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La nueva vida de Francisco Javier Errázuriz, de vuelta en su hogar

Lejos de los negocios, pasa las horas en su casa de San Damián, en Las Condes, asistido por un equipo de enfermeros y en compañía de su esposa, María Victoria Ovalle. Sus hijos tomaron una decisión: Callar. "Es un temá súper doloroso".  

por:  Lilian Olivares/La Segunda
viernes, 10 de febrero de 2012

La última vez que fue fotografiado por la prensa, a mediados del año pasado, antes de su accidente vascular.


Todo ocurrió en un clima de máximo sigilo.

Con los síntomas vitales bajo control y luego de haber evolucionado favorablemente tras la intervención neuroquirúrgica que tuvo en la Clínica UC San Carlos de Apoquindo, el empresario Francisco Javier Errázuriz Talavera fue dado de alta y se encuentra de vuelta en su casa en San Damián, asistido por un equipo de enfermeros.

Sólo sus familiares más cercanos estuvieron al tanto de los movimientos que se hicieron justo en la semana anterior a la Navidad, para que el ex candidato presidencial, ex banquero y empresario regresara al hogar a pasar una fecha tan significativa.

El alta fue firmada con fecha 16 de diciembre, a las 12:00 horas.

A partir de ese momento comenzó la nueva vida del hombre que, según contaba, inició sus negocios vendiendo pollitos y terminó transformado en un hiperkinético empresario que requería tres turnos diarios de secretarias para cubrir su acelerado trabajo en diversos negocios empresariales, sin contar sus incursiones políticas en las que aspiró a ser Presidente de la República. Hoy su hijo Francisco Javier Errázuriz Ovalle está a la cabeza de Inverraz, Inversiones Errázuriz, mientras el padre vive las circunstancias de un paciente que fue víctima de un derrame cerebral que, en lo físico, le afectó la movilidad del costado izquierdo de su cuerpo y el habla.

Sobre las secuelas del pensamiento, el único dato objetivo es que en estos momentos se encuentra incapacitado para estructurar un análisis lógico sobre cualquier materia. A veces parece un niño.

Intubado, con ventilación mecánica

El 24 de febrero se cumplirán cuatro meses desde que el empresario ingresó de urgencia a un centro médico, justo el día en que debía presentarse a una audiencia de formalización, acusado por supuesta explotación de 150 trabajadores paraguayos en sus viñedos. Sufría "dolor en el pecho y dificultad respiratoria", según un informe médico firmado por el doctor Manuel José Irarrázaval.

-(El 24 de octubre de 2011) iba a ir a la audiencia de formalización, cuando tuvo una descompensación camino al aeropuerto -contó su hijo Francisco Javier Errázuriz Ovalle.

En ese momento hubo quienes pensaron que se trataba de una escaramuza para no enfrentar el juicio.

Desde el punto de vista médico, el paciente tenía antecedentes de riesgo. Lo habían operado 22 años antes de un bypass coronario múltiple. Tenía diagnóstico de síndrome coronario agudo. Por eso, era necesario dejarlo hospitalizado en la unidad coronaria, para someterlo a exámenes.

Sin embargo, el verdadero alcance del gran traspié de Errázuriz Talavera se dimensionó el 31 de octubre, cuando sufrió pérdida de conciencia. Al día siguiente le hicieron un scanner al cerebro que delató una hemorragia intracerebral en el hemisferio izquierdo.

De inmediato pasó a pabellón, donde lo intervinieron quirúrgicamente para descomprimir y drenar la hemorragia. Su hermano Ladislao Errázuriz describió la operación como "una trepanación en el cráneo". Quedó intubado, con ventilación mecánica y diagnóstico "grave".

Con crisis de angustia

El 2 de noviembre le hicieron una tomografía.

Las imágenes tomadas reflejaron en color blanco la hemorragia en el sector izquierdo de su cabeza y dos manchas del mismo tono con el daño hacia la región frontal del paciente.

La hemorragia se centró en la zona del cerebro que tiene directa relación con el lenguaje y la función intelectual.

Una evaluación psiquiátrica por esa fecha reveló "trastorno bipolar mixto" y "crisis de angustia, trastorno de stress agudo y observaciones de dependencia de benzodiacepinas".

El 4 de diciembre, el mayor de los cinco Errázuriz Talavera lo visitó en la clínica y contó que su hermano hablaba con un hilo de voz. Se encontraba sentado en el sofá-cama de la habitación, amarrado. Estaba muy inquieto, quizás porque lo mantenían amarrado para evitar que se cayera. La excitación -dijo- le había ocasionado nuevos pequeños derrames internos.

-Las palabras le salen, con un hilo de voz muy bajo, pero dice cualquier cosa. Por ejemplo, ha dicho varias veces: "Hay que controlar los camiones". Tiene cierta coherencia, porque en su momento significaba algo, pero no tiene control de lo que está pasando ahora.

El 5 de diciembre se conoció un informe del Servicio Médico Legal que señalaba "lesiones graves secundarias a caída a nivel, que comprometieron el encéfalo y que se encuentran en evolución". " No se entabla conversación , moviliza las cuatro extremidades con menor fuerza en hemicuerpo derecho".

Una caída, dijeron los peritos. ¿Fue eso lo que provocó el derrame? ¿O fue primero una pérdida de conciencia producto de un alza de presión? La incógnita quedó latente.

Los peritos concluyeron que "dadas las actuales condiciones clínicas del paciente, no es posible determinar por ahora el tiempo de incapacidad o las posibles secuelas resultantes".

Esa fue la última vez que se habló de Francisco Javier Errázuriz públicamente. Vinieron las vacaciones de enero... y el olvido.

Olvido público, porque para su familia nuclear Francisco Javier Errázuriz Talavera, a sus 70 años, es un presente al cual se aferran, con un futuro incierto. "Es un tema súper difícil, súper complejo, súper doloroso. Estamos viendo cómo vamos solucionando las cosas como familia, cómo enfrenta nuestro padre su vida hoy", dice uno de sus siete hijos.

Su madre, de 94 años, doña Amelia Talavera Balmaceda, lo visitó hace un par de semanas. Lo vio rodeado de un equipo multidisciplinario (lo asisten un fonoaudiólogo, un kinesiólogo y enfermeros. Nunca está solo). Ella es longeva. El padre, en cambio, el ex senador liberal Ladislao Errázuriz Pereira, murió a los 72 años.

El gran misterio es saber cuántas de sus funciones cerebrales dañadas lograrán ser reemplazadas por otras células, y por cuánto tiempo.

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