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Cardenal Errázuriz ante acusaciones de víctima de Karadima: “Comprendo su dolor”

“No sé en qué consistiría el crimen que él me adjudica”, señala ex arzobispo frente a testimonio de James Hamilton en televisión. Admite su “error” en manejo del caso, pero “el tema de las culpas y no culpas se lo dejo al mismo Señor. El es el que nos juzga”.

por:  Alvaro Valenzuela,
lunes, 21 de marzo de 2011
Errazuriz

"No creo que hayan seguido ocurriendo abusos", dice el Cardenal Errázuriz.


Foto Sergio López

“Aquí se ha creado un conmoción que impacta a la sociedad. La opinión pública tiene el derecho de saber qué dice el cardenal al respecto y por eso he querido hablar...”.

Monseñor Francisco Javier Errázuriz dice que no vio la entrevista a James Hamilton anoche en Tolerancia Cero. Aquella en que el médico, víctima del sacerdote Fernando Karadima, arremetió contra el manejo que la jerarquía —y particularmente Errázuriz— hicieron del tema durante años, llamándolo incluso “criminal”. Un calificativo que el ex arzobispo señala no entender: “No es criminal el que sabe buscar la verdad con ponderación y serenidad”, dice, enfatizando que “la verdad ha aflorado gracias al proceso que se inició” en su período al frente de la iglesia capitalina.

—¿Pero qué le produce recibir la acusación de criminal?
—Me produce mucho dolor el impacto que causaron todos los abusos en el doctor Hamilton. Tiene que haber sido algo terrible, que lo tiene conmocionado permanentemente. El mismo se pregunta cómo voy a sanar de estas heridas. Y eso lo lleva en sus expresiones a no ser del todo riguroso, y a decir cosas desproporcionadas. En realidad no sé en qué consistiría el crimen que me adjudica.

—Sería haber recibido las denuncias y no haber hecho nada hasta que ellas prescribieron, lo cual habría facilitado que se siguieran cometiendo abusos.
—En primer lugar, no creo que hayan seguido ocurriendo abusos. Yo tomé algunas providencias de manera que eso no ocurriera. Y, por otra parte, de ninguna manera quise yo detener todo el proceso para que prescribieran las acusaciones. Ya lo he dicho: en un momento determinado, cuando él presentó sus acusaciones, yo recurrí a una persona de toda confianza, que lo conocía muy bien a él y muy bien al padre Karadima, y le pedí su juicio sobre toda esta materia. Me lo dio en forma tan clara, que suspendí todo el proceso, pero nunca lo detuve: lo suspendí y poco después lo reasumí de nuevo. Y no hay que olvidar que yo mismo pedí que se levantaran todas las prescripciones cuando envié los documentos a Roma...

—Ud. ya ha señalado que haber pedido la opinión de esa persona fue un error...
—He dicho que fue un error mío. Después lo supe, cuando conversé en Roma con el promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El me decía: nunca hay que preocuparse de quiénes son los cientos de personas que podrían dar testimonio a favor de alguien, sino nada más que de investigar si es que la acusación es verdadera o no.

—¿Ud. haría un mea culpa por la forma en que manejó este caso?
—Yo he dicho que lamento realmente no haber creído en esa denuncia cuando se presentó y tampoco haber creído en la denuncia anterior. La primera que se presentó era muy difícil de creer, porque tenía una fama el padre Karadima de hombre bueno, de hombre santo, de hombre espiritual, que cuando llega una denuncia uno no la cree. Eso es cierto y lo he lamentado y así lo he expresado.
Ahora, el tema de las culpas y no culpas se lo dejo al mismo Señor. El es el que nos juzga a nosotros.

—Monseñor Ezzati el viernes le pidió perdón a las víctimas del padre Karadima. ¿Ud. les pediría perdón también?
—Monseñor Ezzati pidió perdón a nombre de la Iglesia. Y cuando el arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal lo hace, no tiene sentido que después cada obispo o muchas otras personas sigan pidiendo ese perdón a nombre de la Iglesia. Ni siquiera tienen la autoridad para ello.
—¿Y Ud. en lo personal, por su manejo del caso?
—Acuérdese de lo que dijo San Pablo: que ni él mismo se juzgaba a sí mismo. Hay muchas circunstancias que uno toma en cuenta en un momento determinado y uno decide en base a esas circunstancias. Visto a la distancia, más tarde, uno dice: faltaron otras consideraciones. Si eso es culpa o no es culpa, es otro tema.

—Mucha gente ha visto una clara diferencia en el manejo de este caso en su período y lo que ha sido el manejo de monseñor Ezzati. ¿Cómo se entiende?
—Es la diferencia entre lo que ocurre antes de una sentencia y después. En la Iglesia se pide que antes que ocurra una sentencia todo se haga con mucha confidencialidad y siempre velando por el buen nombre de las personas involucradas. En el momento en que viene la sentencia, se sabe dónde está la culpabilidad, se hace público, se pide perdón a las víctimas. Y me alegra mucho la forma como lo ha hecho monseñor Ezzati.

—La sentencia del Vaticano le fue informada a monseñor Ezzati prácticamente al día siguiente de que él asumió el Arzobispado. Se vio como un gesto hacia él. ¿Cómo debe ser interpretado ese gesto?
—Yo creo que le era más fácil a un arzobispo nuevo, que no conocía todo el proceso y que no conocía todas las acusaciones, simplemente asumir una sentencia y ejecutarla. Pero no me meto en interpretaciones, porque habría que meterse en la mente de quienes lo decidieron así.

—¿Ha pensado en alguna acción judicial contra Hamilton?
—Nunca. Comprendo que en un momento de tanto dolor las personas digan cosas que van más allá de la objetividad. 

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