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Tras la muerte de Daniel Zamudio: El horror de las “barridas” contra gays, prostitutas e inmigrantes

Jóvenes neonazis “usan las redes sociales para conocerse, pero los ataques los planifican en persona" dicen en Carabineros.

por:  Martín Romero e Irina Barrientos/La Segunda
jueves, 05 de abril de 2012
neonazis

Foto El Mercurio

“Eran como las diez y media de la noche. Yo estaba con mis compañeras, cuando de repente de una camioneta roja se bajaron cuatro tipos que nos arrinconaron. Mis amigas alcanzaron a arrancar, pero como yo andaba ese día con chalas de taco muy alto, no pude. Ahí fue cuando me tiraron un cadenazo a los pies y caí al suelo. Luego con una botella rota me hicieron cortes en el estómago, intenté pararme, pero me volvieron a botar pescándome del cuello y de nuevo me dieron con el gollete en el cuello. Me gritaban cosas como ‘muérete travesti’ y hacían esos saludos nazis con la mano estirada”.

El testimonio es real, pertenece a Diana, un travesti que hace 3 años solía trabajar como prostituta por el sector del paradero 25 de Gran Avenida, hasta que sufrió una brutal golpiza a manos de neonazis. Desde ese momento se trasladó a calle San Antonio.

Su caso es uno más de en una larga seguidilla de gays, prostitutas, travestis y extranjeros que han sido objeto de “barridas”. En lenguaje común, violentos ataques por parte de grupos afines a la ideología nacional-socialista.

El tema salió a la luz tras la tortura y muerte que sufrió el joven Daniel Zamudio a manos de cuatro sujetos, supuestamente admiradores de los neonazis. Porque la extrema violencia que emplearon los hoy detenidos escapó de los cánones de un simple asalto y pareció caer en el salvajismo de una “barrida”. De hecho, se supone que un quinto atacante, de iniciales P.I.C. y aún prófugo, sería un activo participante de este tipo de acciones.
Pero lo de Zamudio no fue “barrida”.

Hasta donde se sabe, no hubo una concertación de los imputados para salir a agredir a alguien, sino que aprovecharon que pillaron ebrio a Daniel Zamudio para atacarlo... hasta la muerte.

Este tipo de sádicos ataques son una realidad que se esconde en las profundidades del Chile nocturno, nunca de día. Y sólo en ciertos sectores. En Santiago estas agresiones ocurren en pleno centro y tienen como blanco favorito a los travestis. En regiones también se han producido casos desde hace ya años.

Carabineros: “Dicen que están limpiando la raza”

Diana, la travesti atacada en Gran Avenida, es alta y de contextura gruesa, pero ni siquiera pudo levantarse del suelo y cuando los hombres se cansaron de golpearla, se fueron en el mismo vehículo que llegaron, pasándola a llevar.

“Me acuerdo que llegué a un servicentro y unos bomberos me llevaron hasta el hospital Barros Luco. De ahí no me acuerdo de nada más, pero desperté mal, tenía cortes por todos lados. Fue terrible, algo que jamás voy a olvidar. Yo siempre veía de lejos estas cosas, a otras compañeras que les había pasado, pero verlos tan cerca, tipos grandes, es terrible”, cuenta.

El mayor Luis Frez, del OS-9 de Carabineros, explica que las “barridas” son ataques protagonizados por pandillas de neonazis (en diversas variantes antisistémicas) contra grupos minoritarios como homosexuales, prostitutas, inmigrantes o indigentes.

“Según ellos, representan una lacra para la sociedad. Por eso sienten que eso (el ataque) es perfectamente lícito, porque están limpiando la raza. El nivel de violencia que ejercen puede ir desde descalificaciones verbales hasta agresiones físicas”, indica el oficial.

De acuerdo con la información que maneja el OS-9, se trata de grupos aislados, cuyos integrantes —entre 5 y 10— tienen normalmente no más de 35 años. Las “barridas” las efectúan en sitios donde convergen esas personas que consideran inferiores, como ciertos sectores del centro de Santiago y Providencia.

Agrega que “utilizan las redes sociales y ciertas páginas web para compartir sus ideas e intereses, pero sus ataques no son programados a través de esos sitios, sino más bien cuando se juntan en plazas a tomar, a la salida de alguna discotheque o algún gimnasio”, indica Frez.
 
