

18:45 horas / Paradero del Transantiago en Providencia con Manuel Montt / Destino: La Moneda

"En este lugar usted puede esperar perfectamente una hora hasta que pase un bus al que se pueda subir. Aquí se supone que paran los buses del recorrido 400, desde el 401 hasta como el 426, pero subirse a uno... es casi imposible".

Las palabras son de un obrero de la construcción, quien describe la situación que a esa hora de la tarde encontramos en pleno corazón de Providencia. Mientras algunas gotas de lluvia comienzan a caer, los que esperan los buses buscan guarecerse bajo los techos del paradero. La estación no luce ningún letrero que informe cuáles son los recorridos que deben detenerse en el lugar. Somos cerca de 30 personas las que esperamos. La situación, en todo caso, está lejos de representar aquellas primeras escenas del Transantiago, cuando las multitudes se agolpaban en los sitios donde los buses debían detenerse y se subían por cualquier puerta. Ya no hay tal desesperación.

"Vivo en San Pablo y trabajo cerca de la Escuela Militar, por eso todas las tardes tomo el Metro ahí y prácticamente no tengo problemas en llegar adonde voy. Pero hoy me tuve que bajar aquí en Manuel Montt a hacer un trámite y después, cuando quise seguir en Metro, simplemente no pude. Estuve como media hora y nadie se bajaba del tren. Eso siempre pasa en las estaciones chicas. En Baquedano habría tenido más oportunidad. Por eso subí a esperar micro, pero veo que no me está resultando".

La queja es de un diseñador gráfico y se asemeja a las de muchos que, aburridos del tren subterráneo, creen que su suerte cambiará en la superficie. Y no es así. Pasan largos minutos hasta que pare un bus. Y los que lo hacen, a menudo sólo abren sus puertas posteriores, por las que siempre intenta colarse un puñado de peatones.

Por cualquier puerta...

19.25 horas / Tras 40 minutos de espera aparecen dos micros del recorrido 401 -ambos articulados-, los primeros desde que llegamos al paradero. Abordamos el que se estaciona en segundo lugar, que aparentemente viene con menos pasajeros, pero no logramos pasar más allá del validador para la tarjeta Bip! En ese pasillo, un par de mujeres de la tercera edad azuza a nuestro reportero gráfico para que retrate los apretujones que tienen que vivir a diario. Es imposible advertir cuál es la situación más allá de la segunda puerta. La falta de espacio, sin embargo, es compensada con la velocidad. En 5 minutos el bus llega al paradero de Plaza Italia, frente al night club Rugantino. Desde este punto hasta el centro, la mayoría de los paraderos cuentan con los servicios de personal (con cortavientos fluorescentes) intentando regular el movimiento de los pasajeros. Aún así, las personas siguen subiendo por cualquier puerta, lo que dificulta seguir avanzando por el pasillo. Recién al final de nuestro viaje, cuando ya casi llegamos, se produce algo de espacio y podemos llegar hasta la segunda puerta... y pedir permiso para bajar.

19:40 horas / Bajamos en un paradero del Transantiago de Alameda, entre Teatinos y Morandé: las 20 cuadras que recorrimos nos tomaron 55 minutos, 40 de los cuales fueron sólo de espera. El paradero de destino está vacío. Hemos llegado al centro, frente al Ministerio de Educación, prácticamente cuando la hora peak comienza a descomprimirse. El bus tuvo un avance expedito por las vías exclusivas.

Repetimos el mismo viaje, pero de regreso. Con más suerte, y apenas llegamos al paradero, pasa un bus. En 15 minutos estamos de nuevo en Manuel Montt. El bus va casi vacío. Uno de los pocos pasajeros es una mujer que va al Apumanque: "El problema siempre es para abajo. Se llenan en Las Condes... y después es imposible tomarlos".

En METRO: Pasaron 12 trenes antes de poder subir

18:45 horas / Estación Manuel Montt / Línea 1 / Destino: La Moneda

Desde la tarjeta Bip! se nos descuentan los $670 correspondientes al horario punta.

Entrar a la estación no fue problema... pero al intentar bajar al andén la historia cambió radicalmente. Los usuarios se acumulaban a lo largo de toda la estación sin dejar ningún espacio disponible. De acercarse a la línea amarilla, ¡ni hablar!

Como se si tratara de un rebaño de ovejas, nos unimos a la muchedumbre... y nos dejamos llevar. Por el altavoz recomiendan "ir hasta los extremos del andén" donde, según prometen, habrá carros más desocupados. Pero eso, por cierto, no nos garantiza poder ingresar a los trenes. Hace su entrada el primer convoy: tensa calma al momento de esperar que se detenga, adrenalina pura cuando empieza a bajar la velocidad y, cuando finalmente se abren las puertas, se desata el caos frente a la puerta de cada uno de los carros. Ingresar a un vagón, sin exagerar, requiere de una pequeña batalla... a esa hora al menos, cuando vienen a máxima capacidad. Bajan una o dos personas -¡a veces ninguna!- e intentaban subir, por lo bajo, unas 10. Es una cosa de física básica: llega un momento en que no caben más personas. Los más flexibles logran acomodarse en recovecos insólitos... pero la mayoría se rinde al ver que la puerta se comienza a cerrar, pasando a llevar bolsos y carteras.

"En las horas peak es bastante latero subir al Metro... siempre nos quedamos abajo", comenta Gonzalo Arriata, quien lleva esperando 15 minutos más que nosotros. Y agrega: "Uno tiene que subirse peleando con la gente, a codazos. Se supone que el Metro facilita el transporte, pero al final es lo mismo acá que en el Transantiago. Mil veces que me han empujado". Gonzalo ha estado esperando en el andén hasta 45 minutos. Heavy .

Mientras tanto, los asistentes de cortaviento amarillo insisten con que no traspasemos la línea amarilla. Uno de ellos cuenta cuán ingrata es, a veces, su labor: "Todos los días nos pegan, nos garabatean y hasta una vez nos escupieron".

31 minutos...

Y así pasa el tiempo... y los trenes. 12 trenes, de hecho, pasaron delante de nosotros, repletos, hasta que pudimos abrirnos espacio en uno, tras 31 minutos de espera.

19:16 horas / Dentro del tren es imposible moverse. La sensación de "sardina enlatada" se queda corta: aquí se siente el aliento del otro, el cuerpo del vecino, los empujones, las presiones, los olores, el calor... Las mochilas incomodan, y el temor a los hurtos crece al no tener las pertenencias a la vista, entre tanto apretuje. Si a alguien le suena el celular, "misión imposible" resulta contestarlo.

Curiosa técnica la de Elena

"Todos los días es igual. Es horrible, todo el mundo va estresado... pero hay que tomárselo con humor porque si no te vas a enfermar", comenta Elena Ruiz, quien aprovecha de revelar una técnica usada por algunos pasajeros que optan por más comodidad: cambian de andén, van hasta la última estación de la línea (Los Dominicos, en este caso) y ahí retoman el camino de regreso, sentados: "Es mejor que esperar 45 minutos".

19:26 horas / Llegamos a estación La Moneda, tras 10 minutos de viaje. En total fueron 41 minutos desde que comenzó este ejercicio.

"A esta hora baja el flujo, desde las 19:15 horas, entonces ya puedes pensar en sacar un libro y hasta las personas van con mejor ánimo", explica Jessica Galaz, quien ya se acostumbró a tomar el Metro a esa hora, con tal de poder viajar más a gusto.

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