Ataques en Valparaíso y Viña

Sandy Iturra Gamboa, de 37 años, sufrió los efectos de una “barrida” el 8 de junio del año pasado, mientras ejercía el comercio sexual en la esquina de Brasil con Freire, en pleno centro de Valparaíso.

Cuatro tipos la introdujeron con violencia en una camioneta y le propinaron una brutal golpiza con un bate de béisbol. Estuvo un mes en coma en el hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar.

La bestialidad de los golpes la dejó con secuelas: “Perdí la visión de mi ojo derecho, tengo dificultades de coordinación, además de quedar con problemas siquiátricos. Hoy me dan miedo hasta las aglomeraciones de gente”.

Nunca se encontró a los culpables, pero “fueron nazis. A muchas compañeras les pasó lo mismo. Una vez tuvimos que ir a buscar a una amiga que quedó tirada en una bomba de bencina. Le habían pegado con cadenas hasta dejarla inconsciente”, dice.

Lo único positivo del ataque, dice, es que dejó las drogas y prostitución —que ejerció por 20 años— volviendo a vivir con la madre. “Sólo espero que a partir de estos casos nos ayuden. Estamos en la indefensión absoluta antes y después de este tipo de ataques”.

Atacantes vienen de familias disfuncionales

El informe policial señala que el nivel económico no siempre es determinante a la hora de identificar quiénes integran estos grupos. “Normalmente el caldo de cultivo son hogares con disfuncionalidad familiar. Por ejemplo, un hijo que es una carga y que no es muy tomado en cuenta por sus padres, tiende a buscar refugio en otra parte. Por eso cuando se encuentra con estas tribus, que lo acogen, que lo respetan e incluso lo admiran, encuentra esa familia y ese reconocimiento que busca como cualquier ser humano”, detalla Frez.

A estas pandillas también les gusta trascender por su nivel de violencia. Por eso, utilizan armas blancas o la hebilla de algún cinturón que deje algún tipo de lesión en la piel, para que quede rastro del ataque.

Sin embargo, Frez agrega que estos grupos no cuentan con una organización muy sólida y se caracterizan por tener una alta rotativa de sus integrantes. “En principio están aislados, pero van ingresando a la sociedad de alguna manera. Se enamoran, se casan o empiezan a trabajar y terminan abandonando esta tribu. Por eso existe una gran circulación, porque no están adscritos a ninguna sede central que los dirija. Se forman solos”.

Zalaquett: “Sin denuncias es poco lo que podemos hacer”

Tras el ataque a Daniel Zamudio en el Parque San Borja, la Municipalidad de Santiago se comprometió a coordinar la realización de un “mapa” donde queden registrados los lugares de la comuna que concentran la mayor cantidad de ataques homofóbicos y racistas, a partir de las denuncia que ha recibido el Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh).

La iniciativa, tiene como nombre “Ruta Segura” y consiste en informar sobre los trayectos más confiables —en especial en zonas de entretención como Bellavista— para acceder a la locomoción colectiva, Metro, taxis y estacionamientos, porque en el trayecto a esos servicios se concentra la mayoría de estos ataques.

Según el alcalde de Santiago, Pablo Zalaquett, “la idea es coordinar los esfuerzos del Ministerio del Interior, de Carabineros y de organizaciones como el Movilh para que no haya más actos homofóbicos en Santiago”.

Y si bien el Movilh todavía no ha hecho llegar la información a la municipalidad —“no hemos podido por falta de tiempo, por lo del funeral de Daniel Zamudio y la discusión de la ley Antidiscriminación”, dice su presidente, Rolando Jiménez—; Zalaquett ya ha mantenido conversaciones con el subsecretario de Prevención del Delito, Cristóbal Lira, para poner en marcha el plan.

Sin embargo, Zalaquett recalca que, a pesar de estos proyectos, lo importante es que las posibles agresiones sean denunciadas.

“Nosotros no contamos con denuncias formales con respecto a la actuación de grupos neonazis en la comuna, ni siquiera de los vecinos. Lo que sabemos, por así decirlo, son por rumores. No tenemos identificados a los agresores ni tampoco cómo operan, ya que son muy ‘móviles”, argumenta.

Finaliza señalando: “Comprendo que muchas veces estas cosas se callen, por el miedo, pero es algo que debe cambiar”.

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